Fanatismo: Una salida posible a la incidencia de la realidad traumática1
Cristina Varela
Resumen
El presente trabajo aborda el tema del fanatismo. Se enmarca en el contexto del requisito de escritura de monografía de la formación psicoanalítica de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
Se comienza con una aproximación al concepto desde una perspectiva psicoanalítica a nivel individual y a nivel de masa. Se ubican los textos freudianos que sirven de apoyatura para pensar el fenómeno. La hipótesis que guía el trabajo se basa en pensar a la desmentida como mecanismo subyacente al fenómeno fanático. Se desarrollan los fundamentos teóricos que sostienen la hipótesis principal: el fanatismo puede ser pensado como un fenómeno que adviene debido a una escisión que ocurre en el Yo, con el fin de evitarla; y que ese fenómeno funciona de modo parcial, como un enclave dentro del aparato psíquico donde convive con otras formas de funcionamiento.
Como apoyatura se incluyen y desarrollan escritos de autores que trabajaron el tema desde diferentes perspectivas psicoanalíticas además de una breve mención de material clínico. La idea compartida por estos autores es que el fanatismo es un rasgo que no alcanza a la totalidad del individuo sino que consiste en una parte fanatizada de la personalidad o un modo de funcionamiento que emerge en determinados momentos y en ciertas circunstancias. El fin de tal funcionamiento es estabilizar el aparato psíquico y sostener la unidad yoica. Entre otros conceptos psicoanalíticos que permiten explicar el fanatismo se aborda la importancia de la estructuración psíquica y sus devenires.
Se concluye con una descripción y reflexión en relación con el contexto de pandemia en el que se realizó el trabajo y que motivó el estudio del fenómeno. Contexto donde se desmiente la incidencia de la realidad traumática (la enfermedad en este caso) frente a la cual se vieron reacciones fanatizadas que desconocieron los efectos de esa realidad que se imponía y, en definitiva, de los límites que impone la castración.
Introducción
En el siguiente trabajo me propongo desarrollar el concepto de fanatismo. Es muy usual oír hablar sobre el fanatismo de masas a nivel deportivo, religioso y, por supuesto, también político. Es menos habitual escuchar acerca del tema en relación con el sujeto, la personalidad, los rasgos o aspectos que determinan o definen a un “fanático”. De hecho, en la indagación bibliográfica realizada para esta investigación, la producción psicoanalítica encontrada sobre el tema es relativamente exigua.
Me interesa el tema del fanatismo como fenómeno de masa, pero también a nivel individual. Si bien Freud no trabajó explícitamente el concepto de fanatismo, creo que es posible detectar algunas conceptualizaciones en su obra que bien se ajustan a lo que se entiende por tal fenómeno. En Psicología de las masas y análisis del Yo, nos plantea que la psicología de masas donde priman la afectividad y lo anímico inconsciente, la tendencia a la acción y merma la voluntad individual consciente de los individuos, responde a un estado de regresión a una actividad anímica primitiva como la que se asocia con la horda primitiva. De allí Freud infiere que la psicología de masas es tan antigua como la psicología individual dado que desde el comienzo hubo dos psicologías: la de los individuos de la masa y la del individuo padre, jefe, conductor de la horda. Estos vínculos primarios, pero también otros vínculos posteriores, son pensados por Freud dentro del campo de la psicología individual. Hablar de psicología de masas implica incluir al individuo dentro de un linaje, como integrante de un grupo organizado. Una distinción interesante que destaca en ese texto es que no le adjudica al valor numérico del grupo (la masa) una importancia tan grande como para suscitar por sí solo un influjo en la vida anímica del individuo que de otro modo estaría ausente. Por el contrario, ubica el origen de esta “pulsión social” en un círculo reducido como lo es la familia. Incluso, equipara la masa al vínculo hipnótico en tanto este es una formación de masa de solamente dos personas donde se destaca justamente el comportamiento de entrega irrestricta del sujeto frente al líder o idea fanática.
La masa puede ser pensada como un resurgimiento de la horda primordial. Dependiendo de las circunstancias, el hombre primordial puede reaparecer en cada sujeto y también la horda primordial reanimarse a partir de una multitud de personas. Esa masa en la que el jefe/conductor sigue siendo el temido padre primordial, el ideal de la masa que gobierna ocupando el lugar de Ideal del Yo. En la horda primitiva, los hermanos se pusieron de acuerdo y determinados a no seguir sometidos al padre se organizaron para matarlo e instauraron un nuevo orden comunitario. Violencia que también en la masa está siempre latente. Desde este punto de vista, todos de algún modo provenimos de ese crimen primordial de Totem y tabú.
Al entrar en la masa, el individuo se ve liberado de las represiones de sus mociones pulsionales inconscientes y desaparecen la conciencia moral y el sentido de responsabilidad. Se entrega a sus pasiones, pierde su individualidad, su autonomía e iniciativa personal y se con-funde con la masa. El estado afectivo percibido en un individuo es capaz de generar ese mismo afecto en quien lo percibe. Así se acrecienta la carga afectiva por “inducción recíproca” y se produce una compulsión a hacer lo que los otros hacen. Freud lo describe como el fenómeno de la sugestionabilidad.
