Orgasmos y bebés – El deseo sexual en el embarazo

Ana Teresa Vale1

Resumen

En esta obra, la autora pretende centrarse en los diversos movimientos inconscientes que se producen durante el embarazo, que pueden intensificar el deseo sexual, así como reducirlo o incluso anularlo durante este periodo. Dado que el embarazo es un período de grandes transformaciones físicas y psicológicas, la experiencia emocional vivida en este momento tan importante de la vida de la mujer tendrá un impacto muy significativo en varios niveles, a saber, la identidad, la relación de la mujer con su propio cuerpo, la relación con los objetos internos, el equilibrio narcisista y la sexualidad. A través de relatos de sueños de pacientes embarazadas que realizan psicoterapia o psicoanálisis, la autora pretende explorar las diversas vicisitudes que el deseo sexual puede experimentar en las distintas etapas del embarazo, haciendo hincapié en el impacto que el trabajo psíquico inherente tiene sobre el deseo sexual de la mujer.

El embarazo como transformación

El embarazo conlleva un gran cambio hormonal, que tiene implicaciones en prácticamente todos los niveles del funcionamiento del organismo. Pero también en términos emocionales, el embarazo es un acontecimiento importante que fuerza cambios enormes. Es una experiencia emocionalmente muy intensa, que puede sacar a la superficie áreas de la mente que antes eran a veces inaccesibles, promoviendo una regresión sustancial en todas las áreas del funcionamiento mental. Por esta razón, es un periodo acompañado de una gran actividad fantasmática. Los conflictos, fantasías y emociones inconscientes de cada mujer determinarán la naturaleza e intensidad de la experiencia emocional vivida (León, 1990).

En medio de esta turbulencia, que implica una reelaboración y reorganización de la sexualidad infantil, se producen profundos cambios psíquicos –en la identidad, en la relación con el cuerpo, en la relación con los objetos internos, en el equilibrio narcisista y también, por supuesto, en la sexualidad–. Todo este trabajo psíquico conduce a menudo a una profunda reestructuración del mundo interno de la mujer embarazada (Deutsch, 1945; Pines, 1990; Leon, 1990; Raphael-Leff, 2015; Barandiaran, 2022).

El significado de cada embarazo varía mucho según cada mujer, sus circunstancias y el momento de su vida. Una mujer que ha crecido identificándose con una madre suficientemente buena se identifica más fácilmente con una pareja parental fértil y amorosa, lo que permite la constitución de una subjetividad sustentada en un cuerpo y un psiquismo autónomos y relativamente separados de los de la madre (Holovko, 2020). Decimos relativamente porque siempre hay una dimensión muy profunda del inconsciente en la que existe algún grado de mixtura entre la mujer y su objeto materno, entre su propio cuerpo y el cuerpo de la madre (Perelberg, 2018; Vale, 2019).

Primer trimestre – Nuevo equilibrio psicosomático

El embarazo suele dividirse en tres trimestres, tanto desde el punto de vista físico y del desarrollo del embrión/feto, como desde el punto de vista emocional. En el primer trimestre, prima todo el trabajo de adaptación al nuevo equilibrio psicosomático, en el que se amplifica la atención de la mujer a los cambios que se producen en su cuerpo (Raphael-Leff, 2015). 

Las mujeres suelen describir una sensación de incredulidad en esta etapa (especialmente en los primeros embarazos), como si el embarazo fuera todavía algo abstracto y no real. La confirmación progresiva del embarazo mediante cambios corporales y exámenes clínicos reafirma a la mujer en su capacidad de generar vida, lo que puede dar lugar a una sensación de mayor vitalidad (Holovko, 2020). Esta mayor vitalidad puede reflejarse en la sexualidad, aumentando la disponibilidad para mantener relaciones sexuales con la pareja.

Esta mayor disponibilidad puede o no ser correspondida por la pareja; dependiendo de las fantasías inconscientes de la pareja sobre el interior del cuerpo de la madre y la relación con el objeto materno arcaico, el hombre también puede encontrar algunos obstáculos en su propia sexualidad en este período, lo que puede dar lugar a conflictos en torno al tema. Si no es así, el deseo sexual de ambos se alimenta mutuamente.

