Los procesamientos psíquicos. La pandemia y los sueños.
José Eduardo Fischbein1
Resumen
Este trabajo se ocupa del funcionamiento mental en situaciones traumáticas que exceden las posibilidades de trabajo psíquico por claudicación del aparato psíquico, al quedar este abrumado por el aflujo perceptual de las situaciones vivenciales. Toma como eje clínico el estudio de sueños aportados por un paciente y la recuperación de sus posibilidades de representación y simbolización ante los embates de la pandemia; la elaboración del momento evolutivo y la proximidad de la muerte. Trata específicamente el exceso de trabajo psíquico que la situación impone, los elementos de tipo conductual y las defensas a las que apela. Estos mecanismos tienden a mitigar el estado displacentero encontrando un porqué, un relato que otorgue un sentido a la situación en la que el sujeto está sumergido, para evitar caer en vivencias de desamparo. Toma el soñar como un intento de dar figuración a las angustias del sujeto y el despertar como un fracaso en la posibilidad de que el sueño sea un guardián del dormir y un agente de la reparación del sujeto.
Se desarrolla el concepto de trabajo psíquico determinado por el carácter del conflicto y sus interrogantes ineludibles. También muestra cómo, ante el sufrimiento y el dolor de lo traumático, se apela al bagaje representacional acumulado a lo largo de la vida para recrear alguna historia que le explique de algún modo al individuo lo que le está sucediendo. Este movimiento de nuevas investiduras tiene por finalidad rescatar al aparato mental del sufrimiento y las pérdidas que la vida impone a todo ser humano, y las vivencias de terror frente al desamparo. Un claro ejemplo de elementos generadores de estos fenómenos es la pandemia y la incertidumbre que conllevó.
Un escrito más sobre la pandemia y además durante su vigencia es un intento de aportar un elemento para el trabajo en común, un propósito de realizar un trabajo grupal para superar los efectos traumáticos de este evento que sufrimos colectivamente; es decir, hacer un aporte para poder evocar los inconvenientes y angustias compartidas y tratar de resolverlos.
Repentinamente hemos quedado todos sumergidos en una nueva modalidad de vida que, como una ola repentina, arrasó con conocidos y amigos instaurando un duelo colectivo, equivalente a un trauma, que probablemente podríamos designar como trauma social, dado que modificó los rituales y la posibilidad de duelos que se han instituido en una agenda omnipresente a la que se denomina nueva normalidad. La normalidad es un concepto numérico –estadístico– muy alejado de la idea de la salud. La nueva normalidad que prima en nuestras vidas está compuesta por: la imposición de lo tecnológico, la imposibilidad de libre desplazamiento, el aumento del control sobre las personas y la vulneración de la separación/discriminación entre lo privado y lo público, además de la sustracción de la identidad, ya que dejamos de tener nombre propio para pasar a ser miembros de una franja etaria. La edad, como signo de vulnerabilidad, suplantó la construcción singular del recorrido de nuestra vida.
Presento estas ideas pues considero que el aislamiento, la imposibilidad de libre elección de movimientos, más el abrumador flujo de noticias, muchas veces contradictorias, reactivan núcleos primitivos en los que predominan la indiscriminación y la contradicción, que provocan un aumento de vivencias persecutorias, y se han constituido en la base de distintas modalidades de desorganización mental, expresadas por cuadros de angustia, trastornos del sueño y una diversidad de signos de disfunción corporal. Recibimos en simultáneo las órdenes de hacer esto y de que esto no sirve en absoluto. Dichas contradicciones generan confusión, ansiedad e inducen vivencias paranoides.
Se han vuelto comunes ciertas temáticas: Evasión, Aglomeraciones, Desamparo, Encierro, Impotencia, Prohibiciones, Naturaleza, Apelaciones mágicas, Niños, Coronavirus. Todos hablamos acerca de cómo vivimos esta experiencia desde distintos campos. Estas temáticas aparecen en nuestro discurso cotidiano, incluso el psicoanalítico, en las ficciones que abordamos cotidianamente, en el arte. Podemos afirmar que la interacción humana ha sido alterada. Ha influido sobre el ámbito psicoanalítico y daría sustento a estudiar nuevos fenómenos; lo que sigue es un intento de abordar modificaciones en el soñar relacionadas con el contexto actual.
Estamos atravesados por este evento común a toda la humanidad. Y cada aporte a su comprensión es un intento elaborativo. Por supuesto que el fenómeno pandemia se puede abordar desde diferentes aristas. Intentaré abordarlo desde un fragmento de la clínica psicoanalítica como lo es la interpretación de sueños. La intención es que se constituya en un elemento más, auxiliador, para la comprensión y elaboración de esta experiencia, la pandemia, que enfrentamos en comunidad y, desde nuestro campo, su intervención en la producción de sueños. La pandemia que, por su intensidad y cambio en las condiciones de vida, por sus restricciones, se constituyó en un hecho traumático que muchas veces se impone como el resto diurno del trabajo onírico.
