Trabajando psicoanalíticamente vía online: nuevos escenarios1

Alicia Leisse de Lustgarten2

Resumen

El trabajo clínico psicoanalítico comporta cambios ineludibles en vista de los movimientos migratorios que alcanzan a un número creciente de pacientes y analistas. Las sesiones online abren puertas cuando las condiciones hacen que el presencial no pueda tener lugar. Reconsiderar conceptualizaciones teóricas tanto como modificaciones técnicas nos invita a darle rigor, pero también apertura a una clínica de cara al mundo que nos habita. 

2022.  Desde el hoy

Los cambios indetenibles que transitamos sin parar invitan a nuevas miradas desde el espacio analítico, haciendo lugar a eso que irrumpe sin parar, desde el afuera. Atender lo social es una tarea ineludible para los psicoanalistas. Hay, sí, diversas perspectivas para considerarlo. Me detengo hoy en algunas reflexiones a la luz del “principio de incertidumbre”, desde la conceptualización de Janine Puget (2015): 

[…] Los nuevos problemas, las naturales modificaciones sociales y culturales, las condiciones políticas y el fluir de la vida desconciertan, inquietan, estimulan, crean rupturas … Todo ello sucede sobre un fondo donde conviven lo incierto, la sorpresa, el asombro… La incertidumbre se ha ido instalando en un lugar primordial, como una manera de dar nombre a una preocupación a veces difusa, pero presente en muy diversos ámbitos, tales como la ciencia, la política, la economía, la comunicación masiva, la vida diaria y, sin duda, la relación analítica.

Son problemáticas que irrumpen en la vida del sujeto de procedencia diversa más allá de sus vivencias infantiles, haciendo presencia fuera de una linealidad continua. Refiere a discontinuidades que intervienen. Nos convoca la tarea ineludible de afianzar un lugar al efecto que ello tiene en la vida de cada quien.

Pensando la emigración 

2013. Nueve años atrás, viviendo en mi país de origen, aún sin una idea de emigración en mente, me interesé por escribir sobre los cambios ineludibles que comportaba la clínica psicoanalítica en vista de circunstancias que fueron tomando carácter de permanencia. Cito algunos:

  • El aumento significativo de los movimientos migratorios en todo el mundo. 
  • La poca accesibilidad de tratamientos psicoterapéuticos de corte analítico o análisis en regiones carentes de instituciones acreditadas.
  • La demanda de formación y supervisión desde lugares distantes.

Para esa época, aunque la gran mayoría de los tratamientos eran presenciales, asomaban procesos que debían interrumpirse por un proyecto de emigración que poco tenía que ver con la otrora versión de resistencia: fuga a la salud, evasión maníaca u otras aproximaciones interpretativas que en tiempos pasados fijaban la atención en que el centro de la vida del paciente era su tratamiento y el resto de su vida quedaba supeditado a ello. 

En el encuentro analítico en nuestro país, pero cada vez más en otros, el acceso al sujeto y lo que desde su subjetividad lo interroga encarnaba en un contexto social crecientemente crítico. Problemas financieros y desempleo; corrupción e inseguridad; escasez o deterioro de la salud eran evidencias de un padecimiento general en aumento. El discurso del paciente, tanto como la escucha del analista, se teñían de un paisaje de visos traumáticos que se hacía cotidiano. Correspondía atender esa suerte de vaguada de aconteceres que se sucedían sin tregua, condición ineludible para representarla, hacerla lenguaje de significación y pensarla desde el interrogante analítico. 

