¿Tiempos de ilusiones hipnóticas?
Cien años después de Psicología de las masas y análisis del Yo
Mesa redonda
Alejandra Vertzner Marucco: El título de este número fue pensado en 2021 cuando se cumplían cien años de Psicología de las masas y análisis del Yo. Este centenario nos encontró atravesando un tiempo muy especial. Propusimos el título entre signos de interrogación como una invitación al cuestionamiento: ¿Tiempos de ilusiones hipnóticas? Una pregunta en cierto modo inquietante por lo aciago de los momentos que el mundo atraviesa y por la posibilidad de que los sujetos quedemos eclipsados y perplejos por el desconcierto o fascinados por algún ideal mesiánico. De ahí la necesidad de reflexionar acerca de las ideas de Freud, cuando cien años antes el mundo atravesaba tiempos también infaustos.
El Comité Editor planteó muchas cuestiones relacionadas con el tema, pero decidimos no elaborar una introducción a esta mesa, con el fin de que cada uno de los ponentes encarara el título desde su particular perspectiva, para luego iniciar un diálogo.
Héctor Cothros: El título que propuso la Comisión de Publicaciones para esta mesa me parece un acierto. Cuando lo leí,pensé que permitía articular tres de los artículos sociales de Freud. Al hablar de “tiempos”, se entiende que la referencia es a tiempos actuales: El malestar en la cultura. “Ilusiones”: El porvenir de una ilusión. E “hipnóticas”: Psicología de las masas. Es decir, permite una articulación, o intentar una articulación, de estos grandes artículos de Freud. Y además se da también la posibilidad de leerlos no solamente como artículos sociales, como una aplicación del psicoanálisis (desgraciado término el de “psicoanálisis aplicado”) al estudio de la cultura, sino que también podrían ser considerados como trabajos clínicos cada uno de ellos.
Y ello porque Freud muy tempranamente planteó —lo cual es una cuestión metodológica delicada, pero aceptémoslo por el momento— una suerte de isomorfismo entre el sujeto y la cultura; tanto es así que sostuvo explícitamente que se podía interpretar a la cultura al modo de un individuo neurótico. Había un isomorfismo, por lo tanto, entre la estructura del aparato psíquico y la cultura. Este isomorfismo posee como base conceptual al magno escrito Tótem y tabú, que daba cuenta tanto del origen de la cultura como de la estructuración de un sujeto. Este isomorfismo se justifica, en parte, en tanto cada formación sociocultural fabrica un tipo antropológico que le es funcional. Cualquier formación sociocultural genera una subjetividad que se encarga de reproducir las creencias o la interpretación del mundo que, en último análisis, configuran aquella plasmación cultural.
Ahora bien, una lectura posible, si analizamos el conjunto de estos artículos sociales de Freud, una lectura posible, entre varias otras, es que se plantea allí una dialéctica —lo cual va a tener una incidencia clínica fundamental, según veremos— entre dos nociones, que son religión y ciencia.
Cuando digo “religión” y “ciencia” no me estoy refiriendo a dos instituciones sociales, sino a dos discursos o dos posiciones ante la castración. Cuando Freud habla de ciencia no se está refiriendo a la probeta o a la aceleración de partículas, está mentando un tipo de discurso ante la castración. Cuando se refiere a la religión, sin determinar una en particular (pero no hay religión sin dioses), hace mención asimismo de otra posición ante la castración.
Freud, inspirado en Augusto Comte, expone (la referencia es Tótem y tabú) una periodización de la evolución espiritual de la humanidad que es transportable al desarrollo del sujeto. Freud sostiene que hay un primer período animista (un concepto similar lo hallamos también en Psicología de las masas), un segundo período religioso y un tercer período científico.La fase animista correspondería al narcisismo, la religiosa, al complejo de Edipo, y la científica, a una elaboración del complejo de Edipo.
Cuando Freud habla del discurso de la religión (reitero, tomado este concepto en un sentido clínico y no como como una institución social) hay que pensar que se trata de una determinada posición ante la castración. En la religión, en la medida en que siempre hay dioses o hay un dios, hay otro que no está castrado. Al final de la cadena hay un otro que no está castrado. ¿A qué llama desde esta perspectiva, Freud, “ciencia”?, ¿o cómo lo leo yo? Este otro que no está castrado, en última instancia se comporta como un amo del sentido (para emplear un concepto de Castoriadis). Cuando Freud habla de ciencia, a lo que se refiere es a un discurso en el cual no hay un amo del sentido y, por lo tanto, donde el sujeto por sí mismo se tiene que hacer responsable, fundamentando, demostrando, etcétera, aquello que sostiene. Pero no hay ningún libro sagrado, no hay ningún representante de la divinidad que nos transmita cómo es el mundo, y cuáles son los significados esenciales que constituyen ese mundo. Por consiguiente, hay una oposición entre un discurso que sostiene a un amo del sentido, a un otro no castrado, y otro discurso en el cual está abolida esa posición. Se trata, pues, de dos discursos que se posicionan de manera distinta frente a la castración. El mismo Freud postula que el heredero de los dioses está representado intrapsíquicamente por una estructura que es el Superyó. Y el Superyó en su raíz última está representado por el protopadre y la madre fálica. Y en su deseo, en su aspiración última, el hijo siempre va a aparecer frente al Superyó como fetiche destinado a negar la castración de los padres, es decir, a sostener a un protopadre o a una madre fálica. Recuerden que en Psicología de las masas Freud se refiere a las masas de a dos. Para constituir una masa basta un sujeto y otro que ocupe el lugar del ideal. Es decir, que todos tenemos intrapsíquicamente una masa: es la relación entre el Yo y el Superyó. Cuando Freud sostiene que el hipnotizador ocupa el lugar del ideal, es decir del Superyó, se deduce de ello que si es capaz de hipnotizar en calidad de objeto externo es porque ya está desplegando esa capacidad internamente. Hay una masa interna, estructuralmente establecida entre el Superyó y el Yo. El Superyó tiene hipnotizado al Yo. Recuerden las experiencias de las cuales Freud hablaba con la hipnosis: se le ordenaba a un sujeto en estado hipnótico que, una vez que se despertara, tomara un objeto (un paraguas, por ejemplo) y se olvidara de que había recibido esa orden. El sujeto, cuando salía del estado hipnótico, tomaba el paraguas; se le preguntaba por qué lo tomaba, y daba una racionalización cualquiera. De la misma manera el Superyó le puede ordenar al Yo reprimir. El Yo “se olvida” de que el Superyó le ordenó reprimir y su lugar lo ocupa una contrainvestidura cualquiera, de la misma manera que el sujeto bajo el efecto de la orden hipnótica ofrecia una racionalización para sostener su posición. Es decir que, desde esta perspectiva, hay una masa intrapsíquica permanentemente en juego, una masa de a dos. Y una masa de a dos en la cual uno de los términos, el Superyó, heredero de los dioses, es sostén de un discurso religioso no en el sentido de una institución social, sino de una posición ante la castración. Esto supone un sujeto fetichizado que instituye a un otro no castrado.
