REFLEXIONES SOBRE LA CURA EN PSICOANÁLISIS1
Leticia Glocer Fiorini2
Resumen
La autora propone pensar la cura en psicoanálisis a partir de una revisión de conceptos claves que determinan la escucha de cada analista. Entre ellos hace foco en la noción de diferencia sexual y de géneros y su influencia, consciente e inconsciente, en las interpretaciones y señalamientos que van marcando una cierta dirección de la cura.
Esta línea conduce a la propuesta de pensar en forma triádica o cuaternaria la construcción de subjetividad sexuada, siempre atravesada por el campo de la otredad. Esto no elimina los dualismos existentes, pero permite deconstruirlos si es necesario y, más aún, incluirlos en complejidades crecientes. Esta proposición abre otras posibilidades de afrontar los puntos ciegos y aporías que muchas veces se presentan en el análisis de mujeres, así como también de hombres y de las diversidades sexuales y de género.
Mucho se habló sobre la cura, tema crucial para pensar en la travesía analítica. Antes era la curación con sus resonancias médicas; ahora es la cura, aunque queda el interrogante de si con eso se elimina la tendencia de los y las analistas a una “curación” que concuerde con sus criterios, doxa y teorías privadas.
Desde Freud en adelante muchas concepciones sobre la cura fueron propuestas. En Freud: desde “hacer consciente lo inconsciente” (Freud, 1919 [1918]), pasando por “donde Ello era, el Yo debe advenir” (Freud, 1933[1932]), hasta “convertir la miseria neurótica en infortunio común”(1893-1895). En Klein (1930, 1945), recordamos el paso de la posición esquizoparanoide a la posición depresiva como una resolución superadora. Luego, el hincapié en las corrientes del Yo y el trabajo en el campo narcisista (Kohut, 1971). En las últimas décadas, está presente la propuesta de Lacan que apunta al atravesamiento del fantasma, acceder al propio deseo a la vez que aporta el concepto de sinthome, distinto del síntoma,como sugerencia para el acceso a otra forma de subjetivación (Lacan, 1972-1973, 1973, 1975-1976).
Cada analista se maneja con alguno o más de uno de estos conceptos.
Las personas que consultan en su enorme mayoría vienen a curarse de algo. Es parte de la creación de un espacio analítico generar las condiciones para un recorrido distinto que permita expandir esa consulta inicial. Aunque siempre está presente una coexistencia con la primera intención: curarse de su conflicto.
En mi práctica, no me limito a una teoría; algunas de las propuestas se pueden articular, otras no. Por supuesto que hacer consciente lo inconsciente es un eje crucial, principalmente en pacientes neuróticos, en términos de acceder a los propios deseos, así como de recorrer las fantasmáticas inconscientes.
Hay otros pacientes en los que el trayecto de la cura nos conduce por otros caminos. Esto es parte de la creatividad del analista y sigue siendo psicoanálisis. También implica acceder a estratos más amplios de la población, hecho del que Freud también se preocupó.
Pero quisiera hablar más específicamente de la cura en relación con las consultas que a veces derivan en análisis y que provienen del campo de las llamadas diversidades sexuales y de género. Subjetividades contemporáneas, siglo XXI, que no es que no hayan existido antes pero que ahora son más visibles. Esto se debe a una mayor aceptación social en algunos sectores, a legalizaciones crecientes en varios países, especialmente occidentales, así como a la globalización y expansión de los mundos virtuales.
Se trata de subjetividades cuyos itinerarios del deseo o conflictos con el género asignado se caracterizan por su multiplicidad.
Para ello, es indispensable referirse a cómo conceptualiza cada analista la diferencia sexual y de géneros y qué lugar le da en el campo de la cura. ¿Se trata de acceder a una resolución ya predeterminada? En este caso, me estoy refiriendo a la posición heterosexual, o al género asignado al nacer de acuerdo con la diferencia anatómica. Recordemos que la diferencia anatómica no es en los humanos un dato neutro, sino que siempre es interpretada y, como señaló Laqueur (1990), distintas culturas en la historia le dieron diferentes significaciones, desde el monoformismo al dimorfismo.Además, cada subjetividad le asigna sus propias narrativas, valoraciones y significaciones.
¿A qué teoría adhiere cada analista –incluidas sus teorías privadas– sobre la diferencia sexual? ¿Qué papel desempeñan su ideología, creencias, religiones y prejuicios? ¿Como impacta en la persona que consulta que el/la analista tengan concepciones binarias estrictas sobre la diferencia y que esto sea un objetivo de la cura, aun inconsciente, que impregne las interpretaciones? Que la persona en análisis “ocupe el casillero que le corresponde” como varón o mujer es un límite para la cura en psicoanálisis.
