CUANDO LO PRE-PSÍQUICO EMERGE EN LA SITUACIÓN ANALÍTICA1
Jaime Araya,S.2
Irene Dukes, C.3
Maritza Moreno, O.4
Resumen
A partir de una vivencia de desintegración perceptual experimentada por elanalista, los autores exploran la hipótesis de que esta ocurrió como resonancia, en el registro psicosomático del analista, de vivencias no simbolizadas por su paciente y que no se logró integrar en la dimensión ideoasociativa de la sesión. A partir de lo cual surge la pregunta acerca de cómo trabajar clínicamente con dichas áreas de lo pre-psíquico.
Se revisan conceptos teóricos de R. Roussillon sobre fenómenos pre-psíquicos, subjetivación, simbolización primaria, deconstrucción del narcisismo. Asimismo, se exploran los “actos mensajeros” descriptos por R. Roussillon, como vía de acceso a ese enigmático mundo. También se revisa el concepto técnico de regrediencia, desarrollado por C. Botella, con el objetivo de comprender las transiciones desde lo pre-psíquico hacia el psiquismo. El mito de Orfeo–como viaje hacia el inframundo y vuelta al mundo– es utilizado como metáfora de la regrediencia hacia el polo endoalucinatorio, como posibilidad de transformar evolutivamente aspectos pre-psíquicos en psíquicos. La hipótesis es explorada en el proceso analítico, seleccionando cuatro “actos clínicos”.
Introducción
El psicoanálisis, desde sus distintas vertientes teóricas, ha intentado comprender cómo emergen la estructuración psíquica y la constitución de la subjetividad en los individuos.
Con la finalidad de explorar cómo estas temáticas se expresan en la práctica clínica, presentaremos fragmentos de un proceso analítico de un paciente al que llamaremos Orfeo, y a partir de viñetas intentaremos reflexionar acerca de ciertas manifestaciones clínicas que pudiesen ser expresión de significativas fallas tempranas en la interacción de la díada madre-bebé, y sus posibles repercusiones en la construcción de la subjetividad identitaria. Consideraremos a este tipo de fallas en su cualidad de inferencia, vale decir, como una hipótesis con la cual trabajar para dar coherencia a fenómenos clínicos que irrumpen en la sesión de un modo pre-psíquico, cortando el flujo intersubjetivo del diálogo analítico y al cual no tenemos acceso por vías asociativas del pensamiento.
Narraremos una experiencia vivida por el analista de Orfeo e hipotetizaremos que dicha experiencia –así como su elaboración en un grupo de supervisión–contribuyó a trabajar con los fenómenos “nebulosos”4 y con los actos mensajeros, favoreciendo la evolución del proceso.
Conceptos teóricos
El nacimiento de lo psíquico
Intentaremos comprender las condiciones en que a partir de un nacimiento psicosomático inmaduro emerge un estrato psíquico, para lo cual nos remitiremos a conceptualizaciones teóricas de psicoanalistas que utilizan la metapsicología freudiana y a su vez integran aportes de Winnicott (1956) y Green (1998).
Particular interés nos merecen las formulaciones de René Roussillon (1991, 2010), quien propone un modelo de desarrollo donde imagina a un bebé que en su inmadurez psicosomática al nacer se beneficia de una matriz identitaria narcisista con el objeto primario para, desde ahí, desarrollar o diferenciar un Yo subjetivado; estos serían los cimientos de una estructura psíquica, la cual no vendría dada desde la entrada al mundo. El logro de la subjetividad se relacionaría con los rudimentos de la capacidad de simbolización, consistentes en la posibilidad de construir una representación que integre las diferentes experiencias perceptuales en una representación intermodal, con integración sensorial (Roussillon, 2006), y que requiere de la identificación con la representación de un otro que hace de espejo y de “medio maleable” (Roussillon, 2011/2012).