Pero también es un trimestre marcado por la ambivalencia: la mujer se siente inconscientemente dividida entre el deseo de ser madre y el miedo a serlo. De hecho, el embarazo hace aflorar una serie de angustias ligadas a la historia infantil de la mujer. Varios psicoanalistas que se ocupan de estos temas consideran que esta ambivalencia puede ser en parte responsable de ciertos síntomas físicos típicos de esta fase: náuseas, pequeñas hemorragias, vómitos, síntomas gástrico-intestinales (Holovko, 2020). Si esta ambivalencia es muy intensa, ocupa todo el espacio mental, configurando una lucha entre las pulsiones de vida y de muerte, que siempre están presentes en el embarazo.

Sonia, una paciente en el primer trimestre de embarazo, me cuenta en una sesión un sueño erótico que tuvo la noche anterior. Cuando le pregunté qué asociaciones había hecho con el sueño me contestó, algo avergonzada, que desde que sabía que estaba embarazada había sentido un aumento sustancial de su deseo sexual. Dice: «Muchas mujeres cuando están embarazadas dicen que están centradas en el bebé y que no tienen mucho deseo sexual. Yo siento que es al revés«. 

Varios movimientos inconscientes pueden explicar el aumento del deseo sexual. En el embarazo, suele haber un refuerzo narcisista importante. Se dice incluso que las mujeres embarazadas “tienen al rey en la barriga”. Esto puede deberse a la sensación de ser vista, que se experimenta como refuerzo y confirmación narcisista. Esto contrarresta los sentimientos de devaluación o descalificación, como era el caso de la paciente mencionada anteriormente. De hecho, en el caso de Sonia, fueron precisamente estos sentimientos, derivados de una relación con una madre deprimida que rara vez se alegraba de los logros de su hija, los que le hicieron buscar ayuda. 

Esta valorización puede levantar inhibiciones que antes servían de barrera a una experiencia sexual más placentera, libre e intensa. Las inhibiciones neuróticas suelen estar relacionadas con un sentimiento de insuficiencia, en relación con una madre que la mujer siente que nunca está satisfecha con lo que su hija tiene que mostrar o dar. Este sentimiento de insuficiencia se traslada a menudo a la relación con los hombres, y con la pareja en particular, reflejándose por ejemplo en un sentimiento de no ser suficientemente atractiva, o bien en una comparación con otras mujeres, en la que la mujer siempre siente que sale perdiendo. 

Estos sentimientos y fantasías aparecen como obstáculos para el deseo sexual, ya que contaminan lo que podría ser una experiencia más espontánea y libre de la sexualidad. Cuando estas inhibiciones disminuyen y la mujer se siente más confirmada narcisísticamente, como puede ocurrir en el embarazo, la experiencia sexual puede ser entonces más placentera. Esto va de la mano de un movimiento paralelo en el hombre, en el que el embarazo de la mujer confirma su masculinidad, lo que también le aporta un refuerzo narcisista.

El embarazo es también una prueba de la sexualidad de la mujer embarazada, que la sitúa en un lugar de adultez (Raphael-Leff, 2015; Holovko, 2020). De hecho, convertirse en madre suele asociarse inconscientemente con ser adulta, ser una mujer completa, es decir, estar a la altura de la madre interior. El embarazo demuestra a todo el mundo (y a sí misma) que la embarazada es una mujer adulta, con una sexualidad activa y que no tiene por qué ocultársela a nadie. Al legitimar su sexualidad, la mujer se siente más libre de una culpa neurótica que antes podía haberle hecho sentir que no tenía derecho al placer y a disfrutar de su sexualidad, es decir, que no tenía derecho a estar al mismo nivel que su madre. Cuando esta culpa disminuye, el deseo sexual puede volverse menos restringido.

Pero más allá de estos aspectos ligados al placer, también sabemos que la sexualidad puede utilizarse a menudo como defensa contra la angustia de muerte. Y efectivamente, en el embarazo, como ya hemos dicho, el miedo a la muerte está siempre presente a nivel inconsciente: la muerte del bebé y/o la muerte de la madre. Este miedo puede aparecer muy fugazmente, en forma de ideas de que algo puede ir mal con el bebé, antes de las ecografías o de las consultas médicas, o, en fases más avanzadas del embarazo, en momentos de menor movimiento fetal, o cuando se aproxima el parto; en otras situaciones, este miedo a la muerte puede aparecer en forma más persistente e intensa, provocando una gran ansiedad (Vale, en publicación).