Se trata de una exposición particular, por lo expuesto anteriormente, por el impacto que crea haber dejado un lugar conocido que transitamos cotidianamente por mucho tiempo para abordar una realidad que hizo un cambio abrupto en la sociedad y por la trama emocional y afectiva que este cambio generó tanto colectiva como individualmente.
La mente humana tiene una determinada capacidad de absorción de datos. Cuando el cuantum de excitación perceptiva supera el máximo de información que se puede asimilar y procesar, cesa su capacidad de procesamiento y se produce una claudicación del trabajo psíquico, el horizonte perceptual se vuelve caótico y se hace imposible una observación objetiva de las situaciones vividas por el sujeto. El aparato psíquico puede claudicar en alguna de sus funciones cuando el exceso de estímulos se constituye en una situación traumática y apelará, entonces, a defensas primitivas como la escisión, la desmentida o la puesta en acto; o se rescatará a través de actos creativos como pueden ser el soñar y las ficciones y evocaciones que construirá a partir de la evocación del sueño.
Si el espacio interior se encuentra saturado de fuentes de información dispares, el resultado puede afectar a la capacidad de atención y concentración, agravándose este efecto con la consiguiente saturación que inhibe la resolución de lo conflictivo, dando por resultado efectos que se manifiestan en patologías.
Durante la pandemia los estímulos indeseados se han constituido en un estorbo, compartido públicamente y generalizado en la sociedad actual. La contaminación perceptual se constituye en un problema a resolver por la salud mental; son las formas de energía potencialmente nocivas existentes en el ambiente, que pueden resultar en peligrosidad inmediata o gradual de adquirir un daño cuando se traslada en cantidades suficientes a los individuos expuestos.
Antes de continuar quisiera hacer una salvedad: la muerte y el descubrimiento de la alteridad, sobre todo si se admite que toda verdad es subjetiva y no absoluta, han sido siempre una fuente de sufrimiento para el humano. La finitud y el deseo son inevitables fuentes de sufrimiento que acompañaron al humano en toda época. Pero cuando son una imposición consciente constante advienen en situación traumática.
Para comenzar incluiré una no muy breve introducción teórica imprescindible para contextualizar y para poder hablar del material clínico que expondré a continuación. Con este material quisiera ilustrar el tema de los duelos, el de la desmentida ante la gravedad de una enfermedad o situación problemática y especialmente el de la certeza del fin de una persona. Se trata de una desmentida cuyo motor es tanto el dolor como el sufrimiento de las pérdidas objetales. La desmentida se instrumenta debido a que se exacerba el abordaje de la noción de la finitud, de la muerte.
Es necesario diferenciar entre el mecanismo de la represión ante la psico-sexualidad, como ocurre en el campo de las psiconeurosis, del campo del narcisismo en el cual la ofensa ante el dolor, las vivencias de vulnerabilidad y la mortalidad marcan un límite al Yo del sujeto, imponiendo el uso de la desmentida para enfrentar los excesos del momento.
Sería importante ocuparse específicamente del exceso de trabajo psíquico que la situación impone y su aparición y manifestación como elementos de tipo conductual. El soñar como un intento de dar figuración a las angustias del sujeto y la aparición del despertar como un fracaso en la posibilidad de que el sueño sea un guardián del dormir y de la reparación del sujeto.
Frente al sufrimiento y el dolor de lo traumático se ponen en funcionamiento mecanismos que tienden a mitigar el estado displacentero encontrando un porqué, un relato que otorgue un sentido a la situación en la que el sujeto está sumergido. Se apelará al bagaje representacional acumulado a lo largo de la vida para recrear alguna historia que le confiera una explicación a lo que le está sucediendo. Este movimiento de nuevas investiduras es trabajo psíquico que tiene por finalidad rescatar al aparato mental del impacto y del sufrimiento de las pérdidas a las que la vida enfrenta a todo ser humano.
El concepto de trabajo psíquico, el de duelo y el de la cualidad del conflicto se nos presentarán como interrogantes ineludibles. También es fuente de interrogación desde dónde queda expuesto el sujeto. Si es la imposición de la realidad externa que lo ha expuesto a un imposible de resolver o si es desde su realidad psíquica, desde su interioridad, lo que lo ha dejado inerme. Las situaciones conflictivas que habitualmente pueden evocar circunstancias muy primitivas que llevan al sujeto a vivencias de terror frente al desamparo. Un claro ejemplo es el de la pandemia y la incertidumbre que conlleva; son productores de estos fenómenos.
La posibilidad de soñar y de trabajar con el contenido manifiesto del sueño, utilizando la libre asociación para dilucidar el sentido inconsciente del mismo, nos manifiesta un aparato psíquico con posibilidades de enfrentar las situaciones traumáticas, que de alguna manera se manifiestan en los restos diurnos, permitiendo al sujeto eludir los elementos que podrían sumergirlo en el desamparo. El soñar y el trabajo del sueño son manifestaciones que evidencian y que eluden la claudicación del aparato psíquico en la lucha por el mantenimiento de la integridad mental. El soñar evita la búsqueda de una satisfacción mediata y se aborda una actividad productiva apelando a todos los mecanismos de funcionamiento psíquico. Es una manifestación de lucha por la sobrevivencia tanto del psiquismo como de la vida misma. Se genera una acción específica que calma la insatisfacción que aporta la realidad a través del rescate del pensamiento.