La masa es impulsiva, tiene una fuerte tendencia a transformar ideas en actos sin demora. Los impulsos que la guían pueden ser de cualquier índole, lo distintivo es el darácter carácter omnipotente. La idea de lo imposible desaparece. Rechaza la duda y la incerteza. Dado que la masa es acrítica, influenciable, crédula, es intolerante y a la vez obediente con la autoridad. Busca ser dominada y sometida. Presenta rechazo por lo nuevo y el progreso. Piensa por imágenes, “ninguna instancia racional mide su acuerdo con la realidad”. Las ideas opuestas logran coexistir sin que por ello estalle un conflicto, lo mismo que ocurre en la vida anímica inconsciente del adulto neurótico. “Un germen de antipatía deviene odio salvaje”. Aquí, en una esclarecedora nota a pie de página, Freud realiza un paralelismo entre la masa y la vida afectiva del niño. Destaca en ambos la intensificación extrema y desmedida de los afectos que caracteriza también a los sueños donde, debido al aislamiento de mociones afectivas que predominan en el inconsciente, “un ligero enojo del día se expresa como deseo de muerte contra la persona culpable […] en el sueño”.
Específicamente el fenómeno del fanatismo ha llamado mi atención debido a la sorprendente reacción que en ocasiones puede observarse en algunas personas frente a determinada temática o problemática respecto de la cual tienen una actitud marcadamente distinta a la habitual o discordante respecto de otras actitudes que se les conocen. Personas educadas, instruidas, miembros destacados de la cultura que demuestran ser muy coherentes y razonables en muchos aspectos, en otros “caen repentinamente en una conducta sin acumen, como de idiotas”, tal lo expresa Freud en De guerra y muerte. Temas de actualidad. No niegan la realidad, pero la lectura que de ella hacen parece justamente dejarla de lado. Eso me llevó a pensar cómo es posible que ambas formas coexistan en una misma persona y qué papel desempeñan las creencias en tal fenómeno.
Como plantea Freud en ese texto, en el desarrollo anímico los estadios evolutivos anteriores se conservan junto a los más tardíos. La sucesión deviene coexistencia. A raíz de determinados temas o acontecimientos mundiales, como puede ser la pandemia que el mundo atraviesa en la actualidad, reflotan esos modos de manifestación de las fuerzas anímicas como si los desarrollos posteriores se hubieran anulado. Esa capacidad para la regresión, nos dice Freud, es típica del desarrollo anímico. Él subraya la falta de permeabilidad que se advierte en las mentes más destacadas, su inaccesibilidad para los argumentos más obvios y su credulidad acrítica hacia las aseveraciones más discutibles. Y nos advierte de no caer en el error de concebir la inteligencia como un poder autónomo pues esta depende directamente de la vida afectiva. Por lo tanto, en determinadas circunstancias los argumentos lógicos son impotentes frente a cuestiones afectivas. La dependencia que la vida afectiva tiene con la inteligencia hace que esta última se comporte como un instrumento al servicio de la voluntad y ofrece el resultado que aquella quiera arrancarle. Freud concibe como un “fenómeno secundario” esa dificultad de ciertas personas, restringida a esa esfera de la vida anímica. Como se puede apreciar, no habla específicamente de fanatismo y sin embargo da una descripción muy ajustada a lo que luego otros autores plantearán como lo central de ese fenómeno.
Desarrollo
En el comienzo de esta investigación me pregunté, como hipótesis inicial, si es la desmentida el mecanismo que opera en este sentido: “ya lo sé, pero aun así…”, como plantea Octave Mannoni en La otra escena. En la desmentida lo percibido es escindido del Yo, el cual queda dividido, particionado, sin conflicto aparente. Se produce una desconexión ente el Yo y la percepción en tanto este rechaza lo que ve. La consecuencia de la desmentida es esta escisión del Yo. Retomando el artículo Fetichismo de Freud, Mannoni plantea que la creencia se transforma según los efectos del proceso primario, es decir que sufre los efectos de lo reprimido y del deseo inconsciente. Sin embargo, la desmentida no tiene nada en común con la represión. Frente a la percepción de la castración materna se emprende una enérgica acción para sustentar su desmentida, es decir, la creencia en el falo materno se conserva a la vez que se resigna. O sea que coexisten. La realidad comprobada que cuestiona la creencia es dejada de lado y a la vez produce efectos. Aquí, la Verleugnung del falo materno pareciera establecer el primer modelo de todos los futuros repudios de la realidad y de las creencias que sobreviven a ella. Creencias que se sostienen, en definitiva, por el deseo. Si bien este autor no habla específicamente de fanatismo, destaca que el fetichista, que utiliza la desmentida como “protección contra la castración”, no necesita que otros crean lo mismo que él, “para él los otros viven en la ignorancia y él los deja vivir en ella”. No los percibe como sus enemigos, como sí lo hará el fanático.
En Formulaciones sobre los dos principios del acaecer psíquico, Freud nos dice:
El neurótico se extraña de la realidad efectiva porque la encuentra, en su totalidad o en algunas de sus partes, insoportable. El tipo más extremo de este extrañamiento de la realidad objetiva nos lo muestran ciertos casos de psicosis alucinatoria en los que debe ser desmentido el acontecimiento que provocó la insania (Griesinger). Ahora bien, eso es justamente lo mismo que hace todo neurótico con una parcela de la realidad objetiva.
Dado que el mecanismo de la desmentida se relaciona con el complejo de castración, me pregunté luego cómo es posible que el fenómeno del fanatismo suceda, qué mecanismos intervienen, cuáles son los fundamentos psicoanalíticos de este estado mental y cuáles son las consecuencias subjetivas que se derivan. La hipótesis consiguiente fue la idea de pensar a este fenómeno como algo parcial, como un enclave. Según la Real Academia Española, un enclave es un territorio incluído en
otro con diferentes características políticas, geográficas, etc. También es definido como grupo étnico, político o ideológico inserto en otro y de características diferentes. Por lo tanto, este fenómeno que pareciera no abarcar a todos los aspectos del individuo, cuando surge arrasa con todo lo que encuentra a su paso y al mismo tiempo, logra convivir con otros funcionamientos sin entrar en conflicto.
