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HOMENAJES A RICARDO STEIN

Eduardo Drucaroff1

Querido Gerardo: Llegó el momento, nunca oportuno, de despedirte por este medio: el boletín de informaciones de APA, ese que tantas veces nos hizo llegar, a toda la población, tus palabras, reflejo de tu activa participación y militancia institucional, formando parte de comisiones directivas como secretario durante la presidencia del querido Juan Carlos Suárez (87/88). Por mi parte tu escucha y tu palabra, tus palabras, tu decir, tu transmitir, me llegaron en forma muy directa dado que tuve el privilegio de poder acercarme para compartir nuestra pasión por los grupos terapéuticos, práctica clínica psicoanalítica que se hallaba en parcial retirada, en la época de mi ingreso a la institución, luego de su gran auge inicial de la mano de los pioneros, como Enrique Pichón-Rivière, uno de tus maestros.

Nos agrupamos, por así decirlo, aquellos que creíamos y confiábamos en las bondades de lo grupal, en todas sus expresiones. Recuerdo con mucho cariño los prolíficos seminarios del Instituto dónde la tormenta de ideas que nos surgía era magistralmente encauzada por tu conducción, transformando casi mágicamente cualquier ocurrencia –aun las disparatadas– en un elemento constructivo para comprender lo que allí se estaba expresando y no solo diciendo con palabras. 

Fue en la Escuela de Psicoterapia para Graduados donde por más de 10 años conformamos un grupo de trabajo liderado por vos y por el queridísimo Jaime Haissiner, que sirvió entre otras cosas de caja de resonancia para la plasmación de tu libro Psicoanálisis compartido, que refleja muy bien el torrente de ideas y viñetas recogidas en la práctica clínica con los grupos terapéuticos psicoanalíticos y donde trabajamos intensamente acerca de las características que adquieren en los grupos la transmisión de inconsciente a inconsciente y la circulación de la función analítica –que descentra la figura del coordinador–, herramientas básicas para fundamentar el carácter auténticamente psicoanalítico de dicha práctica,  cuestión que tanto nos preocupaba en aquel entonces. Y donde también realizamos tantísimos roll playing buscando entender mejor el acontecer de los grupos terapéuticos.

Hoy nos toca despedirte, pero tu recuerdo pervive con mucha emoción, cada vez que nos encontramos los que fuimos tus alumnos de seminario, tus supervisados y también muchos de los que fueron tus pacientes, siempre con gran reconocimiento a la generosidad con la que compartías tus ideas. Como verás, lo compartido sigue presente todo el tiempo.

Un abrazo muy sentido, dondequiera que estés. 

Esther Romano2

Formabas parte en “el Lanús” del staff que acompañaba a Mauricio Goldenberg al frente del equipo de psicoterapia de grupos.

Dabas clases a los residentes; de tu perfil sabíamos que estabas en la APA y que tu analista didacta era Jorge Mom, garante para nuestras fobias. Confiados, pudimos supervisar contigo semanalmente la atención de nuestros primeros pacientes. Eran mediados de los 60… pleno auge del kleinianismo.

Me cautivó entonces tu calma y cómo lograbas que alcanzáramos una comprensión lúcida, pues conversabas. Nunca abandonaste ese estilo que, a lo largo de muchos años y nuevas décadas, diste en llamar conversacional: en el psicoanálisis compartido de los grupos, la docencia, la vida institucional-política.

Generaste en mí la simpatía de reconocerte casi asombrado ante algún halago circunstancial, en los últimos años, durante las multifamiliares con María Elisa Mitre.

Guardo una insuperable admiración por haber descubierto en vos tu aptitud artesanal, escultórica y de bien grandes dimensiones, en la relojería de madera. Por los fines del 90 recuerdo felicitarte por una nota periodística en la que el museo del Observatorio de Greenwich, entre las piezas de esplendor de astronomía y relojería, encerraba los secretos de una de tus piezas. Aceptaste que compartiera la noticia con humildad, ajeno al alarde.

No dejo de recordarte cuando suena en mi casa el péndulo del reloj de madera que me regalara mi abuelo, diariamente. Confieso que no soy yo quien cumple con el ritual con que vos lo reparabas, con una precisión milimétrica insuperable.

También en la disposición a conversar con mis pacientes, diariamente, tal como aprendí contigo; junto a ellos va mi reconocimiento.

Desde lo que no me animo a expresar como tu partida recibo los ecos, las resonancias, la gratitud hacia vos de muchos colegas por haber gestado el psicoanálisis compartido. De tu constancia en transmitirlo y el saber que iras siendo dulce recuerdo. 

Te lo agradecemos y hasta siempre, Gerardo.

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1 edudruca@gmail@gmail.com, Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
2 esther.romano@gmail.com, Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina.

Descriptores: HOMENAJE / OBITUARIO