De hecho, el embarazo, al ser el origen de la vida, siempre está vinculado inconscientemente a la idea de la muerte. El embarazo trae a la escena fantasmática la muerte y la vida y la interconexión entre ambas (Vale, 2020). Por eso, la idea de muerte está siempre presente durante el embarazo, adquiriendo diferentes significados según la historia y la estructura psíquica de la gestante –tener un hijo puede aparecer como una forma de superar la muerte, porque tener hijos es dejar algo de nosotros mismos en el mundo después de morir–; pero también puede aparecer como una angustia ligada al miedo a las consecuencias de colocarse al nivel de la madre en el campo de la rivalidad edípica; o incluso al miedo a la destructividad de la madre arcaica omnipotente, como veremos más adelante.

En este sentido, el aumento del deseo y la actividad sexual durante el embarazo pueden ser una defensa contra la presencia de la muerte, como una forma de confirmar que la mujer está viva, que su cuerpo alberga vida, deseo, movimiento y placer. Pero si las ansiedades de muerte son demasiado intensas, también podemos encontrar el escenario opuesto, el de la disminución o ausencia de deseo sexual durante el embarazo.

Segundo trimestre – Investidura libidinal en el bebé

En el segundo trimestre, el embarazo suele estar ya interiorizado y confirmado, visible para todos, y aquí comienza más claramente la conexión con el bebé que la mujer lleva dentro. La inversión libidinal se intensifica y, al mismo tiempo, con la percepción de los movimientos autónomos del bebé, comienza también la conciencia de la separación entre madre y bebé (Holovko, 2020). Estas experiencias remiten a las fantasías arcaicas sobre el comienzo de su vida y el interior del cuerpo materno. Esta inversión libidinal puede borrar cualquier otra, relegando el deseo sexual a un plano secundario.

Pero el cambio de imagen corporal y las limitaciones que a veces surgen en esta etapa –y que pueden alterar el equilibrio narcisista– conllevan otro tipo de ansiedades. En concreto, las transformaciones corporales pueden reactivar experiencias y ansiedades adolescentes (Raphael-Leff, 2015).

Vania me cuenta un sueño en el segundo trimestre de su embarazo: ”Estoy con mi marido. En el sueño estoy embarazada y él se me acerca, cariñosamente, como un acercamiento sexual, y yo le quito la mano bruscamente, le hablo agresivamente fuera de aquí, qué quieres ahora, encima estás gordo”.

Me explica que, en realidad, su marido ha engordado y admite avergonzada que esto repercute en su deseo sexual, se siente menos atraída por él. De hecho, en la sesión nos damos cuenta de que es ella la que se está volviendo “gorda”, y esta transformación corporal la retrotrae a sus preocupaciones dismorfofóbicas de la adolescencia.

La disminución del deseo sexual durante el embarazo puede estar ligada a la angustia ante la transformación (real o imaginaria) del cuerpo, que recuerda a las mujeres la enorme plasticidad del cuerpo femenino, sujeto a las transformaciones del crecimiento y específicamente de la pubertad, a las transformaciones cíclicas ligadas a las fases del ciclo menstrual, a las que ocurren en las fases de ganancia y pérdida de peso, en las relaciones sexuales, en la vivencia del embarazo y a las transformaciones de la menopausia. Según Balsam (2003), la enorme plasticidad del cuerpo femenino trae asociada una angustia que puede llevar a las mujeres a experimentar ansiedades dismorfofóbicas en el embarazo, como si el cuerpo fuera deforme, vivido como un cuerpo monstruoso, y no como un cuerpo sexual, deseable y deseante. 

El embarazo también conlleva un giro hacia el interior, un desplazamiento de la investidura libidinal (que hasta entonces podía haberse depositado en la pareja) hacia el bebé que la mujer lleva en el vientre. Este bebé es a la vez el producto de este deseo e investidura libidinal, y el objeto de este deseo e investidura libidinal. No es de extrañar que muchas mujeres bromeen sobre la desaparición de su vida sexual tras el nacimiento de sus hijos. De hecho, buena parte de la sexualidad de las mujeres se vive en realidad en la relación con sus hijos, y este cambio puede producirse ya en el embarazo, borrando o disminuyendo el interés por las relaciones sexuales propiamente dichas.