En este paisaje, la figura de la emigración se hizo proyecto en un número creciente de pacientes. Pasamos de ser un país que desde décadas atrás recibía poblaciones de diversa procedencia, a otro que ahora emigraba. El trabajo online procuraba sostener los análisis, no solo para no interrumpir el proceso emprendido; la partida, también de analistas, llevaba a abrir puertas desde otro lugar de trabajo. Las migraciones crecientes arrimaban pedidos que ofrecieran alguna convergencia cultural y una mejor opción económica. El escenario social apretaba en el país de origen y en ese otro elegido para apostar por una ruta de vida. Variantes de idioma, costumbres, apuestas laborales, requerimientos legales, referían a lo que el paciente traía a cuestas. En la clínica, recrudecían los duelos tanto como los síntomas corporales; los adolescentes hacían crisis, no pocas veces severas, y las tensiones familiares aumentaban. Todo ello apuntaba al precio que comportaba la inserción a un medio nuevo.   

Suscribo las ideas de Aryan et al. (2015) cuando sostienen que instalar el nuevo setting estará al servicio de la elaboración de las angustias que conlleva una migración a la que, además de la separación física del analista, se suman la de familiares, amigos, el país y a veces hasta el idioma. Refiere a eso que comporta elaborar el nuevo presente y la angustia por lo desconocido; las ilusiones, tanto como las decepciones; la idealización como la desesperanza. Una apuesta en la que se espera ganar y en la que se aprende, a trompicones, que perder es ineludible. Corresponde atravesarlo.

Algunas reflexiones 

Reconsiderar conceptualizaciones teóricas tanto como modificaciones técnicas nos invita a darle rigor, pero también apertura, a una clínica de cara al mundo que nos habita. La bibliografía psicoanalítica reciente da fe de ello. Polémicas incluidas, nos hacernos de una herramienta contemporánea en su implementación que nos conmina a fundamentar con nuestra experticia lo que hoy ejercemos como oficio. También nos compete adelantar lineamientos propios necesarios para regir una práctica donde el “todo vale” no aplica.   

El escenario terapéutico se ha ido armando atendiendo a lo que compete al par analítico: procurar la asociación libre y la atención flotante. Corresponde preservar la neutralidad y la abstinencia en el sentido de no marcar dirección, pero registrando lo que alcanza al propio analista. También la transferencia, vía privilegiada para la puesta en escena de lo que se repite, como del vínculo en el que se dice sin palabras y sin el conocimiento inmediato. 

Me quiero detener, en primer lugar, en una cuestión central que marcara un giro en la técnica psicoanalítica y su alcance. Refiere al carácter no presencial de la experiencia analítica a distancia. Las sesiones online abren puertas cuando las condiciones hacen que el presencial no pueda tener lugar, sumando nuevos hallazgos al encuadre que se acuerda por esta vía. La presencia apela a estar ubicados en un mismo espacio con alguien a quien se percibe físicamente; pero también a una imagen o representación sin que implique el espacio geográfico común. A la luz de estas definiciones surge el interrogante: ¿a qué apunta la diferencia entre la presencia física y ese nuevo espacio comunicativo denominado espacio virtual? Las modalidades contemporáneas de vínculo humano se ponen aquí al servicio de otras formas de encuentro que reúnen al par analítico para procurar el diálogo que continúa, o que aún se inicia. Como señala Ferrer (2020), “el cuerpo del analista como receptor y depositario de la transferencia de su paciente lo será en la medida en que este trascienda su cualidad únicamente física y se instale como representante simbólico de las características que le sean atribuidas”. Desde mi perspectiva, en el entendido del valor insustituible del encuentro presencial, hallo que el análisis a distancia es una herramienta de carta cabal también para interrogar si la presencia requerida es presencia física o si la representación de la presencia rescatada en la imagen o en la voz avala las condiciones que supone un encuadre definido en los términos suficientes para que el análisis tenga lugar. 

