Leyendo a Freud desde un diván lacaniano
Osvaldo Delgado, Grama Editorial, 2021, 222 pp.

Agradezco a Osvaldo la invitación a presentar su libro saldando en parte mi deuda de gratitud con la UBA, no siendo ajeno a esta invitación el haberme formado y ser miembro y ex presidente de la Asociación Psicoanalítica Argentina, sociedad componente de la API; me gustaría comenzar citando a Ludwig Fleck.
Coincido con este químico húngaro, contemporáneo de Freud, en que el pensamiento grupal dentro de un colectivo puede coalescer en una creciente similaridad canónica, resistiendo a ideas nuevas e innovativas y expulsando a aquellos con ideas divergentes. Sin embargo, múltiples perspectivas y nuevas voces comunicándose en intercambios abiertos funcionan como antídoto de dicha atracción y, yo agrego, neutralizando la endogamia y lo que Irene Ruggiero definió como “degeneración narcisista de los mecanismos de filiación”.
Los que estudiamos nuestras instituciones debemos estar advertidos de esto. Por eso, mi lectura del libro de Osvaldo tiene esa perspectiva, y me hace agradecer aún más el estar hoy aquí ejercitando ese “intercambio abierto”.
Es que al ser el psicoanálisis, al decir de Pontalis, una disciplina esencialmente migratoria (de un lenguaje a otro, de una cultura a otra, de un conocimiento a otro, en la apertura al encuentro con el otro), en la duda, la incerteza, descansa el corazón de la experiencia analítica.
Sabemos que siendo la lectura de Freud la base de la formación psicoanalítica, es resistida en muchos lugares, y sobre todo por colegas jóvenes. El esfuerzo de Osvaldo es entonces especialmente válido, ya que traduce no solo su experiencia clínica, su conocimiento de la teoría, su compromiso con los derechos humanos, sino su interés en motivar, en particular a las nuevas generaciones, la lectura de Freud y, entre otros, de autores que como Borges, Thomas Mann, Pirandello, Arlt, Espósito o Zizek, iluminan sus ideas y hacen a nuestra bildung.
Espero motivarlos a su lectura. Trataré de compartir con ustedes mis propias puntuaciones comenzando por la hermosa y cuidada presentación. Es, como dice Mariana Gómez en el prólogo, un libro para estudiar y disfrutar. También en su estética.
Aunque hay muchas lecturas posibles de Freud, su advertencia de que se trata de una hecha desde un diván lacaniano nos permite compararla y contrastarla con la nuestra. Y allí estuvo mi primera curiosidad en la lectura de sus páginas: qué textos elige, qué destaca, qué subraya, qué discute.
Dedicado a Jacques Alain Miller, el libro incluye un motivador y muy bien escrito prólogo de Mariana Gómez que invita a construir el libro junto al autor, destacando en su lectura freudiana un saber leer que no se basa en el plus de saber sino en lo que habría para producir un saber nuevo.
Comienza con lo que Osvaldo describe como un atrevimiento de su parte. Se trata de hablar del “pase” de Freud referido al escribir Más allá del principio de placer. Lo articula con una perla, el emotivo capítulo titulado “El destino de dos cartas”: las de Martin Freud a su padre Sigmund, escritas en octubre de 1918 desde el frente de batalla de la Primera Guerra Mundial.
Destaca allí la paradoja de que, pese a que Freud escribe que “la guerra puso al descubierto nuestra vida pulsional en desnudez”, sostuvo a la vez que el principio de placer es el que regula el aparato psíquico. No poder ir más allá del principio de placer, sostener ese ideal, llevó, para Osvaldo, a la denegación por Freud de lo que le escribe su hijo.
Introduce así a la lectura del libro enmarcándolo en la dificultad de Freud en dar cuenta de la pulsión de muerte. ¿Por qué ⎯escribe⎯, si había planteado tempranamente la construcción de la fantasía de un padre gozador pudo llegar luego a formular el padre como normativo?
Los sucesivos capítulos incluyen, entre tantos otros temas de inmensa actualidad, la caída de identificaciones que supone la pandemia, y la descripción del neoliberalismo como un proyecto planetario de organización de la existencia humana, una operación totalitaria de dominio de las subjetividades que se sacó de encima los recaudos y semblantes del viejo liberalismo. Nos hablan de un real sin ley de las sociedades neofascistas. Con lenguaje posmoderno: concentración de la riqueza y dominio de la justicia y los medios de comunicación. Y de su consecuencia: la angustia traumática y la conmoción identitaria.
Siguiendo a Freud en El malestar en la cultura, Osvaldo aprovecha la oportunidad que significa para el psicoanálisis su promoción de la dignidad humana, con la condición de saber posicionarnos.
Sus cuatro partes: “De la pulsión de muerte al goce”; “Nuestro malestar en la cultura”; “Lecturas herejes”, y “La ética y lo atroz” incluyen textos breves y profundos que invitan a una lectura amena y a ir en búsqueda de los textos freudianos y de Lacan a los que refiere.