Por otra parte, el bebé que se desarrolla en el vientre de la madre se siente cada vez más como un tercero, reactivando la relación inconsciente con el tercero que cada miembro de la pareja ha construido en su mundo interno.

Además, durante el embarazo, en la cabeza de ambos miembros de la pareja circulan fantasías destructivas inconscientes sobre el bebé, como consecuencia de la ambivalencia que este nuevo ser despierta en su mundo interior. Estas fantasías destructivas permanecen en su mayor parte inconscientes; conscientemente, lo que aflora es el miedo a las relaciones sexuales. Así, se verbalizan las fantasías de que las relaciones sexuales entre los padres pueden dañar o matar al bebé, que el pene del hombre puede alcanzar y agredir al bebé dentro del útero, que los espasmos del orgasmo pueden provocar la pérdida gestacional. Aunque en algunos casos se aconseja médicamente evitar las relaciones sexuales, en la mayoría de los embarazos estas fantasías destructivas no están relacionadas con la realidad, sino con la sexualidad infantil y sus representaciones.

En el sueño de Vania también aparece la cólera. Una rabia que, en realidad, no se dirige a su marido, sino a sus objetos internos, que ya estaba muy presente debido al trabajo de análisis, pero que se intensifica cuando se queda embarazada. De hecho, en la primera sesión en la que me cuenta que está embarazada, toda la sesión transcurre en torno a la rabia y la decepción en la relación con su padre; y en la sesión siguiente, será el turno de la intensa ambivalencia en la relación con su madre.

De hecho, el embarazo sumerge a la mujer en la historia de su relación con sus padres y en la representación de sus objetos internos; si esta inmersión es demasiado turbulenta, lleva a la mujer hacia sí misma, distanciándola de su deseo y de su vida sexual. Se queda demasiado absorta en su historia infantil, lo que puede hacer que se sienta más frágil, más triste, más enfadada o con cambios de humor muy marcados. Esto es especialmente cierto cuando hay muchos conflictos sin resolver; pero el trabajo psicológico que requiere el embarazo también puede ayudar a pacificar estas relaciones, contribuyendo al crecimiento y la maduración emocional.

Vanessa, también en el segundo trimestre de embarazo, me cuenta una pesadilla que la dejó triste todo el día después del sueño: “En el sueño estaba en una fiesta de Año Nuevo con mi marido, yo estaba embarazada, y pensaba que no tenía ropa para la fiesta. Entonces salía de la fiesta y volvía a casa a buscar ropa, y en la calle aparecen un grupo de mujeres vestidas de negro y empiezan a robarme la ropa que tenía en el coche. Les pido que paren, que estoy embarazada, y entonces se vuelven hacia mí y empiezan a darme patadas en el estómago, y entonces me desperté”.

En este sueño, encontramos representada la escena edípica de la sexualidad infantil. El “Año Nuevo” en el sueño representa la transición a una nueva fase –de ser solo una hija a ser madre–, y Vanessa “no tiene ropa para la fiesta”, es decir, tiene miedo de no estar preparada para la vida adulta, para ser madre. En su fantasía inconsciente, es como si no tuviera derecho a tener un hijo con su marido, el representante del padre. La rivalidad edípica con su madre la lleva a temer el encuentro con una madre celosa y destructiva que quiere matar a su bebé: la madrastra de Blancanieves.

El embarazo y la relación con el bebé, antes y después del nacimiento, ponen de manifiesto la posibilidad de experimentar la triangulación y todos los conflictos y problemas asociados con ella. El embarazo hace aflorar los deseos infantiles de estar en el lugar de la madre y actualiza las vicisitudes del conflicto edípico de esa mujer (Holovko, 2020).

El deseo edípico se realiza de alguna manera inconsciente a través de la posibilidad de concebir un bebé, producto de una relación sexual amorosa y placentera, que inconscientemente puede traer bienestar y triunfo, o por el contrario, angustia y culpa. 