Detengámonos en los comienzos de la polémica que ocupó a la institución psicoanalítica una vez que colegas de zonas remotas abrían caminos para optar por una formación que de otra manera no era posible. Pude seguir con cierta cercanía algunas de esas experiencias en los análisis que se sucedían en los institutos de Europa del Este y Latinoamérica. El análisis online favorecía la continuidad fuera de los encuentros presenciales que seguían rigiendo los procesos analíticos. Oigamos este testimonio de una analista en formación: 

Introducir el análisis en mi vida ha sido una experiencia no solo de mucho aprendizaje, sino salvadora. En el momento que decido iniciarlo, me encuentro casi vencida por la pulsión de muerte. Viajo a la ciudad donde reside mi analista, me acuesto en un diván. En las paredes hay algunas pinturas, diplomas y una caricatura de Freud. Se inicia el proceso, me interno en ese mundo interior acompañada por mi analista. El análisis se lleva a cabo dos veces diarias durante cinco días, después viene la despedida y el retorno a casa. Tengo miedo de perder lo ganado, de perder la conexión con la analista. Dos semanas después la doctora está en mi ciudad, ahora me acuesto ya no en un diván sino en un sofá improvisado, las paredes son otras, desnudas de cuadros. Solo estamos ella, yo y el encuadre y eso es suficiente para que el inconsciente surja.  En ese momento me siento como si estuviera en su país; no encuentro diferencias para que se dé el proceso. Seis meses después otro cambio; ahora la analista llega a la capital y de nuevo todo fluye con la misma naturalidad que antes. Diez meses después de haber comenzado mi análisis personal y por problemas económicos, no puedo viajar, y recibir únicamente las seis sesiones a las que tengo opción durante su estadía en mi país, no es suficiente. Solicito permiso para comenzar mi proceso por Skype y así continuar con el mismo ritmo que he llevado. Ahora el escenario es otro, me acuesto en un sofá. Ya no es la persona de la analista la que se sienta atrás sino una computadora. Otro ambiente de trabajo y una máquina de por medio. Al inicio me asaltan muchas dudas. Pero desde el primer momento el proceso sigue igual. Al final no importa la ciudad, si es presencial o virtual, el análisis es el mismo, la transferencia se establece, afloran las resistencias y mi proceso avanza. Si se me permite decirlo así, es un momento mágico que se logra cada vez que estamos los tres: analista, paciente y encuadre. Y a través de esta modalidad de “análisis condensado”3 mi vida cambia, las pulsiones de vida ganan la batalla, recupero la vitalidad de mi cuerpo y el disfrute en el estudio. No sé cómo sería un análisis normal, pero esta modalidad también funciona, y para mi persona, muy bien. 

Los testimonios que he tenido la oportunidad de escuchar, en el marco de los institutos de formación psicoanalítica, de parte de candidatos de países de Europa del Este (IEEP) tanto como de países de Latinoamérica (ILaP) en los que no había o no hay sociedades psicoanalíticas, dan cuenta de cómo la formación abre puertas a muchos que al modo de una causa que los compromete con una inversión libidinal sostenida, siguen encarando condiciones no sencillas. El análisis concentrado4 se estableció para ofrecer alternativas, preservando la modalidad de análisis con los parámetros fundamentales que lo definen. Encarar condiciones geográficas diversas a las del país propio, viajes frecuentes que suponían erogaciones económicas, modificaciones de la dinámica familiar y de la propia práctica clínica son algunas pinceladas que tiñen anécdotas donde el humor, el desconcierto, la invención o la solidaridad acompasan el tránsito de estos candidatos que no sin apuestas, a veces heroicas, han emprendido una formación que recuerda la gesta de aquellos pioneros de las épocas freudianas y post freudianas. Deriva en el entusiasmo de la expansión del psicoanálisis como técnica terapéutica, pero también como vía de entendimiento y de reflexión de las situaciones protagónicas que encaramos en estos tiempos.  Un candidato en la ciudad aún extraña para él, a la que viaja para su análisis sin poder encontrar un taxi, a punto de perder el avión, llama al interruptor de su analista; pero este no responde. Una mujer de algún lugar lejano en la vasta Rusia ha viajado con un solo par de zapatos poco confortables para las largas caminatas que debe emprender; las pérdidas de sesiones por retrasos en los medios de transporte, la falta de referencias o idiomas. Del lado del analista, en alguna capital de un país latinoamericano, una colega arregla con sus manos su butaca de trabajo para poder tener condiciones en las horas que allí pasará. Otro hará del lugar que le han adjudicado, su consultorio usual, al que tendrá que investir con lo que requiera para su desempeño. 

