El Sujeto de la interpelación ideológica y el Ideal del Yo: las identificaciones en las masas

Juan Máximo Brebbia 1

Resumen

Se parte de un análisis de la interpelación ideológica teorizada por Althusser, en su interrelación con el mecanismo del reconocimiento especular, entre los sujetos y con el Sujeto Único Absoluto. Análisis que en principio se enfoca en la reinterpretación althusseriana de la relación imaginaria lacaniana. Dicho reconocimiento ideológico, entre los sujetos y el Sujeto, es repensado desde el estudio freudiano de las masas, en las que los individuos se identifican tanto entre sí como al conductor (el líder), en quien se corporiza el Ideal del Yo. Lo cual va implicándose, al tratarse también desde Lacan, con la alteración de la instancia del Ideal del Yo en su función simbólica y regulatoria de lo imaginario, como sucede en la idealización (ideologizada) del líder. Estas perspectivas, que comprenden al Ideal como “instancia psicosocial de ligazón” entre sujeto, formación ideológica y masa, se articulan a su vez con el proceso de constitución de dicha instancia, reinterpretando a Althusser en sus formulaciones sobre la subjetivación en la configuración ideológica familiar, escena de la interpelación. 

Interpelación ideológica y reconocimiento especular

La interrelación althusseriana entre la interpelación y el reconocimiento especular está implicada en la definición de la ideología como “relación imaginaria con las relaciones reales” (Althusser, 2003, p. 48). Ya que la formulación de la ideología como relación imaginaria se fundamenta en dos funciones, una es la del desconocimiento ideológico, en que se encubren y deforman imaginariamente los sistemas que reproducen las relaciones sociales de producción (las relaciones reales), y la otra es la del reconocimiento ideológico (ibíd., pp. 48-53). Reconocimiento que consiste en un mecanismo de doble especularidad, porque los sujetos se reconocerían entre sí y con un Sujeto Único Absoluto, que sustentaría estructuralmente a todas las ideologías (ibíd., pp. 61-62). Así que como para Althusser toda ideología tiene siempre la misma forma estructural, se propone “analizar un solo ejemplo, accesible a todos, el de la ideología religiosa” (ibíd., p. 58), tratándose específicamente de la cristiana. Ejemplificación desde la que se sostiene un condicionamiento insoslayable, es decir, la “condición absoluta de que exista Otro Sujeto Único, Absoluto, a saber, Dios” (ibíd., p. 59, cursivas del autor). Entonces, si el mecanismo del reconocimiento ideológico se muestra interrelacionado con la interpelación es porque la discursividad ideológica comenzaría a reconocer a los sujetos interpelándolos en nombre de un Sujeto Absoluto, “reconociendo así que ellos son siempre ya interpelados como sujetos dotados de una identidad personal” (ibíd.). Y a su vez, para que el individuo pueda constituirse como “sujeto interpelado, es necesario que se reconozca como sujeto en el discurso ideológico […] ahí una primera relación especular […]. De ahí la repetición del sujeto en el seno de la estructura de la ideología: Dios, bajo sus diferentes formas” (Althusser, 1996, p. 118, cursivas del autor). Por lo tanto, se afirma que “la estructura de toda ideología, al interpelar a los individuos como sujetos en nombre de un Sujeto Único y Absoluto es especular, es decir, en forma de espejo, y doblemente especular” (Althusser, 2003, p. 61, cursivas del autor).

En las formulaciones de Althusser se nivelaría o subsumiría la composición simbólica de la interpelación ideológica en el mecanismo de reconocimiento especular del registro imaginario. Lo cual sería consecuencia de su reinterpretación de Lacan, respecto de la relación imaginaria del sujeto con el Otro absoluto, que podría figurarse en Dios (Lacan [1955-1956], 1986), lo que se tratará a continuación. Considerando que a la teoría althusseriana se la ha criticado por implementar el ejemplo religioso para fundamentar a la constitución ideológica del sujeto (Buttler, 1997), como también por no sistematizar la diferenciación e interrelación entre las identificaciones imaginarias y las simbólicas (Dólar, 1993; López Espinosa, 2012). Lo que puede comprenderse como la “secuela del ‘Lacan de Althusser’, con las hebras del hilado psíquico y discursivo sueltas en nuestras manos” (Hall, 1996, p. 27). 

