La infancia. ¿Tiempo o estructura?
Laura Katz 1
Resumen
La relación entre el niño y el psicoanálisis deriva de una historia que comienza en la modernidad con el surgimiento del concepto de “niño”. Este nuevo concepto produjo repercusiones en el psicoanálisis. Recorriendo la obra freudiana advertimos que, si bien la infancia corresponde a un momento específico en el trayecto de la vida y a la vez da cuenta de una cierta temporalidad, esa misma temporalidad queda subvertida y origina una perspectiva estructural. En el concepto de infancia se entrelazan dos conceptos: desarrollo y estructura.
“Alguna vez hemos vivido esa experiencia de la ausencia de la palabra; una experiencia sin remiendos, en la que todo es continuo. El sueño último de un lenguaje que lo diga todo simultáneamente, empieza, quizá, con el recuerdo de ese estado carente de recuerdos”.
John Berger (1986).
Consideraciones preliminares
La infancia constituye una etapa diferenciada del recorrido vital de los sujetos; algunos historiadores la consideran como un producto histórico propio de la modernidad, propio de Occidente. Entre los siglos XVI y XVII comienza a conformarse lo que el historiador francés Philippe Ariés (1987) ha denominado el “sentimiento moderno de infancia”. Para Ariés, la instalación de este sentimiento de la infancia en la modernidad constituía una mirada a lo nuevo. El niño en crecimiento era portador de un porvenir, de un futuro.
Hasta ese momento, los niños compartían todos los rasgos y actividades propios del mundo adulto. Cuando se conforma la escuela como un lugar específico, el espacio del aprendizaje comienza a separarse del ámbito familiar. El interior de las casas también se modifica, los niños comienzan a tener espacios propios para jugar y para dormir. Esto no quiere decir que en períodos anteriores no hubiera niños, sino que no eran considerados en su especificidad, se los concebía como adultos pequeños, se los vestía con ropas de personas adultas y realizaban actividades propias del mundo adulto.
El investigador Ignacio Lewkowicz (2004) señala que “la infancia como institución, como representación, como saber, es producto de instituciones modernas como la escuela y la familia destinadas a producir ciudadanos. Para objetivar al niño era necesario nombrarlo, delimitarlo, reconocerlo en la especificidad de un cuerpo que necesitaba ser protegido. Por lo tanto, la infancia como construcción, como configuración socio-histórica que surge en los albores de la modernidad, significa que no deriva de factores constituyentes de la realidad fisiológica, sino que más bien se liga a las estructuras y procesos sociales que modularon sus trayectorias”.
La relación entre el niño y el psicoanálisis
La relación entre el niño y el psicoanálisis deriva de una historia que comienza en la modernidad con el surgimiento del concepto “niño”. Es más, el psicoanálisis no ha podido escapar de la determinación que el discurso moderno produjo con la condición de “lo niño”.
Sandra Carli (2005) advierte que tanto los historiadores como los sociólogos que se han ocupado de la temática de la infancia han reconocido el impacto del psicoanálisis en la historia de la niñez y la importancia de los escritos de Freud en los estudios sobre ella.
A partir de este nuevo posicionamiento del concepto “niño”, me pregunto:
1. ¿Cuáles serían las repercusiones de este entendimiento psicoanalítico para la comprensión de la infancia como fenómeno moderno?
2. ¿Cuál fue la contribución del psicoanálisis a dar una perspectiva sobre la infancia?
3. ¿Qué lugar ocupa la infancia en el discurso psicoanalítico?