El encuadre, acá, tiene sus parámetros; pero también se reinventa. Se mueven los acuerdos interviniendo a veces como figura que irrumpe en el fondo que sostiene el trabajo de análisis. 

La modalidad online, si bien no está aún autorizada como análisis de formación de manera regular, ha ido ganando terreno y es permitida en algunos países, en el entendido de que no haya otra vía para emprenderlo presencialmente y suscribiendo las condiciones que rigen para que un proceso analítico tenga lugar. Sin embargo, corresponden el asombro y el desacuerdo cuando vemos que, en nuestras filas institucionales, nos seguimos moviendo con lentitud para estos cambios más que necesarios, al tiempo que se siguen sosteniendo indicadores de frecuencia, presencia, entre otros requerimientos, que no solo desconocen los logros fundamentados en renovados encuadres; también alimentan las deserciones de aquellos que buscan procurar condiciones más encarables. 

2018.  La experiencia analítica online

Me detengo ahora en la experiencia que se va construyendo cuando el analista se hace con un nuevo lugar de vida en otro escenario social y todo lo que ello conlleva. El análisis a distancia se hace figura protagónica tanto en la clínica con pacientes como en otras actividades propias de la práctica: grupo de estudio, presentaciones científicas o debates diversos. No creo que corresponda ir al detalle de los alcances de estas opciones. Sí quiero transmitir el invalorable beneficio que ha supuesto continuar el grupo de estudio que inicié más de treinta años atrás con participantes del mundo psi. A poco tiempo de establecerme, y comprometida en mi trabajo clínico, una joven analista de otra ciudad me animó a retomar la actividad. La temática central que nos convocaba pasaba por lo que vivimos dentro, pero también fuera del país; una tópica poco atendida o al menos no en la dimensión que merece. Es así como El psicoanálisis de cara a lo social ha reunido a colegas de diferentes regiones, incluida la nuestra. Lo que apuntala el estudio trae de vuelta esa apuesta libidinal que invita a pensar tanto como a preservar lo que hace a nuestro oficio. Igualmente es transición para las vicisitudes que comporta la inserción en las instituciones locales, no suficientemente preparadas para hacer lugar a los nuevos miembros; a pesar de la afiliación común a una organización psicoanalítica internacional. Nos estamos refiriendo a lo que supone legitimar el ejercicio que alcanza a los analistas en lo que son sus referentes identitarios.

En el escenario clínico, los sujetos que nos convocan, si bien desde una cultura preponderantemente occidental, obedecen a un entorno que muestra sus variantes en diversos órdenes. Aunque encaremos una misma lengua, la jerga varía y no pocas veces nos preguntan o inquirimos en dichos propios; expresiones peculiares que invitan a escuchar no solo lo particular del sujeto sino su idiosincrasia tanto como el contexto que habita. En otros casos la lengua es otra y corresponderá hacerse de ella. Varía también la frecuencia de los encuentros. Se ha vuelto así en casi todas las latitudes psicoanalíticas; por razones de costo, de temporalidades y de lo que compete a la cultura del lugar, en la que emprender un análisis puede no ser algo que requiera atención inmediata. 