Pasaré a relatar sueños de un paciente.
Es un hombre de edad avanzada que relata que en los últimos meses ha tenido modificaciones en el ritmo del dormir. Refiere que se despierta después de haber tenido sueños que culminan en una escena con algún desorden de algo que se estaba dando en su contenido y la angustia lo despierta.
A continuación, relataré sueños que trae con mucho de detalle. Dice el paciente:
“Llegaba a un aeropuerto para emprender un viaje de regreso. Estaba acompañado por mi mujer. También venían conmigo una tía y dos primas. [Aclara que esta tía falleció hace muchos años y las primas, hoy mujeres grandes, eran aún niñas]. El hall del aeropuerto estaba repleto de gente. Me ponía en una fila para despachar mi equipaje. Al llegar a la ventanilla me daba cuenta de que no tenía el equipaje conmigo y me disponía a ir a buscarlo porque suponía que en algún lugar estaría olvidado. No lo había acarreado hasta ese lugar. Por más que buscaba no lo podía encontrar, sí encontraba el de mi tía que era trapezoidal y tenía unas rasgaduras verticales y faltaba parte de su contenido. [Aclara que esa tía había muerto muy joven y que la forma de su maleta se parecía a un ataúd]. Miré a mi alrededor y vi que la gente estaba sin barbijo mientras yo sí usaba el mío. Me llamaba la atención lo poco que se cuidaba la gente en el momento que transitábamos, momento de la pandemia; volví a la ventanilla donde me esperaba mi mujer y le explicaba que no lo encontré, pero ella tenía en la mano doblado parte del material, lo que hubiese sido mi maleta, era lo que quedaba de ella y lo que sí recuerdo es que el material y el color correspondían a una maleta que nos habían regalado para nuestro casamiento. Decidí que continuaría el viaje sin ninguna de las cosas que guardaba en la valija. En ese momento me desperté”.
En ese momento de la sesión le pregunté qué le evocaba ese sueño y continuó asociando:
“Era de madrugada y aun así me quedé pensando acerca de este sueño. Tuve varias asociaciones, lo primero que se me ocurrió es que el viaje de regreso sin maleta y sin pertenencias era una expresión de mi preocupación por el fin del camino de la vida, es decir, la muerte. El viaje que uno emprende sin ninguna pertenencia”.
Se queda en silencio y requiero que siga asociando, dice:
“Mucha gente y yo solo con barbijo es una expresión del momento actual en el cual por los cuidados personales estoy bastante aislado. Si bien soy consciente de que la travesía por la vida tiene un punto final creo que las circunstancias que estamos viviendo han exacerbado la idea de muerte”.
Agrega:
“Estamos preocupados por cómo cuidarnos no tanto para vivir sino para sobrevivir”.
Después de un intercambio de ideas con el analista, agrega:
“En este sueño está figurado el recorrido de mi vida, lo infantil en la presencia de mi tía y de mis primas niñas y mi vida adulta por el acompañamiento de mi mujer. El material de la maleta representa el inicio de mi relación con ella y la ventanilla en la que me tienen que dar la tarjeta de embarque es el fin de la vida”.
Le señalo que el barbijo es un sello fijador temporal que nos ubica en la actualidad. Me agrega:
“El hall del aeropuerto es el reflejo de mis relaciones actuales, estoy con muchos desde la virtualidad, pero muy restringido en vínculos presenciales y significativos”.
Hasta aquí el sueño del paciente, revelador de sus angustias y al mismo tiempo expresión de sus capacidades simbólicas, aunque excedido por las dificultades del momento que se expresan en el despertar angustioso.
Pocos días después trae otro sueño que relaciona con el anterior, y que también lo despierta. Esta vez no está angustiado, pero queda sumido en sus reflexiones. Comenta que la noche anterior soñó, y lo relaciona con el sueño que contó anteriormente; pasa a relatar:
“Había una larga fila de lechos, eran parecidos a las camas de hospital, con barrotes de metal; estaban acomodados uno al lado del otro, ordenados por el lado lateral dejando un espacio entre sí. Decidí que en ese espacio libre plantaría vegetales para hacer una huerta. Era como sembrar vida entre las camas que representaban la enfermedad o la muerte. Pensé en el lecho como una tumba, y en la secuencia lecho –lecho mortuorio-– huerta como si fuera la figuración de la secuencia vida/muerte. Cuando terminaba con las huertas me disponía a construir un muro delante de la fila para proteger lo sembrado del viento. Allí me desperté”.