Pero en este sueño también tenemos otro nivel de sexualidad infantil: el de la relación homosexual primaria. En el nivel de la homosexualidad primaria, el embarazo evoca la figura de la madre arcaica omnipotente –en la fantasía inconsciente, la madre arcaica es la que tiene el poder de decidir sobre la vida o la muerte de sus bebés–. En el sueño, esas mujeres vestidas de negro representan esa figura.

En el embarazo, la mujer se enfrenta a este objeto interno (que puede ser más o menos destructivo y celoso o, por el contrario, protector y favorecedor del crecimiento). Pero también se encuentra ella misma en el lugar de esta madre que tiene el poder sobre la vida y la muerte, esta madre potencialmente mortal. La confrontación con su poder constructivo y creativo, pero también con su poder destructivo y mortífero, puede ser muy aterradora para la mujer, especialmente en los casos en los que es muy difícil asumir y tomar conciencia de sus sentimientos y deseos agresivos (Vale, 2019). Esta confrontación inconsciente puede ser muy frecuente en el trabajo psíquico de la mujer durante el embarazo, lo que explica también un estado de ensimismamiento y desapego.

Si la destructividad predomina sobre la capacidad creativa, puede extinguir el deseo sexual, fuente de vida; si no es demasiado predominante, el sexo puede actuar como antídoto contra las fantasías inconscientes de muerte y destrucción.

En el sueño de Vanessa, hay angustia y miedo ante un objeto materno que se percibe como destructivo, que no le da derecho a ser madre y a tener hijos; pero también hay sentimiento de culpa ante una madre excluida, como si la propia paciente no se diera derecho a tener un hombre y a tener hijos con él. Dependiendo de qué sentimiento sea más prevalente, esto tendrá diferentes efectos sobre la sexualidad y el deseo sexual de la mujer en el momento del embarazo.

Tercer trimestre – el bebé imaginario y la preocupación materna primaria.

En el tercer trimestre, aumenta la conciencia de la separación entre su cuerpo y el de su bebé y comienza a aflorar cada vez más la angustia relacionada con el parto, el puerperio y su capacidad maternal para cuidar de un ser tan vulnerable y dependiente. La creación del bebé imaginario es el trabajo psíquico más presente en este período, que busca al bebé deseado y fantaseado durante la infancia (Holovko, 2020). La mujer suele estar aún más centrada en sí misma y en lo que ocurre en su interior y el bebé es sentido cada vez más por ambos miembros de la pareja como un tercero que les une y separa al mismo tiempo. Esto puede repercutir en su sexualidad y en su experiencia de la relación sexual de pareja.

Laura, ahora en el tercer trimestre de embarazo, me cuenta un sueño: “Mi perra paría cachorros. Los cachorros eran raros, porque parecían gusanos, y había muchos, pero la perra no se acercaba a los cachorros y Luís (su pareja) se ponía inquieto. Le dije: ‘no te preocupes, se los daremos para que los huela y los reconocerá y los cuidará’. Los metí todos en una caja de plástico y se los acerqué a la perra, pero no sólo no los reconoció, sino que adoptó una postura de caza y ataque. Entonces me di cuenta de que la perra no iba a cuidar de los cachorros y que iban a morir, así que me puse la caja debajo de la camisa, junto a la barriga. Algunos se caían y morían, lo que me angustiaba, pero otros sobrevivían en la caja y ya parecían perritos”.

La sexualidad infantil también está muy presente en este sueño. La representación del interior y de los productos del cuerpo de la madre y la representación del embrión están ancladas en las teorías sexuales infantiles. La angustia relacionada con la separación del parto también está muy presente: desde el momento en que la perra madre da a luz, o sea, queda separada físicamente de sus bebés, ya no los reconoce y es incapaz de cuidarlos. El miedo a su capacidad maternal también está representado en el sueño; en el sueño, la paciente está dividida entre una representación de una parte de ella que no es cuidadora, y otra parte que es capaz de cuidar y hacer crecer a los bebés.

Los perritos bebés eran también, en el caso de Laura, la representación de nuevos aspectos de su mente que emergían con el análisis, un movimiento apalancado por el embarazo, aspectos potenciales que antes no parecían poder crecer y desarrollarse, y que en el momento del sueño ya podían tomar forma.