La irrupción de la infancia en el discurso freudiano está fuertemente ligada al concepto de “sexualidad infantil”, temática ampliamente desarrollada por Freud en Tres ensayos para una teoría sexual (1905). Aunque en sus primeros trabajos la temática de la infancia está presente. En el Proyecto de 1895 Freud nos presenta a la histeria como aquella patología que se desencadena a partir de los efectos traumáticos de la seducción sexual en la primera infancia. En Nuevas puntualizaciones sobre la neuropsicosis de defensa (1895) habla de experiencias sexuales activas y pasivas de la niñez. En la Carta 69 (1897) abandona la teoría de la seducción y advierte que en los niños más pequeños operaban normalmente impulsos sexuales sin ninguna necesidad de estimulación externa. En Mis opiniones acerca de la sexualidad en la etiología de las neurosis ([1905-1906] 1975, p. 1240) dice que es erróneo suponer que la vida sexual comienza en la pubertad; “existen experiencias sexuales de la temprana infancia” y continúa: “la actividad sexual infantil (espontánea o provocada) marca decisivamente la dirección de la vida sexual ulterior del adulto”.
No fue la aparición de Tres ensayos para una teoría sexual (1905) lo que desencadenó la cruzada antifreudiana que apuntaba a asimilar el psicoanálisis a un pansexualismo, lo hicieron acontecimientos posteriores, señala Roudinesco. Fue necesario que se publicara el análisis de Juanito en 1908, donde la teoría freudiana se despliega en el tratamiento a un niño. Más adelante, en Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci (1910), hace referencias a la infancia de un pintor universalmente sacralizado. Cuando la doctrina freudiana accedía al reconocimiento internacional (creación de la International Psychoanalytical Association, IPA, 1910), fue el momento en que estallaron contra ella las acusaciones de pansexualismo. “La resistencia a la teoría de la sexualidad fue entonces el síntoma evidente de su progreso activo. Por ello, Los tres ensayos… fueron considerados el libro inaugural del ‘escándalo freudiano’ de la sexualidad, en particular por sus pasajes sobre las teorías sexuales infantiles y acerca de la disposición perversa polimorfa” (Roudinesco, E. & Plon, 1997, p. 1.086).
Desde el punto de vista conceptual, haber introducido el concepto de sexualidad infantil subvertía especialmente los modelos evolutivos que estaban fuertemente instalados en esa época, pero a su vez posibilitó pensar la subjetividad desde otra perspectiva.
Según Miller, en una conferencia pronunciada en 1992 que llevó como título “Desarrollo y estructura”, publicada en 1998, la relación de los psicoanalistas con el niño estuvo dominada por la perspectiva del desarrollo, preocupados por establecer una cronología. Miller propone no abandonar el aspecto madurativo sino que en el mismo proceso de desarrollo el sujeto queda a su vez incluido subjetivamente. Esta lectura permitiría afirmar que la cronología, la temporalidad, da forma a la subjetividad.
Nos encontramos en este punto en una encrucijada. Por un lado, tenemos la infancia como el momento que señala el inicio en el trayecto de la vida, marcando una temporalidad y a la vez esa misma temporalidad soporta al sujeto, da consistencia a este habilitando la dimensión estructural.
El objetivo del trabajo es poder dar cuenta del nudo paradojal entre tiempo y estructura en relación con el concepto de infancia. En la primera parte desarrollaré la diferencia entre neurosis infantil y neurosis de la infancia, y en la segunda presentaré algunos pasajes de la clínica que desarrolla Freud en Análisis de la fobia de un niño de cinco años (Caso Juanito) (1909).
Sabemos que el caso Juanito constituye un paradigma para el psicoanálisis en varios aspectos. Por un lado, contribuyó a la elaboración del concepto de sexualidad infantil, complejo de Edipo, y a su vez posibilitó la articulación de este último con el complejo de castración. Freud venía trabajando dichos conceptos en diferentes artículos, pero a partir del caso Juanito adquieren un estatuto diferente, por lo que pasan a constituirse como conceptos fundamentales de la estructura de las neurosis. A su vez, es importante subrayar que este historial inaugura lo que posteriormente se denominó el psicoanálisis de niños y tiene efectos relevantes sobre este, ya que trata del análisis de un niño que transcurre en el momento mismo de su infancia.
