El ideal de la maternidad bajo los espejismos de las técnicas reproductivas
María Angélica Córdova1
Resumen
A partir de los desarrollos de Freud en Psicología de las masas y análisis del Yo (1921), el presente trabajo puntualiza una de las tantas ilusiones que tienden a masificar en esta época biotecnológica, siendo uno de los recursos imaginarios del que se vale una ciencia amo para eludir la castración.
Específicamente, profundizamos el influjo sugestivo que pueden ejercer sobre algunas mujeres las técnicas reproductivas de una ciencia que copula con el ideal social de la maternidad, proliferando ilusiones fecundas para el despliegue de fenómenos masificantes.
Las Técnicas de Reproducción Humana Asistida (TRHA) son un tratamiento posible para la infertilidad, pero también un nuevo campo para la mortificación del sujeto.
El presente escrito puntualiza la relación entre la identificación constitutiva de la masa propuesta por Freud en Psicología de las masas y análisis del Yo (Freud [1921], 1984), y una de las posiciones maternas explorada en un trabajo anterior (Córdova, 2020, 2021). Específicamente, abordaremos una posición materna que, coagulada en el ideal social de la maternidad y obnubilada por las técnicas reproductivas de una ciencia amo, demanda un hijo librándose de la cuestión ética de encontrar un posicionamiento singular respecto del goce femenino.
Si la masa unifica vía una identificación alienante, no lo hace sin el consentimiento del sujeto del inconsciente que se deja capturar por un Yo que ha permutado su Ideal por el Ideal de la masa. En esta comunidad de individuos hipnotizados por un líder o por una idea directiva que corporiza el Ideal del Yo, todo ocurre bajo una doble ligazón libidinosa que tiene como cimiento una pura ilusión.
Freud (1921) nos entrega las coordenadas para comprender la lógica de las masas a partir de las conformadas en la Iglesia y en el Ejército; ambas son comunidades de alto grado de organización, duraderas, artificiales, que se protegen de su disolución.
En la Iglesia […], lo mismo que en el Ejército, y por diferentes que ambos sean en lo demás, rige idéntico espejismo (ilusión), a saber: hay un jefe —Cristo en la Iglesia católica, el general en el Ejército— que ama por igual a todos los individuos de la masa. De esta ilusión depende todo […]. En estas dos masas artificiales cada individuo tiene una doble ligazón libidinosa: con el conductor (Cristo, general en jefe) y con los otros individuos de la masa (Freud,1921, pp. 89-90).
¿De dónde proviene una ligazón de estas características?
Freud dilucida los nexos de la identificación en la conformación neurótica del síntoma, afirmando que la identificación es la más temprana exteriorización de una ligazón afectiva con otra persona, y bajo los mecanismos del inconsciente puede suceder que regresivamente la identificación sustituya una ligazón libidinosa. Es decir que la elección de objeto retorne a la identificación al introyectar el Yo un rasgo del objeto amado u odiado.
Y continúa esclareciendo la identificación constitutiva de la masa:
Hay un tercer caso de formación de síntoma, particularmente frecuente e importante, en que la identificación prescinde por completo de la relación de objeto con la persona copiada […]. El mecanismo es el de la identificación sobre la base de poder o querer ponerse en la misma situación (Freud, 1921, p. 101).
Se trata también de una identificación parcial, en este caso, con otros individuos con los que poco importa el lazo libidinal previo. Lo ejemplifica el pensionado de señoritas, en el que una joven se desmaya por un amor secreto, e inmediatamente sus compañeras que también quisieran tener un amor secreto se identifican con el síntoma y se desmayan. Sostiene que, “la ligazón recíproca entre los individuos de la masa tiene la naturaleza de una identificación de esa clase (mediante una importante comunidad afectiva), y podemos conjeturar que esa comunidad reside en el modo de la ligazón con el conductor” (p. 101).
Los espejismos masificantes de las técnicas reproductivas
Si “cada individuo es miembro de muchas masas, tiene múltiples ligazones de identificación y ha edificado su Ideal del Yo según los más diversos modelos” (Freud [1921], 1984, p. 122), participa en las comunidades de raza, credo, ideales de una cultura determinada, etc., entonces ¿qué podemos decir de la identificación masiva con elideal social de la maternidad?
