Repensando lo infantil en el análisis de adultos

Marina Altman de Litvan1

Resumen

Partiendo de un ejemplo clínico, este trabajo destaca el lugar privilegiado de lo infantil en el psicoanálisis y se propone complementar la investigación clínica con los hallazgos de la neurociencia sobre la memoria y el desarrollo infantil.  En primer lugar, se muestra el recuerdo, por parte de una paciente, del juego de las escondidas y sus vivencias asociadas, y cómo este episodio la ayudó a percibir lo que le pasaba en los momentos de separación y le permitió adquirir una mayor comprensión de algunos de sus conflictos.

            Luego el trabajo presenta consideraciones de distintos autores sobre la acción terapéutica y los alcances y límites de la recuperación de los recuerdos infantiles. Partiendo de su experiencia como investigadora, la autora plantea la importancia de los patrones relacionales subyacentes, basados en la conducta y las fantasías infantiles, para los cuales la memoria autobiográfica no puede encontrar ninguna explicación. 

            Se postula que la acción terapéutica reposa en la elaboración consciente de las representaciones de las relaciones preconscientes, principalmente a través de la atención que el analista debe prestar a la transferencia. 

            Los “modos de estar con el otro” introducen aspectos inconscientes, a veces de difícil acceso para el analista, pero esenciales para acceder a un cambio terapéutico. Estos aspectos se vuelven más visibles en situaciones de separación o crisis vitales. 

            Para comprender lo infantil en el psicoanálisis de adultos se hace necesario complementar la perspectiva intrapsíquica con otros sistemas motivacionales, con lo intersubjetivo (modos de estar con los demás), y la conjunción de todo esto con los nuevos hallazgos sobre los distintos tipos de memoria.

“En medio de mi frustración y mi dolor, me daba cuerda a mí misma todos los días como si yo fuese el monito de juguete que tocaba los platillos con el que jugaba de niña. Después de oírme chocar los platillos uno contra el otro, nota bene, rompía a llorar y echaba de menos a mi madre, no a la madre menguada y agonizante en una cama de hospital, sino a la madre robusta de mi infancia, la que me había llevado en brazos y acunado y regañado y acariciado y tomado la fiebre y leído cuentos. La niña de mama”.

“Una semana antes de morir me pidió que abriera su bolso, buscara el lápiz de labios y le pintara los labios, porque no tenía ya fuerzas para hacerlo ella misma.  Al final de su vida, ya sumida en el sopor de la morfina, le retire un momento el tubo dorado de la boca y le pinte los delgados labios con unos toquecitos de lápiz rosa”.

 

“Me quede huérfana”.

Siri Hustvedt. El mundo deslumbrante (p. 45). Barcelona,

España: Editorial Anagrama. 

Introducción

Lo infantil es una de las piedras angulares del psicoanálisis freudiano, pero también es importante para nuestra disciplina por la infinidad de desarrollos posteriores, en la medida en que la introducción de la práctica del psicoanálisis de niños hizo posible investigar el mundo infantil propiamente dicho, y no solo el inferido de los sujetos adultos. Esto trajo aportes teóricos y de la técnica. Todo ello, unido a los numerosos avances más recientes en las investigaciones del desarrollo, ubica a lo infantil como una fuente de enriquecimiento constante para el psicoanálisis.

En este trabajo me propongo, a partir de una situación clínica de una paciente a

• introducir el lugar de la reconstrucción a partir de una escena infantil que llamaré “la escondida”; 

• ilustrar cómo este tipo de escena queda asociada con una modalidad del juego del Fort Da y se repite de diferentes maneras frente a momentos de separación;

• mostrar cómo esta escena configura uno de los patrones inconscientes de interacción preverbal característico de los inicios de la vida, que se reactualiza en el aquí y ahora transferencial;

• preguntarnos acerca del lugar de lo infantil en la acción terapéutica a partir de estas observaciones.

Lo infantil en la transferencia. Recuerdo infantil: “la escondida”  

Voy a partir del material clínico1 de Sofía, de 36 años, profesional, que al principio del tratamiento presentaba comportamientos arriesgados relacionados con el sexo (tenía relaciones con personas desconocidas) y con drogas. Tuvo experiencias traumáticas en su niñez. Su madre estaba deprimida, lo que le generó conflictos importantes en su relación (Green, 1986, complejo de “la madre muerta”). Describe a sus padres como “distantes”. A lo largo de su vida tuvo varias mudanzas (de continentes, de países, de ciudades).