Asocia con que llegado a un cierto momento de la vida es inevitable tener la noción del propio fin, incierto pero inevitable, pero que hay que tener fuerzas para emprender proyectos vitales. En relación con el muro habla de las defensas que hay que construir para defender lo que es vital, lo que cada uno hace. Le interpreto el uso de la desmentida útil, operativa, que implica ocuparse solamente de sus huertas, aunque estén enmarcadas por los lechos mortuorios, para no quedar abrumado y seguir viviendo unido a los aspectos creativos.
Algunas consecuencias del aislamiento y de la perdida de los rituales habituales de la vida cotidiana anterior a la pandemia, las actividades laborales, los encuentros con amigos y familiares, y nuestras salidas, aunque mínimas y que marcaban ritmos que nos hacían tomar la noción de temporalidad de hecho se han perdido en parte y generan, muchas veces, estados de confusión. Esto se ve reflejado en el siguiente sueño.
“Subía a un colectivo y no tenía idea de cuanto había que pagar con la SUBE. Estaba desconcertado y me producía angustia.
Nadie me ayudaba y veía que la gente que estaba sentada no usaba barbijo. ¿Podría ser que no se cuidaran? Sentía mucha extrañeza”.
Asocia con que:
No reconoce algo que era tan común ya que hace mucho tiempo, desde el comienzo del aislamiento no viaja en medios públicos.
Le interrogo si haber subido a un transporte público no expresa el deseo de que todas las restricciones que impuso la pandemia hubiesen pasado y que no es que la gente no se cuidara, sino que expresa su anhelo del final de este período.
Me contesta que en el presente no deja de usar barbijo, esa es su forma de sentirse protegido.
Le interpreto que el no saber el valor de viaje en colectivo marca la incertidumbre y confusión que la pandemia ha sembrado en la mente, así como el aislamiento genera un desconcierto en el pasaje temporal. La pregunta sería: ¿Estamos en pandemia o la misma ha finalizado?
Para concluir con esta secuencia de sueños, agregaré otro que ilustra el estado emocional del paciente:
“Paseaba con una vieja y querida amiga, entrabamos a un lugar y nos pedían que unos bultos que llevábamos los pusiéramos sobre una repisa en la que había otros y muy confiadamente los dejábamos. En el momento de salir nuestros bultos faltaban. Me desperté”.
Relaciona los bultos con las experiencias acumuladas a lo largo de la vida –su experiencia vital– y el entrar a ese lugar como una expresión de haber entrado, transitado, la pandemia. La ausencia de los bultos como lo que le “robó” este período de su accionar vital. Aclara que tuvo que abandonar su habitualidad para instalarse en otra en la cual se siente restringido.
Algunas reflexiones sobre este material
Comenzaré con el concepto de trabajo psíquico que engloba también el soñar. De hecho, Freud habla del trabajo del sueño como una expresión del funcionamiento mental.
El concepto de trabajo aparece dentro de la obra de Freud en distintos contextos. En forma genérica, como un modo de operar del inconsciente. Actividad del sujeto, aun sin que este tenga conciencia de esta, tendiente a ligar las energías libres y evitar que se conviertan en impresiones traumatizantes. En forma más individualizada podemos referirnos al trabajo del sueño, del duelo y la per-elaboración.
En el sueño, el trabajo de este es para compatibilizar con el Yo los contenidos del deseo reprimido, y los restos de excitaciones remanentes del día. En relación con el duelo, la función del trabajo es la de permitirle al Yo la posibilidad de persistencia, aun perdido el objeto. No podemos dejar de pensar en el Durcharbeiten en el cual el trabajo sobre la interpretación analítica y la transferencia va a marcar el destino de la cura.
En todos estos casos se infiere una forma común de actividad de investidura, desinvestidura y reinvestidura de representaciones para construir una nueva historia que permite dar significado al dolor y al devenir del sujeto, y lo lanza hacia un proyecto que le da sentido a su vida. Pasaje del mero hecho, que inunda al aparato psíquico, al acontecer significante por la transformación que se opera a través del trabajo de significación que involucra la interpretación y otorgamiento de sentido al acontecer.
El aparato psíquico hace el intento de dominar las excitaciones que pueden ser patógenas. El trabajo psíquico consiste en integrar las excitaciones y establecer nexos entre ellas y las representaciones. Es un intento de transformar excitaciones, que se constituyen en una demanda de trabajo, para poder preservar y mantener la estructura funcional del aparato, que transforma, transmite y liga la energía que debe procesar.
Entendemos por procesamiento el control, la derivación y ligadura de las cargas. Se establecen conexiones asociativas a través de las leyes de contacto, simultaneidad y simpatía, se facilitan relaciones y asociaciones entre representaciones con la finalidad de contener las experiencias displacenteras mediante la creación de una nueva narrativa. En estos procesos se jerarquizan el desplazamiento, la condensación y la simbolización; en esta última destacamos la consideración por la figurabilidad y representabilidad junto con las elaboraciones secundarias de atribución de sentido.
