CURA ANALÍTICA, LECTURA AL LÍMITE1

Carlos A. Basch2

Resumen

La cura analítica, puesta en acto de un saber en falta con consecuencias pulsionales, pone a trabajar la relación del sujeto con la palabra, poniendo en evidencia en ella un espesor irreductible a la transparencia comunicacional. La lectura del inconsciente resulta así ligada a la dimensión del lenguaje que a su vez, en la medida en que nos arranca de lo originario, remite a lo paterno. Así pues, el padre en psicoanálisis resulta ser el nombre de la distancia al origen, una distancia que lo ubica en el lugar inicial de una serie que con él despega del cero de lo desconocido. La cura apunta así a la densidad de desfiguración que intersecta lo irrepresentable en lo representable en las formaciones sintomáticas, cuya legalidad combinatoria está siempre en insuficiencia, de modo que el corte con lo originario incestuoso oscila entre las huellas de un límite al goce y cierto goce del límite. Allí pulsa lo que se sustrae en la repetición, una imposibilidad para lo representable que la cura apunta a acreditar.

El “desmontaje” de la transferencia es correlativo al “montaje” entre lo que en su momento estaba disponible en las huellas mnémicas relativas a los sucesos que ocasionaran la represión lo que no lo estaba. Solo al llevar a la transferencia a ese límite insistentemente repetitivo de la concatenación asociativa la cura juega sus cartas.

La experiencia del inconsciente progresa así a contramano de la prevalencia en nuestra época de mensajes pretendidamente unívocos en que todo parece nombrable e intercambiable. Así también en nuestro campo, con las “nuevas propuestas terapéuticas” que pretendiendo cortocircuitar la dificultad inherente a nuestra praxis no hacen más que amputarla de sus fundamentos, haciendo tender a colapsar el punto de opacidad para lo representable que aloja al sujeto resultante de la experiencia.

Uno de los escasos tramos citados textualmente por Freud del Edipo Rey de Sófocles es el posterior a la llegada de los mensajeros tras la pregunta formulada al oráculo en relación con la peste que asolaba a Tebas. La respuesta es que esta habría de cesar tras la expulsión fuera del país de quien había perpetrado la muerte de Layo. Es entonces que Edipo se pregunta:

“Pero, ¿dónde está él? ¿Dónde hallar la oscura huella de la antigua culpa?”

Lo que sigue, señala entonces Freud, no es sino el seguimiento de esa oscura huella, hasta que “sacudido por el crimen que cometió sin saberlo, Edipo ciega sus ojos y huye de su patria”.

La tragedia avanza de ahí en más en la gradual revelación de que la falta de Edipo solo habría de develarse en la medida en que la oscura huella buscada se tornara en ceguera, haciendo patente una falta de saber no subjetivada con anterioridad. 

Estas pocas marcas de lectura de la tragedia de Sófocles por Freud entreabren las coordenadas mínimas de la cura analítica, entendida como puesta en acto de un saber en falta que arroja consecuencias en el campo pulsional: el descompletamiento de la pretendida omnividencia de Edipo como corte en el horizonte escópico deja fuera de escena una mirada, lo que solo en partepuede recubrirse en forma fantasmática y en su condición de polo de angustia disemina efectos de causalidad repetitiva en las vías del decir en transferencia.

Dicha puesta en acto tiene lugar en sucesivos momentos de la cura, a partir del momento en que la relación del sujeto con la palabra es puesta a trabajar envías de repetición a partir de la entrada en transferencia, con las consiguientes implicancias de transformación del sufrimiento en pregunta. La falta de saber, entramada al comienzo de la cura en la descompensación sintomática, solo hacia el final –al cabo de un número indeterminado de repeticiones en transferencia– se habrá de revelar como relativa a la vertiente irrepresentable –de muerte– que conlleva la pulsión, que el sujeto ya no puede sino llevarsepuesta, como experiencia de la castración. El alcance de ese final traspone el tope de la roca viva de la castración en sentido imaginario, pasando del problema relativo a tener o no el falo al de la indeterminación de su ser en elOtro, una vez permeabilizadas las inercias fantasmáticas por las que el sujetosuponía ser su falta.