            En el segundo año de análisis, pasó a una frecuencia de cuatro veces por semana y trajo recuerdos de su niñez:

            Paciente: Dos pensamientos sobre venir hoy o en general sobre venir los miércoles, un sentimiento es como no tener dónde esconderme, y el otro era que me siento realmente vulnerable, y supongo que siento en este momento como que eso revelara algo sobre mí, no estoy segura si es para usted a lo mejor es para mí que… como que no pudiera confiar en los lugares para esconderme. […] En este momento me viene como este sentimiento… Me acuerdo de algo de cuando tenía seis años. Nos mudamos a C. – 6 de julio – verano – una casa en […] (al país actual desde otro continente). No me acuerdo qué pasó, pero se suponía que yo le tenía que decir “lo siento” a mi mamá y yo no se lo decía, y entonces me fui corriendo. Crucé la calle había unas cocheras abiertas enfrentadas a cada lado de la calle. Yo estaba escondida entre unos arbustos y me daba miedo. Me daba miedo, como que sentía miedo de que ella no me encontrara y de que me encontrara. Todo me daba miedo. […] No sé cómo terminó. Creo que ella me llamaba por mi nombre. Estoy muy segura de que no me encontró. Tengo como una imagen de que entré y me metí en problemas y tal vez sí le dije que lo sentía, no sé…

            Analista: En estas imágenes parece haber un sentimiento muy ominoso o atemorizante respecto de ser encontrada no hay ningún sentimiento de alivio ni de algo bueno que surja de ahí ni de ser cuidada. Solo muy expuesta de forma atemorizante.

            La interpretación de la analista presentifica vivencias pasadas y presentes infantiles donde subraya y verbaliza esos desencuentros-encuentros atemorizantes que surgen en el entre dos.

            Le introduce lo faltante y lo que observamos en el juego del Fort Da (Freud [1905/1992], pp. 173, 174). (“Niño del carretel”, Freud, 1920): este “alivio” que aporta la experiencia de ser encontrada, alivio que no fue experimentado por la paciente con su madre. La intervención ayuda a trabajar la experiencia de la separación, los distintos afectos e inseguridades que esta le producía.

            La paciente no revive el episodio de la escondida como un juego, aunque sí asocia el esconderse más adelante en el proceso analítico con el jugar. El episodio ayuda a comprender lo que le pasa a la paciente en los momentos de separación, que según trae la analista, siempre eran complejos, por ejemplo porque Sofía se quejaba del desencuentro entre las vacaciones de la analista y las suyas.

            Son miedos y temores que se activan en la separación y la llevan a buscar una figura de seguridad que no opera como tal y las cercanías se vuelven peligrosas. La búsqueda que hacía esta paciente de partenaires sexuales encubría sus necesidades de encontrar un objeto que le ofreciera seguridad y confianza. Cuando alguien buscaba otro tipo de intimidad física con ella, por ejemplo abrazarla, inmediatamente surgía el conflicto y se escapaba de la relación.

            Me evoca la activación de otros sistemas también, como la seguridad. En el vínculo de presencia ausencia de la madre, de búsqueda de permanencia del objeto.3 En el juego del Fort Da se activan diferentes sistemas simultáneamente pero quizá con la predominancia del sistema de apego. 

            Paciente: […] No tengo idea de cuál era el tema cuando tenía 6 años (largo silencio, la analista pregunta qué le está pasando). Estaba pensando un poco sobre el incidente, después sobre jugar a la escondida la imagen que tengo de esconderse en algún lado un sentimiento de mucho miedo. Si alguien te encuentra, te va a dar miedo. Si alguien te encuentra, les va a dar miedo me parece claro ahora, nunca pensé que jugar a la escondida era divertido  esconderse sola en alguna parte y el momento en que alguien te encuentra, parece realmente atemorizante, no me parece para nada divertido. 

            Esta viñeta muestra sus problemas de estructura4 y de funcionamiento mental (Cierpka et al., 2006; Bernardi. 2015)5; en vez de la alegría del encuentro surge el temor desplegando problemáticas arcaicas infantiles con los objetos primarios.  

            La paciente no podía manejar diferentes afectos, pero era capaz, a medida que el proceso analítico avanzaba, “de usar a la analista” (Winnicott, 1968; Bernardi, 2015) para lograr saber que había un afecto que faltaba en su vivencia de “la escondida”, el sentimiento de felicidad por el reencuentro con el otro. La paciente trae un recuerdo y un insight. Son estos momentos, como plantea de León de Bernardi (1993), cuando se juegan complejas dinámicas de comunicación que aparecen como un juego de imágenes, afectos y palabras entre el paciente y el analista que surgen por la regresión que se establece en el campo analítico que incluyen aspectos transferenciales y contratransferenciales de formaciones inconscientes del campo analítico y que constituyen neoformaciones del campo analítico.