Considerar el análisis a distancia lleva a la clínica del caso por caso. Desde allí, se definen las modalidades técnicas, así como lo que hace a un análisis: la puesta en escena del inconsciente, de la transferencia y la cura por la palabra. No siempre rige la misma modalidad virtual para el encuentro online. Si alguien elige el teléfono, interpretarlo como una resistencia a otro dispositivo, como videollamadas, puede resultar en un enfoque que desconsidera la variedad de opciones que aplican. El paciente habla desde la vía que privilegia. Atiendo a alguien que siempre me llama por teléfono. Su producción verbal no es diferente de la que ha acompasado nuestro trabajo, sosteniendo su análisis como algo central para lidiar con su vida y el sesgo dramático que la acompaña. Algunos cambios en nuestros acuerdos ocurrieron con mi partida: la disminución de las sesiones fue una, en tanto las dificultades económicas aumentaron y recrudecieron sus problemas para procurar algún orden en su vida. Unos pocos encuentros por videollamada dieron lugar rápidamente a los llamados telefónicos. Al principio intentaba indagar sobre las diferencias en su aproximación, pero opté por recibir lo que ella eligiera para “vernos”. Alguna vez me dice: ¿Quieres que pongamos la cámara?, asomando otra opción que prefiere y prefiero no explicitar en el entendido de que, en estos encuadres, el paciente parece preservar alguna escogencia para contrarrestar lo que cambió. Esta paciente sintió explícitamente mi partida. Vale decir que, aunque ella ya de antes viajaba con frecuencia y era yo la que me ajustaba a sus idas, procurando la continuidad del trabajo, pudo expresar su disgusto cuando nos despedimos, arguyendo que dejar el país era darle la espalda a algo que nos competía a todos. Han pasado varios años desde entonces. Ella también emigró. Hace unas pocas semanas, me planteó: “Te voy a pedir que pongamos la cámara para nuestras sesiones, siento que le da más rigor y me lo debo”. La frecuencia de nuestros encuentros es inusualmente alta para esta vía de trabajo, tres veces a la semana; no deja de ser asombroso cómo las cuida. 

Consideremos algunas particularidades de la transferencia. Dispuesta como escenario de repetición o, como prefiero entenderlo, lugar privilegiado de re escenificación, corresponde advertir alguna manifestación para irla arrimando al trabajo. En este escenario, la mirada ocupa un lugar central, sobre todo en los tratamientos que recién comienzan. Pienso que ver y ser visto por el analista aproxima la significación simbólica que allí se despliega, sea que el diván quede puesto o que haya contacto visual. Mirar al analista y ser mirado por él podría escudriñar; también asegura la escucha, alimentando su registro y lo que comportara su representación. Refiere a preparar la escena para que la aventura analítica se despliegue; a diferencia de aquellos que, continuando el proceso, portan una carga afectiva diversa. Fantasías de abandono, en vista de la distancia y la diferencia del encuadre que, como bien dicen: “no es lo mismo”. Negarlo redunda en una suerte de justificación que interrumpe lo que ello devela. El uso del diván, en este contexto, procura reproducir un encuentro lo más parecido posible en el aquí y ahora no más presencial, con aquel otro que se sucedía puertas adentro del consultorio. La posibilidad de mirar con más detalle puede ser un plus del que habría que rescatarse para dar lugar a la asociación libre y separar la tentación de opinión. No hay un modo valido y otro que no lo es. Uno y otro forman parte de la escena que allí se juega. En algunos casos, es el equivalente del cara a cara tan indicado para ciertos trabajos en los que la trama narcisista ocupa mucho del escenario del paciente. 

Desde el lado del analista, la contratransferencia está. Suscribo aquello de entenderla más como la transferencia del analista, en tanto actor protagónico en la propuesta del cambio de escena, que afronta también la pérdida diversa de lo que fue su lugar. 

Coincido con algunas observaciones que apuntan a que la instalación del análisis puede tomar más tiempo en el encuentro virtual, quizá porque la resistencia gana lugar en un escenario real tan a la mano. Algunos pacientes tienen dificultad de procurarse un mismo sitio, haciendo algo inusual como comer algo, ver el teléfono, tomar alguna nota; y es el registro fino de lo que allí sucede lo que permite ganar terreno para preservar el setting. Igualmente, convoca la pregunta de si la escena virtual favorece más la anécdota y si la asociación libre, siempre pretendida en nuestra línea de aproximación, redundaría en la disminución de los elementos conscientes que interrumpen el discurrir inconsciente.

