Dear candidate. Cartas a un analista en formación

Fred Busch (Compilador), APA Editorial, 2022, 317 pp.

Raro reseñar un libro del cual en parte soy autor, y gestor de su traducción y publicación por APA Editorial. Soy parte de un equipo que coordinó Gabriela Goldstein e integraron también Inés Bayona, Claudia Borensztejn y Virginia Ungar, todas ellas también autoras de algunas de las cartas que integran este volumen.

Me animó a aceptar la invitación a escribir esta reseña, el poder recomendarles su lectura. 

La hermosa edición en español que logramos en la APA le hace justicia a este producto del entusiasmo de Fred Busch, colega y amigo de Boston, y de Routledge, su editor original en inglés. 

Se trata de una recopilación de cuarenta y dos cartas escritas a un imaginario colega en formación por analistas experimentados de distintas regiones geográficas y culturas psicoanalíticas. Londres, Madrid, San Pablo, Porto Alegre, Bogotá, Tel Aviv, Copenhague, Berlín, San Francisco, Nueva York, Boston, Suiza, Roma, Bologna, Toronto, son solo algunos de esos lugares y Fred Busch aprovecha entremezclarlos en la edición para poder confrontar mejor las diferencias geográficas.

El formato carta, hoy lamentablemente poco frecuentado, favorece la cercanía y posibilidad de reflexiones que los tiempos posmodernos no ofrecen. Aprovechándolo, los autores incluyen vivencias personales y reflexiones acerca de la formación que tuvieron en sus respectivos institutos. Recuerdos placenteros y vivencias bastante traumáticas se le ofrecen al lector de una manera poco común en el diálogo entre colegas. Lo personal interactuando con la formación nos acerca a la Bildung más que a la formación, término este último que Daniel Delouya prefiere llamar de- formación para hacer justicia a su sentido poco asimilable a completar algo.  

Siendo el intercambio internacional parte central de la formación de un psicoanalista, tener acceso a testimonios de analistas de reconocida experiencia es quizás una de sus principales virtudes. Neutraliza el encierro al que muchos colegas se ven enfrentados sobre todo en sociedades menos numerosas y tiene en ese sentido la acción desidentificatoria que se espera como resultado de la formación. 

Otto Kernberg destaca en este sentido “la necesidad de ampliar tus horizontes individualmente, más allá de tu programa educativo obligatorio” y Fred Busch escribe en la Introducción que en muchas cartas aparece la idea de que sin poder escuchar experiencias en distintos modelos de formación y formas de pensar solo se tiene una visión parroquial que limita la capacidad de pensar estas importantes cuestiones.

Para Elias y Elizabeth Rocha Barros, “un enfoque caleidoscópico del psicoanálisis”, “aprender a trabajar con distintos modelos de la mente y abrirse a distintas culturas y tradiciones, tiene una importancia fundamental”.

Estos mismos autores, como otros, insisten en la especificidad de la “actitud analítica”, en el estado mental peculiar de lo que Green llamó la posición del analista y que supone tomar conciencia de la transferencia, el ensueño, la contratransferencia y las implicaciones de estos procesos interpersonales. 

Heribert Blass, Rachel Blass, Stefano Bolognini, Fred Busch, Maj Britt Winberg , Abott Bronstein, Donald Campbell, Roosevelt Cassorla , Shmuel Erlich, Allanah Furlong, Paola Golinelli, Jay Greenberg, Eike Hinze, Gohar Homayounpour, Daniel Jacobs, Theodor Jacobs, Otto Kernberg, Jane Kite, Arlene Kramer Richards, Claudio Laks Eizirik, Arthur Leonoff, Eric Marcus, Paola Marion, Donald Moss, Cecilio Paniagua, Adriana Prengler, Frederick Perlman, Ellen Pinsky, Arnold Richards, Elias y Elizabeth Rocha Barros, Bent Rosenbaum, Eva Schmidt Gloor, Cordelia Schmidt Hellereau, Ellen Sparer, Barbara Stimmel, Harriet Wolfe, y los que tuvimos a nuestro cargo su traducción al español somos los autores de cada una de las cartas.

Sería imposible en este espacio dar cuenta de cada uno de los textos. Aunque opté por incluir solo algunos elegidos al azar dejando de lado a los locales más conocidos entre nosotros, y a manera de estímulo a la lectura, insisto en recomendarles la lectura de todos ellos. Preferí recoger lo que alude, a mi entender, al valor central de la diversidad de geografías, culturas y opiniones para neutralizar lo que Paola Marion en su carta cita de Irene Roggiero como el riesgo de la degeneración narcisista de los mecanismos de afiliación. Yo personalmente lo he descripto como los efectos dañinos de la psicología de las masas en las instituciones cuando confluyen saber y poder en pocas personas.  

Comienzo por Otto Kernberg, un maestro de muchas generaciones, que insta a formarse en ciencias limítrofes con el psicoanálisis como las humanidades y en particular el arte, la literatura, la psicología, la neurobiología de la mente, lo social, y destaca la importancia de incluir el aprendizaje de psicoterapia psicoanalítica. Finaliza diciendo que la psicoterapia empieza donde termina el sentido común. Por eso las experiencias personales en el amor, sexo, trabajo, profesión, amistad y compromisos sociales “proporcionan una mayor apertura a las experiencias y conflictos de tus pacientes”. 