De la producción psicoanalítica en relación con esta temática y dado el carácter no exhaustivo de este trabajo me basaré en algunos artículos muy esclarecedores que abordan el tema desde diferentes perspectivas, aquellos que considero analizan el fenómeno más acabadamente. Entre los aportes de autores psicoanalíticos pareciera haber cierto consenso en relación con el tema central: en el origen del fanatismo se encuentra una falla psíquica temprana a la que la idea fanática viene a suplir.
El origen de la palabra fanático se remonta al francés fanatiquey de este al latín fanaticus, que se asocia con “perteneciente al templo”, “servidor del templo”. Se usó al comienzo en latín para designar a las personas que frecuentaban el templo de Belona y Cibeles, entre otras diosas que se entregaban a manifestaciones religiosas violentas. A su vez, es derivado de fanum, templo. En nuestros días, fanático describe una conducta o persona irracional e intolerante en relación con otros (religiones, partidos politicos, clubes, etc.) que defiende con pasión y tenacidad desmedidas creencias u opiniones.
Uno de los autores que abordan el tema es Ricardo Rubinstein, quien piensa al fanatismo como un estado mental que deriva de una vivencia pasional que arrastra al sujeto, un estado de enajenación donde se encuentra casi encantado por ese objeto único y exclusivo. El autor plantea que el fanático anhela una fusión oceánica con ese objeto, al modo de una repetición de la experiencia diádica donde desaparecen los límites sujeto/objeto, adentro/afuera. Fusión cuyo objetivo es evitar el surgimiento de angustia.
El grupo da pertenencia al fanático, lo protege del desamparo, de la no identidad, la no marca, en definitiva, del vacío. Frente a esta necesidad de sostener la vivencia de integridad se estimula el odio hacia lo diferente, el enemigo a combatir, como un elemento que, a su vez, permite ligar ese conjunto. Como nos dice Freud en De guerra y muerte. Temas de actualidad, sale a la luz el hombre primordial que señala a los otros como enemigos cuya desaparición debe procurarse o desearse.
En su objeto el fanático adhiere a una creencia de la que no duda, al contrario, presenta una certeza cuasi delirante, incuestionable y tranquilizadora. Por lo cual toda capacidad de pensamiento o reflexión queda automáticamente anulada. Ese es el precio a pagar: anular el propio pensamiento con el fin de obtener soporte vital que lo aleje del vacío sin representación ni investidura.
Pero ¿cómo se llega a establecer vínculos con estas características? Para responder este interrogante debemos remontarnos a la estructuración del aparato psíquico. Frente a la carencia de satisfacción pulsional en los primeros tiempos dado un objeto madre que no logra acoger, dar lugar ni satisfacer las necesidades de ese psiquismo en estado de desvalimiento, la angustia sin ligar lo inunda. El bebé queda expuesto a la falta de un objeto que lo auxilie e invista. Ello, sostiene Rubinstein, lleva a la experiencia pasional, es decir, a intentar recubrir la vivencia de vacío con contenidos auténticos que permitan la emergencia de algo parecido a una experiencia vital. Esa experiencia se sostiene muchas veces en creencias. El fanático cree certeramente en eso que el objeto le brinda. El Yo, en su función de creer, otorga condición de realidad a algo en función de las fantasías inconscientes y así evade cualquier posibilidad de duda, incertidumbre o falta.
La necesidad identificatoria del fanático anhela el encuentro con una figura paterna que brinde seguridad, certeza, ideal, completud. Por eso las religiones, por ejemplo, o los lemas políticos se amoldan eficazmente en este punto. Brindan consignas concretas e incuestionables. En Psicología de las masas y análisis del Yo Freud plantea que la masa, aquí el fanático, pone al líder, o a la idea fanática, en el lugar del Ideal del Yo, lo cual permite entender la fascinación y la dependencia. Este ideal donde se encuentra refugio se convierte entonces en anclaje y sostén, permitiendo imaginariamente controlar la amenaza constante de disolución del sentimiento de sí, la extrema vulnerabilidad narcisística. La posibilidad de identificación que el objeto provee le permite al fanático relajar la represión y encontrar transitorio sosiego al desvalimiento. En otro artículo, El porvenir de una ilusión, Freud se pregunta dónde radica la fuerza interna de estas ideas o doctrinas que se muestran eficaces independientemente de la aceptación racional, pues no son decantaciones de la experiencia ni conclusiones del pensar. Él plantea que son ilusiones: cumplimientos de deseos antiguos e intensos. El desvalimiento inicial despierta en el niño la necesidad de sentirse protegido y la búsqueda de una autoridad parental que calme la angustia frente a los peligros de la vida. Frente al hecho de que ese desamparo se prolongue toda la vida, la idea de un padre mucho más poderoso o un dogma proveen un gran alivio de cara a las vicisitudes de la vida adulta. Las religiones son un buen exponente de este fenómeno, aunque no el único.
Paralelamente a que el fanático ensalza su objeto, lo hace también con su Yo y como la otra cara de la misma moneda manifiesta una profunda repulsa hacia lo diferente. Cualquier “amenaza” lo es también para el Yo, dados los difusos límites entre el sujeto y el objeto fanatizado. La consecuencia casi inevitable es el devenir cada vez más paranoico de este Yo que puede llevarlo a recurrir a la violencia a modo de sostener su unidad yoica y con el grupo. Cualquier acción violenta queda justificada dentro de la masa por el bien del ideal. Como menciona Freud respecto del “narcisismo de las pequeñas diferencias”, se vislumbra en ese punto una satisfacción de la inclinación agresiva, un goce narcisista que satisface deseos de omnipotencia y que permite a la vez la cohesión de los miembros del grupo.
