La imperfecta realidad humana. Reflexiones psicoanalíticas
Samuel Arbiser, Ediciones Biebel, 2021, 286 pp.
El libro es una selección y compilación de artículos publicados a partir de 2013, año en que apareció mi primer libro, El grupo interno. Psiquis y cultura. Contiene una breve Introducción y 17 capítulos de desigual extensión, organizados laxamente en cuatro secciones temáticas: “Cosmovisiones”, “Teoría”, “Crónicas” y “Autores”.
En la sección “Cosmovisiones”, en el primer capítulo,“La imperfecta realidad humana”, que provee el título del libro, planteo un punto de partida inspirado en un sector de pensadores psicoanalíticos argentinos fuertemente influenciados por la impronta psicosocial y multidisciplinar de Enrique Pichon-Rivière. Aunque propongo dejar en suspenso el sustento filosófico-ideológico del maestro y, ensayar –en cambio– una perspectiva más amplia, que denomino “telescópica”; perspectiva que busca apoyarse más bien en las disciplinas científicas que cultivan tal visión, a saber: antropología, historia y biología evolutiva. Los pilares de filiación propiamente psicoanalíticos de este capítulo son, por una parte, la cita acerca del “infortunio ordinario”, de Estudios sobre la histeria; y las tres fuentes del padecimiento humano enumeradas por Freud en El malestar en la cultura, por la otra; a saber: “la hiperpotencia de la naturaleza”, “la fragilidad de nuestro cuerpo” y “la insuficiencia de las normas que regulan los vínculos recíprocos entre los hombres, en la familia, el Estado y la sociedad”. A lo largo del capítulo sugiero poner en nuestra mira al contexto psicosocial, la “realidad humana”, como un hábitat “construido” por nuestra especie; y a la mediación de un psiquismo plenamente desarrollado como dispositivo imprescindible para hacer posible el transcurrir de la vida en dicho hábitat, y sustraerse de este modo de la ley darwiniana de “la selección natural de las especies”, que rige en el resto del universobiológico. La tesis fuerte del capítulo plantea una dinámica evolutiva de la realidad humana que se explicaría por su insanable imperfección que la convertiría en “perfectible”; y así, en un movimiento continuo y permanente, conduciría esa realidad hacia un azaroso progreso. Otro punto cardinal consiste en diferenciar en el concepto de progreso “el confort, la eficiencia y la seguridad” de las satisfacciones o padecimientos íntimos de las personas, “el infortunio ordinario”; y, precisamente por esto, poder valorar en perspectiva la significación trascendental para la humanidad de la creación del psicoanálisis, en tanto provee el marco científico para el abordaje de dicho padecimiento personal y la atención en la dimensión de la “subjetividad”.
Como lo explicito en la Introducción, “Psicoanálisis y guerra” es un trabajo surgido por la conmoción producida por la guerra del Golfo de 1991. Acá intento revisar críticamente la respuesta de S. Freud a A.Einstein de 1932. Lúcida respuesta que quedó marcada en la literatura psicoanalítica con el nombre Por qué la guerra cuando ya se vislumbraba la terrible conflagración que finalmente se concretó en 1939 en Europa. La modestia y, por otra parte, la lucidez de Freud es resaltada y ponderada; pero también me atrevo en este artículo a poner de manifiesto ciertos matices de diferencias con las postulaciones de Freud. El punto que cuestiono es su clásica oposición entre la pulsión y la cultura; oposición en su teoría instintiva expresada en clave vectorial; tanto en El malestar en la cultura como en esta memorable respuesta al eminente físico y humanista.
“La confidencialidad. Su centralidad en psicoanálisis”. Ahí se afirma que, si bien la confidencialidad es parte del juramento hipocrático que cubre la actividad asistencial médica en general, en la clínica psicoanalítica esta se exacerba en forma exponencial en tanto es el instrumento central para lograr que el paciente pueda sincerar sus –para él– más recónditas “miserias”, y así poder ampliar su mente e integrar su historia. En la última parte del trabajo, “La confidencialidad en la práctica clínica”, se describen algunos “contratiempos” accidentales de la confidencialidad surgidos en las rutinas de los consultorios que darían cuenta de su centralidad en nuestra práctica clínica.