Por su parte, Stefano Bolognini compara de manera interesante la época de su formación con la actual a propósito de la mayor aceptación entonces del contrato analítico clásico, de no tener obstáculos a depender del analista. El problema principal era entonces un Superyó abrumador que hacía la vida muy problemática pero que acostumbraban sentirlo como una presencia normal en sus vidas y a veces depender conflictivamente de él. Por el contrario, hoy, el problema es para él el Ideal del Yo narcisista que hace que la dependencia de un objeto sea una condición inaceptable por humillante.

Antes, para Bolognini, “[…] teníamos más idealizaciones grandiosas, ser pioneros”, y en cambio hoy nuevas generaciones “disponen de instrumentos más consistentes y refinados, una comunidad profesional más avanzada” y una conciencia diferente del psicoanalista contemporáneo sobre su rol. 

Leonoff, desde Canadá, no elude hablar de la destructividad traumática de los ataques a pacientes, colegas, sociedad e instituto que en definitiva son al psicoanálisis y son especialmente duros para los colegas en formación. Tampoco de la pasividad del Instituto ante esos ataques que incluyeron  actuaciones sexuales del director del Instituto con una paciente vulnerable. Y el argumento era que debe hablarse con el analista. “Una respuesta autoprotectora y defensiva inadecuada”.

Cordelia Schmidt Hellereau describe su formación y primeros años de profesión en Suiza, su pequeño Instituto en Zurich poco conocido para nosotros, y el impacto profesional de su migración a Boston hace 20 años.

Paniagua, desde Madrid, comparte los prejuicios que encontró a su vuelta de Baltimore, donde se había formado en psicología del Yo. Una sociedad, Madrid, que inicialmente fue patrocinada por la Sociedad de París y luego fue influenciada por analistas argentinos mayormente kleinianos y lacanianos que hablaban de la “superficialidad de la psicología del Yo”. Cómo esto lo llevó a renunciar a la Asociación de Madrid, quedando como miembro de la americana y sin perjuicio de haber logrado una gratificante práctica, investigar y publicar a nivel nacional e internacional. 

 Denuncia además la apariencia engañosa del entendimiento común, el uso de intelectualizaciones, la tendencia a transgredir las normas de correspondencia sensata entre la observación y la teoría, el exceso de teorización. 

Como Kernberg, Paniagua defiende separar psicoanálisis de psicoterapia dinámica y sugiere adquirir un repertorio de estrategias psicoterapéuticas basadas en la evaluación experta de patologías y situaciones complejas. “[…] aprender por qué y cuándo está indicada la tríada anonimato, neutralidad, abstinencia”.

Arnold Richards, desde Nueva York, coincide con Paniagua: “la rigidez organizativa y la estructura y las políticas de exclusión permanecen hasta hoy en algunos institutos”, cuando refiere lo que sucedía en 1964 en su formación. 

Bent Rosembaum, desde Dinamarca, escribe: “el psicoanálisis no es solo una ciencia clínica, también es un arte. Enséñate a ti mismo a dejar que tu formación artística se refleje en tus intervenciones. Deja que el orden oculto del arte te haga sentir cómo el uso poético y metafórico del lenguaje crea nuevos significados […] que pueden ayudar a los analizados a crear nuevos vínculos […].

[…] el inconsciente nunca puede ser negado. Mantente abierto a esa idea básica y prepara tu mente para la recepción de representaciones extrañas, no comprensibles […] y que provocan ansiedad. También albergan la estética de la belleza, la armonía y la verdad”.

Allanah Furlong, de Canadá, no duda en escribir: “La primera vez que conocí a mi analista me di cuenta de que quería que fuera mi analista”. La conoció cuando daba una conferencia y luego compartió un taxi con ella y otros a la salida de un curso. Cita a Assoun en que en un coup de foudre “hay un pensamiento que se experimenta como una afecto” y describe mejor el aturdimiento […] que el amor a primera vista en inglés 

(aquí agrego, en español)”. 

“Mirando hacia atrás […]. Me doy cuenta de lo increíblemente narcisista que fue mi elección”. “Me considero afortunada de haber podido […] seguir libremente la locura de mi idealización y fijación con alguien que aceptara ser utilizado (Winnicott) por mí […] ser un objeto maleable” (Roussillon).

Más adelante denuncia: “existe una sociología y una política de las ideas dominantes […]. Incluso cuando creemos que los ideales analíticos son ‘verdaderos’, hay juegos de poder detrás de quien es ungido para encarnarlos”. […].

“Quizá nuestras instituciones […] necesiten comités o mecanismos de preocupación por el desarrollo de las carreras psicoanalíticas de sus miembros”. 

En resumen, se trata de un libro original que atraviesa fronteras geográficas y culturales. Recomiendo su lectura, especialmente para colegas en formación y para aquellos que la imparten, para ayudar a salir de modelos parroquiales y encierros endogámicos dañinos para la transmisión del psicoanálisis.

Abel Fainstein
afainstein@gmail.com