La experiencia nueva que se emprende no puede ser constreñida con indicaciones o contraindicaciones prematuras; más aún, cuando salimos del terreno de la comparación con los análisis tradicionales para dar cuenta de lo particular de este otro en el que discurrimos. Por ello, el rigor de la observación sostenida y el criterio probatorio que dé cuenta de que apuntamos a una empresa plausible y sostenible.

Siguiendo a Ferrer (2020):

la primera condición para establecer un proceso psicoanalítico a distancia es que se pueda crear un espacio para pensar en el que haya un dialogo reflexivo con un clima propenso al pensamiento y al trabajo elaborativo, con una vivencia opuesta a lo rápido y fugaz, tan típica de los diálogos a través de internet.

En el diálogo vía online las palabras adquieren un rol protagónico, constituyéndose en el eje central del vínculo analítico para el intercambio de ocurrencias y afectos. Es el caso de la “distancia”, variante en la relación analítica online, en la que algo se pierde de los referentes de la realidad: la ilusión de compartir un mismo entorno emocional, el olor o el encuentro físico. Interviene también la decepción imaginaria de que el analista no tenga tan a la mano el diario vivir preñado de matices de urgencia. Recoger estas fantasías es condición para atravesar las arrugas transferenciales que se hacen exceso y encontrar nuevas formas de simbolización a lo que cambió.  El encuadre a distancia puede requerir otras vías de aproximación para atender lo que queda fuera del encuentro como tal. Desde esta nueva escucha es necesario reforzar la presencia virtual echando mano de opciones fuera de la vía habitual; puede tratarse de algún mensaje de texto o correo electrónico que en algún tramo específico aporte alguna contención necesaria. Sucede también que el propio paciente envíe alguna nota comentando o trayendo alguna información que invitamos a retomar en la sesión como tal. 

El proceso analítico que transcurre en la emigración muestra, en algunos tramos, profundos momentos de regresión. El paciente resignifica constantemente sus recuerdos, una manera de encarar no solo el análisis como tal; da cuenta también de la movilización que comportan los cambios que atraviesa. La instrumentación técnica de la contratransferencia aporta la vivencia de lo que ocurre en la sesión. En una suerte de edición (Lutenberg, 2010), el analista muestra al paciente nuevos componentes de la estructura mental inexistentes antes, arrimando desde su registro una comprensión del mundo del analizado. 

2020-2022.  Volviendo a la emigración

Retomo la reflexión en torno a la emigración. Transitada desde que el hombre es hombre, es también cierto que los movimientos migratorios se han incrementado en el presente siglo, en cuanto a volúmenes poblacionales significativamente más grandes desde y hacia distintos lugares del mundo. La figura del migrante varía, sea que refiera a una escogencia voluntaria, o empujada por lo que hace de dificultad para sostener la vida en sus diferentes ordenes en el país de origen: la del exilio, o la del refugiado. La noción de “acontecimiento”, desde la connotación que le da Puget (2005) como un evento que representa un exceso para una organización psíquica dada, viene de la mano con lo que quiero subrayar. Hay una ruptura con el pasado, en tanto la introducción de lo novedoso y sorpresivo ocurre en un marco de incertidumbre. Desde mi perspectiva, dichos sucesos, si bien dejan efectos traumáticos, toman un curso diferente de los traumas infantiles que ordinariamente consideramos. Refieren a eventos enlazados a las vivencias actuales, un poco en la línea de las neurosis de guerra o traumática que conceptualizó Freud (2019). 