“Medio maleable” es un concepto propuesto por M. Milner (1952) para referirse al objeto externo, el cual a su vez es vivido por el bebé como una ilusión de creación primaria y que se descubre solo secundariamente con la separación sujeto-objeto. El medio maleable estaría dado por cuidados maternales suficientemente buenos en términos de cumplir con la función de protección anti-estímulos externos, de un modo en que se sostiene la paradoja entre plasticidad e indestructibilidad en la utilización del objeto, siendo así el precursor para que se organicen las representaciones de objeto (Roussillon, 1991).
A su vez, los procesos de identificación narcisista primaria revisten gran importancia en la construcción del psiquismo, donde si el otro de la matriz (madre) funcionó como un “doble” que refleja y no como un “idéntico” que confunde, el Yo en desarrollo se identificará con esa función (Roussillon, 2010; 1991), pudiéndose desdoblar para reconocerse como sujeto de sus construcciones psíquicas.
Al explicar esta función del “doble” que cumple la función de espejo –en tanto “medio maleable” en la matriz– pero que al mismo tiempo sigue siendo un otro, Roussillon (2006) recurre al concepto de “acto mensajero” basándose en la metapsicología freudiana, según la cual la pulsión busca objeto. El sujeto-otro será el que capte el “mensaje” pulsional del bebé. Se entiende por mensaje a la consecuencia de que ese “otro de la matriz identitaria” reconozca como expresión de la pulsión a un gesto espontáneo o genuino del bebé. Ese otro que resuena con ese acto lo transforma en mensaje, reflejando la búsqueda de sentido, significado y subjetivación, que va más allá de la satisfacción del deseo. Tras ese reconocimiento, puede ocurrir que la madre (o sujeto-otro) le refleje o demuestre lo que capta que estaría buscando, a través de una respuesta psicomotora significativa que permita la integración de diversas modalidades perceptuales, por un lado, y una justa medida de diferenciación entre esta respuesta y la percepción original, por otro.
Cabe señalar que Roussillon (2013a) distingue dos tipos de representación. Una es la representación perceptual, que corresponde a la organización mental de la experiencia sensorial, en donde la neurofisiología transforma los estímulos sensoriales en representaciones perceptuales. Y la otra es la representación simbólica, que es vivenciada como una construcción subjetiva, diferida del estímulo sensorial, a la que clasifica en dos categorías, a) simbolización primaria y b) simbolización secundaria.
a) La simbolización primaria es pre-verbal y surge de la integración perceptual que devuelve el sujeto-otro de la matriz narcisística primaria, cuando funciona como “medio maleable” de un modo que le permite reconocerse como sujeto de su experiencia.
b) La representación simbólica secundaria es verbal, corresponde a la representación palabra de Freud, y es una transformación más abstracta de la primera.
En síntesis, el tránsito hacia la vida psíquica lo inaugura la simbolización primaria,que sería un resultado de la función estructurante de la matriz identitaria primaria narcisista cuando tiene cualidad de medio maleable. En este particular estado relacional del bebé que nace inmaduro, el otro (maduro o subjetivado) actúa como un “doble” que en una interacción placentera va facilitando la construcción del psiquismo a partir de lo somático pulsional. Esta subjetividad ocurre en un proceso identificatorio, tiene una cualidad de reciprocidad, e inaugura un diálogo simbólico para ambos sujetos de la matriz, dado por aquella señal de que la sincronía del encuentro es placentera para ambos.
Sobre la base de este logro del desarrollo, podrán articularse los procesos de simbolización secundaria donde la elaboración verbal a través de nominaciones, narrativas y sucesivas abstracciones del lenguaje tendrán lugar.
Hemos presentado sintéticamente un modelo teórico de lo que sería un desarrollo exitoso de los procesos psíquicos emergentes. Pero este desarrollo no es homogéneo, pudiendo quedar áreas que permanecerán al margen de ese desarrollo, y es a lo que los autores revisados se refieren como lo pre-psíquico.