I. La infancia y lo infantil. Lectura freudiana
Desde Freud, la infancia ha sido el escenario de la construcción del sujeto; se inscribe en lo inconsciente como tiempo de estructuración, inseparable de lo pulsional. El sujeto se va constituyendo como un conjunto de vivencias y recuerdos capaces de ser recuperados, siempre y cuando se mantengan reprimidas las inscripciones fundantes de la sexualidad.
La infancia se organiza a partir de la estructuración de mediaciones y recuerdos; su función es invitar al sujeto a re-escribirse y re-presentarse, solo se piensa a partir de la reconstrucción, de la historización.
Freud no definió en términos generales el concepto de infancia, pero sí estableció una diferencia entre el infantil sujeto y lo infantil del sujeto.
En distintas partes de su obra se refiere a la vida infantil del sujeto, la historia infantil del sujeto, la fantasía infantil del sujeto o los complejos infantiles. Sitúa lo infantil en la etiología de las neurosis; su objetivo, dice Omar Acha (2007, p. 42) fue “desde el comienzo indicar que el origen de las dolencias psíquicas debe investigarse en los efectos a posteriori de las peripecias sexuales infantiles…”. Por otro lado tenemos lo infantil del sujeto como efecto a posteriori. Desde esta perspectiva la infancia se acerca a la idea de la reconstrucción, tiene que ver con la posibilidad de hacer historia desde un tiempo otro.
Es importante señalar que Freud mostró sumo interés en investigar cómo se desarrollan los pensamientos de los niños, así como también cuáles son sus propias teorías respecto de su existencia. Su importancia radica en que dichas teorías funcionan como modos de inscripción en una legalidad que instituye a la infancia, destacando la vigencia de lo que Freud, en 1905, denominara como “teorías sexuales infantiles”, otorgándoles un valor estructurante en la lógica subjetiva en los tiempos de su constitución.
Esta diferencia entre sujeto infantil e infantil sujeto repercute en la temática de las neurosis. Por un lado, tenemos el concepto de neurosis infantil y por el otro, el de neurosis en la infancia.
¿Qué aspectos estarían presentes en la neurosis infantil y en la neurosis en la infancia?
La neurosis infantil se refiere a aquella que se hace presente en el sujeto adulto. Las experiencias durante la infancia tienen un efecto retroactivo en el presente del sujeto adulto. Las experiencias antiguas son reprimidas pero pueden retornar de manera transformada por aquellos mecanismos que operan en el trabajo del sueño: desplazamiento, condensación y elaboración secundaria. Sus efectos posteriores y el retorno de lo reprimido son eficaces en la actualidad y toman la forma de afecciones neuróticas. La relación con el pasado y la posibilidad de reconstrucción están complejizadas por una serie de intermediaciones que aun siendo recordadas, no garantizan una aproximación objetiva a lo que había sido de niño, ese adulto.
De esta manera, sueños, síntomas, recuerdos encubridores, tendrían las marcas de la infancia. La neurosis infantil, tal como se manifestaba en la transferencia, daba cuenta de una versión fantaseada y actual acerca de la infancia del paciente adulto que no correspondía con lo que se hubiera podido observar en el niño que fue. La distancia entre el momento en el cual ocurrieron los hechos y la reconstrucción cuestionaba la objetividad. Esta objetividad no era necesaria ni deseable.
En cambio la neurosis en la infancia es aquella que se expresa en los primeros años de vida, siendo constitutiva de lo infantil. No hay infancia que no haya transcurrido con algún malestar. Freud afirma en su trabajo Análisis profano ([1926] 1975, p. 2.931): “[…] nos inclinamos a afirmar que la neurosis infantil no es la excepción sino la regla, como si fuera un accidente inevitable en el campo que va de la disposición infantil a la civilización social”.
II. El caso del pequeño Hans irrumpe en la escena psicoanalítica
El relato del análisis de este niño, que lleva el nombre de un personaje de ficción que proviene de los cuentos de los Grimn, transcurre durante la infancia del pequeño.