Cinco años más tarde (Hora 5, 2015) encontramos un nuevo significado para esconderse

A lo largo de 6 años la paciente llega a sentirse bien consigo misma, logrando intimidad y sintiéndose a salvo en ese espacio interno, sin sentimientos de temor.

            Paciente: Sí. De alguna forma me recuerda lo que estaba diciendo ayer sobre la autosatisfacción, estando en la parte de atrás del auto y estando en mi propio mundo; en esa transición, no se siente como que te estás escondiendo. A lo mejor es esa clara realidad de que tenés tu propia realidad total. Están todas esas cosas que nunca van a ser compartidas. Es privado. No un secreto.

            A medida que en el proceso las angustias de separación se van elaborando puede encontrar nuevos significados al esconderse. Sofía pasa a esconderse para estar a solas. Cuando se logra la “capacidad de estar solo” (Winnicott, 1958) la soledad no es una amenaza. La paciente experimenta placer al encontrar su propia posibilidad de tener su propio espacio, tener privacidad, donde estar escondida no representa un secreto y le permite encontrar un objeto interno bueno, sin sentimientos de temor, sin estar a la defensiva, sino que implica confianza en el objeto y la seguridad de que no abusarán del poder. Sus experiencias vividas están siendo procesadas a través de fantasías y representaciones mentales que les dan mayor profundidad y consistencia a los procesos de pensamiento y a las relaciones interpersonales, logrando así una mejor comunicación interna con ella misma.

            El pasado no solo se redescubre, sino que se recrea en el psicoanálisis clínico; la memoria se remodela. El pasado ha adquirido nuevos y elaborados significados, que no existían en la infancia, y las transformaciones del desarrollo no se pueden recuperar en su forma arcaica. Esta “segunda mirada” a la infancia se realiza a través de los ojos analíticos con una lente de adulto (Blum, 2005, p. 299). 

            En estas viñetas que hemos escogido de un largo análisis observamos que los rasgos infantiles de la paciente, las fijaciones y las fantasías y conductas infantiles irracionales señalan la necesidad de la reconstrucción para lograr organizar los recuerdos disociados y fragmentados, potenciando la recuperación posterior de los recuerdos reprimidos. Como menciona Blum (2005), la reconstrucción es esencial para trabajar y atenuar la experiencia traumática temprana, para demostrar y disminuir la influencia persistente del pasado en el presente y para conectar significativamente el pasado y el presente.

Lo infantil en la acción terapéutica

Existe una corriente en el psicoanálisis que considera que el acceso a lo infantil representa un aspecto importante en la acción terapéutica. Durante muchos años adherí a esta posición, haciéndome eco de la enorme influencia del pensamiento freudiano en mi formación. Sigo considerando que el acceso a lo infantil es importante, y da coherencia narrativa para entender aspectos de nuestra historia. Pero la historización de nuestras historias personales, por sí misma, ¿produce cambios? ¿Produce el cambio terapéutico la emergencia en la memoria autobiográfica de una experiencia previamente no recordada que ahora puede ser asimilada en el sistema representacional?

            A medida que fui incorporando los estudios de investigación en tempranos, así como mi extenso trabajo con diferentes materiales clínicos con el Modelo de los Tres Niveles para la Observación de las Transformaciones en el Paciente (Clinical Observation Committee, API-2010, 2021), fui notando y comprendiendo la fuerza de los patrones relacionales. Para algunos autores estos patrones relacionales forman parte de la memoria procedimental (Tronick, 1997).

            La investigación sobre infantes y la neurociencia sugieren que, además de la elaboración consciente simbólica, el paciente y el analista deben trabajar simultáneamente en un nivel implícito relacional para crear formas de diálogo colaborativo (atención cuidadosa al estado del otro, aceptación de una amplia gama de afectos, niveles de diálogo más inclusivos, lucha conjunta y negociación intersubjetiva en los periodos en que la mente del otro está cambiando y se necesitan nuevas formas de relacionarse). Para producir cambios en el análisis, el psicoanalista deberá capturar la “forma de estar con” ese paciente, porque esta es la puerta de entrada que le permitirá transitar diferentes narrativas, sueños y fantasías. El trabajo de elaboración deberá darse tanto a nivel simbólico como procedimental.