La emigración ocupa nuestra atención en los últimos años. Por una parte, la vivimos protagónicamente, la encaramos desde la vivencia; por la otra, la atendemos para con los que nos demandan atención.  El obligado movimiento migratorio nos aqueja desde hace ya más de veintidós años y alcanza la cifra de 6,04 millones de venezolanos refugiados y migrantes en todo el mundo. En nuestra sociedad psicoanalitica local, más de la mitad de los colegas habitan otros países, también los analistas en formación. Ello ha dado en que transitemos espacios comunes con los pacientes que nos consultan. 

Aproximo algunas ideas sobre lo que comporta un proceso migratorio. Imbuida en una experiencia personal, decantar la vivencia desde la propia subjetividad supone transitar tramos discontinuos. Un punto de partida nos devuelve a lo que antes se escucha y luego se experimenta: la pérdida de los referentes que arriman lo que cada sujeto es, su ser de identidad, tanto como lo que son sus tenencias, que hacen a las identificaciones. Todo ello queda sacudido inevitablemente, sea que se recupere el curso de lo que se transitaba sin daños mayores, sea que los vientos del cambio resulten en daños diversos evidentes en el cuerpo, en el mundo afectivo o en las inversiones libidinales que cada quien procura, para mencionar unos pocos. La inserción en un medio nuevo implica una suerte de reconstrucción, a menudo sin que el sujeto se percate de ello, con los malentendidos y heridas consecuentes cuando no es respondido desde un afuera que lo contenga o lo provea. Del lado del que recibe, también se produce un efecto de choque. Encara a otro diferente que tropieza con su alteridad y, con frecuencia, se encuentra en la posición de responder a una demanda para la que no ha sido convocado. El asunto del semejante y lo diferente en el encuentro con el otro, pasa a ser una disyuntiva de no fácil salida. Se trata de procurar nuevas puestas de sentido en escenarios que no son los mismos y que, con frecuencia, ninguno de los protagonistas está preparado para ello. Los efectos de una movilización elegida son evidentemente diferentes de otras formas de expatriación. La preservación del deseo, en el caso de la emigración elegida, se acerca más a la causa del sujeto, no la garantiza; pero sí que la resguarda porque dispone de un piso psíquico desde el cual seguir armando su historia. También corresponderá atender los efectos subjetivantes que las nuevas realidades dejan en cada quien y los reordenamientos estructurales que ello supone. El cuerpo, vaya el ejemplo, suele ser el primer y mudo testigo que acusa los cambios: las modificaciones geográficas, climatológicas, los ajustes en el intercambio psicosocial, la redistribución de la economía psíquica, pero también material, fundamento de la procura de una vida de subsistencia. Los órdenes del mundo de la necesidad, como lo llamaría Aulagnier, el placer necesario (1979) quedan intervenidos. Ni hablar de lo que acontece desde el plano del deseo, movimiento indetenible desde el que se sostiene la gesta psíquica. 

Unas pocas palabras sobre las movilizaciones forzadas levantaraán otras aproximaciones. La inesperada guerra que ha emprendido Rusia contra Ucrania deja a la fecha cerca de seis millones de personas que han huido después de perder todas sus pertenencias y, muchos, a familiares inmediatos. De qué tratará su nueva existencia en nuevos países, en culturas disimiles, en condiciones de refugiados que dejan atrás lo que hasta ayer sostenía sus vidas. Qué efectos traerán para ellos todos estos eventos traumáticos desde lo social, con inevitables y muchas veces impredecibles respuestas psíquicas (Leisse, 2022). Los analistas requerimos de otras respuestas para dar oídas a un colectivo alcanzado por daños que intervienen sus vidas, cuando aún las tienen. Desde ya, pensar la guerra, el terrorismo, la segregación social o la discriminación como lamentables banderas que surgen por doquier, es un compromiso sostenido, no solo para procurar explicaciones a estos fenómenos, o perfiles individuales desde la psicopatología del destructor. Nos compete arrimar algún alivio a tanto sufrimiento; de los sujetos,  como de los grupos.  