Todo el movimiento de la clínica implica este pasaje de la psicología de la masa interna a un discurso científico, entendido este como el de aquel donde no hay otro no castrado, donde no hay un amo de la significación.
¿Qué importancia tiene esto para el tema que nos atañe sobre las ilusiones hipnóticas? Si toda la clínica implica este pasaje desde un discurso religioso hacia un discurso científico, entendido en los términos en los que lo hablaba, es necesario ver qué de la cultura fomenta u obstaculiza este pasaje. Muchas veces se dice, y con razón, que en Freud no existe una teoría del sujeto. Las veces en las que Freud hace mención del sujeto, lo realiza de una manera coloquial. Sin embargo, en sus escritos podemos encontrar, aquí o allá, algunos indicios que nos permiten por lo menos bosquejar una noción de sujeto en Freud. Desde su posición de “espléndido aislamiento”, y de no adhesión a la “masa compacta”, tal como escribe en sus cartas a Fliess, pasando por uno de los apéndices de Psicología de las masas… Cuando, refiriéndose al poeta, sostiene que es el primer individuo porque realiza el parricidio, no directamente, sino a través de una obra poética; o bien en Moisés y la religión monoteísta cuando, tomando las palabras de otro autor, Sellin, sostiene que Akhenatón fue el primer individuo de la historia, puesto que se apartó de las creencias sostenidas hasta ese momento por la comunidad a la que pertenecía. Podemos unir estos fragmentos dispares y considerarlos como germen de una concepción del sujeto, que en Freud sí estaba esta idea del sujeto, en última instancia el sujeto de las Luces, que sería aquel que es capaz de apartarse de la masa compacta, de los ídolos de la tribu y sostenerse en un discurso “genuino”. En última instancia y dicho de otra manera, este pasaje del discurso religioso al discurso científico implica un proceso de subjetivación. ¿Cuál es la condición, en la estructuración psíquica de un sujeto, para que se dé este pasaje de una posición a otra? La condición, si tomamos estas modalidades discursivas de animismo, religión y ciencia, es que el sujeto pueda desalojar al amo del sentido de su poder sobre las significaciones (Castoriadis). Esto un chico, individualmente, no puede hacerlo nunca. Ni siquiera la realidad podría lograr eso. Sobre todo porque un niño se maneja con categorías psíquicas que incluyen la omnipotencia, en tanto no está establecida la prueba de realidad. La única condición, para citar nuevamente a Castoriadis, es que los padres se desidealicen, es decir, se autodestituyan de ese poder, de esa posición de amos del sentido. Esta autodestitución supone que abandonan una posición de dueños de las significaciones en virtud del reconocimiento de que las significaciones son el producto anónimo de una comunidad y los padres son portadores de ese discurso. Es decir que cuando los padres pueden autodestituirse de esa posición, lo cual corresponde al ejercicio de un aspecto de la función erótica parental, abren al hijo necesariamente a un mundo de diferencias. El amo del sentido anula las diferencias. Hay un eje de los tres sistemas de diferencia que son centrales en la obra de Freud: la diferencia entre el Yo y el otro, la diferencia de sexos y la diferencia de generaciones. Ser amo del sentido y abolir la posibilidad de la diferencia son elementos equivalentes. Destitución de la posición de ser dueño de las significaciones y apertura al discurso “científico” significa también la apertura a un mundo de diferencias. ¿Por qué? Porque si el Superyó mantiene al Yo en el lugar de fetiche para anular la diferencia de sexos y con eso la diferencia entre el Yo y el otro, y aun la diferencia de generaciones; la destitución de esa posición, o por lo menos la mitigación de esa posición, supone la inclusión en un mundo de diferencias, y en esa medida el otro puede aparecer como un otro radicalmente diferente. Dicho esto, podemos ahora pensar si la cultura actual promueve o menoscaba este pasaje subjetivante de un discurso religioso a un discurso científico.
Si intentamos definir las características de esta cultura hipermoderna (porque ya no se habla de posmodernidad, se habla de hipermodernidad), comprobamos que es, como toda la civilización occidental, el desarrollo del proyecto cultural griego. Según Castoriadis, en Grecia hubo dos elementos ordenadores de su cultura: el primero fue el conocimiento y el manejo científico o racional de la naturaleza; y el segundo fue la autonomía, tanto individual como colectiva. De esta última derivan la democracia, la tragedia, la filosofía… Este proyecto tuvo algunos despertares en la Edad Media con la creación de los burgos, luego en el Renacimiento y en la Modernidad; pero actualmente, el único de ambas notas características del proyecto griego que se desarrolló fue el que busca el control racional de la naturaleza, la tecnociencia; mientras que se opacó el otro ingrediente, que pugna por el despliegue de la autonomía individual y colectiva. La noción de autonomía es articulable con la de sujeto, en los términos en que la define el mismo Freud en su última obra, el Compendio o Esquema del psicoanálisis, según las traducciones. Allí menciona que el resultado del análisis es incrementar la autonomía del Yo, es decir, mitigar sus vasallajes, particularmente el que mantiene con el Superyó. Es decir que al hablar de desarrollar la autonomía del Yo, Freud claramente se inscribe en este proceso subjetivante.
Si vamos a las características, entonces, de esta cultura, de este momento hipermoderno, vemos en primer lugar la claudicación de todos los metarrelatos, como decía Lyotard, lo cual abrió las puertas a un relativismo total, ya anunciado por Nietzsche; no hay hechos sino interpretaciones. No resulta posible determinar, por lo tanto, ningún vértice privilegiado desde el cual contemplar los hechos, juzgarlos, y aun darles un valor ético; con lo cual se cae tanto en un relativismo cultural como ético. Esta es la primera característica que signa nuestra época: la claudicación de los metarrelatos.
Otra nota capital propia de la contemporaneidad es una privatización de los sujetos, es decir, un individualismo extremo. Otro rasgo fundamental es el hiperconsumo. Asimismo, es característica de nuestra época la abolición de ciertas inhibiciones sexuales que antes existían. Como vamos a ver, si surge la discusión en torno de este tema, se trata de una seudo “des-represión”. Otros rasgos que se pueden agregar a esta lista esquemática son destacados por Byung-Chul Han: el sujeto contemporáneo se autoexige, se autoexplota hasta el límite, llegando a su extenuación. Ya no necesita un explotador externo, sino que él mismo se encarga de desarrollar esta función. Finalmente, podrían enumerarse otras características de esta cultura contemporánea, tal como la presencia de una transparencia total, también descripta por Byung-Chul Han, en el sentido del imperio de las redes y de que el sujeto voluntariamente se desnuda ante ellas. Fíjense que es una cultura, esto lo destaca Lipovetsky, de oposiciones. Por un lado, hay una privatización total del sujeto, pero por otro lado hay una publicidad total de su vida. Todos estos elementos que llevan a que el sujeto por un lado se autoexplote y simultáneamente, de forma opuesta, aparece una búsqueda de las religiones orientales y del contacto con la naturaleza. Pero lo cardinal de todo esto es que precisamente lo hiper, lo exagerado, el hiperconsumo lleva a la inestabilidad también de las relaciones amorosas, que son tomadas como objeto de consumo. Además, también ese hiperconsumo lleva a una idealización del objeto como un pasaporte a la felicidad, y de ahí a la adicción estamos a un paso.