Hay aquí un espacio para pensar en un más allá de la roca dura de la castración, planteada por Freud (1937) con respecto a lo femenino. En esta línea el enfoque no binario abre otras posibilidades de pensar esa dicotomía estricta masculino-femenino.
El pensamiento dicotómico es un límite para la cura en psicoanálisis. Por supuesto, es imprescindible aclarar que no se trata de eliminarlo, sino de que funcione en coexistencia con lógicas no binarias, con las que puede haber concordancias o discordancias.
Por eso se hace necesario pensar en la cura psicoanalítica como una travesía con final variable y singular. Sin duda, es sobradamente conocido que si cada subjetividad es única, lo mismo ocurrirá con la cura analítica. Pero aquí me refiero más específicamente a la posición frente a los itinerarios de la sexualidad y los géneros, así como a los límites de las clasificaciones reduccionistas de la complejidad de las posiciones subjetivas, que tienden a universalizar lo que es singular. El encasillamiento nos limita la escucha y nuestras interpretaciones serán cada vez más estereotipadas.
En otras publicaciones (Glocer Fiorini, 1994, 2001/2020) había propuesto pensar la construcción de subjetividad sexuada más allá de la lógica dualística, aunque como ya señalé, sin eliminarla, hecho que es imposible. Esto implica pensar en forma triádica incluyendo tres factores, con la posibilidad también de incorporar más variables. Este modelo de pensamiento triádico permite establecer relaciones, en concordancia o discordancia, entre: a) la anatomía (que siempre es interpretada por la cultura y por cada subjetividad), b) el plano de la psicosexualidad, deseo y elección de objeto y c) el plano de las identificaciones, incluyendo las de género. Estas variables están siempre atravesadas por el campo de la otredad.
Esta propuesta permite, por un lado, apuntar epistemológicamente a otra forma de pensamiento que supera los dualismos estrictos; por el otro, establecer las relaciones y distinciones entre el plano del deseo, el de las identificaciones de género y la anatomía.
Por cierto, se trata de un abordaje que requiere un trabajo en las intersecciones, en las interfases entre las variables mencionadas que no siempre son concordantes ni llegan a una síntesis dialéctica. Esa heterogeneidad está en la base de la producción de subjetividad y requiere mantenerlas en tensión.
Utilizo el término transubjetividades (Glocer Fiorini, 2022) para abarcar la polifonía de las sexualidades y géneros cambiantes que se observan en las sociedades contemporáneas. Algunas apuntan predominantemente al campo de la sexualidad y el deseo, otras, al campo de la identidad/identificaciones.
“Soy mujer o soy hombre o soy no binario” difiere de “deseo a una mujer o a un hombre o a ambos”. Por cierto, que “soy hombre” o “soy mujer” no es tan simple e incluye sus propios conflictos, implícitos o no. De la misma manera que “soy heterosexual” es decir muy poco en relación con la subjetividad sexuada y las fantasmáticas, identificaciones y deseos de cada persona. Hay que tener en cuenta también que hay mixturas, pero desde un punto de vista operativo considero necesario establecer ciertas diferencias, aunque siempre provisorias.
En este sentido, parto de la base de que el psiquismo es heterogéneo. Al decir de Guattari (1992), universos múltiples habitan la subjetividad. Castoriadis, por su parte, resaltó el concepto de magma psíquico para referirse a esa heterogeneidad. Por mi parte, en otras publicaciones (GlocerFiorini, 2001, 2019) había enfocado el pensamiento de Bajtin (1978) respecto de “lo dialógico”, concepto que este autor utilizó para analizar la obra de Dostoievski. Bajtin había trabajado sobre la polifonía, la multiplicidad de voces que coexisten en la obra literaria, y se trata de un concepto que considero importante para aplicar a la construcción de subjetividad.
Avanzando un paso más, esto significa que en ese sentido toda subjetividad se constituye en forma “trans” (Glocer Fiorini, 2022) por la pluralidad de sus fantasmáticas, identificaciones y deseos en juego. Sus combinatorias exceden los centros teóricos y solo pueden ser pensadas en las fronteras, en los límites.
Recordemos, todos lo conocen, el texto de Borges (1983), El idioma analítico de John Wilkins, en el que se refería a cierta Enciclopedia china. Dice (p. 708): “En sus remotas páginas está escrito que los animales se dividen en: a) pertenecientes al Emperador, b) embalsamados, c) amaestrados, d) lechones, e) sirenas, f) fabulosos, g) perros sueltos, h) incluidos en esta clasificación, i) que se agitan como locos, j) innumerables, k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, l) etcétera, m) que acaban de romper el jarrón, n) que de lejos parecen moscas”.