            Los patrones de interacción, estas “formas de estar con”, fueron descriptos por la teoría del apego como “working models” (Bowlby, 1973), estructuras subyacentes de interacción (Altmann de Litvan, 2015). Su internalización se da en un nivel presimbólico, previo a la capacidad de crear imágenes o representaciones verbales del objeto. Por eso las primeras formas de representaciones son, no de palabras o imágenes, sino de procedimientos relacionales que gobiernan el “cómo hacer” o lo que Stern et al. (1998) han llamado “conocimiento implícito relacional” (Lyons Ruth et al., 1998, Lyons Ruth, 2000). Esta descripción del conocimiento relacional implícito parece estar anclada en lo que Bucci (2001, 2011) llama “procesamiento subsimbólico”6 y no incluye el procesamiento simbolizador sensorial. 

            Los modelos mentales implícitos afectan a la memoria explícita, y los indicios de la memoria explícita evocan los recuerdos implícitos.

            Los procedimientos emocionales proveen organización y unidad en nuestro funcionamiento emocional a lo largo de la vida, se mantienen más allá de la amnesia infantil y se desarrollan previamente a la memoria declarativa de la niñez temprana (Clyman, 1991).

            Cuando alguien se pierde y la madre no está disponible ¿qué patrón de interacción se genera? Tomando el ejemplo clínico anterior, la niña se esconde por un patrón evitativo, porque la nena de 6 años en sus experiencias con esta madre sintió que no era un objeto que le daba tranquilidad, sino un objeto que le generaba miedo, terror, por lo que tiene en sus marcas iniciales la sensación de que el objeto madre no está disponible para ella. Este modo de relación que es estructural, de base en el vínculo, se constituyó probablemente antes del lenguaje y tiñe toda la corriente libidinal, sensual y sexual con el vínculo materno. 

            El resultado es un sistema emergente y complejo, único para cada individuo. El descubrimiento de la naturaleza de estos vínculos tempranos que se despliegan a través de la relación de apego tiene significación para cambiar nuestra manera de entender los estadios psicosexuales. 

            Según Silverman (2001), “Las experiencias sensuales-sexuales pueden alcanzar una expresión totalmente gratificante, o pueden ser inhibidas, encubiertas o generalmente constreñidas por necesidades no libidinales”, ya que la sexualidad es una experiencia muy variable y plástica y su función puede enmascarar muchas y diversas fuentes de necesidades. Para esta autora, esto es especialmente cierto con la sexualidad compulsiva.

            Este interjuego entre los deseos libidinales y el sistema de pago se entrelaza con los distintos afectos que emergen, que el analista explora en la sesión a través de la transferencia y la contratransferencia.

            Los fundamentos de lo que produce la acción terapéutica no se reducen a la memoria declarativa. 

            Hoy sabemos que hay dos tipos de sistemas de memoria, los dos con importantes funciones en el tratamiento psicoanalítico: una memoria declarativa o explícita, que está relacionada con la recuperación consciente de información sobre el pasado, y el sistema de la memoria implícita o procedural, del cual la información puede ser recuperada sin la vivencia de recordar (Conway, 1996). Esta última está involucrada en la adquisición de secuencias de acciones, es el “cómo” de la conducta.  

            Todos los nuevos aportes de las ciencias cognitivas dan cimientos a la discusión sobre la transferencia, de las funciones del Yo y de la influencia de lo procedural en el tratamiento psicoanalítico. 

            Las emociones, sean conscientes o no, cumplen un rol fundamental en el funcionamiento mental porque se activan los procedimientos mentales que están “encoded” (codificados o cifrados). Los procedimientos emocionales organizan nuestra vida emocional, cómo interpretamos las situaciones emocionales y cómo reaccionamos frente a ellas. Los procedimientos emocionales se desarrollan antes que los declarativos.

            Beebe & Lachmann (1998) sostienen que “en el trabajo terapéutico es el momento de encuentro el que trae la acción terapéutica, la fuerza para cambiar la organización mental de cada persona en un nivel procedimental”. El Grupo de Estudio de Boston considera que puede haber cambios en el conocimiento procedimental inconsciente, como los que ocurren en un momento de significación, es decir, puede haber cambios en las representaciones internas inconscientes del analizado, que no necesariamente están relacionadas con un insight consciente y que llevan a un progreso. El Grupo de Boston ha planteado además algo que resulta de sumo interés y es que en los “momentos de encuentro” (momentos de auténtica conexión con el otro persona a persona), lo que sucede entre el analista y el analizado es similar a lo que ocurre entre madre y bebé.