Estos mecanismos con que cuenta el aparato psíquico se pueden apreciar en las evocaciones y asociaciones que hace el paciente al relatar lo soñado, en los sueños expuestos. Ejemplo de ello puede ser su comentario sobre la forma de la maleta de su tía o la edad de ella y sus hijas como referencia a su infancia. La fila en el aeropuerto como la secuencia de su vida o uno de los significados de la ventanilla de embarque como el final de un recorrido, final del recorrido vital.
Todo humano desarrolla su capacidad innata de simbolización. No existe, por lo tanto, sujeto que no simbolice. El solo hecho de estar inmerso en la cultura y apelar al uso del lenguaje es una manifestación de su capacidad simbólica. La palabra es símbolo, representa lo perdido, la palabra en el lugar del objeto que no está presente lo que se anhela pero que no está.
Cuando nos referimos a las perturbaciones o fallas en la simbolización estamos aludiendo a las diferentes distancias existentes entre el símbolo y lo simbolizado. Estas distancias pueden ser casi inexistentes en los pacientes con una vida operatoria, que duplican en su relato, prácticamente sin transformación, lo pragmático de su existencia. Otros sujetos, a través de complejos mecanismos de sustitución, se alejan de lo concreto de lo percibido y presentan una simbolización. Construcción psíquica más elaborada, más densa y compleja, como se ve en los sueños de los neuróticos, y por último la alternancia de las dos polaridades antes descriptas, en pacientes con una estructura escindida. En ellos vemos convivencia de un universo simbólico y otro literal. También la doble situación, la de la percepción entre lo percibido y la anulación de la percepción. En estos se dan los dos tipos de manifestación: la de lo simbólico, producto de transformaciones complejas, resultado del trabajo mental; coincidiendo registros directamente relacionados con lo perceptual.
Acerca de la simbolización y el trabajo mental
La simbolización es la operación de formar complejos representacionales que aludan a lo real, pero transformándolo en el interior del sujeto tal que le permita su funcionalidad, procesando la excitación que le viene desde sus exterioridades: el soma y la realidad objetiva. En el caso del paciente que relata los sueños, el soma con las enfermedades o el envejecimiento y la realidad con el acecho abrumante de la pandemia; trabajo del sueño que presta soporte representacional a las cargas que invaden su psiquismo. Para protegerse del impacto de los estímulos apela a su bagaje representacional como escudo protector. Este depende del sedimento de las experiencias de la vida de cada sujeto y de la ayuda que tuvo de sus objetos primarios o en ciertos casos de los actuales, como puede ser el psicoanalista, para procesarlo. La introyección de estos modelos será lo que organice su capacidad innata para simbolizar.
El complejo representacional que se construye para los procesos afectivos los discrimina y les otorga significación. Es siempre un intento de transformación defensivo para proteger al sujeto de todo aquello que pueda constituirse en una injuria narcisista. El trabajo consiste en una transformación; a través de las ligaduras la cantidad deviene en cualidad, que se obtiene a partir de ligaduras con representaciones a su vez incluidas en nuevas cadenas asociativas, adquiriendo de esta manera representabilidad y texto en cuanto historia.
Tres elementos del sueño grafican lo anterior; son tres detalles aparentemente insignificantes, pero en este contexto adquieren alto contenido significante. Son ellos: la forma de la maleta, romboidal, que expresa la muerte de la tía –la forma de la valija figura un ataúd–; el barbijo que ubica la escena en la actualidad y el material de los restos de la valija que marcan el comienzo de la convivencia con su mujer que lo acompaña hasta el final de la vida. Lo que queda de la valija representa el inicio de su vida adulta, expresa lo vivido y las transformaciones que conllevan el devenir vital; la ventanilla de embarque puede ser tomada como el pasaje de la vida a otro lugar, es decir, la muerte.
La idea de transformación implica asimismo una ruptura de la compulsión repetitiva. Esto es posible gracias a los desplazamientos e investiduras de nuevas representaciones con la resignificación de lo evocado, constituyéndose el trabajo psíquico en un articulador entre repetición y la transformación expresada en la evocación y creación de nuevas narrativas.
El trabajo mental de ligadura
El trabajo de ligadura está enmarcado en el principio de placer, es un intento de reducir la carga dentro del sistema; sin embargo, al hablar de “más allá”, no solo nos referimos al aspecto económico, sino además a un aspecto estructural que se relaciona con la falla de lo representacional como dique de contención y elemento significante. En este sentido la representación se constituye en un elemento donde confluye una cantidad de energía para permitir el funcionamiento del resto de la estructura.