El trabajo con Juanito, realizado por intermedio del padre, muestra su interés sobre la neurosis infantil y, como mencioné anteriormente, su motivación principal fue para probar sus teorías en relación con la neurosis del sujeto adulto y no para tratar la infancia como tal.
Freud publicó este historial clínico en el año 1909, bajo el título Análisis de la fobia de un niño de cinco años y se lo puede considerar como el primer paso en la dirección de incluir al niño como sujeto dentro de la clínica psicoanalítica. Freud, en el momento del trabajo con Hans, había realizado formulaciones importantes acerca de las formaciones del inconsciente, de la pulsión, y acerca de la primera tópica del aparato psíquico (consciente-preconsciente-inconsciente). Se habían publicado los Tres ensayos sobre una teoría sexual (1905), cuyas tesis acerca de la existencia de la sexualidad infantil y la descripción de los estadíos libidinales fueron básicas para realizar la argumentación respecto del caso Hans.
Desde el trabajo clínico hasta entonces realizado, Freud dilucida algunas cuestiones en relación con la sexualidad infantil, cuestiones que parten de la reconstrucción de las fantasías de sus pacientes adultos. Si bien ya había descripto las zonas erógenas y las formas pregenitales de la excitación sexual en 1897, fue en momentos posteriores de su obra donde ubica la sexualidad infantil en la constitución del psiquismo y a su vez como eje central de la organización neurótica. En Tres ensayos sobre una teoría sexual (1905), Freud señala la relevancia de investigar la vida sexual del niño, ya que encuentra en los neuróticos, en lo que respecta a su sexualidad, la permanencia en un estado infantil.
El historial clínico del pequeño Hans fue utilizado por Freud para corroborar los supuestos teóricos acerca de la sexualidad infantil, así como también para indagar más profundamente acerca de la génesis de las fobias. Dice en la introducción del historial:
[…] el valor singular de esta observación estriba en lo siguiente: en su labor de ir descubriendo por capas sucesivas los productos psíquicos, el médico que trata psicoanalíticamente a un nervioso adulto llega finalmente a ciertas hipótesis sobre la sexualidad infantil, en cuyos componentes cree haber hallado las energías impulsoras de todos los síntomas neuróticos de la vida ulterior.
Y continúa: “[…] En mis Tres ensayos sobre una teoría sexual (1905) hube de exponer tales hipótesis, tan singulares para el profano como irrebatibles para el psicoanalista”. Y aclara que el historial clínico no proviene de su observación directa: “Dirigí, desde luego, en conjunto [con el padre] el plan de tratamiento, e incluso intervine una vez en él personalmente, manteniendo una conversación con el infantil sujeto” (Freud, [1909] 1975, p. 1.365). La mayoría de las intervenciones las lleva a cabo el padre del Hans, quien le dio a Freud todas las anotaciones acerca de sus observaciones sobre la conducta de su hijo, así como también notas del discurso del niño. A principios de 1908, el padre le escribe a Freud por lo que llama “una perturbación nerviosa, que se le ha despertado a Juanito, y que la relaciona con una sobreexcitación sexual debido a los mimos de la madre”. Y continúa la carta: “El miedo a que un caballo lo muerda en la calle” no lo deja salir a la calle y “le acomete depresión de ánimo al anochecer” (Freud, [1909] 1975, p. 1.374). Por esos días, Juanito despierta de un sueño, llorando; cuando la madre le pregunta sobre las causas de su llanto, el niño responde: “Mientras dormía he pensado que te habías ido y que no tenía ya una mamá que me acariciase” (Freud, [1909] 1975, p. 1.374). Para Freud, ese relato marca el comienzo de la fobia; Juanito tiene en ese momento, 4 años y nueve meses. El tratamiento duró cuatro meses, de enero a mayo de 1908, finalizando a la edad de 5 años. Los primeros registros de ello datan del tiempo en que apenas Hans iba a cumplir tres años y terminan a la edad de 5.