Sabemos sobre los efectos que produce la captura imaginaria de la feminidad en la instauración de un deber ser que pretende proporcionar una medida común para todas las mujeres, no siendo más que un recurso para aliviar la angustia frente la multiplicidad de elecciones en el sujeto sexuado (Tubert, 1991, pp. 220-221). Se trata de una lógica que concibe la diferencia de los sexos en términos binarios e irreductibles; a partir de representaciones que son fuente de coerción y alienación se invisibiliza a la mujer detrás de una función maternal supuestamente natural, instintiva, universal e ahistórica; sus funciones reproductivas se encuentran dirigidas, legalizadas y asistidas, desde discursos y prácticas patriarcales. No solo se obtura en el sujeto la pregunta sobre la diferencia sexual, sino también las diferencias entre las mujeres como sujetos deseantes.
Se entiende entonces por qué los individuos de una masa x en este caso, una comunidad que ha permutado el Ideal del Yo por el ideal social de la maternidad, “están todos inhibidos en el despliegue de lo simbólico […], congelados en una imagen. La masa funciona como uno, como un solo cuerpo” (Soria, 2009, p. 78), la consistencia es lo propio de lo imaginario. En la inhibición “hay una lógica de muerte, eso que detiene el movimiento vital de lo simbólico, que hace a la metonimia del deseo” (p. 84), si su finalidad es evitar el desarrollo de una angustia que le señalaría las coordenadas de su deseo, no sin pérdida mediante.
Se trata de la claudicación yoica, en tanto el Yo es una bolsa que demanda del taponamiento imaginario. ¿Por qué? Porque también “a partir del sentido se goza” (Lacan, 1974-1975, clase 8-4-75). La prevalencia del goce sentido conduce a la detención, a la inhibición del encadenamiento significante en cuyos intervalos emerge el sujeto de deseo, es la intrusión de lo imaginario “en una figura que es figura de agujero, de agujero de lo Simbólico” (clase 10-12-74). Es aquí una identificación imaginaria lo que da consistencia al Yo.
Vemos que la claudicación yoica, esto es, el atrincheramiento del Yo detrás de la identificación coagulada con el ideal de la maternidad, tiene un efecto de cierre a través de una imagen la madre, restableciendo ilusoriamente la completud yoica bajo la hermandad de una comunidad obnubilada. Pero nos está faltando un elemento en esta ecuación, el líder que toma a su cargo tamaño espejismo.
¿Quién es el amo que obnubila, que garantiza el objeto del ideal social de la maternidad?
No es difícil adivinarlo…
La copulación entre la ciencia y el mercado cava un surco en lo real modificando el límite de lo posible; en lo concerniente a las Técnicas de Reproducción Humana Asistida es significativo el incremento en la demanda a partir de la Ley de Fertilización Asistida 26.862 (Straw, C., Scardino, M. & Pérez, A., 2017; Núñez, 2017; Ormart & Wagner, 2020, entre otros); sobre todo en la franja etária que oscila entre los 30 y los 49 años (Ormart, E, 2018). Son cada vez más las mujeres que, obnubiladas con las posibilidades inéditas que ofrece la reprogenética, entregan un cuerpo que lejos de ser descifrado según su economía de goce, se presta a ser reducido a un mero objeto de manipulación.
No se trata de toda la ciencia, sino de aquella que en pos de encontrar la causa de la infertilidad y su anhelada reparación intenta franquear lo imposible colocando el saber sobre lo real del cuerpo, fragmentándolo como si de una máquina se tratara; sus células serán extraídas, recicladas, intercambiadas y comercializadas sin pérdida alguna.
Una ciencia que medicaliza la sexualidad, la procreación, la gestación, la filiación, como un modo de habérselas con lo real inasible, tiende a convertirse en causalidad engañosa, en un plus de gozar de imitación, como si el origen de la vida estuviera representado por el don creador que ellas detentan, y aunque este no sea más que un engaño del amo de imitación, no evita que una mujer se arroje a ellas. En una ciencia que así rechaza la castración, “los individuos de la masa han menester del espejismo de que su conductor los ama de manera igual y justa; pero al conductor mismo no le hace falta amar a ningún otro” (Freud [1921], 1984, p. 118).
¿Cuál sería, en este caso, la maniobra de esta ciencia amo?