Las operaciones de la cura por la lectura del decir analizante encauzado en el dispositivo de asociación libre y atención libremente flotante van en dirección opuesta a toda concepción instrumental del lenguaje como medio para obtener un fin comunicacional, poniendo de relieve en él un espesor irreductible a la transparencia sígnica. Ahora bien, si la lectura del inconsciente está ligada a la dimensión del lenguaje, este a su vez, en la medida en que nos arranca de lo originario, remite a lo paterno, que en psicoanálisis resulta ser el nombre de la distancia al origen, una distancia que ubica al padre en el lugar inicial de una serie que con él despega del cero de lo desconocido. Desde la escucha en transferencia de la retórica representacional, la lectura interpretativa va estructurando el inconsciente dinámico al tiempo que lo pone de relieve en el curso del análisis.3 Al localizar alguna diferencia en la repetición apunta a ladensidad de entstellung (desfiguración) que intersecta lo irrepresentable en lo representable en las formaciones sintomáticas, remitiendo a lo paterno como instancia transmisora de una ley que enlaza la distancia al origen con la combinatoria simbólica en los síntomas. Ahora bien, dado que dicha ley está siempre en insuficiencia, el corte con lo originario (con lo incestuoso, en clave edípica) no queda establecido en forma univoca de una vez por todas sino queoscila entre las huellas de un límite al goce y –acorde a la exigencia de imposible retorno al origen y de imposible adecuación sin resto entre palabras y cosas, ese mandato insensato que llamamos Superyó‒ un cierto goce del límite. En consecuencia, no contamos con el inconsciente dinámico como algo constituido de una vez para siempre: cuando vacila la eficacia de la operación paterna la marca de imposible unión con el origen e imposible adecuación sin resto del lenguaje queda desinvestida; y con ella el andamiaje representacional anclado en la falta de representación relativa al origen en pérdida, quedando el sujeto a expensas de la angustia y sus contigüidades clínicas.4

Siendo el padre partícipe y transmisor del orden representacional como sistema de diferencias, en el marco de la transferencia analítica suele quedar al descubierto su diferencia consigo mismo. Diferencias que se delinean en la obra de Freud en lo que va del urvater, protopadre del mito de la horda primitiva como nombre del imposible acaparamiento de un goce sin pérdidaque encarna la ferocidad superyoica al padre respecto del cual se llega más allá, no sin haberse servido de él por incorporación de sus matrices simbólicas. Sobre fondo del hifflosikgeit, el desamparo infantil, la cura declinaasí al padre en los dos sentidos del término: como caída de su prestancia imaginaria propia del momento de máxima rivalidad edípica, a la vez quecomo variaciones posibles en la forma de decirlo.5 Así entendida en su doble determinación, a la declinación le es inherente una lectura y tiene por consecuencia un duelo por lo imposible del padre, con lo que la lectura interpretativa adquiere valor de consumación parricida

Como sabemos, la perspectiva en cierto modo “biográfica” de la cura viró prontamente con Freud a lo novelesco y por último, al tocar los paisajes fantasmáticos que hacen tope a la rememoración, a lo mítico. Por eso a la conocida consigna de recordar para no repetir añadimos la de llevar la repetición a su límite, arrimar a la diferencia que pulsa insistentemente como lo que en ella se sustrae, cerniendo desde sucesivas direcciones simbólicas dicha imposibiliad para lo representable hasta acreditarla como tal, repetir (valga la paradoja) por primera vez.

La realización del sujeto en la castración como efecto de análisis implicará entonces lo logrado a la vez que lo fallido de la repetición, la identidad a la vez que la diferencia entre repitiente y repetido, una diferencia surgida de la lectura que al tomar en cuenta los obstáculos, impasses y resistencias que remonta, hace letra del destiempo estructural entre lo que retorna en el decir analizante y eso irrepresentable en última instancia cuyo acotamiento produceefecto de escritura por la emergencia de un decir articulado en palabras que porta en (entre) ellas las marcas de un imposible a lo representable.

La lectura que se sigue de la escucha analítica escribe así la delimitación –la letra del borde representable de lo inconsciente insusceptible de representación.