En los inicios de la vida, el bebé tendría múltiples momentos vivenciales no integrados a un Yo. Estos corresponderían a los estados no integrados descriptos por Winnicott, los cuales serían previos a la intersubjetividad e intrasubjetividad, y no son secundarios a los mecanismos disociativos del Yo (Roussillon, 2013a). Estos estados pueden seguir siendo pre-psíquicos.
También constituirán lo pre-psíquico aquellos registros vivenciales en que el bebé puso en marcha recursos potenciales que nunca encontraron resonancia en el entorno para actualizarse.
Existen experiencias traumáticas descriptas por Winnicott (1974) como agonías primitivas, donde los recursos mentales congénitos no dieron abasto para soportar la falla en la aparición oportuna de un objeto primario que resuene con las manifestaciones pulsionales. Esas serían las excitaciones no ligadas que quedan reverberando en las afueras del psiquismo y que hacen su aparición en movimientos sin sentido, en somatizaciones, o en componentes no simbólicos del lenguaje (Botella, 2001; Roussillon, 2006).
De este modo, aquellas experiencias vividas en la temprana infancia y que no han sido nunca inscriptas en la subjetividad como experiencias psíquicas pueden generar perturbaciones y a su vez acarrear serias complicaciones en la estructura identitaria (Roussillon, 2013a). Se trataría de experiencias que no han evolucionado desde la dimensión sensorial o motora del soma y que, a lo sumo, parecen haber quedado registradas en el borde de lo psicosomático. Vale decir, al ser pre-psíquicas, estas no constituyen mundo interno, por lo que no podrían ser proyectadas, ni disociadas, ni menos aún reprimidas.
Algunas serían registros no simbólicos de experiencias originadas por un encuentro que se torna traumático en las interacciones tempranas –cuando la vulnerabilidad narcisística del bebé es máxima–, registros que quedarían activos como excitaciones en el organismo, sin ser transformados evolutivamente y generando cierto grado de perturbación actual, como si el hecho traumático estuviera eternamente presente.
De este modo, cuando encontramos déficit de simbolización primaria, nos situamos en problemáticas en las cuales reparar la falla estructural resulta prioritario antes de abordar la dimensión de los conflictos o de la ambivalencia; a eso se refiere el concepto de “deconstrucción del narcisismo primario” que sería condición necesaria para el desarrollo de los procesos de simbolización (Roussillon, 2010).
Lo pre-psíquico en la situación analítica
¿Cómo se manifiestan lo pre-psíquico y la falla en la situación analítica? ¿Pueden evolucionar aquellas áreas pre-psíquicas hacia lo psíquico en el proceso analítico?, y de ser así, ¿cuáles serían los recursos técnicos con los que cuenta el psicoanálisis para favorecer dicho desarrollo?
René Roussillon plantea que cuando nos encontramos con un déficit de simbolización en algún área de la clínica psicoanalítica, sería pertinente considerarlo como manifestación de una problemática narcisística que interfiere la vivencia de subjetividad y objetividad. Según este autor, abordar la dimensión narcisística en el análisis apuntaría a resolver ilusiones “solipsistas” que traban el desarrollo yoico para que así los procesos de simbolización se desarrollen como una consecuencia natural. En esas situaciones analíticas, la interpretación simbólica del material puede incluso intensificar la perturbación narcisista (Roussillon, 2013b).
Desde su perspectiva técnica, Roussillon sugiere seguir los lineamientos de Winnicott, quien plantea que cuando la situación clínica parece circunscribirse solo a la relación entre el individuo y su propio Self, se recomienda intentar reintroducir el aspecto histórico del objeto primario, y reconstruir lo que debe haber ocurrido entre el individuo y el objeto que suscita el patrón narcisista que tenemos ante nosotros (Roussillon, 2010).