El deporte también es caldo de cultivo para los estados mentales fanáticos. Como plantea Rubinstein, el show televisivo que lo enmarca permite la participación de miles de personas que encuentran en el entretenimiento la via regia de descarga de conflictos internos. También permite liberar, al menos durante lo que dure el partido, la agresividad que la cultura restringe. Brinda un marco en el cual está permitida la liberación controlada de esa destructividad. Los fanáticos encuentran así el contexto propicio para desplegar “una escena erótica privada, que hacen pública al amparo de la masa”. El equipo de sus amores es el objeto con el que se fusionan y les provee esa identidad que los constituye como “hinchas”. Por supuesto, todos los otros equipos son pasibles de ser objeto de su violencia con el fin de sostener ese lugar identificatorio. Suele decirse que las personas pueden cambiar muchas cosas a lo largo de su vida pero de club de fútbol, no. Es un emblema que se hereda familiarmente. Por lo tanto, podemos pensarlo como esa marca identificatoria que nos da un nombre, nos constituye y nos diferencia de los demás. Un legado las más de las veces paterno que se lleva como el apellido. En el fanático se agregan además componentes tanáticos no solo en relación con el otro diferente sino también con el sí mismo. Lo menciona Freud en Psicología de las masas y análisis del Yo: “nunca se impone lo personal, ni siquiera el interés de la autoconservación” y puede llevar al individuo a exponerse a situaciones de peligro incluso para sí mismo en el afán de sostener su objeto entronizado.
Para ilustrar este aspecto, pienso en un paciente. Alejandro, de 48 años, consulta por problemas con su pareja. Su mujer es muy posesiva y siempre se muestra disconforme con todo. Él intenta complacerla pero no lo logra y se frustra, al mismo tiempo que se siente rechazado e incomprendido. En el transcurso de su análisis fue desplegando su historia familiar. Es el hijo preferido de su madre, una mujer muy estricta y tenaz, y de un padre violento que se muestra muy debilitado en su rol proveedor. Alejandro relata con tono melancólico e idealizante cómo desde adolescente ayudaba a su padre en el trabajo de este. Salía del colegio y pasaba las tardes acompañándolo e incluso él mismo trabajando para así llevar también un sustento al hogar familiar, dado que el pasar no era acomodado y en ocasiones debieron vivir de prestado en casa de un familiar. Una imagen paterna atribulada y debilitada que Alejandro debía sostener frente a su necesidad identificatoria y que, entre otras cosas, lo llevó a mantener toda la vida su pasión por el fútbol, como su padre. En sesión despliega los sacrificios que hacía en pos de seguir a su equipo, aunque ello nunca fuera motivo de pregunta ni cuestionamiento para él. Seguir a su equipo fuera donde fuera, ahora también acompañado por su hijo, incluso a kilómetros de su lugar de residencia, lo llevaba a perder horas de sueño (luego se quejaba de estar siempre cansado) y a endeudarse con el fin de solventar semejante devoción. El sostén que el equipo le proveía le servía para no caer en la nada identificatoria.
Considero necesario profundizar aquí concepciones acerca de la estructuración psíquica para luego continuar con el análisis del fanatismo. En La negación, Freud nos dice que afirmar o negar contenidos de pensamiento es tarea de la función intelectual del juicio. Esta debe, por un lado, atribuir o no una propiedad a una cosa (juicio de atribución). Por otro lado, debe admitir o no la existencia de una representación de la realidad (juicio de existencia). Al comienzo, lo bueno, lo malo, lo ajeno son idénticos. El lactante no separa aún su Yo del mundo exterior como fuente de las sensaciones que tiene. Es un todo con el mundo. El Yo placer originario, siguiendo el principio de placer, tiende a introyectar lo bueno, lo placentero, lo que se denomina afirmación primordial (Bejahung) y arrojar de sí lo malo, expulsarlo, lo que puede ser pensado también como la forclusión primordial (Ausstossung). Cabe aclarar que si bien Freud no utiliza la palabra Verwerfung, podemos pensarlo como una forclusión primordial estructurante. Desde este Yo placer originario se desarrolla un Yo realidad definitivo que tiene interés en decidir sobre la existencia real de una cosa del mundo representada. Ya no se trata de si algo del mundo debe ser incorporado al interior del Yo sino de si algo presente como representación dentro del Yo puede ser reencontrado en la percepción. Aquí se deja de lado el principio de placer. Gracias al pensar se logra hacer presente, reproduciéndolo en una representación, lo que una vez fue percibido y ya no se precisa que el objeto siga estando allí, al menos por un rato. Aunque, nos aclara Freud, no siempre la percepción reproducida se logra fielmente pues pueden ocurrir alteraciones por contaminación con otros elementos. Es el examen de realidad el que debe controlar esas desfiguraciones. Esta capacidad de juzgar acorde a fines es el desarrollo posterior de la inclusión dentro del Yo o la expulsión de él, originariamente regida por el principio de placer.