Cuando Freud distinguió la cura analítica de otras formas no analíticas de terapia psíquica, no se basó para  ello en la existencia de la transferencia (que no deja de estar presente en estas últimas) sino particularmente en lo que acontece con ella desde el comienzo del tratamiento con vistas a su finalización, dado que en un análisis, a diferencia de otro tipo de terapias, “la transferencia misma tiene que ser desmontada…” .6

Es claro que este requisito referido a la finalización como desmontaje de la transferencia afecta de algún modo a la cura en todo su transcurso. Esto es, que como condición necesaria para el despliegue y la consolidación de la transferencia, algo propio del horizonte del final, en tanto falta de saber que recién entonces habrá de ponerse en acto, debe estar presente desde el comienzo en la oferta simbólica desde el lugar del analista como disposición a que aquella habrá de ser desmontada. Ello supone a su vez que este pueda rehusarse al llamado a ocupar el lugar de Ideal, a falta de lo cual el análisis se transforma en una masa de dos.

Para introducirnos mejor en lo que está en juego en este punto resulta claveuna indicación ulterior en ese mismo texto de Freud:

es preciso remontarse hasta la génesis de los síntomas, renovar el conflicto del cual nacieron; y llevarlo a otro desenlace con el auxilio de fuerzas impulsoras que en su momento no estaban disponibles, algo que solo en parte puede consumarse en las huellas mnémicas de los sucesos que originaron la represión.

Así, si acordamos con Freud en localizar lo propio de la cura en el desmontaje de la transferencia, advertimos que este es correlativo a lo que bien podemos llamar su montaje, por la puesta en relación de lo que en las huellas mnémicas de los sucesos que ocasionaran la represión en la génesis de los síntomasestaba disponible con lo que no lo estaba. Ubicadas así las cosas, en rigor el término “transferencia”, aplicado a psicoterapias no analíticas, resulta ser a lo sumo una homonimia: no dice lo mismo que cuando se lo utiliza en psicoanálisis. Podemos extraer inclusive de ello un criterio freudiano, por fuera de las remanidas cuantificaciones habituales sobre frecuencia o duración de las sesiones, para establecer si una cura es o no analítica; un criterio desde el cual tales cuantificaciones no solo no son necesarias sino que, sobre todo, no son suficientes: la cura es analítica, podemos decir con Freud, solo cuando los conflictos que dieron lugar a los síntomas pueden ser llevados a otro desenlace con auxilio de fuerzas que en su momento no estaban disponiblesEsto es, cuando la repetición en transferencia alcanza el límite diferencial entre lo disponible y lo no disponible de las huellas mnémicas. Es allí, en ese límite insistentemente repetitivo de la concatenación asociativa, que la cura juega sus cartas, apostando a la puesta en acto de lo no disponible,articulándolo como tal.

Como en la acepción cinematográfica del término montaje, se trata en definitiva de la edición de segmentos heteróclitos, en algún orden que no preexiste a lo que podemos llamar, con Freud, consumación de la revisión del proceso represivo, leyendo el par disponible/no disponible en relación con lo que la escucha articula al límite de la rememoración posible, cuando las combinaciones representacionales hacen tope como efecto de sentido al borde del sinsentido. La consumación de la transferencia como puesta en acto de lo no disponible en tanto que tal hace entonces marca de escritura de su imposibilidad para lo disponible, alojando al sujeto deseante por fuera de toda búsqueda de completud de sentido.

Al lanzar el decir analizante las huellas mnémicas disponibles en las vías repetitivas de la transferencia la cura pone en acto por la localización de escucha el borde irrepresentable de las indisponibles, para articular algo de suimposibilidad de representación como deseo inconsciente.

Resulta así que la cura analítica pone en juego una particular temporalidad quetranscurre entre su inicio, cuando el paciente llega a la consulta con los síntomas y trastornos que portan la huella cifrada de una falta, y el final, cuando junto a la concomitante caída de objeto en el plano pulsional cabe decir que se lleva consigo un inconsciente que no preexistía a su puesta en acto. Por eso decimos que no apunta a recuperar un estado anterior que se habría visto afectado por una condición patológica al modo de la curación médica, sino a la realización de algo no preexistente con anterioridad, algo desplegado a partir de los síntomas que dieron lugar a la consulta hasta dar un nuevo lugar a lo que al final decanta como un real incurable.