A riesgo de no hacer justicia a la riqueza del texto, mencionaré diez puntos de los tantos que despertaron mi interés, y al solo efecto de motivarlos a su lectura.
1. A propósito de las Madres de Plaza de Mayo, el evitar mirar a quienes suponían podían ser sus hijos por el temor a ser visto viendo; ya que, siguiendo a Blanchot, se trata de una mirada que continúa viéndome en mi ausencia, que me perpetúa como objeto de visión.
2. La toma de partido en relación con “Género y sexuación”. Osvaldo apoya como ciudadano los nuevos derechos y legislaciones, respeta la solicitud de cambio de género; pero a la vez como psicoanalista cuestiona la idea de identidad, y entonces de identidad de género, y los cambios de sexo y género antes de la pubertad.
3. Su posicionamiento en relación con que la virtualidad no sacrifica lo esencial de un análisis. Referir su propia experiencia de sentarse a espaldas de su analista mientras este se hallaba internado da cuenta de ello.
4. Sus consideraciones acerca de la aptitud de analista y la referencia freudiana acerca de los saldos lamentables del análisis del analista en términos de “Hostilidad y partidismo”. Vengo cuestionando en este sentido el análisis
obligado, tácita o explícitamente, con analistas de la misma institución, y su relación con los efectos indeseables de la psicología de las masas.
5. Su emotivo y comprometido capítulo referido a las vicisitudes de la aprobación de la ley de despenalización del aborto. La denuncia de una pasión oscura, la suposición de un goce oscuro, por proyección, entre los que se oponían a su aprobación.
6. La verdadera “clase” acerca de “Dualismos pulsionales” donde refiere como en otros lugares a las enseñanzas de Oscar Masotta, de las que muchos somos deudores, para orientar la lectura freudiana.
7. Su referencia a que el sentido tapona, por lo que siguiendo a Lacan se trata de forzar algo más que el sentido. Para quienes nos iniciamos en el kleinianismo, esta enseñanza cambió nuestra práctica hace ya muchos años. Las citas de material de supervisión de Lou Andreas Salomé y del análisis de Kardiner, ambos con Freud, enriquecen ese texto.
8. La importancia de la desidentificación para que el analista no sea él mismo obstáculo en la cura al no poder, por identificación, hacer semblante de objeto. Y del peso de esto en las instituciones psicoanalíticas que impulsan o sostienen la identificación; riesgo del que, como dije, ninguna puede quedar exenta, y frente a lo que este tipo de intercambios con “extranjeros” puede funcionar como antídoto.
9. El destacado de la insistencia del Superyó en la clínica, a partir de la idea de que un cambio en el Superyó es un cambio en la relación con el Superyó. Osvaldo cuestiona el bien como valor, estando asociado a la pulsión de muerte y el masoquismo. Es el eje de la obra de Ángel Garma, uno de los fundadores de la APA, formado en Berlín, analizado con Reik, que se carteó con Freud en los años 30, justamente a propósito de los efectos del Superyó.
10. Sus consideraciones sobre “Abuso sexual en campos de concentración”, y acerca de si se puede hablar en ese contexto de “elegir someterse sexualmente”, tema por el que se vilipendió a muchas mujeres. Del tormento común, pero del sufrimiento singular. De la imposibilidad de tener un cuerpo donde solo un desecho es posible.
El teatro y el cine cierran el libro invitándonos a aprovecharlos y disfrutarlos.
En “El teatro y lo esencial, y el teatro como tratamiento del horror”, Natacha Delgado define al primero como una experiencia ética y estética que permite elaborar traumas singulares y/o colectivos.
En “Kryptonita”, Osvaldo, junto a Lautaro Delgado Tymruk, y a partir de la novela de Oyola y la película homónima de Nicanor Loreti, nos introduce en los efectos del colonialismo cultural al trasladar los “superhéroes “al conurbano bonaerense.
Y en “Vivir en la metáfora”, a propósito de la obra Tribus de Nina Raine, y con el epígrafe de Thomas Mann, “Poder vivir en la metáfora, eso es realmente la libertad”, en donde Osvaldo nos recuerda que en psicoanálisis llamamos padre a la posibilidad metafórica, y que la posmodernidad neoliberal implica un empuje al goce de la literalidad.
Para terminar, tratándose de Leyendo a Freud desde un diván lacaniano, quisiera recordar aquí lo que dije en 2001 en ocasión del Coloquio de homenaje a Jacques Lacan a 100 años de su nacimiento, siendo yo entonces presidente de la APA:
“No se nos escapa la significación que adquiere nuestra presencia en este ámbito, siendo una de las sociedades locales componentes de la IPA. El hecho de que las condiciones de producción teórica de Lacan no sean ajenas a sus relaciones con la IPA nos ubica, de hecho, como interlocutores de la misma”.
Presentar este nuevo libro de Osvaldo renueva en mí la oportunidad de esa interlocución, por lo que va también mi agradecimiento.
Espero haberlos motivado en su lectura. ¡Muchas gracias!
Abel Fainstein