Es por la pérdida de un goce radical que el pequeño goce el objeto a se reintroduce parcialmente como plus de gozar en un sujeto habitado por la carencia (Lacan, 1969-70, pp. 51, 82), dicha hiancia se llenará con objetos hechos para servir de tapón, ya que jamás se encontrará lo que se cree buscar. En el trayecto de ida la pulsión se encauzará tras los objetos señuelos de las pulsiones oral y anal, escópica e invocante, pero su retorno por el campo del Otro será a pura pérdida. De este trayecto saca provecho una ciencia que intenta plagiar al significante amo a través de una causalidad engañosa; bajo el imperativo categórico del saber, esta ciencia gobierna la profusión incesante de objetos que promueven un plus de gozar de imitación, objetos de consumo que producen insatisfacciones inexistentes, por lo que toda verdad del sujeto resulta aplastada (p. 188).
Es desde esta posición que una ciencia amo puede obnubilar, convocar a la masificación, “no olvidemos que la exigencia de igualdad de la masa solo vale para los individuos que la forman, no para el conductor. Todos los individuos deben ser iguales entre sí, pero todos quieren ser gobernados por uno” (Freud, 1921, p. 115).
Esta podría ser una de sus maniobras, servirse de la propia defensa que el sujeto instrumenta frente a la angustia de castración, engordando el goce sentido que pulsiona la intrusión de lo imaginario en lo simbólico inhibiendo el movimiento deseante. Pues, si vía la inhibición del movimiento deseante se degrada el deseo de hijo en demanda de hijo, desde aquí la ciencia en retroalimentación con el discurso patriarcal no hará más que ingresar al hijo en su maquinaria como una necesidad antes inexistente, lo depondrá como un objeto más de consumo y empujará a una demanda de hijo traducida a la carta. Profundicemos, Freud nos dice que:
La hipnosis comparte con el enamoramiento el circunscribirse a esas dos personas, pero se basa enteramente en aspiraciones sexuales de meta inhibida y pone al objeto en el lugar del Ideal del Yo. La masa multiplica este proceso; coincide con la hipnosis en cuanto a la naturaleza de las pulsiones que la cohesionan y a la sustitución del Ideal del Yo por el objeto, pero agrega la identificación con otros individuos (Freud, 1921, p. 135).
Entonces, si esta comunidad de mujeres otorga consistencia imaginaria a la omnipotencia del Otro de la medicina, no es solo porque lo suponen la clave de la fabricación de los hijos a voluntad, sino porque al entregarse al saber médico como si de un hipnotizador se tratara, pretenden encontrar fuera de sí mismas una respuesta a su pregunta no formulada.
Así, una ciencia para la cual la procreación es solo un asunto de sustancias, “se denomina ‘esterilidad médica’ a esta cosa opaca, mal definida, difícil de decir, que hace que las relaciones entre un hombre y una mujer no sean fecundas […]. La medicina, al proponer esta denominación amplia, se presenta como fuerza positiva” (p.72), ¿cómo fuerza para qué?, “para brindar un plus, el niño, en el sitio mismo donde, a la sazón, algo se siente como un fracaso” (p. 72). Se trata de una medicina de la procreación que se instituye a sí misma con el poder oracular para esgrimir una respuesta anticipada a la pregunta de ¿qué quiere una mujer?: “Ella quiere un hijo”, y si el hijo no llega, la adentrará en un tratamiento reproductivo en el mayor de los malentendidos.
Para muchas mujeres se trata sobre todo de poner a prueba su fecundidad, de eliminar la idea de la imposibilidad de tener hijos, “podría leerse: El niño no llega, luego lo quiero, o también: No llega para que yo pueda quererlo” (Chatel, 1996, p. 75), así, el deseo se rebaja en querer. Se debería considerar si las condiciones de la fecundidad no están comprometidas justamente porque una mujer no está en situación de abandonar algo para recibir algo, en este caso, al niño como don, como regalo.
Hay una clara diferencia entre el deseo de hijo y el deseo de maternidad; este “corresponde fundamentalmente a una dimensión imaginaria. […] lo que está en juego es el ser madre” (Tubert, 1991, p. 117), no se trata del tener, sino del “ser” bajo un proceso de fetichización del niño imaginario, quien “vendría” a probar en la mujer su identidad materna, su integridad física y su función social. No sorprende que por desembarazarse del estigma de la infertilidad muchas mujeres se ofrenden a los tratamientos reproductivos en posición sacrificial, “próximas al goce absoluto del padre imaginario, encarnado por el médico que puede, o no, hacer el don” (p. 178). Si las tecnologías reproductivas de una ciencia amo detentan el poder para producir un hijo en toda mujer, ¿por qué dejar de esperar el falo?; así, esta comunidad afectiva podrá encontrar una defensa a la castración, aunque no sea más que una ilusión.