Otro aporte valioso en este sentido lo encontramos en la relectura que hace Jean Hyppolite sobre este escrito de Freud. Allí, él plantea la conveniencia de traducir Die Verneinung por denegación en tanto no se trata de la negación de algo en el juicio sino de una especie de desjuicio. La palabra que usa Freud en el texto alemán es Aufhebung, que puede entenderse a la vez como negar, suprimir, conservar y levantar. “La denegación es una Aufhebung de la represión, pero no por ello una aceptación de lo reprimido”. Se trataría de presentar al propio ser bajo el modo de no serlo. “Usted creerá que es mi madre, pero no es mi madre”. Hyppolite plantea que no se trata de una aceptación de lo reprimido pues no habría aquí represión dado que es consciente. Pero la represión subsiste en lo esencial bajo la forma de la no aceptación, es decir, la denegación. Según su hipótesis, Freud muestra cómo lo intelectual es una suerte de suspensión del contenido no antes de que este contenido haya sido afectado por una denegación y ubica aquí la génesis del pensamiento como tal. La denegación sería la afirmación de un primer significante (Bejahung) que marca al sujeto, el cual se funda en el campo de la pérdida pues al mismo tiempo que afirma e introyecta, expulsa (Ausstossung). Para Hyppolite, la denegación se diferencia de la negación en tanto en la primera se trata de aceptación y rechazo y la segunda aparece en el discurso bajo el juicio condenatorio “no es mi madre”. Se levanta la represión pero no se cancela, deja expresar el deseo y luego se reprime otra vez.
Creo que en esta línea hace su aporte al tema del fanatismo Mirta Goldstein. Ella plantea el efecto de dominación que produce sobre el sujeto una creencia, cualquiera, que en sí misma no es fanática sino que deviene fanática debido a escisiones psíquicas muy tempranas y es en donde el sujeto sostiene su unidad yoica. El mecanismo aquí descripto es el de la forclusión focalizada o doble desmentida (desmentida en segundo grado), por medio del cual el sujeto se aferra a un objeto representación idealizado que deviene fanático porque cumple la función de evitar la fragmentación del Yo y suplir la falla acontecida. La creencia incuestionable actúa como estabilizador psíquico. Frente a la “nada de significante”, el vacío simbólico, el Yo queda perplejo sin posibilidad de simbolización ni ligazón. Frente a esta nada, el fanático se aferra a un objeto que le provee una salida posible a ese vacío, a esa nada representacional.
Goldstein piensa en sujetos fanatizados no psicóticos en los que opera una forclusión focalizada, es decir, una escisión entre la parte neurótica y otra que deviene fanatizada con el fin de acoger al Yo frente a la fragmentación y consecuente desestructuración. “La desmentida primordial, constituyente del principio de placer y coetánea con la represión primaria, se reprime en la salida del Edipo o se vuelve a desmentir, produciéndose un desgarro entre imaginario y simbólico que afecta la percepción de lo real. Este desgarro actúa como una forclusión que al estar focalizada no funciona para todo el aparato psíquico, sino que queda “circunscripta”, lo cual lleva a una duplicación o fraccionamiento de la realidad. Una que obedece al juicio de realidad y otra sostenida en la creencia que deviene arbitraria e indubitable. Ambas partes conforman la realidad psíquica y funcionan de modo autónomo sin entrar en contradicción. Dada esta particular forclusión, aparece la idea fanática con efecto restaurativo que viene a suplir aquella falla de ligazón entre dos registros y como consecuencia se estabiliza el psiquismo. Los objetos buenos que se inscriben como propios y los malos que se expulsan fuera del Yo, de acuerdo con el principio de placer-displacer, hacen que se constituya en el fanático un objeto ideal, del cual se despoja el odio que provocó su ausencia o abandono. El odio y los aspectos débiles se proyectan en el enemigo y luego retornan como cuestionamiento atacando su certeza, por lo cual son frecuentes las reacciones violentas que expulsan ese no-Yo que injuria al narcisismo puesto que lo acerca a lo incompleto, lo imperfecto. Creo que el concepto de forclusión aquí detallado puede relacionarse con lo desarrollado referente a la denegación en tanto ambos conceptos describen que hay algo que se afirma y algo que se expulsa.
En Pulsiones y destinos de pulsión Freud plantea que el odio, en relación con el objeto, es más antiguo que el amor. Proviene del rechazo primordial que el Yo narcisista opone al mundo exterior en su afán de separarse y distinguirse del afuera como exteriorización de la reacción displacentera y está en relación con las pulsiones de conservación del Yo. El Yo odia y pretende destruir a los objetos que constituyen fuentes de displacer sin importar que conlleven una frustración en la satisfacción sexual o en la necesidad de conservación. Los auténticos modelos de la relación de odio no provienen de la vida sexual sino de la lucha del Yo por conservarse y afirmarse.
Otro aporte muy interesante desde el psicoanálisis bioniano lo hacen Darío Sor y María R. Senet en su libro Fanatismo. Los autores comienzan su planteo con el concepto de revêrie como el ejercicio de la función alfa en el vínculo madre-bebé. La función revêrie materna es el órgano receptor de las sensaciones de “sí mismo” del bebé. Esta función de comunicación psicológica es desintoxicante y apta para albergar las actividades de evacuación emocional del bebé mediante la identificación proyectiva. Según esta conceptualización, la madre funciona como un sistema de transformaciones del mundo de objetos intolerables o terroríficos proyectados por el bebé (denominados por Bion elementos beta). La cualidad destacada de esta función es su “capacidad para transformar articulaciones, ligaduras, vínculos”. Esta trama que se genera entre madre y bebé en ocasiones es descorrida y la mamá “ve” al bebé y viceversa. Allí se produce la contrastación entre la imagen idealizada y la real. Si la trama es descorrida con violencia o desgarrada, es atravesada por fuerzas emocionales extremas para las cuales el aparato psíquico infantil no está preparado. Si ocurre una ruptura en la capacidad de revêrie, una de las consecuencias (entre otras que no desarrollaré dado que exceden los límites de ese trabajo) puede ser que el bebé forme un aparato psíquico incapaz de proyectar esos objetos internos intolerables y se deterioren en su interior, lo que los autores denominan “elementos gamma” (elementos beta deteriorados). Estos elementos no pueden proyectarse debido a la ausencia de un mundo externo que le facilite esa desintoxicación.