Es importante situar dos momentos en el relato del historial: uno es la amenaza de castración y el segundo es el sueño. En relación con la amenaza de castración, esta proviene de una advertencia de su madre a la edad de 3 años y medio; cito: “Teniendo 3 años y medio lo sorprendió su madre con la mano en el pene y lo amenazó: ‘Si haces eso, llamaré al doctor A. para que te corte la cosita…’” (Freud, [1909] 1975, p. 1.366). La amenaza permanece latente hasta un año más tarde, momento en que se reactiva.
El contenido angustioso del sueño lo despierta, llora y luego dirá que ya no tenía a la madre para hacerle caricias. Más adelante, estando de paseo con la niñera, se angustia y luego, estando con su madre, sufre en la calle una crisis de angustia. La agorafobia inicial rápidamente encuentra un objeto, el caballo. La fobia permitió a Juanito la construcción de un mundo alrededor del caballo; primero aparece el temor de que lo muerda, luego la caída y finalmente se produce el desplazamiento, el coche, carruaje tirado por este.
Quedan a su vez consignadas en el historial dos situaciones que anteceden al desarrollo de la fobia; una es la del pene real (sus erecciones) y la otra el nacimiento de su hermana Hanna. Ambas situaciones dan cuenta, a partir de ese momento, de que la estabilidad del niño en relación con su madre se vuelve inestable. El punto fijo de referencia interna, su madre, se quiebra y esto abre un vacío y surge la angustia.
El objeto fobígeno giró alrededor del caballo; este estructuró su mundo y posibilitó a nivel imaginario restituir aquello que resultaba inasimilable: la angustia. La angustia, carente de simbolización, de significación, rápidamente adquiere forma y consistencia: miedo a los caballos. El fantasma que se puso en juego fue el “temor a ser devorado”; este se asociaba con el caballo o, más
precisamente, con la boca del caballo que muerde, articulando así la amenaza de castración.
A su vez, el caballo como objeto fobígeno delimitó una geografía, dejando mojones que permitirían a Juanito entrar en el entramado del deseo.
Otro elemento para destacar es cuando Freud presenta a Juanito como un pequeño investigador que se expresa de diferentes maneras: su inquietud sexual a través de su curiosidad sobre las relaciones sexuales, las conductas ante el nacimiento de Hanna, sus dudas ante las explicaciones que le daban sobre el papel de las cigüeñas como explicación del nacimiento de los niños, y también sus cuestionamientos y formulaciones sobre la diferencia entre los sexos. Todo esto le confirma a Freud el lugar relevante de la sexualidad infantil en el momento de la infancia. Las respuestas con las que se encuentra, que provienen del propio Juanito, son respuestas que se precipitan en ese lugar mítico, que permite tramitar las derivas del complejo de Edipo y la amenaza de castración. El tránsito por esos lugares es lo que abre las posibilidades para que advenga un sujeto deseante.
Son numerosos los comentarios que Lacan efectuará a lo largo de su enseñanza sobre el historial de Hans, pero es en el Seminario 4, Las relaciones de objeto (1956-1957) donde analiza el caso extensamente y presenta a su vez la tesis fundamental sobre la fobia. Se pregunta de qué manera el caballo, como significante fóbico, pasa a ser el regulador de las relaciones del pequeño Hans con el mundo. El caballo se transforma en organizador, supliendo la función de transmisión de la castración por parte del padre. La fobia aparece en ese lugar de la identificación al padre, por lo que deviene una solución cuando se transita por el Edipo. En el Seminario 9, La identificación, en la clase del 20/12/61, Lacan se refiere a la fobia diciendo que ella “introduce un resorte significante clave que le permite al sujeto presentar […] ese mínimo de anclaje […] para no sentirse un ser completamente a la deriva del capricho materno”. Se trata de la función paterna, que se interpone como significante en la relación imaginaria madre-niño, espacio significante, que abre camino hacia la sexualidad.