Lectura althusseriana de Lacan entonces, en que se reinterpreta el mecanismo del reconocimiento especular, que compone a la instancia imaginaria de la vida psíquica. La cual va formándose en la identificación primigenia con la imagen del semejante y el reconocimiento con la imagen especular durante el “estadio del espejo” (Lacan [1949], 1987), fase en que ya se manifiesta “la matriz simbólica” (ibíd., p. 87) que irá organizando a lo imaginario. Porque si en la constitución y desenvolvimiento del sujeto la identificación simbólica no regula, organiza la identificación imaginaria, se predispondrían cuadros psicopatológicos. Cuadros en los que se propone analizar, por ejemplo, al recubrimiento entre “el Otro como radicalmente Otro, con la situación en espejo, de todo lo que es del orden de lo imaginario” (Lacan [1955-1956], 1986, p. 363); alteridad radical que también es denominada como la del “Otro absoluto” (ibíd.). Forma de figuración de alteridad que Lacan analiza en los desencadenamientos psicóticos, al acaecer que “la alteridad se vea reducida al registro único de la alteridad absoluta, quebrando, disipando la alteridad” (ibíd.,  p. 404). Disipación en que “el sujeto puede hablarle al Otro en tanto se trata con él de fe o de fingimiento, pero aquí es en la dimensión de un imaginario padecido —característica fundamental de lo imaginario—” (ibíd., p. 102). Padecimiento de lo imaginario en el que se encadena el enigmático Otro absoluto, pudiéndose figurar en Dios Padre a partir de “un llamado” al que el sujeto no puede responder (ibíd., pp. 362-404-447). Es decir, por la ausencia, descomposición de significantes, se producirán la proliferación y predominancia de la dimensión imaginaria. Ya que en la teoría de Lacan es fundamental diferenciar los registros de lo imaginario y lo simbólico en los relacionamientos intersubjetivos y en la constitución del sujeto. Porque será a través del proceso de identificación simbólica con el Otro (con las insignias paternas) que se constituirá el Ideal del Yo (Lacan [1957-1958], 1999, pp. 303 y ss.), Otro que de no instaurarse o sostenerse como Ideal (dentro del sujeto) daría lugar a la potencialización de lo imaginario (Lacan [1955-1956], 1986, pp. 291-299). Así que para Lacan “el ideal del Yo designa la instancia de la personalidad cuya función en el plano simbólico es regular la estructura imaginaria del Yo [moi], las identificaciones y los conflictos que rigen sus relaciones con sus semejantes” (Chemana, 2002, p. 209, cursiva del autor). Funcionamiento del Ideal del Yo que no se analiza en la teoría althusseriana de la ideología2, lo cual implicaa su falla en no sistematizar la interrelación entre las identificaciones imaginarias y las simbólicas (Dólar, 1993; López Espinosa, 2012), basando su concepción de la estructuración ideológica en el relacionamiento imaginario, el reconocimiento especular entre los sujetos y el SujetoAbsoluto.

Sin embargo, puede intentarse complementar el proceso de identificación simbólica con el Otro, en que se constituye el Ideal del Yo, con la perspectiva de la subjetivación en la configuración ideológica familiar (Althusser, 2003, pp. 57-58), que se tratará más adelante, si se pretende reelaborar el proceso de la interpelación ideológica sin subsumirla o nivelarla al reconocimiento especular con el Sujeto Único Absoluto. Aunque sin desconsiderar los modos en que puede alterarse la función reguladora del Ideal del yo sobre el registro imaginario, Lacan, por ejemplo al referirse a algunos cuadros obsesivos, analiza en relación con las instancias ideales a la formación fantasmática de Dios Todopoderoso, omnipotente, en los siguientes párrafos:

[…] es el fantasma del Dios omnipotente […] la potencia de Dios, que se ejerce a la vez en todos los sentidos. 