Frente a esta falla, ocurriría un proceso de no-transformación autista/fanática. Aquí coinciden con el planteo de M. Goldstein en tanto ubican este postulado básico sobre el fanatismo “más allá” de las psicosis. Las no-transformaciones fanáticas consisten en mantener una coherencia reforzada sin poder articularse o vincularse con otras ideas, es decir, se destruye la capacidad de pensar y articular pensamientos.
El origen de este fenómeno se encuentra en los mecanismos de escisión y aislamiento. A estos elementos inmovilizados solo les resta enfilarse seudoarticuladamente hacia una idea máxima ajena a cualquier conflicto, crisis o duda.
Como otros autores, Sor y Senet piensan que el fanatismo se encuentra en aspectos parciales de la mente y no creen que exista una mente totalmente fanática. La escisión y el aislamiento operan aislando las ideas unas de otras y separando la duda para evitar su aparición. Las emociones se desvinculan entre sí; las ideas quedan encapsuladas, apartadas. En el caso del fanatismo, la parte escindida no es acompañada de identificación proyectiva que alivie al aparato, por lo tanto lo escindido queda dentro, aislado. No hay transformación posible. Esta “parte autista de la personalidad” donde una idea máxima puede llegar a orientar la no transformación en aparente movimiento la denominan “parte fanática de la personalidad”. El mundo de estructura autista donde se originan estos fenómenos fanáticos es un mundo vacío, de ausencias, de nada, con distancias abismales entre objetos aislados.
Según plantean estos autores, retomando a W. R. Bion y M. Klein, aquí no existe tolerancia a la frustración dado que este concepto pertenece al sistema “posición esquizo-paranoide/posición depresiva” (Ps→D) y aquí ese sistema falta. Solo hay una especie de posición esquizo-paranoide con elementos dispersos no articulados. En la persona fanática el dogma reemplaza cualquier idea o sentimiento capaz de transformación. La hipótesis de estos autores se basa en lo que ellos llaman
“elementos gamma”. Estos serían elementos beta (concepto desarrollado por Bion; son los elementos que forman parte de la “parte psicótica de la personalidad”, experiencias emocionales vinculares sin digerir) deteriorados o degenerados, sin capacidad de salir del aparato psíquico y expresarse mediante identificación proyectiva. Estos elementos gamma no pueden ser reconocidos por el sujeto. En la clínica pueden percibirse camuflados y muchas veces se alojan en racionalizaciones de todo tipo.
Podríamos preguntarnos: ¿qué otras ideas se están evitando?, ¿con qué no hay que encontrarse? La respuesta de los autores es: ideas de duelo. El dolor depresivo por la omnipotencia perdida. La idea máxima colma, es siempre presencia, “llena” todos los vacíos de experiencias afectivas. aunque siempre con “nada”. Provee un amparo ilusorio y un control omnipotente de objetos internos y externos. Pero solo provee un mundo de eventos y no de experiencias significativas.
A nivel de masas, la contaminación de elementos gamma es altamente factible, en especial por aquellos sujetos que se encuentran en estado de alta receptividad: estado de desamparo, debilitados por duelos, etc. En relación con los niños, se encuentran particularmemte expuestos a este tipo de contaminación, dada su extrema dependencia y vulnerabilidad, lo que los hace especialmente susceptibles e influenciables debido a su necesidad de ser amados y aceptados.
La idea máxima o fanática suele presentar alto grado de hipocresía y cinismo, se basa en el aforismo “el fin justifica los medios” en nombre de fines urgentísimos y/o importantísimos. No acepta la pluralidad ni la convivencia donde puedan aparecer las diferencias. El efecto tranquilizador logra calmar el dolor de la incerteza. La característica fanática es un uso que se vincula a cualquier emoción, idea o teoría que adquiere esa cualidad fanática.
En función de lo expuesto hasta aquí me gustaría hacer mención del contexto en el que este trabajo es escrito e intentar una articulación entre ambos. Creo que la situación de pandemia que vive el mundo desde hace casi un año y el consecuente cambio en el modo de vivir y relacionarnos que conllevan las medidas sanitarias tomadas a nivel nacional son el marco propicio para que algunos de los fenómenos que he descripto logren expresarse a la vista de todos.
Por su historia, la Argentina es un país con una gran parte de la población empapada de temas políticos y con suficiente libertad para que cada uno tenga y exprese la opinión que más se ajuste a su buen saber y entender. Creo que es posible pensar que las marchas que se han visto en contra de las disposiciones sanitarias son un modo de desmentida de esa realidad externa, de la enfermedad y de la muerte que se imponen coartando libertades, limitando el libre albedrío, poniendo en cuestión la omnipotencia y enfrentándonos, en última instancia, a la castración.
Dentro de este marco se vieron reacciones de grupos de personas que en su afán de expresar lo que creían su derecho, no solo se enfrentaban con odio a los otros grupos que pensaban distinto o
bien lo contrario sino que también se exponían ellos mismos a esos peligros contra los que se expresaban. El concepto formulado por Colette Soler de “narcinismo” da cuenta de esta posición centrada en la satisfacción propia en cualquier campo (amoroso, sexual, profesional), la búsqueda del beneficio personal. Según la Real Academia Española, en el “cinismo” se destaca una defensa y práctica de actitudes reprochables de modo desvergonzado que puede incluir la mentira o, podríamos agregar, la desmentida. Un individualismo extremo, una competencia salvaje que deshace los lazos sociales y destruye valores.