La segunda sección temática, “Teoría”, se inicia con el trabajo titulado: “El inconsciente freudiano. Mitos y logos”. Luego de plantear que en la comunidad psicoanalítica el concepto de inconsciente adquiere cierto halo sacralizado (mitos) rescato, en “Necesidad de la metapsicología”, el fundamento por el cual la disciplina psicoanalítica se arraigó definitivamente en el campo científico gracias a esta. Pero reconociendo también que esa metapsicología se fue construyendo durante toda una vida de trabajo intelectual, con afirmaciones, rectificaciones y complejizaciones. Finalmente arribo a la sección titulada “El inconsciente: de su centralidad a la periferia”, donde planteo mi propia postura personal. En esta pongo especial énfasis en el tránsito de la primera tópica, en donde prevalece un lenguaje vectorial-fisiológico, a la segunda tópica, en la que ese lenguaje se entrecruza con la presencia de una conceptualización más humanista, acorde al “mundo humano” circundante a través de las “identificaciones estructurales”. Es así que, mientras en la primera tópica la “represión” es el eje conceptual prevalente de su metapsicología, en la segunda adquiere preeminencia la “identificación”, que implica afirmar que, en su recorrido conceptual, Freud pasa a integrar el “mundo humano” del entorno psicosocial en el diseño del aparato psíquico: el Superyó, producto identificatorio, heredero del complejo de Edipo, y el “carácter”, sedimento identificatorio de las sucesivas pérdidas de las “relaciones de objeto” a lo largo de la historia del sujeto.
En “El Edipo desde la perspectiva psicosocial” pretendo enfocar este concepto nodal del cuerpo conceptual psicoanalítico buscando un nuevo enfoque, no contradictorio con los postulados clásicos, sino proponiendo la mirada desde los lineamientos del pensamiento estructuralista proveniente de la lingüística saussuriana, en el que se destaca la capacidad evolutiva creciente del registro de las “diferencias”. Y, de este modo, entender el Edipo como el dispositivo para concretar ese registro de las diferencias. De esta manera trato de entender el desarrollo evolutivo del infante humano consustanciado con su medio familiar que, por otra parte, es la premisa ineludible para hacer posible su viabilidad. La familia, célula social elemental, es un pequeño agrupamiento de personas con roles diferenciados; y en esa convivencia el neonato va registrando e incorporando las diferencias de roles en forma similar a la adquisición del idioma “materno”. Estas diferencias cardinales son: especularidad vs. alteridad; nivelación vs. brecha generacional; simetría sexual vs. diferencia sexual; y finalmente, inmortalidad vs. mortalidad. En la parte final sostengo que en el funcionamiento mental corriente existe una alternancia natural entre dos organizaciones de la mente: una narcisista, en que el eje pasa por la “omnipotencia”, y la triangular, en que el eje pasa por la “diferenciación”.
En el “Self psicoanalítico operativo” intento hacer confluir la noción del ECRO pichoneano con la concepción de “interacción comunicativa” de David Liberman. En la Introducción resalto la incidencia dominante del factor personal en toda prestación asistencial; y que esta incidencia deviene superlativa en la clínica psicoanalítica. Luego planteo dos trayectorias expositivas que pretendo confluyan en lo que denomino Self psicoanalítico operativo. La primera trayectoria refleja mi lectura en perspectiva del devenir progresivo de la operatoria clínica que a partir del modelo arqueológico e impersonal de desciframiento se continúa por la implicación de la persona del operador cuando adquiere un lugar central en la teoría la “transferencia”; y luego, con la validación de la contratransferencia, se da el paso decisivo para concebir el “diálogo analítico” y la consiguiente “interacción comunicativa”, donde el operador ya se encuentra plenamente implicado. En la segunda trayectoria describo mi visión acerca de las vicisitudes del creciente patrimonio teórico: bastante monolítico al principio, exclusivo del propio Freud y su núcleo íntimo, para arribar hasta nuestros días en este siglo XXI que exhibe una profusa ampliación de ese patrimonio; y, finalmente, desembocar en el ECRO pichoneano. De esa confluencia surge la noción de “Self psicoanalítico operativo”, que postulo como una parte diferenciada de la personalidad del operador psicoanalítico que se activa solo cuando ejerce ese rol; tanto en la labor clínica como en la docente o institucional. Finalmente, sostengo que la esencia del “método psicoanalítico” es la “indagación”, en tanto que en la medicina esa esencia es la “supresión”.
El capítulo “Identificación y grupo interno” encuadra por su temática más en el libro anterior. Sin embargo fue publicado en estos últimos años en tanto contiene dos breves citas textuales que califico de “imperdibles”: una del sociólogo Gino Germani y otra del semiólogo Charles Morris. Luego de la Introducción siguen dos partes: “la identificación”, en la que se hace un recorrido de ese medular concepto dentro de la obra freudiana, y una segunda parte dedicada a describir el “grupo interno” que tiene la identificación estructural como requisito conceptual axial necesario.
El capítulo siguiente se denomina “Desamparo y crianza”. En él se subraya la significación fundamental del desamparo prolongado del neonato de nuestra especie consustancial con la crianza. Luego de la presentación del tema se continúa con una sección denominada “HisMajesty the baby” en la que intento dar razón de dicha consustancialidad. La infinitamente variable calidad y cualidad de esa crianza constituye la “serie disposicional” de la fórmula etiológica freudiana que marcará las aptitudes para el futuro desenvolvimiento del individuo en el mundo, en términos de “adaptación a la realidad”. Este capítulo es el único que exhibe “imágenes” vinculadas a la temática. Esas imágenes corresponden al eximio fotógrafo artístico y notable colega Carlos Rozensztroch.