Ahora bien, la correlación de esta omnipotencia con, por así decir, la omnividencia, nos indica suficientemente de qué se trata […] de esa proyección del sujeto en el campo del ideal, desdoblado entre, por un lado, el alter ego especular —el Yo Ideal— y, por otro lado, lo que está más allá —el Ideal del Yo.

Allí donde se trata de recubrir la angustia, el Ideal del Yo adquiere la forma del Todopoderoso (Lacan [1962-1963], 2006, p. 331, cursivas del original).

Por lo que la proyección del sujeto, concerniente a las instancias ideales (Yo Ideal e Ideal del Yo, que también se tratan en la próxima sección), se muestra asociada con la formación en el Ideal de la figura de Dios omnipotente, en su poder absoluto; lo cual tiene antecedentes freudianos, por supuesto. Lo que también induce a interrogarse sobre el antecedente parcialmente freudiano de la teorización althusseriana del Sujeto Único Absoluto. Ya que si Althusser se basa en el ejemplo de la ideología religiosa cristiana para teorizar al Sujeto Único Absoluto que tendría como condición absoluta la figura de Dios, Freud también implementó como ejemplo de su análisis de masas a la religión cristiana (católica) (Freud [1921], 1979, pp. 89 y ss.,127). Masa que mantendría su composición por el siguiente “espejismo (ilusión), a saber: hay un jefe, Cristo,[…] que ama por igual a todos los individuos de la masa” (ibíd., pp. 89-90). En el ejemplo de la religión cristiana se especifica a la constitución libidinosa de la masa tanto en la identificación de los individuos entre sí, como con el conductor, el ideal (Cristo) (ibíd., pp. 90 y ss.,127), identificación que sería una exigencia del discurso cristiano (ibíd., p.127), así que podría redefinirse como una interpelación. Doble identificación que se correspondería parcialmente con la duplicidad del reconocimiento ideológico, de los sujetos entre sí y con el Sujeto Absoluto.

La comparación establecida también apunta a indagar en los procesos identificatorios de las masas político-ideológicas, desde la perspectiva de la desregulación del registro imaginario por la alteración del funcionamiento simbólico del Ideal del Yo, como sucedería en la idealización, en que podría revestirse el ideal (el líder) de “hiperpoder” (ibíd., p. 122). Idealización analizable entonces en su posible ideologización, y además conceptualizable como absolutización imaginaria, lo que se tratará en la segunda parte. 

Continuar con la comparación entre las teorizaciones freudiana y althusseriana resultará significativo al precisar una de sus diferencias. Que se puede ir planteando desde cierta perspectiva psicohistórica en que Freud (ibíd., p. 95) consideró cierta especificidad de las masas religiosas. Al proponer investigar “si las masas con conductor son las más originarias y completas, y si en las otras el conductor puede ser sustituido por una idea, algo abstracto, respecto de lo cual las masas religiosas, con su jefatura invisible, constituirían la transición” (ibíd.). Sustitución (del conductor) que además podría ser viabilizada por “una tendencia compartida, un deseo” (ibíd.). Ideas, tendencias, deseos, que podrían “encarnarse a su vez de manera más o menos completa en la persona de un conductor secundario […] del vínculo entre idea y conductor resultarían interesantes variedades” (ibíd.). Por lo que si el cristianismo fue uno de los ejemplos que implementó Freud en su análisis de las masas, también se percató de ciertas características específicas de las masas religiosas. Dicha distinción de los ideales religiosos y sus formas de masificación como transicionales, entre las más originarias y las posteriores, orienta a cuestionar a Althusser en que pudo haberse excedido al ejemplificar la estructura de toda ideología en la antigua religión. Condicionada absolutamente por la figura de Dios, Otro Sujeto Absoluto, Otro absoluto recubierto por la dimensión imaginaria. Generalizando así a todas las ideologías lo que sería propio de dicha religión monoteísta, sin considerar por ejemplo su condición histórica transicional. Este planteo puede corresponderse con la crítica de Buttler (1997, pp. 123 y ss.), cuando esgrime que, si bien Althusser presenta a la religión solo como ejemplo de la interpelación ideológica, termina estructurando a su teoría en la performatividad del poder religioso. Exceso vinculado entonces con que fundamente a las ideologías primordialmente en la relación imaginaria, o más precisamente en el reconocimiento especular con el Sujeto Único Absoluto. 