En un trabajo anteriormente citado en coautoría con la Lic. S. Vinocur, que trata sobre el objeto en el narcisismo, sosteníamos en relación con el objeto cuando se produce un retraimiento debido a una injuria narcisista:
Si bien consideramos al objeto como una construcción psíquica que implica un recorrido singular de la pulsión por el mundo representacional del sujeto, y a partir de allí una organización específica de éste, entendemos que esta construcción subjetiva encuentra habitualmente un correlato en el mundo exterior que permite la puesta en acto de los avatares de la pulsión sobre el objeto intrapsíquico. Por otra parte, este objeto que se presta para la investidura resguarda al sujeto del embate de la cantidad, pero a la vez, paradojalmente, le señala su extrema dependencia y sus límites. Aunque el sujeto aspire a ser uno con el objeto, existe una variabilidad en la distancia entre ambos; la gama que va desde la separación hasta la unificación, desde la discriminación hasta la fusión, desde la diferencia hasta el ser-parte-de-sí marca las diversas manifestaciones de la organización narcisista.
El vínculo con el objeto y el reconocimiento del sujeto de su necesidad de este, enfrentan al sujeto con la dolorosa noción de su incompletud. Cuando este dolor se hace muy intenso, claudica el trabajo psíquico de ligadura con los complejos representacionales. Las cargas se derivan a los polos perceptual o motor y el funcionamiento se inclina al pasaje al acto como forma de derivación del aumento de excitación, cuando no a cuadros de alucinosis (Freud, S., 1900).
Una situación traumática es aquella en la que queda atacada la investidura narcisista; el resultado es la vivencia de desvalimiento. La desesperanza que aparece en estos momentos está dada por la claudicación del aparato psíquico para realizar su trabajo de reinvestidura. Los sujetos se quejan de una vaga sensación de vacío, trastornos difusos e indecibles e inmersos en un universo pleno de carencias y con una difusa excitación.
Las sensaciones de estallido son un fantasma que está al acecho dentro de un marco de sinsentido. Esta excitación, que se realimenta a sí misma, se hace objeto de su propia investidura, aumentando su carga propia. Estas sensaciones no dejan lugar a una emoción propiamente dicha, sino a una constante sensación de angustia difusa y sin nombre.
Las diferentes emociones procesadas son el sustento de escenas con posibilidad de ser evocadas; una fantasía o un sueño que puede ser retrabajado y constituirse en un núcleo historizable. Trabajar en el más allá de la representación –es decir, con lo excitatorio– no implica la ausencia de esta, sino una pérdida de su función contenedora de los efectos devastadores de la cantidad sobre el funcionamiento del aparato psíquico. Es decir, allí donde la representación no actúa como dique para la carga, al no ser objeto de investidura.
El modelo de aparato psíquico propuesto en el capítulo VII de La interpretación de los sueños, “Sobre la psicología de los procesos oníricos” [Freud, S., 1900, Tomo IV, Amorrortu], nos permite comprender este funcionamiento. La manera de expresarse del psiquismo es en los polos del modelo propuesto por Freud en ese escrito. Recordemos que en este esquema hay un polo perceptual, un polo motor de descarga y una sección intermedia representada por el bagaje de huellas mnémicas que se brindarán como sostén para las ligaduras de carga. En este sector representacional se organizan las escenas inconscientes que serán el sustento de las formaciones transaccionales, entre ellas el sueño, los síntomas y la enfermedad.
El más allá de la representación implica, ya sea la descarga por el polo motor o un funcionamiento a predominio de lo perceptual; en este caso encontramos a los sujetos que viven en la inmediatez de lo perceptual y de la percepción de las vivencias excitatorias. Son los sujetos que exhiben un discurso que describe y duplica la experiencia sensorial.
Dice Freud en el capítulo VII de La interpretación de los sueños, en el apartado B, sobre “La regresión” [p. 527, tomo IV, Ed Amorrortu]:
la regresión es una de las peculiaridades psicológicas del proceso onírico, pero no debemos olvidar que no es privativa de los sueños. También el recordar voluntario, la reflexión, y otros procesos parciales de nuestro pensamiento normal, corresponden a un retroceso, dentro del aparato psíquico, desde un cualquier acto complejo de representación, al material bruto de las huellas mnémicas en las que se halla basado.
En situaciones en las que no trabajamos con el develamiento de una historia reprimida, sino de la inscripción y armado de un texto nuevo del que adviene una nueva representación, apelaríamos más a la construcción que a la interpretación, aportando una mayor actividad del analista por la necesidad de proceder per vía di porre como una forma de contener al acto que puede darse por la angustia, a través de aportes que ayuden a la construcción de una historización significante.
La base observacional desde la que expongo hoy se relaciona con los efectos de la pandemia, el aislamiento, el cambio repentino de la cotidianidad, de las modalidades de actividad y de contactos sociales, todos elementos que producen un sufrimiento. Con frecuencia, este sufrimiento se torna muchas veces traumático por el dolor proveniente de la efracción de las barreras protectoras construidas por cada sujeto produciendo un sufrimiento proveniente de la injuria narcisista de las pérdidas objetales, tanto concretas como ideales. Queda así inaugurado un psicoanálisis cuyos protagonistas son los objetos, objetos habituales en la vida de un sujeto que se han perdido, con los consiguientes duelos o desmentidas del dolor de las ausencias.