Para otras mujeres, una vez localizada y nombrada toda falta de hijo como un síntoma de infertilidad a tratar medicamente, se ejercerá un intenso poder de sugestión que podría tomar la consistencia de una profecía autorrealizadora, “la respuesta del médico funcionó entonces para ella como una nominación. Recibió en ese momento una palabra que cobró valor de veredicto de mujer estéril” (Chatel, 1996, p. 88), orientando su posición subjetiva, es decir, “el médico habría dicho hay algo [somático] y eso habría producido alivio, pero encerrojando una falta ubicada en el nivel de la feminidad; la respuesta sería la infertilidad” (p. 89).
Queda claro que la inducción de la demanda de hijo bajo esta lógica “es fuertemente inductora” del crecimiento de la infertilidad, siendo clave para la creación de nuevas prácticas de procreación según la lógica del mercado.
Una vez establecida la errónea equivalencia entre feminidad y maternidad, entre deseo y demanda, las tecnologías reproductivas otorgan consistencia a la fantasía de reparación, “la tecnología viene a remediar lo que no funciona. Aquello que no tiene respuesta en lo real” (Lima, N. & Ormart, 2014, p. 228). Garantizan no solo la llegada del hijo demandado, sino también la maximización de los beneficios fenotípicos y genotípicos, ya que, si es posible tener un hijo, “¿por qué no elegir uno sano a uno enfermo? Y ¿por qué no elegir uno lindo a uno feo?” (p. 227).
La primacía de los medios tecnológicos obnubila la finalidad de estos, la cuestión cambia de eje, deja de pasar por el deseo y se transforma en “si están los medios para tener hijos, ¿por qué no tenerlos? Tener hijos ya no se trata de una elección sino de un derecho y como tal tiene que ser demandado para todos/as” (p. 227). La respuesta lineal de una ciencia amo a la demanda de hijo reduce el deseo en voluntad de hijo, el hijo queda reducido a un bien más del que se tiene derecho a gozar, así como se tiene derecho a una casa, a un trabajo, a un auto, colocado en una serie de logros en consonancia con los mandatos sociales. El cuerpo y sus productos entran en la lógica del mercado, “el catálogo de los donantes de semen es la garantía de un bebé a medida” (p. 229), es un hijo a la carta.
En este contexto el conocimiento oracular es traumático, las biotecnologías de la predicción sostienen la ilusión de atrapar el azar, la fabricación de bebés más allá de los límites de la indicación del diagnóstico preimplantacional con la finalidad de concebirlo como se lo quisiera invita a una nueva forma de la tragedia, “por un lado, moviliza un exceso de representaciones, demasiada información, demasiadas proyecciones angustiantes hacia el futuro. Por otro, la predicción desconcierta, deja indefenso, […] dejando en suspenso la relación afectiva con el hijo por nacer” (Ansermet, 2019, p. 138).
El saber suministrado por la predicción produce un colapso de la temporalidad, marcado por padecimientos programados que develan lo real de la muerte o la enfermedad antes de la vida, “el anuncio de malformación o de enfermedad deja en un callejón sin salida: entre una imposibilidad de continuar con el embarazo y una imposibilidad de interrumpirlo” (p. 145), cuando en el plano inconsciente se experimenta como una opción infanticida. Se trata de un tiempo que trastoca los momentos lógicos de ver-comprender y concluir, ya que, desde el instante mismo de ver, se produce una elipsis del momento de comprender, la predicción empuja inmediatamente a una decisión-solución del problema, esto es lo desconcertante.
El testimonio de Camila2
Había pensado que el momento indicado no iba a llegar nunca. Se aburría a los veintipico cuando iba de visita a sus pagos en el interior de Mendoza, metida entre sus amigas panzonas, rodeada de niños reptantes, llantos inclementes, pañales sucios y tetas a punto de explotar. En ese momento, tenía otros planes para su vida. Vivía en la capital de la provincia, donde había estudiado y conseguido trabajo de lo que le gustaba. Había viajado a España con una beca para terminar un libro que estaba a punto de publicar un editor porteño. Se encontraba cada año con un grupo de escritores en algún lugar del país para compartir lo que hacían. La vida era salvaje y desaforada […].