La estructura especular de toda ideología debería reflejar, según Althusser (2003), a la “puesta en escena de la interpelación y sus roles específicos” (p. 58), refiriéndose al rol del sujeto en cada “configuración ideológica familiar específica” (ibíd., p. 57). Más precisamente plantea “que esta configuración ideológica familiar está en su unicidad fuertemente estructurada y que en esta estructura implacable más o menos ‘patológica’ (suponiendo que este término tenga un sentido asignable), el antiguo futuro-sujeto debe ‘encontrar’ ‘su’ lugar” (ibíd., pp. 57-58). Si bien en lo citado se pone terminológicamente en cuestión a lo “patológico”, merecería reconsiderárselo, y en relación con la subjetivación en cada configuración ideológica familiar, como se indicaba. De todas formas, con la última cita se introduce a su vez a la siguiente formulación, que resulta fundamental: 

Es evidente que esta sujeción y preasignación ideológica y todos los rituales de la crianza y la educación familiares tienen alguna relación con lo que Freud estudió en las formas de las “etapas” pregenitales y genitales de la sexualidad, por lo tanto en la “toma” de lo que Freud señaló, por sus efectos, como el Inconsciente (ibíd., p. 58).

De la cita puede reinterpretarse que, si la preasignación y sujeción ideológica se relacionara con las etapas pregenitales y genitales, también se adecuaría repensarla desde el desenlace de la fase edípica, en que se constituye el Ideal del Yo mediante el proceso de identificación secundaria (simbólica). Ideal que por supuesto hay que diferenciar del Superyó5, pero es considerable que Althusser (1996) haya aproximado a lo superyoico con el “sujeto que interpela en forma de sujeto a todo sujeto ideológico” (p. 126). Ya que también orienta a interrelacionar el proceso identificatorio en que se constituye el Ideal con el arraigamiento, y dinámica afectiva parcialmente inconsciente, de la interpelación ideológica. Lo que sería articulable a su vez con analizar al discurso ideológico entre los “personajes de la escena familiar […] ‘situación’ ideológica en la que se producen, como constitutivos de esta ‘situación’, los efectos de articulación de los inconscientes de la madre y del padre sobre y en la estructura de esta situación ideológica” (ibíd., p. 128). Considerando que los componentes simbólicos del Ideal yoico serán investidos por la energía pulsional del Ello (Freud [1923], 1985, p. 53), desarrollándose afectividad tanto hacia “a objetos concretos y a ideas abstractas” (Freud [1921], 1979, p. 86), ideas que pueden ser asignadas (o signadas) por el Ideal.

Sobre el proceso identificatorio en que se constituye el Ideal del Yo resultará importante mencionar, en esta relectura de Atlhusser, algunas diferencias entre Freud y Lacan.Ya que si Freud tiende a otorgar al padre cierta predominancia en el proceso de constitución del Ideal del Yo (o Superyó), también propone que en general (aunque especialmente en los neuróticos) se produciría el desenlace del “complejo de Edipo más completo” (Freud [1923],1985, p. 34, cursivas del autor). Desenlace en que el Ideal yoico se establece como resultado de las identificaciones con ambas figuras parentales (ibíd., pp. 35-36). Lo cual se diferenciaría del énfasis lacaniano en la identificación simbólica con las insignias paternas, en la constitución del Ideal del Yo. Entonces, si estas diferencias resultan significativas para la relectura propuesta, es porque podrían ser importantes para abordar ciertos casos, como los de familias que no estén (parafraseando a Althusser) “fuerte e implacablemente estructuradas” ideológicamente, sino en que existan diferencias, contradicciones ideológicas, casos que dicho autor parece no considerar. 