Hay mucho más para desarrollar acerca de la estructura y funcionamiento de la cultura actual y de cómo actúa sobre el aparato psíquico y, correlativamente, qué tipo de subjetividad crea.
José Milmaniene: Agradezco la invitación a participar en una mesa tan interesante. El título me generó algunas reflexiones que voy a comentar con respecto al orden sociocultural actual.
La permisiva sociedad actual propicia entidades múltiples y contingentes y genera un tipo de personalidad profundamente narcisista que, carente de prohibiciones simbólicas, está cada vez más sometida a feroces figuras superyoicas que demandan gozar. De modo que la caída del Padre de la ley habilita prácticas meramente hedonistas y narcisistas que quiebran todo lazo social y solidario, como los proyectos de autoayuda, el autoconocimiento y la meditación solitaria.
La declinación del Padre de la ley, con la consiguiente ausencia de valores y límites, tiende a derivar en una sociedad emergente de narcisistas carentes de cualquier idea de confianza y obligación. Entonces, cuando la ley simbólica se diluye y la palabra carece de eficacia normativa, es reemplazada por un marcado relativismo ético inherente a una sociedad caracterizada por identidades impostadas, fluctuantes e inconsistentes. Frente a tales casos clínicos —personalidades borderline, como si, falso Self—, no se trata obviamente de imponerles ninguna ideología o cosmovisión, sino de ofrecerles a los pacientes, inundados por excesos de goce, la necesaria contención transferencial que les procure el límite y el sostén protésico a sus endebles arquitecturas subjetivas, que les permita poder simbolizar losdéficit de sus imaginarios yoicos y generar, así, modificaciones efectivas en sus realidades. De modo que la operatoria transferencial permite la instalación de la diferencia inherente al reconocimiento de la alteridad. Esta impide que el paciente naufrague en la extraña e inquietante alienación especular que deviene de verse reflejado en otro que no se distingue de sí. El paciente, atrapado en una relación imaginaria consigo mismo y/o con su otro especular, acude a la consulta para lograr la necesaria “regulación simbólica” que impone la introducción de la relación triangular que deriva de la presencia del analista en condición de tercero. Así podrá efectuarse el duelo por la relación dual, merced a la introducción de la terceridad simbólica como lugar de prohibición del goce imposible con la Madre, y el sujeto podrá incluirse en el régimen de los intercambios y pactos contractuales más allá de la rivalidad absoluta con el otro, que es básicamente el territorio de la ilusión.
El Tiempos de ilusiones hipnóticas se corresponde con lo que yo llamaría la hegemonía del registro imaginario. Así, los llamados nuevos síntomas suponen un tramado destructivo entre identificación y goce, de modo que los sujetos articulan un seudo lazo social en torno a sus pasiones compartidas por los objetos químicos, los alimentos o las marcas de consumo comercial. La historia libidinal se construye, pues, sobre la base de alienaciones imaginarias e identificaciones homogéneas grupales, dada la falta de ideales simbólicos y de genuinas transferencias sociales. La existencia se conforma, pues, sobre anécdotas desarticuladas que excluyen la singularidad subjetiva, dada la carencia de conciencia crítica y de reflexión correlativa de vínculos sociales asentados en un gregarismo hedonista, basados en meras prácticas ilusorias de goce. Al declinar los ideales fundados en la legalidad edípica, se naufraga en la dispersión de discurso maníaco y se habita en un tiempo vertiginoso marcado por la tendencia voraz de consumo y a las adicciones. La proliferación de identificaciones miméticas especulares aliena al sujeto, y si bien posibilita una lograda adaptación social, lo privan de la mínima autenticidad subjetiva. Los roles que desempeña y los personajes que encarna para compensar el íntimo vacío existencial, derivan en actitudes impostadas e inauténticas, con vivencias de irrealidad y futilidad.
Las compensaciones imaginarias tienden a suturar el hiato que se instala entre el vacío del ser y el falso Self (Winnicott) y permitir así la adaptación social a través de un simulacro de normalidad conformista que responde a la demanda del entorno social.
Algunas cuestiones dan cuenta de cómo la declinación de la ley del Padre y de la dialéctica edípica ha generado trastornos severos que están signados por ilusiones hipnóticas. Así vemos cómo en la posmodernidad se exalta la desmentida como su mecanismo defensivo fundamental, en lugar de la represión. Así la experiencia del amor es desmentida por el encuentro fetichista de los cuerpos cosificados; la experiencia del saber, por el mero incremento de información; la experiencia de la producción, por la acumulación de capital; la experiencia del aprendizaje, por la conquista de un título; la experiencia del placer, por la posesión exagerada de objetos; la experiencia del arte, por el coleccionismo; la experiencia del encuentro dialógico, por exaltación del solipsismo; la experiencia de la riqueza espiritual, por la narcosis del ocio improductivo; la experiencia de la comunión social, por la introversión; la experiencia del don, por el egoísmo; y la experiencia de la ética, por la moral de circunstancias.
Esto es lo que me evocó el título y lo que yo quería plantear para comenzar una discusión.