Para terminar, quiero subrayar lo que parece ser un leitmotiv de las ideas que hoy procuro: el proceso analítico se transforma indeteniblemente en tanto las demandas que nos convocan asoman desde lo que hemos dado en llamar padecimiento social. En la línea de un relato necesariamente recortado, doy cuenta de tramos transitados de data relativamente reciente. Aproximo la experiencia que construyo para sumar voz a la validación de un pensar psicoanalítico que nos convoca desde el escenario de los cambios sociales que hacen centro en la vida del sujeto contemporáneo.  

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1 Presentado previamente en el Simposio de la Asociación Psicoanalitica de Madrid: Encuadres, noviembre 2019. Versión modificada.
2 aleisse@gmail.com, Miembro ttular en función didáctica de la Sociedad Psicoanalítica de Caracas (SPC), IPA y FEPAL. Miembro invitado de la Asociación Psicoanalitica de Madrid y del Centro Psicoanalitico Valenciano (APM).
3 Aprobado para los análisis de formación del ILaP de acuerdo con lo establecido por el código de Procedimientos de IPA y FEPAL.
4 El análisis concentrado se establece para instrumentar el análisis personal en países donde no existen instituciones de la API y, por lo tanto, sin analistas de la API en funciones didácticas. Los análisis concentrados se realizan in situ o extra situ viajando el candidato a la ciudad del analista o viajando el analista a la ciudad del analizado. Código de procedimientos del ILaP, Archivo, ILaP – FEPAL 2014.

Descriptores: MIGRACIóN / TRATAMIENTO PSICOANALÍTICO / SESIÓN / ENCUADRE / FORMACIÓN PSICOANALÍTICA / TRANSFERENCIA
Candidato a descriptor: ANÁLISIS A DISTANCIA


Abstract

Working psychoanalytically online: new scenarios

Psychoanalytic clinical work involves unavoidable changes in view of migratory movements, which reach an increasing number of patients and analysts. Online sessions open doors when current conditions make face-to-face treatment impossible. Reconsidering theoretical conceptualizations and introducing technical modifications is a way of giving the analysis greater scientific rigor, but also a clinical openness to the world that inhabits us.


Resumo

Trabalhando psicanalíticamente via on-line: novos cenários 

O trabalho clínico psicanalítico comporta mudanças iniludiveis em vista dos movimentos migratórios que atingiram um número crescente de pacientes e analistas. As sessões on-line abrem portas quando as condições fazem com que o presencial não possa ter lugar. Reconsiderar conceitualizações teóricas tanto como modificações técnicas nos convida a dar-lhe rigor, mas também abertura a uma clínica de cara para mundo que nos habita.


BIBLIOGRAFÍA

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Aulagnier, P. (1979). Los destinos del placer. Barcelona, España; Petrel. 
Carlino, R. (2014). Reflexiones actuales sobre el psicoanálisis a distancia. Revista de la Sociedad Argentina de Psicoanálisis, 18, 173-197.
Ferrer, C. (2020). ¿Es posible el psicoanálisis a distancia? Gradiva. http://www.gradivabarcelona.org/articulo/es-posible-el-psicoanalisis-distancia-carmen-ferrer
Freud, S. (1919). Introducción a Zur Psychoanalyse der Kriegsneurosen. En J. L. Etcheverry (Trad.), Obras Completas. (Vol. 17). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Leisse, A. (2022). Semblanza y algunas propuestas en el pensamiento de Janine Puget, texto inédito. 
Litvinoff, D., Leisse, A., Ashworth, M. & Ramonet, S. (2012). La transferencia psicoanalítica en la formación concentrada y a distancia. Trópicos:Revista de Psicoanálisis,20,1, 9-22. 
Lutenberg, J. (2010). Tratamiento psicoanalítico telefónico. Lima, Perú: Siklos.
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