De todas formas, no se trata de menoscabar la importancia que puede tener la perspectiva de la sujeción ideológica interpelante de la configuración familiar6. Sino que se trata de reelaborar la interpelación ideológica sin asumir que esté necesariamente estructurada en el reconocimiento doblemente especular del registro imaginario. Planteando al Ideal del Yo como la instancia psíquica del proceso de subjetivación en que se irá disponiendo la formación ideológica. Lo que implicará analizar a dicha instancia también en su posible alteración, en la desregulación de lo imaginario, como por ejemplo cuando se corporiza el Ideal del Yo en algún conductor de masa (idealizándolo), con las respectivas ideas que represente (Freud [1921],1979; Lacan [1960], 1978). Emplazamiento del Ideal en la figura del líder que puede estar predispuesto, signado, transferencialmente orientado, por la preasignación y sujeción ideológica de la configuración familiar.

II. Ideal del Yo, Yo Ideal e idealización ideologizada

Para retomar la cuestión de las instancias ideales puede formularse que en la formación del Ideal del Yo se desplaza libido narcisista desde el Yo Ideal7 (Freud [1914], 1980, p. 91). Entonces lo que el individuo “proyecta frente a sí como su ideal es el sustituto del narcisismo perdido de su infancia, en la que él fue su propio ideal” (ibíd.), narcisismo que se aspirará a recuperar en parte mediante las satisfacciones de cumplimiento del Ideal (ibíd., pp. 91-96). Aspiración que también podría envolverse en los mecanismos imaginarios, proyectivos, fantasiosos, “del sujeto en el campo del ideal” (Lacan [1962-1963], 2006, p. 331), es decir, en las instancias ideales. Porque si la función simbólica del Ideal del Yo regula lo imaginario, y en su estructuración de la relación con el otro, también puede producirse transferencialmente (afectivamente) una “subducción de lo simbólico” (Lacan [1953-1954], 1981, p. 215), perturbándose la función del Ideal del Yo, aproximándolo, nivelándolo con el Yo Ideal, instancia imaginaria posibilitadora de captación narcisista del sujeto (ibíd.). Lo que sucedería en la idealización, que puede mostrarse ideologizada, tanto en la idealización del objeto como en la del sí mismo. 

A la idealización del sí mismo se la ha pensado en relación con formas totalitarias y fanatizadoras de las ideologías8 (Green, 1990, pp. 208-209). Casos en que se manifiestan posicionamientos paranoides de los sujetos (ibíd.), en que proyectan su agresividad en la alteridad, censurando el reconocimiento angustioso de su propia hostilidad persecutoria, manteniendo su cohesión narcisista en la “idealización de sí” (ibíd., p. 208). A lo cual se sugiere no “oponerle la visión idílica del idealismo, puesto que la idealización (de sí) muy bien puede justificar la persecución de otro” (ibíd., p. 209). Lo que guarda semejanza con lo planteado sobre los casos de delirios paranoicos reivindicativos de “apasionados ’idealistas’” (Ey, Bernard & Brisset, 1984, p. 503), que se destacan por su fanatismo político (ibíd., pp. 503-504).  Aspiración de “reivindicación ideológica” (ibíd., p. 504) que se formaría desde un complejo inconsciente de inferioridad por frustraciones, en sujetos que pueden manifestar agresividad, violencia, hacia quienes sienten, imaginan, que los persiguen (ibíd.). Sujetos que serían “gobernados por un Superyó inflexible” (ibíd., p. 503), desarrollando un fanatismo delirante “en el sentido de un ‘ideal de sí mismo’ imaginario” (ibíd., p. 504). En los casos planteados entonces resultaría analizable la idealización “en el campo de la libido yoica” (Freud [1914], 1980, p. 91), lo que puede pensarse como manifestación de la instancia del Yo Ideal, cuyo goce narcisista se caracterizaría por su intenso entremezclamiento con la pulsión de agresividad en dichos casos; sintomatología cuya ideologización se potenciaría por discursos totalitarios, fanatizadores. 