Remata esta sección temática con el capítulo titulado “La realidad en psicoanálisis partiendo de las enseñanzas de Enrique Pichon-Rivière”. En él también incluyo las contribuciones que sobre este tópico aportaron autores que se inspiraron y continuaron en la orientación teórica e ideológica del maestro. Comienzo destacando un rasgo diferencial en la caracterización personal que asigno a este maestro en relación con los demás miembros del “mundillo psicoanalítico”. Le sigue “Psiquis y realidad. Su articulador: el grupo interno”, en que describo el desarrollo que produje a partir de las muy escasas y desperdigadas menciones acerca del concepto publicadas del propio Pichon. También Willy y Madeleine Baranger y David Liberman se hacen presentes en la parte denominada “La realidad en la ‘situación analítica como campo dinámico’ y en la ‘definición operativa de la transferencia’”, respectivamente. En “Realidad perceptual y lectura de la realidad. Acerca del ‘juicio crítico’” recurro a un punto nodal basado en experiencias empíricas de autores de la “teoría de la comunicación”, anudándolas con las teorizaciones freudianas acerca del “juicio de existencia” y el “juicio de atribución”. El capítulo remata con una sistematización pichoneana de la psicopatología en términos de “adaptación a la realidad”.
La sección siguiente, denominada “Crónicas” (crónicas), contiene dos capítulos: “Psicoanálisis en la Argentina” y “Vertiente psicosocial del psicoanálisis argentino”. Aclaro en la Introducción del libro que denominar “Crónicas” a esta sección es para quitarles a estos capítulos toda pretensión del sustento académico en la disciplina histórica, y plantearlos solo como un testimonio “personal” más, entre muchos otros. En “Psicoanálisis en la Argentina” propongo ordenar la exposición en varias etapas consecutivas: “un período preinstitucional”, “un período pionero”, “un período de consolidación”, “la crisis de los 70” y, finalmente,“momento actual”. En este escrito trato de caracterizar cada período y hacer breves comentarios acerca de la duradera y trascendente impronta que dejaron aquellos pioneros que contribuyeron a la expansión del campo teórico, así como también en la ampliación geográfica y social de su práctica: así tuvieron gran impulso el psicoanálisis “aplicado”, el psicoanálisis de “niños”, “la psicosomática”, “el análisis de los sueños”, el “psiquismo fetal y el filicidio”, “psicoterapia de grupos”, “psicología de la mujer”, “psicoanálisis de pareja y familia”; mención especial merecen los originales estudios sobre la “contratransferencia”. El siguiente capítulo se denomina “Vertiente psicosocial del psicoanálisis argentino”, que recorta de todo ese amplio panorama del capítulo anterior lo que así denomino, y en el que personalmente me involucro. Así, a lo largo del recorrido de las páginas se transita y redunda sobre: el “ecosistema humano”, le sigue “El grupo interno”, noción que me adjudico haber desarrollado a partir de las escasas, pero decisivas, menciones que Pichon dejó escritas en su obra, culminando con “La angustia en la interfase de la biología y la cultura”; aquí se postula que este afecto es el guardián de la vida misma, en tanto dispositivo especifico universal en la vida biológica para el registro de los peligros que pueden ponerla en riesgo. Y, mientras en el mundo animal el dispositivo es automático y depende solamente de la “amígdala” (núcleo neuronal en la base del cerebro), en el humano –en contraste– esa misma amígdala tiende vías eferentes dirigidas hacia el cerebro “prefrontal”. Y así se explica que en el ser humano se requiere un “aprendizaje experiencial” para la angustia para poder vivir y sobrevivir en el mundo cultural humano. Precisamente el pasaje enfatizado por Freud de la angustia “automática” a la angustia “señal”.
El libro finaliza con la sección temática “Autores”. En la Introducción me apresuro a justificarme de la “desigual dedicación a cada uno de ellos”, adjudicando esa desigualdad, en parte al azar y en parte a mis propias afinidades personales. Así desfilan por las páginas “Karl Abraham. Sus principales ideas acerca del desarrollo psicosexual”. Le sigue “Conceptos originales de José Bleger sobre el desarrollo psíquico temprano”, escrito originalmente en colaboración con Silvia Neborak y Natalio Cwick, aunque la versión del libro fue modificada por mi. El capítulo siguiente se titula “Ricardo Horacio Etchegoyen 1919-2016”, y es la biografía que escribí porsolicitud de los encargados del Diccionario Psicoanalítico de APA. El capítulo “La situación traumática en la génesis de los sueños” aborda solo una parte mínima de los múltiples aportes teóricos e institucionales que nos proveyó Ángel Garma. En cambio, en “El legado de David Liberman” me explayo en forma más extensa y exhaustivamente sobre la vida y obra de mi admirado autor. Finaliza el libro con “Enrique Pichon-Rivière a 40 años de su muerte”, y lo escogí entre los múltiples artículos que dediqué al reconocido maestro.