Roberto Julio Rusconi: Es difícil, ¡porque estoy tan de acuerdo con lo que han dicho tanto Héctor como José! Yo voy a tomar una cuestión ceñida a ciertos aspectos sociales más concretos. Hipnosis y la relación con Psicología de las masas. Freud escribe justamente Psicología de las masas en 1921. Es un año crucial porque está muy ligado, en cuanto a las fechas, con la reciente fundación del partido Nazi y cercano al surgimiento del fascismo con la marcha sobre Roma. Lo que allí plantea la Psicología de las masas es una visión de Freud de lo que estaba empezando a suceder en Europa como dos grandes movimientos de masas del siglo XX. La ilusión, como han dicho, por supuesto, que tiene que ver con El porvenir de una ilusión, etcétera, pero también con Duelo y melancolía y la desilusión. La ilusión también se enlaza con las ideologías que brindan esa ilusión sobre la base de una desmentida. Quiero poner el acento en la desmentida. Desmentida de la diferencia, desmentida de la castración. Por lo tanto esto excede el sistema neurótico, sino que nos mete en algo que es un sistema perverso en el sentido psicoanalítico del término. La hipnosis es una técnica que promueve cambios de comportamiento mediante sugestión. Sugestión, hablamos de transferencia. En relación con lo que decía Héctor con respecto a que el sujeto ya está hipnotizado, me hace acordar hace muchos años que presenciamos con un grupo y con Cesio, una sesión de hipnosis de parte de Emilio Curi, que practicaba hipnosis, y una chica que se prestó dijo que temía que le pasara algo a Cury que ella quedara hipnotizada. Entonces Fidias, con ese humor que solía tener, le dice ¿y cómo sabés que ya no estás hipnotizada desde siempre? Es decir, eso apuntaba lo que marcaba de alguna manera Cothros. La hipnosis tradicional tiene por lo menos dos estados iniciales. Uno que es la fascinación, que es cuando el sujeto comienza a enlentecer el parpadeo. Y el segundo es el estado de trance, más avanzado, que está influenciable de la sugestión. ¿Mediante qué? Mediante el poder «mágico» de la palabra (Freud y Le Bon), y hablada. La palabra hablada, que ocupa un lugar tan destacado en los efectos de la masa de grandes oradores que han manejado masas: Mussolini, Hitler, Castro… los tres eran grandes oradores. En el uso ante la masa obra la fascinación. Yo recuerdo que había un predicador norteamericano, Jimmy Swaggart, que era interesante verlo porque actuaba, con biblia en mano, frente a estadios llenos. Y a través de la cámara, cuando enfocaba a la gente, se podía percibir el estado de fascinación en el que entraba, digamos entre diez o quince minutos después de que Jimmy Swaggart estaba hablando. Era extraordinario ver ese fenómeno.
El posicionamiento del otro. Segundo punto que utiliza en la hipnosis de masas el conductor. Este posicionamiento del otro lo podemos ver claramente en un discurso de Mussolini en el que les dice, directamente: “Ustedes son brutos, pero por suerte me tienen a mí para que piense por ustedes”; lo cual es terrible, pero así posicionaba al otro. El valor de las metáforas y la repetición irónica. De esto se ocupó Roman Jackobson, y lo estudia magistralmente en el discurso de Marco Antonio, en la obra de Shakespeare sobre Julio César.
Quinto punto: La promesa del paraíso o la restitución de lo perdido, donde debe pesquisar, ese sujeto, cuál es el punto que está latente esperando en la masa que venga alguien a ofrecérselo.
Y la ubicación de un enemigo que, según Bion, el más paranoico va a lograr fácilmente eso, porque si no hay enemigo, lo va a encontrar. Y se va a ubicar, el conductor, en el lugar de aquel, desde el ideal, del que no se puede dudar de su potencia, de su bondad o de su sabiduría.
Efecto de la obediencia. Es un efecto de la masa importante. En el Congreso del partido Nazi en Nuremberg, no recuerdo si en el año 1933 o 1934, el ministro de justicia alemán dice: “Las palabras del conductor (del Führer) tienen fuerza de ley». Lo cual, si este es el estado de cosas, destruye cualquier sistema legal imaginable. Y la obediencia recordemos que viene etimológicamente, de at audire, es decir, la importancia de la audición, la audición de la voz del Amo: ser todo oídos a la voz de mando, a la vociferación del conductor. La palabra oída, cuyo antecedente, obviamente, está en la constitución del Superyó, como mencionaba Cothros. Por tanto, escucha después la voz del Superyó como “la voz de la conciencia”. A esto se suma el antecedente ancestral, por así decirlo, la voz de los ancestros, que aparece claramente en la patología. Schreber escuchaba que le hablaban en Grundsprache sus ancestros, y Guido von List en su Ursprache, pero los dos con delirios semejantes. Lo que pasa es que von List tuvo más suerte que Schreber, tuvo más seguidores con sus delirios. Como decía, al ser “todo oídos”, anula los demás sentidos y se anula la capacidad de pensar. Solo es para oír y obedecer. El conductor entonces ejerce su poder y abusa del mismo. En cuanto al poder, recordemos que Freud trae como figuras de la pulsión de destrucción a la pulsión de muerte, la pulsión de apoderamiento y la voluntad de poder. Y acá interviene el lugar en que se ubica el conductor de masas, que es para la Iglesia católica vox dei, la voz de Dios. Porque según el concilio vaticano segundo, la vox dei resuena en las profundidades de la conciencia. Es notable que Nietzsche, muchos años antes, había dicho: “La fuente de la conciencia no es la voz de Dios en el corazón del hombre, sino la voz de algunos hombres en el hombre». Esto en otros términos, lo dice Freud en Introducción del narcisismo, El Yo y el Ello…
El otro elemento del poder. Recuerdo el extraordinario libro de Díaz Canetti, Masa y poder, que es maravilloso leerlo. El poder implica tener obediencia inmediata y automática a un mandato. Max Webber la llama “obediencia automática” a esta de la que estoy hablando; pero obediencia automática es también como llamamos a ciertas características de algunos esquizofrénicos. El fanático sometido al conductor muestra borradura. Fanático viene de fana que es templo; es decir que ahí está el pensamiento religioso, claramente. Autómatas obedeciendo sin pensar la voluntad del conductor. Schreber escuchaba muchas voces todo el día. La masa hipnotizada escucha y aplaude solo una voz y la misma voz, que es la del conductor. Se establece un sistema sadomasoquista, donde aparentemente el conductor ejercería su sadismo, y los seguidores también ejercerían su sadismo contra los que no pertenecen a ese sistema. Pero en el fondo, unos y otros, dentro de un sistema perverso, masoquista, que les exige la entrega y, en caso extremo, la destrucción total y absoluta, aun de su propia existencia. La historia muestra la compulsión de repetición en la emergencia, una y otra vez, de conductores que hipnotizan a sus masas gozosas y obedientemente sometidas con una ceguera extrema, en tanto son solo oídas las palabras del conductor.
Ahora, el poder, que exige obediencia… Recordé que los votos de San Agustín, de obediencia, pobreza y castidad (elegidos por Benito de Nursia para su orden de Benedictinos, que después fue también para los templarios, caballeros monjes) implican la exigencia de la castración del sujeto en tres de sus versiones: el sometimiento anal de la obediencia; en la pobreza como dice el dicho latino, homo sine pecunia imago mortis (el hombre sin dinero es la imagen de la muerte); yen la castidad, más cercano a la castración, mientras que se reserva el poder al conductor, la potencia, la no castración, reservada solo al conductor. Sería el no castrado. Como en el primer mandamiento que dice “no amarás a otro Dios que a mí”, el hipnotizador dice “solo escucha una, mi voz”. Voz y voces que instan. Un detalle: Hitler en 1933, su primer año de gobierno, emitió por radio, en cadena absoluta, cuarenta y cinco discursos en un año, que eran de escucha obligatoria, con parlantes en las fábricas, y todos tenían que detenerse a escuchar eso, la voz del amo.