A la idealización ideologizada se propuso tratarla en su interrelación con el proceso en que el ideal se revestiría de “hiperpoder” (Freud [1921],1979, p.122), y considerándolo como absolutización imaginaria. Proceso posibilitado por la predisposición de muchos individuos a trasponer su Ideal del Yo “por el ideal de la masa corporizado en el conductor” (ibíd.). Líder cuya personalidad se destaca por expresar voluntad de poder y fascinación por “una intensa creencia (en una idea)” (ibíd., p. 77), y muchas veces también mayor fuerza y “libertad libidinosa” (ibíd., p.122). Conductor que a su vez actúa, en palabras de Lacan ([1960] 1978), con “función de insignia […] capaz de precipitar la identificación del Yo Ideal” (p. 299). Capacidad que se basaría en que:

En muchos individuos, la separación entre su Yo y su Ideal del Yo no ha llegado muy lejos; ambos coinciden todavía con facilidad, el Yo ha conservado a menudo su antigua vanidad narcisista. La elección del conductor se ve muy facilitada por esta circunstancia. (Freud [1921],1979, p.122).

Entonces esos sujetos narcisistas, deseosos de poder, estarían más predispuestos, en comparación con otros integrantes de la masa, a corporizar su Ideal del Yo en ese líder, y “los otros, cuyo Ideal del Yo no se habría corporizado en su persona en otras circunstancias sin que mediase corrección, son arrastrados después por vía ‘sugestiva’, vale decir, por identificación” (ibíd., pp. 122-123). Por lo que se trataría de un proceso identificatorio entre los sujetos que se inicia antes de que el Ideal del Yo (de quienes son arrastrados por sugestión) se corporice en esa personalidad, así que se identificarían previamente los sujetos entre sí por sus ideas, creencias, tendencias, deseos, que componen al Ideal. Ideas y creencias que en las ideologías pueden sistematizarse, y a las que el conductor pretendería representar, personificando la identificación. Pero se destacarían, en esa formación de masa, muchos sujetos con pronunciada predisposición a la idealización de sí y a la del líder, a revestirlo proyectiva e idealizadoramente de hiperpoder, idolatrándolo, endiosándolo, absolutizándolo. Formación de masa que se ejemplificaría, aunque se trate de una masa sumamente organizada, con la del partido de la ideología totalitaria y fanática nazi, sostenida en la idealización del Führer y en la creencia de superioridad de la raza aria. Ejemplo que además demostraría cómo la idealización puede interrelacionarse con la hostilidad en las masas, es decir, cuando “el conductor o la idea conductora podrían volverse también, digamos, negativos; el odio a determinada persona o institución podría producir igual efecto unitivo y generar parecidas ligazones afectivas que la dependencia positiva” (ibíd., p. 95). Interrelación que se compatibilizaría con analizar a la idealización específicamente como un mecanismo de defensa, siguiendo a M. Klein (1946), en que se escinde un objeto “bueno” idealizado que protege del objeto “malo perseguidor”, al que así a su vez se podría perseguir “defensivamente”.

El proceso de idealización (ideologizada) que se trató entonces, resultaría conceptualizable como absolutización imaginaria, encontrándose perturbada la función simbólica y reguladora del Ideal del Yo mientras se corporiza en la figura del líder idealizado, absolutizado, idealización en que se compenetrarían las instancias ideales desregularizándose lo imaginario.

Podrían plantearse otros ejemplos de la idealización ideologizada en que se absolutizaría imaginariamente9 a un “Sujeto conductor”, mistificándolo, idolatrándolo, endiosándolo. Perspectiva que pretende diferenciarse de la teorización de Althusser, en que todas las ideologías se estructurarían especularmente por el reconocimiento con un Sujeto Único y Absoluto.Sin embargo, puede plantearse el siguiente interrogante: ¿no podría resultar parcialmente compatible dicha perspectiva con la noción del Sujeto Absoluto para el análisis de algunas masas, como las de ciertos partidos políticos y respectivos líderes surgidos en el siglo pasado? En los que sería analizable, por ejemplo, cómo en los “mitos ideológicos” de esos partidos (algunos vigentes) se tiende a narrar sus orígenes personificándolos en un “Sujeto fundacional”, primordial. Cuando en vez de destacarse en sus surgimientos a la singularidad de un líder fundador, por más excepcional, crucial y decisivo que hubiese sido este, puede considerárselo como emergente de un proceso histórico-sociopolítico, desde el cual pudo haber emergido subjetividad sustituidora, reemplazante de aquel sujeto (Lapassade, 1980, pp. 104-105). Pero se tendería a representárselo distorsionadoramente, en su providencia y/o en su esencia, absolutizándolo imaginariamente, idealizándolo ideologizadamente. Lo que se condeciría con pensar a la posible ideologización de la identificación idealizadora a ciertos personajes (Lagache [1958], 1961), en la que:

El Yo Ideal es revelado todavía más por la admiración apasionada hacia grandes personas de la historia o de la vida contemporánea, caracterizadas por su independencia, su orgullo, su ascendiente. Con el progreso de la cura se ve al Yo Ideal esbozarse, emerger como una formación irreductible al Ideal del Yo (ibíd., pp. 41-42).