Mientras en la primera tópica freudiana la angustia está referida a las vicisitudes de la frustración de la vida pulsional y es tomada como una transformación irreductible de la pulsión, en la segunda tópica la angustia queda referida a los riesgos de la pérdida del objeto o, lo que es peor, al riesgo de desorganización y hasta la expulsión de la estructura psíquica, con su protagonista: el Yo. La angustia aparece como el estado emocional principal, ya que es el que moviliza el trabajo transformador del mundo afectivo y el trabajo de organización de la estructura del psiquismo para evitar el arrasamiento del sujeto psíquico.
Con la aparición de la noción de objeto y de Ideal del Yo centrales a partir de Introducción del narcisismo (Freud, S., 1914), el sujeto queda bajo la protección y cuidado de estas instancias como estos personajes que lo habitan frente a sus vivencias de desamparo.
Dice Freud en su conferencia N.° 32: “La angustia y la vida pulsional”, E A, 1932, T. XXIIm, p. 81:
[…] A cada edad del desarrollo le corresponde una determinada condición de angustia, y por tanto una situación de peligro, como la adecuada a ella. El peligro de desvalimiento psíquico conviene al estado de la temprana inmadurez del Yo; el peligro de la pérdida de objeto (de amor), a la heteronimia de la primera infancia; el peligro de la castración, a la fase fálica; y, por último, la angustia ante el Superyó, angustia que cobra una posición particular en la latencia. […] Son muchos los seres humanos que no pueden superar la angustia ante la pérdida de amor; nunca logran suficiente independencia del amor de los otros y en este punto continúan su conducta infantil.
En el caso del paciente que aportó los sueños para este escrito, teniendo en cuenta su edad, a la angustia se le suman dos elementos ineludibles: el envejecimiento y la proximidad de la muerte. De todos modos, la creatividad que manifiesta en el soñar y su capacidad asociativa y simbólica manifiestan que su juventud puede estar manifestada en su manera de pensar. Podíamos pensar que, ante lo ineludible de elementos presentes en el momento provecto de la vida, el uso de cierto nivel de desmentida se vuelve necesario para seguir pensando creativamente y no sucumbir en la depresión.
Los cambios que hace Freud a partir de la segunda tópica son: la angustia no es efecto sino causa de la defensa, y toda situación pulsional temida es en el fondo equiparada a un peligro exterior. Aparecen en su obra los conceptos de Realangst y de la angustia como señal de alarma para la protección del sujeto. Tanto una como la otra tienen como sentido la protección de la estructura apelando siempre a lo representacional.
Cuando un sujeto envejece, la noción de “dejar de ser” por la proximidad de la muerte genera angustias y vivencias, interrogaciones y enigmas, frente a los cuales debe construir nuevos relatos para no caer en la depresión y el desamparo. El pasaje por la vida y la proximidad del final no se deben transformar en una situación traumática. En el segundo sueño del paciente aparece su proyecto de sembrar plantas y cuidarlas con la construcción de un muro para que perduren en el futuro; manifiesta una desmentida operativa mediante, frente a sus ideas de finitud. Ante su realidad etaria se propone un futuro creativo en coincidencia con su sensación de estar cercano al final.
Nos encontramos en el momento en que es necesario introducir otros conceptos. Estos son: trauma y escudo protector frente a la cantidad, entidades que ponen respectivamente en riesgo y protegen el entramado mental.
Teniendo al Yo como sede y protagonista de la angustia y habiendo mudado el concepto de angustia neurótica en el de angustia realista, en angustia ante determinadas situaciones externas de peligro, Freud se interroga en la conferencia antes citada, retomando los planteos que ya aparecieran en Inhibición, síntoma y angustia: ¿Qué es lo peligroso, lo temido en tales situaciones de peligro? Su respuesta es categórica: el daño de la persona. Aquello que pueda poner al Yo en riesgo desde sus exterioridades, incluyendo no solo la realidad externa sino también al Ello y las pulsiones, cuando la satisfacción de estas pueda ser evaluada como riesgosa para el sujeto.
Vuelvo a citar a Freud en la obra antes citada: “Hemos dicho que el Yo es endeble frente al Ello, es su fiel servidor, se empeña en llevar a cabo sus órdenes, en cumplir sus reclamos…”, pero no es una servidumbre indiscriminada, tiene de su parte la angustia señal y los procesos de pensamiento para evaluar a futuro los riesgos de su accionar. Con la evitación de la acción en función de la defensa eludirá una parte de su gratificación y hasta cederá en los casos extremos parte de su estructura, como ocurre sacrificialmente en la psicosis, pero a los fines del cuidado del resto de organización de la estructura.
Retomo a Freud en su capítulo sobre la angustia y la vida pulsional, antes citado; dice: “Lo temido, el asunto de la angustia es en cada caso la emergencia de un factor traumático que no pueda ser tramitado según la norma del principio de placer”. Este principio que pone en riesgo al sujeto en relación con los peligros de atentar contra su autoconservación. Nos hallamos en el terreno de las cantidades relativas, solo una cuestión de cantidad y su significación confiere a una suma de excitación la cualidad de traumática.