A la vez nos muestra, en el primer mandamiento, el hipnotizador, que ordena “escucharás solo mi voz”. En esa demanda, podemos pensar: ¿no estará detrás ese deseo que muestra su falta, su castración? ¿Dios mismo no muestra su castración cuando exige que si no se lo obedece hay un castigo? Muestra su impotencia para lograr que lo obedezcan. Está mostrando una falta, la castración que desea ocultar a través de su omnipotencia, con lo cual volvemos al punto de esa cuestión de hace siglos donde estaba la pregunta… ¿Puede Dios crear una piedra que él mismo no pueda mover? Con lo cual queda en esa encerrona de hasta dónde está la omnipotencia: si crea esa piedra, ¿cómo después no la puede mover? Y si no la puede crear, ¿dónde está su omnipotencia? Es decir, falla siempre por algún lado. Quería remarcar esto en cuanto a las situaciones de masas que vemos constantemente, donde hay una masa que adora a un conductor. Pero también hay otro tipo de infiltración cultural de búsqueda de desmentida de la castración… No me voy a extender en esto porque ya lo tomaron José y Héctor. Por eso me centré más en la cuestión de la hipnosis que ejercen conductores de ayer, de hoy y me temo que siempre habrá alguno, en algún lugar, que funcione de esta manera, porque la historia lo demuestra desde la Antigüedad, en el siglo pasado y actualmente.
Alejandra Vertzner Marucco: Muchas gracias, hay tantas cuestiones que trajeron los tres, tan ricas y tan amplias, que habría un montón de preguntas posibles; pero también me gustaría abrir el diálogo entre ustedes, que tomaron aspectos diferentes para debatir.
Yo hice algunos subrayados y notas que me gustaría conversar para iniciar una articulación entre las tres presentaciones.
Con respecto al tema de la hipnosis: Héctor fue bastante claro en que habría intrapsíquicamente un fenómeno de hipnosis. Él dice que el Superyó tiene hipnotizado al Yo. Tomando este aspecto, Julio aludía recién al poder del líder o del conductor sobre la masa como un efecto hipnótico… Yo preguntaría, relacionándolo con lo que decía José sobre la declinación de la figura del Padre, si los liderazgos que vemos hoy han cambiado, si existe también una carencia de esa figura simbólica que pretende encarnar el ideal. Porque pareciera que hay fenómenos más horizontales. ¿La masa hipnotiza a la masa? Está sin duda la potencialidad de cada sujeto de ser hipnotizado. ¿Existe también un deseo de ser hipnotizado, de perderse en las redes, invisibilizarse en los fenómenos comunicacionales, como traía Héctor mencionando a Chul Han? José habló del goce. ¿Podemos hablar de una especie de efecto subjetivo hipnótico de la masa hacia la masa?
José Milmaniene: Yo estaba pensando cuál sería la impronta de la Modernidad que crea un poco esta realidad de la tecnología. Hoy en día muchos liderazgos se construyen de la siguiente manera: se arman focus groups, se hacen encuestas, y en todo caso un grupo de asesores marketineros buscan una figura con cierto carisma y arman de alguna manera un líder. Me parece que en la actualidad hay de los dos tipos de líderes, ciertos líderes espontáneos y otros que son armados marketineramente. Se busca esto que el líder espontáneo (digamos Mussolini, Hitler) sabía detectar intuitivamente. Pareciera que ahora hay métodos para medir previamente qué está pasando en la masa y armar un discurso acorde.
Roberto Julio Rusconi: Hay dos tipos de masificación. Yo me referí fundamentalmente a aquella ordenada alrededor de la figura de un conductor. Este conductor, que es un conductor espontáneo, no es fabricado por el marketing, estos últimos dudo que lleguen a lograr mover millones de personas que los sigan ciegamente. Por lo menos hasta el momento no se ha visto ningún ejemplo de eso. Y con respecto a que ya no se vería ese líder, no nos olvidemos de que como bien recordaba Cothros, en el Superyó, tras esa figura están el protopadre y la madre fálica. Es decir que cualquiera de estos dos personajes que tienden a ubicarse como protopadre o como madre fálica, pueden ejercer esa posición de conductor hipnótico de una masa que los va a seguir ciegamente. O sea que en ese sentido no es necesario que se muestre como protopadre, basta que se muestre como no castrado. Es decir, puede ser protopadre o puede ser la madre fálica.
La otra posibilidad es la que decía Braunstein, que es el poder que se puede obtener a través de ese amo que ordena los significantes desde detrás del televisor. Ahora podríamos decir que no son los medios hasta ahora tradicionales de masas, sino las cosas que recién mencionaban. Pero que parece que crearan líderes no de gran alcance, por lo menos hasta ahora. Traía el ejemplo de Mussolini, Hitler, Castro porque han tenido consecuencias en la política mundial. Después tenemos otros locales, como Perón, etc., que han tenido consecuencias, pero locales, sin demasiada importancia internacional. Mal que nos pese, pero la Argentina no es un país que pese en la política internacional.
José Milmaniene: Yo quería decir que me parece que en este momento hay una falencia, una falta de líderes. Falta de líderes que representen un orden simbólico normativo, regulado, y eso genera que se disperse la gente en masas amorfas, anónimas, y que los sujetos eleven a la categoría de líderes a los objetos de consumo, los objetos químicos, las marcas comerciales. Hay una declinación de los liderazgos autoritarios de la preguerra o de la Modernidad. No hay en este momento liderazgos autoritarios tan masivos, porque se diluyó la figura de la ley del Padre. Y esa figura de la ley del Padre fue reemplazada por los dioses oscuros del nazismo y a partir de allí, se debió reconstituir un entramado social que tiene este déficit. Que se hipnotizan los objetos, los objetos generan un efecto hipnótico. Por eso me parece muy interesante lo que dijo Julio también con respecto a la masa hipnotizada por los líderes… creo que eso cayó, ya no hay tanta hipnosis colectiva con respecto a la voz del líder. Más bien hay liderazgos sectoriales de tribus urbanas, de grupos de barras bravas, de fans de actores, pero no hay liderazgos tan unificados como habría en otra época, porque eso habla de la disgregación social tremenda…
No son unificadores.Se pasó del régimen simbólico autoritario a una decadencia de los símbolos del poder, a un orden restitutivo donde no hay en este momento liderazgos claros y definidos. Y eso es lo que reclaman los jóvenes cuando buscan a un líder carismático, y cuando buscan las religiones, reentronizar a un líder carismático, porque se perdió esa cualidad de carisma del poder que tenía la premodernidad.