            Un “momento presente” puede ser muy encendido, cargado de emociones, de repente todo pende de un hilo, no pasa nada más, excepto el momento presente. Un “momento presente” perturba el estado intersubjetivo. Para Stern es allí donde se da el cambio, en el trabajo a través de la transferencia. El trabajo interpretativo es el vehículo para el cambio en la relación entre psicoterapeuta y paciente, la herramienta. Los micro-momentos de la intersubjetividad tienen un valor incalculable, y lo no verbal y no discursivo cobran una gran importancia, por ejemplo, un gesto, risas, una diferente tonalidad y ritmo al hablar. 

            Sobre qué produce la acción terapéutica hay diferentes desarrollos. Por ejemplo, para algunos autores, como Pat Crittenden (1990), Robert Clyman (1991), Peter Fonagy & Mary Target (1996), la acción terapéutica del psicoanálisis no está relacionada con la “recuperación” de los recuerdos de la niñez, sean estos traumáticos o neutrales. 

            El trabajo terapéutico necesita focalizarse en ayudar al individuo a identificar patrones regulares de conducta y fantasía basados en la conducta y fantasía infantiles, para lo cual la memoria autobiográfica no puede encontrar ninguna explicación. Sobre las bases de este modelo, anticipamos un cambio sustancial y duradero de un proceso psicoanalítico que ha tratado directamente formas de vivenciar al otro que fueron adquiridas defensivamente, a través de la experiencia directa o a través de distorsiones defensivas de esas experiencias sin importar el nivel de precisión de las reconstrucciones autobiográficas.

            La acción terapéutica reposa en la elaboración consciente de las representaciones de las relaciones preconscientes, principalmente a través de la atención del analista a la transferencia.

            Si esto es correcto, se hace necesaria una revisión significativa de nuestros modelos implícitos y explícitos de lo que es acción terapéutica.

La memoria tiene una importancia enorme, pero como una mediadora, un valioso canal para comunicar sobre la naturaleza de las representaciones de relaciones de objeto interno, no como un relato histórico, sea preciso o impreciso.

            Si tomamos en consideración la teoría de las relaciones objetales (Winnicott, 1960, Klein, 1946, Bion, 1966), y consideramos estas relaciones como estructuras psíquicas que organizan la conducta, entonces son estas estructuras, y no los hechos que han contribuido a ellas, lo que debe ser el foco del trabajo psicoanalítico. El psicoanálisis modifica las formas de pensar. Las nuevas ideas, por sí mismas, no pueden sostener el cambio, a pesar de que pueden provocar nuevas formas de vivenciar el Self con el otro, lo cual sí puede. 

Consideraciones finales

Distintos marcos referenciales le han dado diferente primacía a “lo infantil”. Sin embargo, aunque este concepto está presente en las miniteorías (Leuzinger Bohleber, 2021) que utilizan los analistas con diferentes niveles de abstracción, y articulado con concepciones diferentes de lo que entendemos por fantasías (Isaacs, 1967, Freud, 1895, 1905, 1908, Bowlby, 1958, etc.) y procesos de simbolización y mentalización (Marty, P., 1985, Fonagy & Target, 1996), no siempre es reconocido. 

            Respecto de cómo juega la sexualidad infantil en el psicoanálisis de un adulto, hay dos líneas centrales: una que enfatiza los aspectos intrapsíquicos y lo que sucede frente a la ausencia del objeto y la otra que enfatiza los aspectos relacionales inconscientes y lo que sucede frente a la presencia del sujeto y lo que se instala en el campo entre ambos. 

            Desde mi perspectiva los aspectos infantiles se pueden ver tanto a nivel de lo intrapsíquico como en los niveles intersubjetivos; ambas vertientes adquieren diferente significación y resolución en el trabajo analítico. Es también la presencia del otro como persona que recrea y promueve en nosotros otras vertientes de estas vivencias infantiles que recrean espacios potencialmente creativos. El juego y el jugar se presentan como espacios potencialmente creativos que nos acompañan a lo largo de toda nuestra vida.

            Establecer vínculos entre las reacciones de la transferencia y los patrones de relación con las personas significativas de nuestra vida suele ayudar a profundizar el análisis. Lo que la teoría del apego añade es la exploración de las reediciones entendidas como estilos y estrategias de apego en el contexto de las relaciones interpersonales actuales y dentro de la relación analítica. Pero implica un nivel complementario al de los conflictos inconscientes intrapsíquicos.

            Los psicoanalistas debemos tener presente que ciencias afines han hecho investigaciones respecto de los circuitos neuronales (genéticamente codificados) que generan secuencias de comportamiento bien organizadas, que se activan con el procesamiento de cada tipo de información y han obtenido resultados que no podemos ignorar.