Un tiempo después habían llegado a su vida Tomás y la idea de los hijos. Y él, que es un poco más formal, le había dicho: “Entonces nos casamos”. Todo el mundo sabía que el matrimonio era apenas la primera estación espacial hacia otra galaxia. […]
Otro fin de semana glorioso en los albores del otoño. […] Un banco gastado donde descansaba una panza. Un cochecito que venía. Espacios verdes. Niños jugando a la pelota. Árboles floridos. Otro cochecito. Una mujer acunando a su bebe. Otra panza. “Voy a tener que dejar de venir al parque”, especuló Camila. La torturaban aquellas escenas alrededor suyo, que vistas a la distancia parecían perfectas […].
Nunca había pensado que le podía pasar que empezara a buscar un hijo y no quedara embarazada. […] ¿Por qué había esperado tanto? ¿Vieja a los 34? […] Cuando tenía un retraso, salía corriendo a buscar un test de embarazo.
Cada vez que iban de visita a lo de sus suegros era lo mismo. “¿Y? ¿Alguna novedad?” También el resto de la familia se lo preguntaba […]. La movilizaba desde la punta del pelo hasta las uñas del pie. Se angustiaba. Cada vez se ponía peor.
El especialista en infertilidad […] los había mandado a bajar la ansiedad y a tener relaciones intensamente […]. Eso ya lo venían haciendo casi como autómatas […].
El doctor canchero se hizo de los resultados de la histerosalpingografía. “Dos por ciento”, soltó, y fue una bomba. “Tenés dos por ciento de posibilidades de quedar embarazada. Tenés una trompa tapada completamente y otra, en un noventa por ciento”. Hizo cuentas.” Quizás en diez años lo logres, si tenés suerte […]”. El procedimiento más eficaz, les sugirió, era la fertilización in vitro mediante ICSI. El médico canchero no cobraba las consultas, cobraba los tratamientos. Camila se largó a llorar desconsoladamente. […] Ese tratamiento no era para ella […].
Esta mujer que ahora la interrogaba tenía las llaves del cielo y del infierno. Era la médica encargada de evaluar a todos aquellos afiliados a OSEP, la obra social […].
“Mirá, acá no hay que hacer ningún tratamiento. No sé con quién has ido ni me interesa. Necesito ver tus trompas. Así que vamos a hacer una cirugía laparoscópica […]. Opero los viernes de ocho a doce en el hospital y tengo muchos pacientes. Así que decidilo ahora, porque no tengo tiempo para esperar y todos los días vienen casos como el de ustedes […]. La obra social te cubre dos tratamientos por año y hasta ahora hay una lista de 120 parejas. Así que seguro dentro de cinco o seis años les toque a ustedes. Pero primero tenemos que hacer una laparoscopia y ahí vamos a ver si es necesario hacer un tratamiento”. Dentro de seis años Camila tendría 40.
Después de las visitas al médico canchero y a la doctora impaciente, decidieron ir a otro especialista, que sí les cobró la consulta.
Le llevaron los resultados de la histerosalpingografía […]. ¿Las trompas casi totalmente obstruidas? No, el no veía nada de eso, les dijo. El informe decía que una trompa estaba normal y la otra no se veía bien, pero tampoco había arrojado nada concluyente, agregó […]. Quedaron en volver a verse para arrancar cuando a Camila le hubiera venido la menstruación. Para ella fue un alivio.
Días después, aterrizaron con un turno en el consultorio de un erudito en acupuntura. […] la semana siguiente el acupunturista repitió el procedimiento y agregó otra aguja justo arriba del ombligo […]. Esperaba con ansiedad su menstruación para ir al médico y empezar con la estimulación, pero su menstruación no venía […]. El test de embarazo (¿sería el octavo o el décimo que se hacía desde que empezó a buscar) esta vez dio positivo” (Mantero, 2015, pp. 27-35).
En el discurso de Camila puede escucharse que en un primer momento el ideal de la maternidad no logra fagocitar la feminidad. Sin embargo, a medida que avanza el reloj biológico avanza también la demanda del Otro, la captura imaginaria pone en marcha su maquinaria sobre el engranaje singular de su historia. La pregnancia de la instancia yoica va tomando forma en la búsqueda de un cuerpo consistente, sin fisura, como si un embarazo pudiera completarlo, esto es lo imaginario. La intrusión de lo imaginario en lo simbólico hace consistir la mujer en la madre sobre la base de una identificación masificante que se rige por los emblemas de un Superyó normativo, la pregunta sobre el ser mujer se tapona con el sentido que le viene del Otro. Es el exceso de sentido que supone la inhibición, situada entre imaginario y simbólico, lo que detiene el movimiento deseante.