Foucault (1966) destacó que su libro Las palabras y las cosas nació de este texto de Borges y señaló (p. 1): “De la risa que sacude, al leerlo, todo lo familiar al pensamiento –al nuestro: al que tiene nuestra edad y nuestra geografía‒ trastornando todas las superficies ordenadas y todos los planos que ajustan la abundancia de seres, provocando una larga vacilación e inquietud en nuestra práctica milenaria de lo Mismo y lo Otro”. Agrega Foucault que la historia del orden de las cosas sería la historia de lo Mismo, de aquello que para una cultura debe distinguirse mediante señales y recogerse en las identidades. Agrego que esto implica pensar en cómo la cultura ordena lo mismo, con su orden de valores, sus ambigüedades, su carácter imaginario, pero con poderosos efectos sociales e individuales.
En esta línea es importante tener en cuenta que el saber psicoanalítico se basa en parte en regularidades, pero que debe enfrentarse con la experiencia límite de lo Otro, que desafía el orden establecido de las cosas.
Todo esto nos habla de la complejidad de los intentos clasificatorios, de la búsqueda de semejanzas e identidades, pero también de su fragilidad, de cuáles son los criterios de agrupamiento, de nominación y sus eventuales arbitrariedades, así como de sus supuestos históricos.
Los intentos clasificatorios entran en el amplio campo de la posición subjetiva del analista, sus propias transferencias que no siempre son contratransferenciales, sus deseos, sus teorías implícitas y explícitas, su ideología, prejuicios, ideales en general y con respecto a los géneros, en particular. Estos factores influyen fuertemente en la contratransferencia,pero no constituyen, a mi juicio, el mecanismo específico de la contratransferencia en sí.
En este sentido el afán clasificatorio puede ser tranquilizador y contribuye a bajar el disconfort que genera la incertidumbre, pero, por otro lado, puede impedir una escucha abierta.
En las últimas décadas estamos atravesando cambios novedosos en los procesos de subjetivación. La búsqueda de una causa última y nuestros intentos clasificatorios nos impiden adentrarnos en la comprensión de la trama de relaciones deseantes e identificatorias que intervienen en la construcción de subjetividad tanto en sus aspectos imaginarios como simbólicos. Se trata de un obstáculo que puede derivar en reaccionestransferenciales-contratransferenciales propias de los límites de las clasificaciones a ultranza.
Y aquí quisiera subrayar la importancia para el trayecto de la cura de elementos indicadores de una travesía simbolizante. La construcción de un campo simbólico es crucial para analizar los procesos de subjetivación en la clínica y eso no depende solamente del reconocimiento y acceso a la diferencia sexual. En esta línea, había propuesto en otras publicaciones abordar la categoría “diferencia” en forma mucho más amplia y compleja que la diferencia sexual, en un entrecruzamiento de planos y variables. Es decir, pensarla como una herramienta simbólica, más allá de la orientación sexual o de la identidad de género de cada persona, aunque también lasincluye (Glocer Fiorini, 2016). Se abren otras perspectivas para enfocar la categoría “diferencia”,excediendo la diferencia sexual clásica.
El acceso a la categoría “diferencia simbólica” depende de una trama en la que se ponen en relación la diferencia anatómica, la diferencia de géneros, la diferencia psicosexual, la diferencia en el plano lingüístico y discursivo, la diferencia como distinción (Heidegger, 1988), la diferencia como “diferir” (Derrida, 1987), la diferencia como diferendo (Lyotard, 1983). Esta multiplicidad de niveles incluye también el acceso a la diferencia en tanto reconocimiento de la alteridad (Glocer Fiorini, 2016).Es decir, estas variables están atravesadas por el campo de la otredad y requieren ser consideradas en el abordaje clínico.
Finalmente, abordamos la diferencia sexual como una categoría opaca, cuya materialidad es significada por los cánones y doxas de cada época. Su opacidad corresponde a lo incierto y se intenta comprenderla a través de interpretaciones, narrativas, teorías, creencias, mitos, que cumplen el propósito de darle significación. A su vez, estas significaciones dependen de las estructuras sociales en juego, que para lo que conocemos son estructuras androcéntricas que todavía subsisten, aunque actualmente mucho más cuestionadas y con posibilidades de generar otras opciones. Los poderes implícitos en estos saberes (Foucault, 1979) son parte de los debates contemporáneos.