Manifestación del Yo Ideal analizable en la alteración de la función simbólica reguladora del Ideal del Yo, en su emplazamiento en la figura del líder de masa político-ideológica, quien con su voluntad e insignias de poder, y fascinación por ideales, facilitaría las transferencias y proyecciones hacia él. Especialmente de los sujetos que se compensan en la idealización de sí, precipitándose las identificaciones entre los “yoes ideales” al idealizarse al líder, en quien se corporiza el Ideal, compenetrándose las instancias ideales. Formación de masa en que entonces habría que considerar a los distintos tipos de sujetos que la compondrían, distinguiendo a los de esa predisposición más narcisista, más predispuestos a la idealización, de los que son “arrastrados por vía sugestiva”, que podrían ser menos fanáticos; variaciones que se vincularían, por ejemplo, con las distintas formas en que los sujetos se constituyen ideológicamente. Proceso identificatorio e idealizador de ciertas masas en que se trastorna desregulatoriamente el Ideal del Yo, pero que también fundamenta su comprensión como “instancia psicosocial de ligazón” entre los sujetos y las formaciones ideológicas.

III. Consideraciones finales 

Althusser define a toda ideología en la susodicha estructuración especular del registro imaginario, mientras plantea a la constitución del sujeto en la rígida e implacable configuración ideológica familiar: ¿lo cual lo condicionaría a aludir generalizadoramente al carácter (psico) patológico de las estructuras ideológicas familiares? Lo que podría reconsiderarse de acuerdo con la subjetivación en cada configuración familiar, en relación con los modos de desenlace de la fase edípica en que se constituye el Ideal del Yo. Replanteándose a la interpelación ideológica en su interrelación al proceso de identificación simbólica con las insignias del Otro; sin soslayar la potencialidad imaginaria de las formaciones ideológicas, que se revelaría por ejemplo al alterarse la función simbólica reguladora del Ideal del Yo. “Instancia psicosocial” que permite analizar a las masas político-ideológicas desde la perspectiva de las idealizaciones ideologizadas en que se compenetran las instancias ideales, lo que sería conceptualizable como absolutización imaginaria del ideal. Conceptualización surgida del análisis del pensamiento althusseriano pero que pretende diferenciarse de este, ya que por ejemplo no implica asumir que toda ideología esté estructurada por el reconocimiento especular entre los sujetos y el Sujeto Único Absoluto. Como tampoco que los roles de los sujetos, en “la puesta en escena de la interpelación ideológica entre los personajes de la situación familiar”, se reflejen necesariamente en la estructura de toda ideología. 