Se trata en esta puesta en acto menos de algún contenido nuevo de pensamiento que de un efecto nuevo de sentido, que abre a lo diferente en lo que ya siempre estuviera ahí. Por ello no concierne a la interpretación intentar completar lo que encuentra un límite en la rememoración, sino de articular esaincompletud que se entreabre como límite pulsional. Ahí radica el valor de la construcción, no tanto para completar el recuerdo como para construir sufalta, que al modo de una sustracción a lo representable insiste, si bien no del todo por fuera de la operatividad discursiva, contorneando lo que no deja de no inscribirse en el recuerdo ni en la significación. Una sustracción cuyo hilo siguiera Freud desde las primeras interrogaciones por la repetición como obstáculo a la cura hasta la postulación de la compulsión de repetición ligada al más allá del principio de placer/displacer en la década de 1920, ya en el horizonte del complejo de castración articulado a la eficacia de la primacía de la falta fálica como clave de bóveda de la represión en los dos sexos. De la marca resultante en el sujeto de la indeterminación de su ser en el Otro no hay representación precisa. Por eso el matiz de acto, e incluso de pasaje al actoque adquiere el final, que da acceso a una singularidad inédita, “no toda” representable ni comunicable, transmisible a lo sumo. 

Tras la caída de la transferencia hacia el final, la cura deja una suerte de “cicatriz de la castración” que induce un “saber hacer allí” con los residuos incurables del síntoma. Al poner de relieve la diferencia en lo pretendidamente idéntico, a la vez igual y diferente según la inflexión de lectura, lo incurable de algún modo hace al final partícipe del ámbito del humor, tal como Freud lo caracteriza: una sobreinvestidura paradojal del Superyó cuya eficacia paródica opera una torsión sobre la lógica binaria, atenuando la exigencia simultánea de los dos polos de un par antitético (por ejempo, “así como el padre debes ser”/“así como el padre no debes ser”). Un rasgo de algún modo “preventivo” de eventuales compensaciones superyoicas, que así como cierto escepticismo o nihilismo en el polo opuesto, acecha siempre como riesgo ante el fin de la transferencia, tiñendo ese momento con matices más o menos paranoides (con su correlato de “lengua única”, una pendiente a tener muy en cuenta en las instituciones) o bien melancolizantes, entre cuyos márgenes, “autorizada” en la castración, acontece la experiencia del final de análisis.

Una observación, para finalizar. Surgido en un determinado horizonte epocal,el psicoanálisis se ubicó desde sus inicios en disyunción tanto con la religión y su consabida ritualización de la muerte del padre, como con la ciencia de la época, que tiende a reducirlo al progenitor genético. Entre la nostalgia por un origen pleno y la desolación por su pérdida con la consiguiente caída de certezas, sobre fondo de la exigencia de trabajo al límite de lo representable que es inherente a la pulsión, la experiencia del inconsciente en análisis progresa necesariamente a contramano de la actual prevalencia en nuestros tiempos posmodernos de mensajes pretendidamente unívocos sin resto, en que todo parece nombrable e intercambiable, apuntando a equivocarlos, a atenuar su aspecto de mandato superyoico que amenaza –incluso en el campo psi, con las “nuevas propuestas terapéuticas” que al pretender cortocircuitar la dificultad propia de nuestra praxis no hacen más que amputarla de sus fundamentos– con hacer colapsar el punto de opacidad para lo representable que aloja al sujeto que resulta de esa experiencia.

Por eso, particularmente en estos tiempos de formas renovadas de malestar en la cultura y consiguientes “nuevas patologías”, importa no ceder a la exigencia de “eficacia” terapéutica, entendida como resolución de síntomas sin pérdida de tiempo (ni de objeto). Justamente allí, donde al psicoanálisis se le reprocha inoperancia, es necesario que los analistas (sin desestimar las ventajas que ofrece la innovación tecnológica para sostener los alcances de la cura a través de la distancia, o en situaciones de excepción como la reciente pandemia) no renunciemos a los fundamentos de la práctica. No nos dejemos, en definitiva,“correr de apuro” por el fantasma posmoderno de una clínica por fuera del trauma, de la pulsión, de la castración.