Un tema vinculado al anterior es el del estadio intermedio de las vicisitudes libidinales, aquel en el que aparecen el trabajo mental del soñar y las fantasías expresadas en la asociación sobre el contenido manifiesto del sueño, como filtro para evitar la transformación de lo conflictivo en pasajes al acto o somatizaciones. La producción de fantasías implica el pasaje a la libido objetal desde la libido narcisista por retracción frente a los estímulos que sobrepasan la capacidad del aparato psíquico, cumpliendo el nivel representacional una función protectora de la estructura al evitar la claudicación de las transformaciones de la excitación inundante. Durante la pandemia fue más difícil trabajar en el nivel de la fantasía, de la interioridad, por la fuerte presión de una realidad externa presionante.
Para concluir, unas palabras acerca de la contratransferencia frente al aporte onírico del paciente y sus asociaciones. Su vitalidad y colaboración en dilucidación del contenido latente de los sueños se ha constituido en un estímulo para el trabajo del psicoanalista. La posibilidad de interpretar los sueños, el otorgarles significado, que es aceptado y enriquecido por el paciente, nos reintroduce en el campo de la representación, de la atribución de sentido de lo hablado en la sesión como fue expuesto anteriormente y constituye al tratamiento psicoanalítico en un acontecimiento vital en el devenir de quienes lo realizan; en un campo de interdependencia de enriquecimiento mental mutuo.
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1 jefischbein@gmail.com Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
Descriptores: DESMENTIDA / SUEÑO / TRABAJO DEL SUEÑO / CASO CLINICO / MUERTE / ANGUSTIA / INCERTIDUMBRE / APARATO PSIQUICO / SIMBOLIZACIÓN / LIGAZON / INVESTIDURA / YO
Candidatos a Descriptores: PANDEMIA / AISLAMIENTO SOCIAL / INFOXICACION
Abstract
Psychic processing: the pandemic and dreams
This paper deals with mental functioning in traumatic situations exceeding the possibilities of psychic work due to the failure of the psychic apparatus, overwhelmed by the perceptual influx from the experiential situations. It takes as clinical focus the study of a patient’s dreams and the recovery of his possibilities of representation and symbolization against the onslaught of the pandemic; the elaboration of the evolutionary moment and the proximity of death. It deals specifically with the excess of psychic work imposed by the situation, and the behavioral elements and defenses to which it resorts. These mechanisms tend to mitigate the unpleasant state by finding a reason, a story that gives meaning to the situation in which the subject is immersed, in order to avoid falling into feelings of helplessness. Dreaming is considered an attempt to give figuration to the subject’s anxiety, and awakening as a failure of the dream as a guardian of sleep and an agent of the subject’s reparation.
The concept of psychic work determined by the character of the conflict and its inescapable questionings is developed. It is shown how, in the face of traumatic suffering and pain, the individual appeals to the representational baggage accumulated throughout his/her life to recreate some story that somehow may explain what is happening to him/her. The purpose of these new cathexes is to rescue the mental apparatus from the suffering and the losses that life imposes on every human being, and the terror experienced in the face of helplessness. A clear example of elements generating these phenomena is that of the pandemic and the uncertainty it entailed.
Resumo
Os processamentos psíquicos. A pandemia e os sonhos
O trabalho parte da ideia do funcionamento mental em situações traumáticas que excedem as possibilidades de trabalho psíquico por claudicação do aparato psíquico ao ficar abrumado pelo afluxo perceptual das situações vivenciais. Toma como eixo clínico o estudo de sonhos apresentados por um paciente e a recuperação das suas possibilidades de representação e simbolização diante dos embates da pandemia. A elaboração do momento evolutivo e a proximidade diante da morte, que vai além da temática da morte imposta pelo momento contextual. Ocupa-se especificamente do excesso de trabalho psíquico que a situação impõe e o seu aparecimento e manifestação como elementos de atitude e as defesas as que apela, mecanismos que tendem a mitigar o estado de desprazer encontrando um porquê, um relato que dê um sentido à situação em que o sujeito está submergido para evitar cair em vivências de desamparo. Toma o sonhar como uma tentativa de dar figuração às angústias do sujeito e o aparecimento do despertar como um fracasso na possibilidade de que o sono seja um guardião do dormir e da reparação do sujeito.
O trabalho desenvolve o conceito de trabalho psíquico diante da qualidade do conflito que se apresentará para nós como interrogantes iniludíveis. Também é fonte de questionamento diante do sofrimento e da dor do traumático que põe em funcionamento e como se apela à bagagem representacional acumulada ao longo da vida para recriar alguma história que lhe confira uma expliçacão ao que está lhe acontecendo. Este movimento de novas investiduras é trabalho psíquico cuja finalidade é resgatar o aparato mental do impacto e do sofrimento que as perdas que todo o ser humano enfrenta na vida; as vivências de terror frente ao desamparo. Um exemplo claro é o da pandemia e a incerteza implicados como produtores destes fenômenos.
BIBLIOGRAFÍA