Las medidas de protección tomadas a raíz de la pandemia han profundizado y extendido el uso de tecnologías de comunicación con el fin de salvar las distancias impuestas por el aislamiento. Para C. Soler, la comunicación digital es una comunicación de palabras o escritos a distancia pero no de cuerpos, como sí lo son los lazos sociales. Es un modo de compensar esos lazos reales que se van deshaciendo conforme avanza la comunicación digital. Asimismo, en nuestra práctica, la situación de pandemia y la necesidad de cumplir con las medidas sanitarias de aislamiento han acelerado décadas el uso de herramientas tecnológicas de comunicación. Estas han permitido no solo sostener el tratamiento de niños y adultos con las modificaciones que cada caso haya requerido. También ha sido posible que los niños sostengan algo del lazo escolar, los adultos, sus actividades laborales y nosotros como analistas, continuar nuestra formación. En tiempos prepandemia el uso excesivo de la tecnología era visto, especialmente en adolescentes, como una adicción que los aislaba, los dejaba a merced de un mundo virtual sin posibilidad de experiencias vitales con los otros que sólo quedaban limitados a ser “otros jugadores en línea”. Hoy claramente esta visión queda obsoleta dadas las oportunidades que la tecnología nos ha aportado para estar cerca de otros cuando el encuentro de los cuerpos se convierte en algo amenazante. Tales son las ideas que hemos trabajado en el seminario donde presento este trabajo y donde la Lic. Susana Lentino de Pacheco ha planteado su idea de pensar la virtualidad como una banda de Moebius con esa doble cara: si se usa en exceso puede llegar a transformarse en una adicción pero al mismo tiempo permite sostener esos lazos sociales imprescindibles.
Por último me gustaría destacar las palabras de Massimo Recalcati, que en nuestro último Symposium virtual en APA se refirió también a este tema. Él plantea que la emergencia de la pandemia puede pensarse como un trauma sin imagen, sin representación que permita asirla y que promueve el pasaje de la omnipotencia (de la ciencia, la tecnología, las ideas, el goce) a la impotencia, el desvalimiento, Hilflosigkeit. Piensa a la pandemia como una amenaza inminente, no localizable, lo que impide la posibilidad de fuga, a diferencia de las fobias, por ejemplo. El objeto perdido es el futuro, el mundo tal cual lo conocíamos. Lo imaginario se ve colonizado por lo real. Todo lo cual conlleva una fractura en el esquema defensivo del sujeto en tanto lo que antes era “lo conocido”, “lo amigo” ahora pasa a ser “lo desconocido”, “lo enemigo”, puesto que lo primero puede ser condición de transmisión del virus sin que se esté anoticiado de ello. En otras palabras, lo heimlich deviene unheimlich. Recalcati también plantea que la guerra es un tratamiento paranoico de la angustia sin duelo. Sería un modo de restituir la diferencia entre “amigo” y “enemigo” que permite ubicar de quién hay que “defenderse”. Creo que allí hay material fértil para el desarrollo de fanatismos.
La respuesta casi global frente a este trauma fueron las medidas de confinamiento. Un modo de restaurar un lugar seguro. El debate que se abrió es justamente si ese confinamiento es visto como un totalitarismo que suprime libertades, una “dictadura sanitaria” o bien, como sostiene Recalcati y con lo que acuerdo, se trata de otro modo de expresión de la libertad. No se trata ya de la libertad de hacer lo que cada uno quiera al modo neoliberal, sino que es una conexión simbólica al otro, otra versión de la libertad. Libertad en tanto solidaridad y fraternidad. Las formas de negacionismo de la enfermedad son pensadas por él como una afirmación de la vida desde la pulsión de muerte donde se desconocen los límites de la castración.
Creo, finalmente, que será muy interesante estudiar las consecuencias subjetivas a futuro que dejará esta experiencia inédita para la sociedad posmoderna donde se subvirtió todo lo que habíamos dado por sentado. La incidencia de la realidad se vuelve traumática cuando algo nos afecta sorpresivamente. Lo que se creía incuestionable, nuestro modo de vida prepandemia, de pronto dejó de ser una certeza. Y cuando impera el caos, el fanatismo está a la vuelta de la esquina.
Conclusión
En este trabajo me propuse adentrarme en el concepto de fanatismo como fenómeno tanto social como individual. La idea compartida por varios autores que analizaron el tema es que el fanatismo es un rasgo que no alcanza a la totalidad de un individuo, sino que consiste en una parte fanatizada de la personalidad o un modo de funcionamiento que surge en determinado momento y dadas ciertas circunstancias.
Pienso que entre los autores y las diversas teorías hay similitudes y diferencias que permitirán continuar ampliando la investigación en torno a este tema. Personalmente creo que la conceptualización de M. Goldstein de “forclusión focalizada” es la que describe el fenómeno de la manera más precisa. Como el nombre lo indica, no se trata aquí de la forclusión del significante del Nombre del Padre al modo de la psicosis sino un “más allá”. Una forclusión que se limita a un sector del aparato psíquico donde el funcionamiento es totalmente diverso del resto. Una de las funciones del significante del Nombre del Padre es justamente la nominación. Dar pertenencia a un grupo o linaje. El fanatismo viene a ocupar ese lugar cuando se produce algo del orden de una falla pues, como se ha dicho, cumple una función estabilizadora.