También hay una referencia a la identificación con la madre-analista, una abuela capaz de cuidar de los bebés en los momentos en que la madre es menos capaz, y al lugar del padre, que también cuida, está atento y apoya a la díada. La referencia a las ansiedades relacionadas con el puerperio es evidente –de hecho, muchas mujeres tienen miedo de volverse locas con las hormonas del puerperio, o demasiado agotadas por las exigencias del recién nacido y la privación de sueño, o demasiado angustiadas por todas las emociones experimentadas en este período.

Esta reelaboración de la sexualidad infantil altera parcialmente la sexualidad de las mujeres durante este período. No es casualidad que muchas mujeres describan un cambio importante en su sexualidad tras el nacimiento de sus hijos, tanto en términos de fantasías de excitación como en la forma en que experimentan sus cuerpos sexuales, entre otras cosas. También en el caso de los hombres, la paternidad influye en la forma en que experimentan su identidad masculina, aunque no suele tener efectos tan profundos y transformadores en su sexualidad como en el caso de las mujeres.

El psicoanálisis durante el embarazo y el posparto ayuda a resolver los conflictos, emociones y fantasías que surgen necesariamente, lo que permite que esta experiencia sea más de crecimiento y menos de miedo y angustia. Laura, que ya se encontraba en una fase muy avanzada de análisis cuando se quedó embarazada, afirma: “Mi madre dice que las hormonas me hacen reír, que siempre estoy de buen humor. No creo que sean las hormonas. Creo que es el análisis, es el hecho de que aquí hemos resuelto muchas cosas que me hacían sufrir, y por eso puedo vivir el embarazo feliz y alegre”.

En el periodo posparto, a veces llamado cuarto trimestre, la prolactina será responsable de inhibir el deseo sexual durante algún tiempo. La vuelta de la pareja a su vida sexual dependerá de varios factores, entre ellos algunos enumerados en este artículo, y a menudo será el hombre, en el papel de tercero, quien motive a la mujer a abandonar la burbuja simbiótica que forma con el bebé para volver a su lugar de mujer sexual. Pero ese es otro capítulo de la historia.

1 ana.t.vale@gmail.com- Miembro de la Sociedad Portuguesa de Psicoanálisis.

Descriptores: EMBARAZO / CAMBIO PSIQUICO / SEXUALIDAD / INTERIOR DEL CUERPO MATERNO / DESEO SEXUAL / SUEÑO / MATERNIDAD / MIEDO A LA MUERTE / ACTIVIDAD SEXUAL /  BEBE  / IMAGEN CORPORAL / ANSIEDAD / COMPLEJO DE EDIPO / MADRE / CONFRONTACION /  PARTO / SEXUALIDAD INFANTIL


Abstract

Orgasms and babies: sexual desire in pregnancy

The author focuses on the various unconscious movements that occur during pregnancy, which can intensify sexual desire, as well as reduce or even annul it. Since pregnancy is a period of great physical and psychological transformations, the emotional experience lived in its course has a very significant effect on several levels, namely: identity, the woman’s relationship with her own body, her relationship with inner objects, her narcissistic balance and sexuality. Through dream accounts of pregnant patients undergoing psychotherapy or psychoanalysis, the author explores the various vicissitudes of sexual desire at different stages of pregnancy, emphasizing the impact that psychic work has on a woman’s sexual desire.


Resumo

Orgasmos e bebês – O desejo sexual na gravidez

Nesta obra, a autora pretende centralizar-se nos diversos movimentos inconscientes que se produzem durante a gravidez, que podem intensificar o desejo sexual como também reduzi-lo ou inclusive anulá-lo durante este período. Devido a que a gravidez é um período de grandes transformações físicas e psicológicas, a experiência emocional vivida, neste momento tão importante da vida da mulher, terá um impacto muito significativo e vários níveis, isto é, a identidade, a relação da mulher com o seu próprio corpo, a relação com os objetos internos, o equilíbrio narcisista e a sexualidade. Através dos relatos de sonhos de pacientes grávidas que fazem psicoterapia ou psicanálise, a autora pretende explorar as diversas vicissitudes que o desejo sexual pode experimentar nas diferentes etapas da gravidez, enfatizando o impacto que o trabalho psíquico inerente tem sobre o desejo sexual da mulher.


BIBLIOGRAFÍA

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