Para concluir, la constitución del objeto de la fobia es una construcción y su función es la de poner a distancia a la angustia de castración. La fobia le brinda al niño un orden, dibuja límites en su geografía. El mundo pasa a estar marcado, punteado, con lugares peligrosos que van dibujando un campo transitable y otro que no lo es. La fobia introduce en el mundo una estructura, un interior y un exterior, proponiendo bordes y umbrales infranqueables, instalando así un tiempo en la estructuración subjetiva.
Conclusiones
La infancia abre caminos, no solo en el espacio transitorio, en la escena del juego y de la magia, sino que a su vez va armando una escritura en la trama subjetiva del propio juego. La tesis de Freud sobre el inconsciente, la sexualidad infantil, la construcción del aparato psíquico en los primeros años de vida y los procesos de identificación familiar permitieron una valoración de la edad de la infancia en la constitución de los sujetos adultos. Freud propone pensar el período de la infancia como un período significativo para la constitución del sujeto. En la infancia se dan las condiciones textuales que producen una gramática que formará parte de un tejido por el cual emerge la subjetivación. La infancia se inscribe en lo inconsciente como tiempo de estructuración. El psicoanálisis, al instalar una temporalidad no cronológica, quiebra la mirada evolutiva y permite que la infancia se inscriba en lo inconsciente como un tiempo de estructuración inseparable de lo pulsional; las vivencias y los recuerdos se podrán recuperar siempre y cuando se mantengan sepultadas y reprimidas las inscripciones fundantes de la sexualidad a las que esta encubre. La apuesta de la infancia desafía al tiempo y al orden. Freud presenta a Juanito no como un ejemplo de la sexualidad infantil ni de análisis aplicado. Su exposición da cuenta de un caso dentro de la clínica psicoanalítica en donde quedan articuladas tanto la cronología como la estructura. Como afirma Jorge Canteros (2006), “la estructura necesariamente se constituye y se despliega en una historia y la historia se encarna siempre en una estructura”.
Para concluir, la pregunta que le da el título al trabajo “La infancia: ¿tiempo o estructura?” no podría mantenerse. No solo desaparecería la pregunta, sino que a su vez no habría una disyunción entre los dos términos. La infancia, al abrir caminos en el espacio transitorio, da las condiciones textuales para que se pueda insertar la historia subjetivada. Por lo tanto propongo un nuevo título para este trabajo, en donde la pregunta y el conector “o” desaparecen y el titulo pasaría a ser: “La infancia: tiempo y estructura”.
1 katzlaura@gmail.com. Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
Descriptores: INFANCIA / NIÑO / SEXUALIDAD INFANTIL / PSICOANÁLISIS / SUJETO / NEUROSIS INFANTIL / JUANITO / FOBIA
Abstract
Childhood: time or structure?
The relationship between the child and psychoanalysis derives from a history that begins in modernity with the emergence of the concept of “child”. This new concept had repercussions in psychoanalysis. A review of Freud’s work shows that, although childhood corresponds to a specific moment in the course of life and accounts for a certain temporality, this very temporality is subverted and gives rise to a structural perspective. Two concepts are intertwined in the concept of childhood: those of development and structure.
Keywords: CHILDHOOD / CHILD / INFANTILE SEXUALITY / PSYCHOANALYSIS / SUBJECT / INFANTILE NEUROSIS / LITTLE HANS / PHOBIA
Resumo
A infância. Tempo ou estrutura?
A relação entre a criança e a psicanálise deriva de uma história que começa na modernidade com o surgimento do conceito “criança”. Este novo posicionamento do conceito “criança” produziu repercussões na psicanálise. Percorrendo a obra freudiana podemos nos dar conta que, embora a infância corresponda a um momento específico no trajeto da vida dando conta de uma temporalidade ao mesmo tempo, essa mesma temporalidade fica subvertida, dando lugar a uma perspectiva estrutural. No conceito de infância estão unidos dois conceitos: desenvolvimento e estrutura.
Palavras-chave: INFÂNCIA / CRIANÇA / SEXUALIDADE INFANTIL / PSICANÁLISE / SUJEITO / NEUROSE INFANTIL / JUANITO / FOBIA
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