Héctor Cothros: Estoy totalmente de acuerdo con lo que se está diciendo. No hay liderazgos tan totalizantes como se veía anteriormente. Ante la pulverización de los metarrelatos, lo que se ve es que no hay sentido consensuado en el cual sostenerse. Freud ya hablaba en Tótem y tabú de estas formaciones de sentido. En última instancia, toda la cultura está organizada, como decía Castoriadis, en torno a ciertos significantes imaginarios sociales nucleares que permiten construir precisamente esa neurosis colectiva, que hace que cada sujeto releve o se releve de tener una neurosis individual, en el sentido de que puede engancharse a esa neurosis que es una neurosis pret à porter, que ya es una neurosis armada y lista para usar, por así decir, y que es lo que permite construir este tipo antropológico común. Este tipo antropológico común está dado por participar de una neurosis colectiva que está formada por el magma de significantes imaginarios sociales que cada cultura va generando. Ahora bien, si esto claudica, si hay esta deserción de los metarrelatos, se impone el nihilismo y, por ciertas razones que tienen que ver con deseo, existe una necesidad de los sujetos de generar sentido. Debido a ello, aparecen pequeños liderazgos: sectas, tribus, como decía José, que tratan de restaurar, cada uno a su manera, algún sentido. No obstante, en ciertos sectores del mundo, sí hay zonas en las cuales se ven surgir liderazgos con cierta masividad que suelen ligarse al fanatismo tal como recordabas. Sin embargo, los liderazgos tienden a ser locales porque ya no hay un relato común unificador que provoque en una cultura cierta unanimidad como sí existían antes, por ejemplo, con la idea del progreso. Entonces hay ante esa pulverización, una multiplicación de pequeños líderes, que suelen ejercer sobre sus acólitos un efecto hipnótico. Esta es una de las manifestaciones de la hipnosis en la actualidad. La otra es a través de lo que José traía: los objetos. El objeto, en la fantasía del consumidor, promete la felicidad, la completud, etc., pero obviando al otro. En este sentido, trabaja en sintonía con el Superyó, con el sadismo del Superyó, sometiéndose el Yo masoquísticamente al Superyó, y tomando al objeto, obviando al otro y obviando por lo tanto a la sexualidad, como esa vía regia a la completud. En este sentido es sintónico con el Superyó. Recuerden lo que decía Freud del alcoholismo: el alcohólico está casado con su botella y forma con ella un matrimonio feliz. Es decir que apelando al objeto se intenta obviar la relación sexual. En ese sentido el funcionamiento yoico es sintónico con el Superyó. Esta es la otra forma de hipnosis. Hay, consiguientemente, por lo menos dos formas de hipnosis en la sociedad contemporánea. La hipnosis de los pequeños grupos, de las tribus aún diminutas que se construyen buscando la restauración de un sentido perdido, y la hipnosis que genera el objeto. La primera tiene un hipnotizador externo, la segunda trabaja en función del hipnotizador interno, de la masa de a dos.
La pregunta que surge, desde la perspectiva psicoanalítica, es por qué se llega a este estado de cosas. En Moisés y la religión monoteísta, Freud sostiene que había llegado un momento en el devenir civilizatorio en el cual empezó a surgir en la Antigüedad una insidiosa y penetrante sensación de malestar que él relaciona con el fortalecimiento del sentimiento de culpa generado por el asesinato del protopadre. Justamente en un momento en el cual gracias a la tecnología se podrían desarrollar más los instrumentos con los cuales se elevase el bienestar global, hubiese mayor libertad sexual, hubiese mayor participación de los sujetos en el ágora, en el espacio público, se ve todo lo contrario, una privatización de los sujetos, una seudoliberación sexual, ya que uno encuentra en el consultorio los mismos conflictos sexuales de siempre. Una lectura desde el psicoanálisis de estos fenómenos, una lectura confinada a un vértice, ya que ellos responden a múltiples razones, políticas, económicas, etc. Desde la perspectiva psicoanalítica podemos conjeturar que tal vez nuevamente se asesina al Padre, ese Padre que es el padre que se desidealiza como amo de sentido, y que es quien remite a una comunidad como gestora del sentido porque con ello se busca una resurrección del protopadre. Es decir, en última instancia se mata al Padre para así purgar la culpa por la muerte del protopadre. Lo que vemos en los tiempos actuales es una suerte de ascenso vertical del protopadre.
José Milmaniene: ¿Pero vos no lo ves esto como la ausencia de una ley paterna simbólica, una referencia simbólica que permita el crecimiento, que sea un Padre propiciador del deseo y que los jóvenes buscan esto? O están autohipnotizados con la droga, hipnotizados consigo mismos, enamorados de sí mismos, como los “hikikomoris” de Japón, que están totalmente abandonados a su merced, encerrados en una pieza. ¿Vos no pensás que en el fondo lo que se está buscando es que aparezca una figura de un Padre protector, de un Padre que oriente, que guíe, que dé una palabra de aliento, de estímulo, una bendición al hijo y que ese déficit que es el que está generando un fenómeno de dualidad especular, simbiótica con la madre, en el sentido de crear una ilusión ajena a los valores simbólicos?
Héctor Cothros: Absolutamente. Un Padre simbólico es un padre que es capaz de destituirse del lugar del amo del sentido. Es equivalente a lo que vos llamás «Padre simbólico” y, en la clasificación que realiza Freud de los lugares psíquicos, corresponde al objeto auxiliar. Por supuesto, solamente contando con una figura así, que abra a un espacio de diferencias, es posible la subjetivación. En general los pacientes que nos buscan tienen la expectativa, el movimiento hacia una subjetivación. La totalidad de los fenómenos clínicos que vemos, aun cuando tengan una apariencia narcisística, son en el fondo masoquísticos. Porque hay un auge del Superyó, es decir, del representante intrapsíquico del protopadre, que es siempre una figura sádica. En las “patologías actuales” nos es dado encontrar en su fundamento fenómenos masoquísticos, que son transformados en fenómenos narcisísticos vía idealización encubridora de la posición masoquística, que es lo que estudió Garma cuando hablaba de la alegría masoquista del Yo por el triunfo mediante engaños del Superyó, en suartículo de la década del 60. La mayoría de las patologías actuales son patologías en las que se ven, vos lo traías, las escisiones, las repeticiones tanáticas, etc., muchas veces encubierto mediante idealizaciones que enmascaran la posición masoquista subyacente.
Hay un auge de las “religiones intrapsíquicas”, por así decirlo. La totalidad de las patologías, en última instancia, implican un sacrificio sadomasoquista a un otro, para sostenerlo como no castrado, lo cual eclipsa la posibilidad del surgimiento del sujeto.