1 Este trabajo fue presentado en el Panel de Apertura del 60.º Symposium 50.º Congreso de APA de 2022 que se tituló La cura en psicoanálisis. Trama y sentido.
2 cabasch48@gmail.com. Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
3 Se entreabre aquí la problemática metapsicológica que Freud caracterizara como “doble inscripción”, sobre la cual Lacan habría de formular más tarde su premisa del estatuto pre-ontológico, ético en todo caso, del inconsciente, por la que este solo llega a ser en la cura.
4 La “perla neurótica” y “el grano de arena de actual-neurosis” respectivamente, en la primera gran divisoria de aguas, en perspectiva psicopatológica, que nos proporcionara Freud.
5 Se llama declinación al modo ordenado de las formas que en algunas lenguas como el latín, el alemán y otras presentan una misma palabra en diferentes casos, según su función sintáctica en la oración. En esas lenguas se declinan sustantivos, adjetivos y pronombres en forma análoga a lo que conocemos de las conjugaciones verbales según la persona, el tiempo, el género y el número.
6 Freud, S. La terapia analítica. En Lecciones de introducción al psicoanálisis (1916-1917), Conferencia 28.

Descriptores: CURA / EDIPO / GOCE / PADRE / TRANSFERENCIA / HUELLA MNÉMICA


Abstract

The analytic cure, a reading at the limit 

The analytic cure, which is the enactment of a failing knowledge with pulsional consequences, mobilizes the relation of the subject with the word, revealing in it a thickness that cannot be reduced to communicational transparency. The reading of the unconscious is thus linked to the dimension of language, which in turn, insofar as it takes us away from the primeval, refers to fatherhood. Thus, in psychoanalysis the father turns out to be the name of the distance to the origin, a distance that places him in the beginning of a series that takes off with him from the zero of the unknown. The cure points to the density of the disfigurement that mixes the unrepresentable with the representable in symptomatic formations. The combinatory legality of the latter is always insufficient, so that the cut with the incestuous primeval oscillates between the traces of a limit to enjoyment and a certain enjoyment of the limit. What is subtracted in repetition is pulsating there. The cure aims at accrediting this impossible representation.

The “disassembling” of the transference correlates with the “assembling” of what was available at the time in the memory traces of the events that caused the repression and what was not then available. Only by bringing the transference to this insistently repetitive limit of the associative concatenation does the cure play its cards right.

The experience of the unconscious runs counter to the prevalence in our time of supposedly univocal messages, in which everything seems nameable and interchangeable. The same happens in our field with the “new therapeutic proposals” which, claiming to circumvent the difficulty inherent to our praxis, do nothing more than deprive it of its foundations, so that the point of opacity for the representable that houses the subject resulting from the experience tends to collapse.


Resumo

Cura analítica, leitura ao limite 

A cura analítica, posta em ato de um saber em falta com consequências pulsionais, põe a trabalhar a relação do sujeito à palavra, colocando em evidência nela uma espessura irredutível à transparência 

comunicacional. A leitura do inconsciente passa assim estar ligada à dimensão da linguagem que pela sua vez, à medida em que nos arranca do originário, remete ao paterno. Desse modo, o pai em psicanálise resulta ser o nome da distância a origem, uma distância que a situa no lugar inicial de uma série que com ele desprende do zero do desconhecido. Acura aponta assim à densidade de desfiguração que entrecruza o irrepresentável no representável nas formações sintomáticas, cuja legalidade combinatória é sempre insuficiente, de tal modo que o corte com o originário incestuoso oscila entre os vestígios de um limite ao gozo e certo gozo do limite. Ali pulsa o que se subtrai na repetição, uma impossibilidade para o representável que a cura tende a acreditar.

A “desmontagem” da transferência é correlativa à “montagem” entre o que no seu momento estava disponível nos vestígios mnêmicos relativos aos fatos que ocasionaram a repressão com o que não o estava. Só ao levar à transferência a esse limite insistentemente repetitivo da concatenação associativa a cura joga as suas cartas.

A experiência do inconsciente progride assim na contramão da prevalência na nossa época de mensagens pretendidamente unívocas em que tudo parece ser nomeável e intercambiável. Assim, também no nosso campo, com as “novas propostas terapêuticas” que pretendendo curto-circuitar a dificuldade inerente a nossa práxis não fazem mais que amputá-la de seus fundamentos, cuja tendência é colapsar o ponto de opacidade para o representável que aloja o sujeito resultante da experiência.


BIBLIOGRAFÍA

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