            Desde la neurobiología, Jack Panksepp identifica un número de sistemas motivacionales principales. Enumera varios sistemas, tales como lujuria, cuidado, pánico, miedo, ira, juego y búsqueda en general. Panksepp menciona el juego y la exploración como sistemas motivacionales basados en circuitos cerebrales propios. Plantea que durante el juego, los individuos tienden a divertirse y comportarse de manera más creativa y flexible que durante las meras exploraciones (Panksepp, 1998, pp. 96-98). El autor sugiere que el juego y la exploración operan en circuitos diferentes del cerebro que no están necesariamente asociados con los sistemas de activación emocional (Marrone et al., 2001, p. 195). Esto es muy interesante porque difiere de la visión de Freud (93 años después), donde la pulsión epistemofílica queda entramada a las pulsiones parciales y a la sexualidad. 

            Esto plantea entonces la posibilidad de que un paciente pueda tener, desde el punto de vista cerebral, las condiciones para manejarse bien en el área de, por ejemplo, la curiosidad, la exploración, y tener dificultades en el área neurofisiológica relacionada con su comportamiento sexual.

            Las investigaciones sobre el desarrollo infantil y los aportes de la neurobiología encuentran que es en el conjunto de las relaciones tempranas, y no solo en el erotismo, donde estarían las condiciones para la activación: el modelo de la construcción del psiquismo a partir de esta experiencia primaria de satisfacción no es suficiente para explicar lo que la clínica nos revela. Surgen pensadores dentro de la corriente psicoanalítica que plantean conceptos más allá de los vinculados a las pulsiones de vida y muerte como únicos motores del psiquismo (Bleichmar, 2001, Stern, 1985). Bajo la influencia de la neurociencia, el concepto de pulsión puede fragmentarse en numerosos procesos subsidiarios, cada uno de los cuales está gobernado por su propio sistema de mando y modulado por su propio principio regulador.

            La concepción modular de las motivaciones desarrollada por Bleichmar (Dio Bleichmar, 2005, p. 20) se diferencia del pensamiento psicoanalítico freudiano, que ha concebido un modelo en el que el deseo es motor de la subjetividad y encontró su fuente en la vivencia de satisfacción, a partir del amamantamiento. Esta vivencia de satisfacción va ligada al concepto de “desamparo” que era mencionado con anterioridad (hilfslösigkeit), original del ser humano. En lo sucesivo esta satisfacción queda unida a la imagen del objeto que ha procurado la satisfacción, así como a la imagen motriz del movimiento reflejo que permite la descarga. El conjunto de esta vivencia (satisfacción real y satisfacción alucinatoria) constituye el fundamento del deseo. 

            Stern (1985, 1988) habla de la motivación intersubjetiva, que se puede ver como asociada al apego; no solo se necesita protección y seguridad sino también interacción íntima donde lo lúdico desempeña un rol fundamental. Se está movilizando otro sistema dentro del sujeto. 

            En el caso del material clínico presentado, encontramos un patrón de relación con el analista si se me acercan yo me alejo, me da miedo, pánico, terror y mi figura de apego no me va a cobijar (¿patrón evitativo o desorganizado?). Por otro lado, y al mismo tiempo, hay una estructura relacional subyacente que nos indica las dificultades que tenía la paciente en cuanto necesitaba la presencia de la voz de la analista por teléfono para que se comprobara su presencia. Estas estructuras relacionales subyacentes son altamente individualizadas, a diferencia de los patrones de apego (Altmann de Litvan, 2015).

            La perspectiva relacional muestra que el paciente pone en juego otros sistemas, no solo el de la sensualidad sexualidad, sino los sistemas del apego, la indefensión del sujeto y la búsqueda de seguridad. Stern habla de la motivación intersubjetiva, que se puede ver como asociada al apego; no solo se necesita protección y seguridad sino también interacción íntima donde lo lúdico tiene un rol fundamental. Se está movilizando otro sistema dentro del sujeto.

            Muchos autores (Eagle, 1995, 2017, Silverman, 2001) ven a los sistemas de apego y de la sexualidad como separados, pero entrelazados, cuya integración es un desafío evolutivo.

            El analista tiene que poder captar los patrones (modos de estar con) desde donde ver las diferentes estructuras subyacentes de relacionamiento del paciente, que como un telón de fondo nos dan señales del camino desde donde el analista puede formular sus interpretaciones de manera que sean más efectivas.