Roberto Julio Rusconi: Claro, porque nos encontramos con ese doble fenómeno (algo dije), un sistema perverso y masoquista. Perverso porque está basado en la desmentida. Pero como señala José, me cautiva mucho la idea de la caída del Padre, caída de la función paterna, y esa búsqueda de la subjetivación es una búsqueda individual. Pero ¿qué es lo que ocurre? Que es tal la presión cultural presente de lo contrario, de la eliminación de las diferencias, etc., que atacan fuertemente lo que también planteaba antes Héctor acerca de la autonomía individual. Como decía Héctor, eso implica desde Los dos principios del acaecer psíquico que planteaba Freud, que cuando el sujeto se pueda librar de la autoridad de los padres va a tener acceso al principio de realidad. Ahora bien. En esto de la autonomía individual y la primacía del Yo o del Superyó, y del Yo hipnotizado por el Superyó, recuerdo dos situaciones. Una, un seminario que dicta Heidegger en 1933 que es un seminario de apoyo a la ideología nazi y dice, en ese seminario, “el tiempo del Yo terminó”, aludiendo a la primacía del pueblo y del Estado sobre el Yo. Es decir, donde tiene que quedar aplastada la libertad yoica y, como decía Tocqueville, entre la igualdad y la libertad la masa prefiere la igualdad y no la libertad, como tendencia de la masa. O sea que todos estos fenómenos van en contra de la posibilidad de subjetivación del sujeto (valga la redundancia). Pero creo que justamente el déficit de la función paterna tiene muchísimo que ver con la idea de por qué se llega a este estado de cosas. Ahora también podemos retomar la pregunta: ¿Y por qué se ha caído la función paterna?, ¿qué pasó ahí?
José Milmaniene: Fue una reacción al autoritarismo paterno, del Padre autoritario y cruel de la horda primitiva se pasó a una estructura donde el Padre cae completamente y no tiene ninguna autoridad. Se pasa del orden represivo al orden de la desmentida, signado por políticas de goce, conformándose así la modalidad fetichística de la subjetividad. Son sociedades que hablan de la dimisión estructural de la figura del Padre de la ley, propensas entonces a restituciones autoritarias encarnadas por líderes mesiánicos y totalitarios.
Roberto Julio Rusconi: Y pasa a acusarse la autoridad como autoritarismo.
Héctor Cothros: Yo creo, por el contrario, si uno toma a Tótem y tabú como un modelo de funcionamiento de las sociedades, ya que como mito de origen no se sostiene. Pero sí, reitero, podemos leer Tótem y tabú como dos modos de funcionamiento (primer tiempo y segundo tiempo), dos modos polares del funcionamiento de un colectivo humano, y toda cultura oscila de un tiempo a otro. Así el segundo tiempo sea el dominante (ninguna formación social puede funcionar de acuerdo con la lógica del primer tiempo), es decir, la constitución del Superyó, etc., puede ser un segundo tiempo más cerca del primer tiempo o alejarse más del primer tiempo, según sean sociedades más autoritarias o no. En este momento nos acercamos más al primer tiempo con el auge del protopadre, y siempre, lo cual aparece dicho en Moisés y la religión monoteísta, estas recaídas obedecen al resurgimiento de la culpa primigenia como consecuencia del asesinato del protopadre. No se soporta la libertad, como decía Julio recién, porque la libertad supone necesariamente el asesinato del protopadre; pero la escolta de ese acto es, invariablemente, la culpa. Es esa culpa la que hace recaer y reentronizar el reino del protopadre, y ese protopadre se manifiesta como protopadres locales, pequeñas tribus, como hablábamos recién, o bien como un protopadre anónimo, que ya no está en el castillo feudal o en el Palacio de Invierno. No está situado allí, sino que es un protopadre anónimo el que se expresa en el mercado. Probablemente el mercado sea un heredero del destino, y el destino, decía Freud, es un representante del Superyó. Es un heredero del destino porque el mercado decide los destinos de cada sujeto. Y cada sujeto, de acuerdo con su inserción en el mercado, o de acuerdo con si se ve favorecido o no, tiene una suerte diferente de otro. Justamente Byung-Chul Han toma al mercado como heredero de la fuerza del destino y, en última instancia, detrás del destino se encuentra el Superyó. Ahora, todos los amos, ya sea el amo anónimo del mercado o los amos locales, resurgen. Y el sujeto abandona el poder que tiene, la libertad que tiene, privatizándose, siendo individualista, abandonando el ágora, para cedérsela a ese otro anónimo que es el mercado o el líder de la parcialidad en la cual se masifica.
Roberto Julio Rusconi: Me gustaría decir que junto con el asesinato del protopadre no solo está la culpa, sino también esto va a implicar la erección de la ley surgida desde la tumba del Padre muerto, como nos recuerda José en alguno de sus textos. Pero ese resurgimiento de la ley es como lo que todavía no habría surgido: tendríamos el asesinato del protopadre, pero todavía no aparece que la horda fraterna hubiera logrado la erección de una ley que implique los límites, que implique la diferencia…
Héctor Cothros: Sin tener un tótem interno; es decir, podríamos plantear un tercer tiempo utópico de Tótem y tabú que correspondería a la destitución de ese tótem interno que es el Superyó.
José MIlmaniene: Claramente, es evidente, fallan los mecanismos sublimatorios. Porque no hay una presencia de una ley simbólica, digamos, no castratoria. Es decir, una ley simbólica propiciadora del deseo. Eso es lo que debemos tratar de lograr: que el paciente, o los sujetos, se sustraigan a la seducción hipnótica de los sujetos de consumo adictivo, las transgresiones, los trastornos alimentarios, para buscar una restitución simbólica de la figura del Padre de la ley a través del mecanismo que se llama sublimación. Es decir, pasar de los goces obscenos de una sociedad que perdió su rumbo, anómica, a un placer en el discurso.
Por eso es tan importante la posibilidad sublimatoria, el valor de la palabra, el valor de la ley. Fijate que vivimos en una sociedad anómica, en una sociedad de transgresión, de impostura y eso indudablemente no está dando cuenta de líderes simbólicos adecuados, sino más bien nos está dando cuenta de carencia absoluta de liderazgo y de una especie de neurosis colectiva que lleva a los sujetos a inscribirse en un orden perverso en el sentido psicoanalítico, como decía Julio, en un orden de consumo, un orden adictivo.
Roberto Julio Rusconi: Basado en la desmentida y en la fetichización del objeto.
José Milmaniene: Exactamente, el fetiche y la desmentida son las características de los tiempos.
Francisco Guerrini: En relación con esto que están diciendo, ¿cómo han pensado el tema de la ciencia en tanto que toma el lugar de Dios, por ejemplo en cuanto a la posibilidad de la paternidad, la fertilización asistida, la cuestión de la intervención en los cuerpos, la sexualidad y la cuestión de las diferencias, etcétera?
Roberto Julio Rusconi: Pareciera que estuviera al servicio de realizar, es decir, hacer realidad, las teorías sexuales infantiles.
Héctor Cothros: Esa respuesta de Julio me encantó. Porque es verdad, pareciera que se hicieran realidad las teorías sexuales infantiles. Y no sé si la ciencia toma el lugar de Dios. Es verdad que ya puede modificar, o se pretende modificar la evolución, la creación de una nueva raza de sujetos a través de la manipulación genética que es uno de los riesgos más grandes de la ciencia. Pero, en última instancia, la ciencia como tal depende de los dictados de la política. Y los dictados de la política dependen de cuáles sean los sistemas de creencias de una determinada cultura, de esas significaciones imaginarias sociales que la configuran. Son esas significaciones imaginarias sociales las que en última instancia van a decidir, dándole a la ciencia un determinado poder o quitándoselo.