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1 juanmb1979@yahoo.com.ar Magister en Estudios Culturales, Centro de Estudios Interdisciplinarios de la Universidad Nacional de Rosario.
2 Aunque ocasionalmente sí alude al Superyó, diferenciándolo del Ideal, como se mencionará más adelante.
3 Y a su vez planteó entre los fundamentos de su teorizacióna la representación de aquel mítico padre primordial de la horda primitiva, que terminará siendo idolatrado, endiosado (Freud [1921], 1979).
4 Sobre el proceso de idealización objetal resulta destacable que en Psicología de las masas y análisis del Yo Freud formule que: “el objeto se ha puesto en el lugar del Ideal del Yo” (Freud [1921], 1979, p. 107, cursivas del autor), en el mismo capítulo en que se define a la constitución libidinosa de las masas (con conductor) como: “una multitud de individuos que han puesto un objeto, uno y el mismo, en el lugar de su Ideal del Yo, a consecuencia de lo cual se han identificado entre sí en su Yo” (ibíd., pp. 109-110, cursivas del autor).
5 Quizá no está de más aclarar que en un principio Freud utilizó indistintamente los términos de Ideal del Yo y Superyó, pero posteriormente el Ideal yoico se definió como una de las funciones del Superyó, conjunto a la autoobservación y la conciencia moral (Freud [1933], 1985). Si bien persistió el debate sobre si debiera asumirse al Ideal como una subestructura del Superyó o pensarlos por separado (cf. Laplanche & Pontalis, 1997). Aunque Lacan por su parte enfatizó en demarcar estructuralmente las diferencias entre el Superyó y el Ideal del Yo.
6 Ya que también puede pensarse por ejemplo en relación con los aparatos ideológicos de Estado, entre los que Althusser (2003) incluye a la institución familiar.
7 Aunque sobre la distinción entre el Yo Ideal y el Ideal del Yo ha habido debate, porque puede resultar ambigua la diferenciación conceptual en Freud. De todas formas, Lacan ([1960] 1978) destaca “el hecho de que Freud distinga los dos términos de la manera más segura” (p. 293). Otros investigadores aseguran que Freud no los distinguiría conceptualmente (Lagache [1958], 1961; Laplanche & Pontalis, 1997).
8 Formas totalitarias fundamentadas en discursos del tipo: “todo el que no es como yo o no piensa como yo está en contra de mí” (Green, 1990, p. 208).
9 Conceptualización que podría complementarse con la perspectiva de la absolutización de la política (Pizzorno, 1994; Giménez, 2007). Que se manifiesta en el discurso adoptando formas que excederían las racionalidades, implementando lenguaje secularizado, como por ejemplo “fe política” (Giménez, 2007, p. 113) o ”devoción”

Descriptores: SUJETO / IDEOLOGÍA / IMAGEN ESPECULAR / LO IMAGINARIO / OTRO / MASA / RELIGIÓN / IDEAL DEL YO / IDEALIZACIÓN / FANATISMO / LÏDER


Abstract

The Subjec to ideological interpellation and the Ego ideal: identifications in the masses

The paper  starts with an examination of Althusser’s ideological interpellation, in its interrelation with the mechanism of mutual recognition between subjects and with the Absolute Single Subject. The analysis focuses on the Althusserian reinterpretation of the Lacanian imaginary relation. The ideological recognition between the subjects and the Subject is rethought based on the Freudian study of the masses, in which individuals identify both among themselves and with the conductor (the leader), who embodies the Ego ideal. Also from the Lacanian perspective, the paper deals with the alteration of the instance of the Ego ideal in its symbolic and regulatory function of the imaginary, as happens in the (ideologized) idealization of the leader. These perspectives, in which the ideal is understood as a “psychosocial instance of linkage” between the subject, the ideological formation and the mass, are articulated in turn with the process of constitution of such instance. Althusser’s formulations on subjectivation within the ideological configuration of the family, scene of interpellation, are reinterpreted. 


Resumo

O Sujeito da interpelação ideológica e o Ideal do eu: as identificações nas massas

Parte-se de uma análise da interpelação ideológica teorizada por Althusser, na sua inter-relação com o mecanismo do reconhecimento especular, entre os sujeitos e com o Sujeito Único Absoluto. Análise que, em princípio, focaliza-se na reinterpretação althusserina da relação imaginária lacaniana. Este reconhecimento ideológico, entre os sujeitos e o Sujeito, é repensado desde o estudo freudiano das massas, nas quais os indivíduos se identificam tanto entre si como com o condutor (o líder), em quem se corporiza o Ideal do eu. O que vai se implicando, ao tratar-se também desde Lacan, com a alteração da instância do Ideal do eu na sua função simbólica e regulatória do imaginário, como acontece na idealização (ideologizada) do líder. Estas perspectivas, que compreendem o Ideal como “instância psicossocial de união” entre sujeito, formação ideológica e massa, pela sua vez, articulam-se com o processo de constituição de dita instância, reinterpretando a Althusser nas suas formulações sobre a subjetivação na configuração ideológica familiar, cena da interpelação. 


BIBLIOGRAFÍA

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