De esta trama compleja de acceso a la categoría diferencia deriva el campo simbólico que cada cual puede construir.
Esta red de entrecruzamientos es rizomática (Deleuze y Guattari, 1980), no hay una causa última y sí una genealogía a investigar. La historia infantil es indispensable en esta investigación, pero no es causa per se. La historia infantil es el aspecto arborescente de un psiquismo complejo que incluye también lo rizomático. En este sentido se puede pensar la construcción de subjetividad como un montaje que será distinto en cada subjetividad en singular.
Estas formas de pensamiento, estas lógicas, permitirían generar otros modelos de comprensión teórica, abiertos, porosos y desarticular efectos indeseados en la posición del analista y en ciertos efectos transferenciales-contratransferenciales. Para cada analista esto supone traspasar los intentos clasificatorios esquemáticos, incluir las propias angustias, incertidumbres y respuestas contratransferenciales enfocando no solo sus vivencias, creencias, historia infantil o su neurosis, sino también los límites que imponen las teorías y lógicas que cada psicoanalista tiene a su disposición.
Lo que he planteado en este trabajo es parte de mi experiencia clínica, teórica y de mis intereses epistemológicos, que implicaron la necesidad de traspasar una lógica binaria estricta para pasar a trabajar con lógicas posbinarias. La lógica binaria (masculino-femenino, fálico-castrado) es insuficiente para entender la complejidad de la construcción de subjetividad. Aunque no se puede prescindir de la misma porque es parte de la cultura y del lenguaje, la propuesta es incluirla en lógicas de la complejidad (lógicas modales, de las intersecciones, de las interfases). Esto abre la posibilidad de poder pensar lo heterogéneo de la producción subjetiva con un mayor grado de libertad.
En este recorrido mi propuesta fue, desde que comencé a trabajar este tema hace más de 25 años, revisar varios conceptos fundamentales para este tema, ya que entiendo que modelan la escucha analítica y fijan límites a lo que estamos en condiciones de percibir y escuchar como novedoso. Solo los voy a mencionar: el concepto de sujeto, la narrativa edípica y su resolución clásica heterosexual, la noción de deseo de hijo, el concepto de diferencia sexual, la denominada función paterna, entre otros (GlocerFiorini, 2016). Esto me condujo a analizar la lógica que sustenta la escucha analítica, tanto desde un punto de vista epistemológico como desde las creencias, ideales, prejuicios, estereotipos, que habitan a cada analista.
Está en juego la capacidad de cada analista para ir más allá de sus propias teorías y más allá de sus propias creencias.
1 Trabajo presentado en el Panel de Apertura del 60.º Symposium 50.º Congreso de APA que se tituló La cura en psicoanálisis. Trama y sentido.
2 lglocerf@intramed.net. Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
Descriptores: CURA / GÉNERO / SEXUALIDAD / DIFERENCIA DE LOS SEXOS / TRANSFERENCIA / CONTRATRANSFERENCIA
Candidato a descriptor: TRANSUBJETIVIDADES
Abstract
Reflections on psychoanalytic cure
The author proposes to think the cure in psychoanalysis based on a reviewof key concepts that determine the listening of each analyst. Among them, she focuses on the notion of sexual and gender difference and its consciousand unconscious influence in the interpretations and comments that mark a certain direction of the cure.
This proposal leads to a triadic or quaternary way of thinking about theconstruction of sexed subjectivity, always interfered by the field ofotherness. This does not eliminate the existing dualisms, but allows todeconstruct them if necessary and, even more, to include them in ever more complex entities. It opens up other possibilities to confront the blind spots and aporias that often arise in the analysis of both women and men and ofthe diverse sexual and gender variants.
Resumo
Reflexões sobre a cura na psicanálise
A autora propõe pensar a cura na psicanálise a partir de uma revisão de conceitos-chaves que determinam a escuta de cada analista. Entre eles focaliza a noção de diferença sexual e de gêneros e a sua influência, consciente e inconsciente, nas interpretações e conjecturas que vão marcando uma determinada direção da cura.
Esta linha conduz à proposta de pensar em forma triádica ou quaternária a construção da subjetividade sexuada, sempre atravessada pelo campo da alteridade. Isto não elimina os dualismos existentes, mas permite desconstruí-los se for necessário e, mais ainda, incluí-los em complexidades crescentes. Esta proposição abre outras possibilidades de enfrentar os pontos cegos e aporias que muitas vezes se apresentam na análise de mulheres, como também de homens e das diversidades sexuais e de gênero.
BIBLIOGRAFÍA