José Milmaniene: Pero Héctor, la ciencia no va a suplir los valores humanísticos.
Héctor Cothros: No, por eso la ciencia va a depender, en última instancia, de la política.
-Y del mercado.
Héctor Cothros: Bueno, en última instancia, el mercado está determinado también por la política.
Roberto Julio Rusconi: Ahora, tendríamos que diferenciar también las aplicaciones técnicas, la tecnología de la ciencia, de la investigación científica. La investigación científica es justamente donde se demuestra que precisamente no ha tomado el lugar de Dios, porque Dios todo lo sabe. La religión da respuesta a todo, la ciencia busca la respuesta.
Héctor Cothros: Además la ciencia no tiene una verdad revelada ni ningún libro sagrado; para la ciencia la verdad es algo a ser destituido en poco tiempo. Es la mejor explicación que hasta el momento tenemos sobre determinados hechos. Hasta el momento… la verdad se enuncia ya con un sentido de lo efímero.
José Milmaniene: Y hay que tener cuidado con la tecnociencia. Porque la tecnociencia también puede conducir a lo peor.
Héctor Cothros: Pero esto va a depender de la cultura. En última instancia, la tecnociencia al servicio del protopadre.
Alejandra Vertzner Marucco: Claro, podría estar al servicio de ilusiones hipnóticas también la ciencia; o podría ponerse al servicio de la pregunta abierta que no cierre.
Quería hacerles una última pregunta a los tres. Héctor recordaba el tema de que Freud abogaba por incrementar la autonomía del Yo, mitigar sus vasallajes. Julio, también recordando a Freud, señalaba el camino del psicoanálisis entre la hipnosis, la sugestión, la transferencia. Y José decía que frente a estas situaciones el trabajo analítico sería el de la contención transferencial, y habló del sostén protésico a la endeblez del sujeto.
Entonces, yo quería llevar todo esto al terreno del trabajo analítico y preguntarles: Bueno, ¿cómo trabajamos? Porque ustedes señalaron problemáticas clínicas, e hicieron una lectura metapsicológica de esta realidad cultural en estos tiempos. Pero llevándolos al terreno de la clínica, ¿cómo se realiza ese trabajo analítico para producir un cambio en estos sujetos que nos consultan?
José Milmaniene: Yo quiero decir que se trata de histerizar al sujeto y permitirle que encuentre en el espacio analítico la posibilidad de aprender a hablar, de poder tramitar sus goces en un plano discursivo. Y para eso se necesita un analista que vaya más allá de la mera interpretación. Se necesita un analista que inyecte un plus de vida, que se comprometa, que contenga al paciente, y que lo aloje, y que le dé la posibilidad de realmente sentirse contenido para poder hacer el trabajo de develamiento de los significantes que lo atormentan. Yo creo que se trata de eso, de un espacio de diálogo, de un espacio de amor que se debe establecer entre el paciente y el analista. Un espacio de amor transferencial, donde se pueda realmente eludir la angustia de la soledad y por otro lado, también, la palabra liberadora que permita que el paciente pueda encontrar en la palabra, la redención.
Roberto Julio Rusconi: Estoy de acuerdo con lo que dice José, salvo con la palabra “redención”. Me impresiona un poco…
José Milmaniene: No le tengas miedo, es una palabra que tiene un…
Roberto Julio Rusconi: Ya lo sé, era una chanza. Estoy de acuerdo en que sería pasar, en todo caso, cuando decís “histerizar”, pasar de un sistema perverso a un sistema más neurótico. Donde fundamentalmente deba descubrir en el analista que existe un otro, que es lo que vos pusiste en término de “amor”. Esta situación implica, inevitablemente, que tiene que descubrir que está castrado, y que el analista también está castrado; porque si no, sería permanecer en el mismo sistema, es decir que hay alguien que no está castrado. En ese sentido, a mí me recuerda mucho las cosas que plantea Racker, del analista como un sujeto también neurótico, también castrado y que de alguna manera tiene que poner esto en juego inevitablemente, con lo cual va humanizando al otro. Llevándolo a un sistema que ya no sea ese sistema perverso de desmentida.
Héctor Cothros: Yo estoy de acuerdo con lo que plantean acerca de que el dispositivo analítico debe ser capaz de alojar amorosamente al paciente. Sin esa dosis de amor por parte del analista al paciente, sin esa contratransferencia positiva sublimada, es imposible la cura. Es absolutamente imposible la cura. Y quisiera agregar dos cosas: una que creo que es esencial en el trabajo clínico particularmente, pero no exclusivamente, con los pacientes que tienen mejor desarrollo: que la cura se configure más que en un sistema en el cual un analista dé una respuesta, que acerque al paciente a que se formule él mismo su propia interpretación, es decir que a veces, mucho más que interpretar, se trata de preguntar, de señalar, de confrontar, para que sea el paciente mismo quien formule esa interpretación. Recuerdo aquí la famosa frase de Winnicott, expuesta en Realidad y juego, de que le aterraba pensar cómo detuvo el desarrollo de muchos pacientes por su ansia de interpretar, y que ahora cuando interpretaba lo hacía solo para mostrarle al paciente cuáles eran los límites de su comprensión. Con ello le otorgaba al paciente una especie de plafón, una plataforma a partir de la cual este podía encontrar sus propias respuestas, con lo cual el analista se destituye de esta posición de ser el amo del sentido, el dueño del saber.
Alejandra Vertzner Marucco: Para no constituirnos en amos del sentido ustedes han dejado abiertas un montón de significativas cuestiones.Les quiero agradecer mucho en nombre del Comité Editor haber participado en esta mesa con tanta generosidad. Primero por tomar con seriedad el tema propuesto, y luego por su disposición a debatir entre ustedes considerando otros aspectos de este enfoque que son tan valiosos para abordar la temática. Frente a la complejidad de los tiempos que nos toca vivir, ustedes aportaron agudas reflexiones que no solo permiten enriquecer el pensamiento psicoanalítico sino también el compromiso de que nuestro trabajo analítico pueda producir algún cambio en la realidad.
Descriptores: CULTURA / CASTRACIÓN / MASA / YO / SUPERYÓ / SUJETO / LEY DEL PADRE / LO IMAGINARIO / HIPNOSIS / PODER / LÍDER / DESMENTIDA / CIENCIA / RELIGIÓN
Candidato a descriptor: PROTOPADRE
Round table
Time of hypnotic illusions? One hundred years after Group psychology and the analysis of the Ego
Héctor Cothros, José Milmaniene, Roberto Julio Rusconi
Mesa-redonda
Tempo de ilusões hipnóticas? Cem anos apos Psicología das massas e análise do eu
Héctor Cothros, José Milmaniene, Roberto Julio Rusconi