Un tiempo que pone en juego la necesidad de “restaurar” el narcisismo a través de una fecundidad que la confirme en su integridad física y en su identidad sexual. Ahora pegoteada con el ideal de la maternidad intenta desembarazarse del horror a la infertilidad, su hacer bajo las técnicas reproductivas sería la puesta en forma del taponamiento imaginario. En la búsqueda de una ilusoria completud narcisista bajo una comunidad de la maternidad como Ideal, se consagra a las técnicas reproductivas al precio de entregar su cuerpo como un campo de batalla, capáz de martirizarse estoicamente a la espera del don detentado por el padre imaginario que encarna el médico.
Pasará mucho tiempo para que Camila logre romper la macroestructura de una célula social, médica y marital que la fogocitaba, gracias fundamentalmente a que deja de supeditarse al saber oracular de la ciencia que encarna el Ideal de esta comunidad. Y, porque elige darle entidad a unas pocas palabras de un médico que dio lugar al sujeto y no leyó los resultados clínicos como un hecho “concluyente” que infertilizara al sujeto de deseo, dejando a su alcance la llave para liberar un presunto y genuino deseo de hijo que estaba aplastado por la demanda del Otro, el cual cristalizará en un embarazo. Las cuestiones somáticas del cuerpo de Camila concernían al cuerpo afectado por el significante, lo que tenía tapado no eran las trompas sino el deseo; es justamente un Yo que consiente ser atiborrado por una ciencia amo lo que promueve el taponamiento del sujeto de deseo, y solo él puede desatar sus propias amarras.
Conclusiones
Hemos puntualizado las incidencias que tendría en la demanda de hijo la copulación entre la identificación masificante mujer = madre y una ciencia que anhela no dejar a ninguna al margen de la reproducción. En ambos casos se trata de terrenos fecundos para los derroteros de la instancia yoica que consiente ser atiborrada, tanto por el Otro social como por el Otro de la medicina, se degrada el deseo en demanda de hijo bajo el Ideal de una comunidad. Lo cual no puede más que convocar a la inhibición del movimiento deseante como un modo de responder a la angustia de castración.
Pero puesto que la demanda de hijo no coincide con el deseo de hijo, el sujeto del inconsciente puede poner en jaque las técnicas del amo y al Superyó normativo que la quiere madre. Esta podría ser una de las variantes de la infertilidad sin causa aparente, en este caso bajo la lógica del deseo, como protesta sintomática a la captación yoica. No se trataría, entonces, de la prevalencia del cuerpo en su ilusoria unidad, sino de un cuerpo perforado por el significante, de la función del síntoma en su vertiente metafórica.
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1 lic.mariangelicacordova@gmail.com Miembro de la Asociación Argentina de Salud Mental. Magíster en Psicoanálisis UBA. Especialista en Psicología Clínica Hospital J. T. Borda.
2 El presente relato fue extraído del libro de L. Mantero (2015), El deseo más grande del mundo. Testimonios de,mujeres que quieren ser madres. Buenos Aires, Argentina: Paidós.
Descriptores: MASA / IDENTIFICACIÓN / IDEAL DEL YO / MATERNIDAD / FERTILIDAD ASISTIDA / CIENCIA / DESEO / DEMANDA / SUJETO / CASO CLÍNICO / OTRO
Abstract
The ideal of motherhood under the mirages of reproductive techniques
Based on the concepts exposed by Freud in “Group Psychology and the Analysis of the Ego” (1921), this paper points out one of the many illusions thatt ends to propagate in our biotechnological era, which is one of the imaginary resources used by a dominant science to avoid castration.
Specifically, it examines the suggestive influence that the reproductive techniques of a science that copulates with the social ideal of motherhood can exert on some women, procreating fertile illusions for the deployment of mass phenomena.
Resumo
O ideal da maternidade sob a teoria dos espelhos nas técnicas reprodutivas
A partir dos desenvolvimentos de S. Freud em “Psicologia das massas e análise do eu» (1921), o presente trabalho pontualiza uma das tantas ilusões que tende a massificar nesta época biotecnológica, sendo um dos recursos imaginários do qual uma ciência-amo se vale para eludir a castração.
Aprofundamos especificamente o influxo sugestivo que podem exercer —sobre algumas mulheres— as técnicas reprodutivas de uma ciência que copula com o ideal social da maternidade, proliferando ilusões fecundas para o desenvolvimento de fenômenos massificantes.
BIBLIOGRAFÍA