Dado lo analizado hasta aquí me pregunto si es posible que a todos en algún momento determinado se nos despierte o nos invada esa forma de funcionamiento y, por supuesto, no nos demos cuenta. Siendo que cualquier idea u objeto puede llegar a ocupar el lugar de idea máxima (las ideas políticas, las religiosas, las científicas), cómo desarmar ese enclave que se forma especialmente cuando la víctima que se ve apresada por este modo de funcionamiento no puede percibirlo y, aún más, defiende a ultranza eso que cree y combate a cualquiera que crea oponérsele.
Pienso que el psicoanálisis es justamente lo opuesto al fanatismo y al modo dogmático de pensar y actuar. Se excluyen mutuamente. Justamente el psicoanálisis apunta a develar la singularidad del sujeto, lo más propio de cada ser humano. El fanatismo, por el contrario, apunta a aglutinar, amalgamar la mente sin posibilidad de matices o contradicciones. El discurso fanático entra en oposición radical con el discurso psicoanalítico pues pretende el monopolio de la verdad, una cosmovisión del mundo, y despoja al sujeto de su palabra. Como lo describe C. Soler en relación con el fundamentalismo, aquí hay una cuestión de vida o muerte. En definitiva, de Eros y Tánatos.
Para finalizar, me gustaría agradecer a todos los profesores, supervisores y colegas que han contribuido de modo implícito o explícito para que estas ideas fueran tomando lugar en mí.
1 Este trabajo recibió el Premio Baranger-Mom a la mejor monografía del Instituto de Psicoanálisis Ángel Garma en 2022.
2 varela_cristina@hotmail.com. Colega en formación en el Instituto de Psicoanálisis Ángel Garma de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
Descriptores: FANATISMO / MASA / HORDA PRIMITIVA / DESMENTIDA / PSIQUISMO TEMPRANO / IDEAL DEL YO / IDENTIFICACIÓN / VIÑETA CLÍNICA / YO / REPRESIÓN / FORCLUSIÓN / ODIO / VIOLENCIA / REVÊRIE / ESCISIÓN / TECNOLOGÍA
Candidatos a descriptores: PANDEMIA / ARGENTINA / NARCINISMO / AISLAMIENTO SOCIAL
Abstract
Fanaticism: a possible way out of the impact of traumatic reality
This paper addresses the issue of fanaticism in the context of the writing of monographs as a requirement for psychoanalytic training at the Argentine Psychoanalytic Association. It begins with an approach to the concept from a psychoanalytic perspective at both individual and mass levels. Freudian texts that serve as support to think about this phenomenon are pointed out. The basic hypothesis is that the underlying mechanism of the phenomenon of fanaticism is disavowal. Fanaticism can be conceived as a phenomenon derived from a split that occurs in the ego, in order to avoid it; and this phenomenon functions in a partial way, as an enclave within the psychic apparatus, where it coexists with other ways of functioning.
By way of complementation, writings of authors who dealt with the subject from different psychoanalytical perspectives are included and developed, in addition to a brief mention of clinical material. The common idea of these authors is that fanaticism is a trait that does not reach the whole individual, but consists of a fanaticized part of the personality or a mode of functioning that emerges at certain moments and in certain circumstances. Its purpose is to stabilize the psychic apparatus and to sustain the unity of the ego. Among other psychoanalytic concepts that allow explaining fanaticism, the importance of psychic structuring and its evolution is examined.
The paper concludes with a reflection linked to the context of the pandemic in which the work was carried out and which motivated the study of the phenomenon. This context disavowed the impact of the imposing traumatic reality (the disease, in this case), in the face of which the fanatized reactions were unaware of its effects and, ultimately, of the limits imposed by castration.
Resumo
Fanatismo: uma saída possível à incidência da realidade traumática
O presente trabalho aborda o tema do fanatismo. Enquadra-se no contexto da exigência da escritura de monografia da formação psicanalítica da Associação Psicanalítica Argentina.
Inicia com uma aproximação ao conceito desde uma perspectiva psicanalítica em nível individual e em nível de massa. Localizam-se os textos freudianos que servem de apoio para pensar o fenômeno. A hipótese que guia o trabalho está baseada em pensar o desmentido como mecanismo subjacente ao fenômeno fanático. Desenvolvem-se os fundamentos teóricos que sustentam a hipótese principal: o fanatismo pode ser pensado como um fenômeno que advém devido a uma cisão que ocorre no ego com a finalidade de evitá-la; e que esse fenômeno funciona parcialmente, como um enclave dentro do aparato psíquico onde convive com outras formas de funcionamento.
Como apoio, incluem-se e se desenvolvem escritos de autores que trabalharam o tema desde diferentes perspectivas psicanalíticas, além de uma breve menção de material clínico. A ideia compartilhada por estes autores é que o fanatismo é característica que não alcança à totalidade do indivíduo, senão que consiste em uma parte fanatizada da personalidade ou um modo de funcionamento que emerge em determinados momentos e em determinadas circunstâncias. A finalidade desse funcionamento é estabilizar o aparato psíquico e sustentar a unidade egóica. Entre outros conceitos psicanalíticos, que permitem explicar o fanatismo se aborda a importância da estruturação psíquica e seus devenires.
Conclui-se com uma descrição e reflexão em relação com o contexto da pandemia no qual foi realizado o trabalho e o que motivou o estudo do fenômeno. Contexto onde se desmente a incidência da realidade traumática (a doença, neste caso) diante da qual se observaram reações fanatizadas que desconheceram os efeitos dessa realidade que se impunha e, definitivamente, dos limites impostos pela castração.
BIBLIOGRAFÍA