            Las distintas escuelas jerarquizan de manera diferente los modos de estar con. Estas modalidades pertenecen al interjuego de lo no verbal y a lo que habitualmente llamamos “memoria procedural”. Son inconscientes, pero no en un sentido dinámico freudiano, sino como algo que no puede ser recordado en palabras y que aparece en acciones en el vínculo con otro. Planteo entonces que esto puede ser mirado desde diferentes ópticas: el lugar del juego, de lo no verbal, a través del surgimiento de recuerdos infantiles, etcétera. 

            Desde mi perspectiva, los “modos de estar con el otro” introducen aspectos inconscientes, a veces de difícil acceso para el analista, pero que considero que son esenciales para poder acceder a un cambio terapéutico, ya que forman parte del Self de la persona.

            Los modos de estar con se hacen más visibles al analista en situaciones de separación o cuando está en situación de crisis frente a situaciones vitales. Se observa en la escena de la escondida y cómo se repite este patrón a lo largo del proceso en los momentos de vacaciones y separación, así como en su relacionamiento con los otros. 

            Mi trabajo es una exploración que introduce cómo otras disciplinas, en el contexto actual, exploran los mismos fenómenos y nos aportan al campo psicoanalítico. A mi entender, este aporte es posible siempre que tengamos presente la singularidad de nuestro trabajo con los procesos inconscientes.

            Propongo entonces que, para comprender lo infantil en el psicoanálisis de adultos, debemos complementar nuestra perspectiva intrapsíquica con otros sistemas motivacionales que operan con lo intersubjetivo y este concepto de patrones y modos de estar con, que se conjugan con los nuevos hallazgos sobre los distintos tipos de memoria.

            Hay núcleos de lo infantil que condensan imágenes, fantasías, recuerdos, relaciones con los otros, que hacen a aspectos básicos de la representación del sí mismo.  

            Esto nos acerca a una concepción sobre la acción terapéutica que no se reduce a la reconstrucción, sino que se centra en la elaboración consciente de las representaciones de las relaciones preconscientes, principalmente a través de la atención del analista a la transferencia. Como dijimos, la modificación que genera el psicoanálisis también se da por nuevas formas de vivenciar el Self con el otro.

1 marina.altmann@gmail.com. Miembro de la Asociación Psicoanalítica del Uruguay.

2 Este material clínico fue discutido con el Modelo de los 3 Niveles por grupos de analistas en Boston (2015), y Toronto (y presentado en el Congreso de APU 2016, en la Sandler Conference 2016 en Buenos Aires, y publicado desde perspectivas diferentes en el artículo de Altmann de Litvan, M., Fitzpatrick Hanly, M. & White, R. Tracking processes of change in psychoanalysis, underlying clinical thinking, en el libro Change through time in psychoanalysis. Interpretation and transformation, The Three Level Model, Fitzpatrick, Hanly, M. A., Altmann de Litvan, M. & Bernardi, R. (Eds.), 2021.

3 Gurevich (2008) sostiene que el concepto de ausencia apunta a la sincronicidad de la realidad externa e interna y retrata la falta de respuesta a las necesidades del Self. La noción de “ausencia” nos ayuda a enfocar nuestra comprensión de la condición disociativa como una sincronicidad de la acción del otro, de la acción psíquica y del estado de cosas intrapsíquico. La ausencia interna es creada como una reacción a la ausencia del otro. En el análisis el analista tiene un rol activo al volver a vivir dicha ausencia. Cuando la ausencia está presente, es decir, cuando la experiencia traumática y las reacciones disociadas a ella son vivenciadas en una relación sintonizada, se les da significado, simbolización y validación, y permite la renuncia al modo de disociación superviviente.

4 El concepto de estructura es utilizado en múltiples formas y contextos dentro de la tradición psicoanalítica (modelo topográfico freudiano: Yo, Ello y Superyó; el de las relaciones objetales). El concepto que se utiliza aquí es el del Self en la relación con otro (Cierpka et al., 2006, Bernardi, 2015).

5 Las funciones estructurales se estudian en el 3-LM como vulnerabilidades, fragilidades, déficit o detenciones en el desarrollo del paciente. Se toman en cuenta 4 dimensiones: 1) La capacidad del paciente de percibir lo que ocurre en su propia mente, y de construir sobre la base de esto un sentido integrado y diferenciado de su identidad personal y su capacidad de proyectarse al futuro. 2) Refiere a la dificultad de regular sus impulsos, sus afectos y su autoestima, así como establecer un balance emocional adecuado entre las necesidades de sí mismo y las de los otros. 3) Comunicación interna y externa y la capacidad de simbolización. Las experiencias vividas necesitan ser procesadas a través de fantasías, sueños y representaciones mentales para darles mayor profundidad y consistencia a los procesos de pensamiento y a las relaciones interpersonales. 4) La capacidad de tener vínculos profundos con objetos internos y externos, algo que implica iniciar, preservar y terminar relaciones, tolerar separaciones y el lugar de un tercero (Bernardi [2015], p. 16, en Altmann de LItvan, M. [2015]. Tiempos de Cambio. Indagando las transformaciones del paciente en psicoanálisis. Londres, Reino Unido: Karnac).

6 El analista y el paciente llegan a la sesión con un conjunto de esquemas emocionales, enraizados en la experiencia subsimbólica corporal y emocional, desarrollados en las interacciones interpersonales de sus vidas y activados en el contexto relacional de la sesión. Los procesos subsimbólicos son formas sistemáticas y organizadas de pensamiento que continúan desarrollándose a lo largo de la vida y que pueden ocurrir tanto dentro como fuera de la conciencia. 

Descriptores: CASO CLÍNICO / MIEDO / MEMORIA / RECUERDO INFANTIL / EMOCIÓN / NEUROCIENCIA / TRANSFERENCIA

 

Candidatos a descriptor: LO INFANTIL / ESCONDERSE / MOTIVACIÓN INTERSUBJETIVA

Abstract

Rethinking the infantile in adult analysis

Starting from a clinical example, this paper highlights the privileged place the infantile has in psychoanalysis and proposes to complement clinical research with neuroscience findings on memory and child development. First of all, it shows a patient’s memory of the game of hide-and-seek and its associated experiences, and how this episode helped her to perceive what happened to her in moments of separation and allowed her to acquire a better understanding of some of her conflicts.

            Then the paper presents considerations of different authors on the therapeutic action and the scope and limits of the recovery of childhood memories. Based on her experience as a researcher, the author emphasizes the importance of underlying relational patterns, based on childhood behavior and fantasies, for which the autobiographical memory cannot find any explanation. 

            It is postulated that therapeutic action rests on the conscious elaboration of representations of preconscious relationships, mainly through the attention that the analyst must pay to the transference. 

            The “ways of being with the other” introduce unconscious aspects, sometimes difficult to access for the analyst, but essential to achieve a therapeutic change. These aspects become more visible in situations of separation or vital crisis. 

            In order to understand the infantile in an adult’s psychoanalysis it is necessary to complement the intrapsychic perspective with other motivational systems, with the intersubjective (ways of being with others), and the conjunction of all this with the new findings on the different types of memory.

Keywords: CLINICAL CASE / FEAR / MEMORY / CHILDHOOD MEMORIES / EMOTION / NEUROSCIENCE / TRANSFERENCE

 

Keyword candidates: THE INFANTILE / HIDING / INTERSUBJECTIVE MOTIVATION

Resumo

Repensando o infantil na análise de adultos

Partindo de um exemplo clínico, este trabalho destaca o lugar privilegiado do infantil na psicanálise e se propõe a dar uma visão que complementa a investigação clínica com os descobrimentos da neurociência sobre a memória e o desenvolvimento infantil.  Em primeiro lugar, mostra-se uma lembrança da brincadeira do esconde-esconde e suas vivências associadas e como este episódio ajuda a perceber o que acontece à paciente nos momentos de separação e permite uma maior compreensão de alguns dos seus conflitos.

            Logo em seguida, o trabalho apresenta considerações de diferentes autores sobre a ação terapêutica e as abrangências e limites da recuperação das lembranças infantis. A autora propõe, desde a sua experiência como investigadora, a importância dos padrões relacionais subjacentes que são baseados na conduta e fantasia infantis, para o qual a memória autobiográfica não encontra nenhuma explicação. 

            Salienta que a ação terapêutica se encontra na elaboração consciente das representações das relações pré-conscientes, principalmente através da atenção do analista à transferência. 

            Os “modos de estar com o outro” introduzem aspectos inconscientes, às vezes de difícil acesso para o analista, mas essenciais para ter acesso a uma mudança terapêutica. Tornam-se mais visíveis em situações de separação ou crises vitais. 

            Para compreender o infantil na psicanálise de adultos é necessário complementar a nossa perspectiva intrapsíquica com outros sistemas motivacionais, com o intersubjetivo (modos de estar com), e a conjunção disto com os novos descobrimentos sobre os diferentes tipos de memória.

Palavras-chave: CASO CLÍNICO / MEDO / MEMÓRIA / LEMBRANÇA INFANTIL / EMOÇÃO / NEUROCIÊNCIA / TRANSFERÊNCIA

 

Candidatos a descritor: O INFANTIL / ESCONDER-SE / MOTIVAÇÃO INTERSUBJETIVA

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