Se trataría de deshacer la ilusión que en algún momento borró la presencia perceptual del objeto o sujeto-otro mediante una identificación melancólica; “la sombra del objeto cayó sobre el Yo” sería el negativo de una imagen del objeto y no su representación, o la difusa presencia de la ausencia del sujeto-otro en vez de la representación de su presencia, configurando la decepción narcisista primaria (Roussillon, 2013b). Detrás de esa ilusión habrá siempre algún resto del objeto o del sujeto-otro; la tarea del psicoanálisis, a través de la deconstrucción del narcisismo primario, sería recuperar las huellas del objeto perdido en el Yo o de esa alteridad borrada por la ilusión narcisística. El restablecimiento de la subjetividad y el de la objetividad van correlacionados y la ilusión narcisista bloquea el desarrollo de ambas.
Podemos deducir que si la dupla analítica resuelve una ilusión narcisista, identificando que aquella reacción que encierra al paciente consigo mismo partió de su desesperación cuando no encontró a su objeto primario, se desbloqueará el acceso subjetivo a las excitaciones pulsionales primitivas. Estas, por no haber sido ligadas, se harían manifiestas en la situación analítica como una irrupción desorganizadora del campo asociativo, perturbadora de la capacidad para pensar. Este momento del proceso analítico sería propicio para que la díada sirviera como una segunda oportunidad para proveer un medio maleable, donde el acto mensajero movilice la pulsión o excitación pendiente de ligadura. Desde ahí queda iniciado el camino a la subjetivación.
La cualidad de “medio maleable” de la función del analista que captura el acto mensajero facilitando su desarrollo hacia la simbolización primaria, es compatible con el concepto técnico de “psicoanálisis transformacional” que desarrolla C. Botella (2014) como una extensión de la técnica clásica. Esto apuntaría a transformar excitaciones pre-psíquicas en contenidos psíquicos, es decir, accedería a registros que él llama memorias sin recuerdo o a acontecimientos que no dejaron huella mnémica, y les daría figurabilidad. C. Botella (2014) pone foco en la disposición mental del analista que consigue conectarse con el nivel de excitaciones que han quedado fuera del campo intersubjetivo, a la que denomina “escucha regrediente”, diferente de la clásica atención flotante, tomando de Freud la noción de proceso regrediente del pensamiento, que regresa desde los procesos secundarios hacia los procesos primarios y hasta el polo endoalucinatorio. En el extremo regrediente la estimulación es sentida con una intensidad vívida, no modulada, y es configurada alucinatoriamente (Botella y Botella, 2001; Botella, 2014). Se habla de regrediencia formal aludiendo al componente tópico de la regresión que hace el camino opuesto al progrediente, volviendo hacia lo pre-representacional, “sin ser sin embargo una alucinación psicótica con negación de la realidad” (Botella, Recuperado de https://revistamentalización.com pag 2); en ese sentido, no tiene relación con las regresiones asociadas con los mecanismos de represión propios de lo representacional ni con la regresión psicótica.
Hechos clínicos de lo simbolizado y lo no simbolizado
Presentaremos los hechos clínicos organizados en cuatro actos, para aludir al proceso de deconstrucción del narcisismo que posibilita la emergencia de los actos mensajeros que van irrumpiendo con sucesivas manifestaciones.
Nos referiremos intencionalmente al paciente con el nombre de Orfeo,5 haciendo alusión al mito donde, ante la muerte súbita e inesperada de su pareja Eurídice, Orfeo desciende al inframundo en su búsqueda (Bugard, 1934). Tomaremos este mito como modelo para representar el movimiento regrediente hacia el área pre-psíquica o a la dimensión de lo nebuloso6 (el inframundo), para acceder al polo endoalucinatorio, desde donde se retoma la huella perceptual de la falla temprana, para luego ligar desde ahí las excitaciones que quedaron fuera de la subjetividad, de forma análoga a como Orfeo trae de la mano a Eurídice de regreso al mundo. Es interesante resaltar que en el límite del retorno al mundo (a lo psíquico), Orfeo pierde a Eurídice, del mismo modo que el símbolo deja atrás al objeto concreto.
El paciente, Orfeo, consulta por explosiones rabiosas y agresivas, junto con una sensación de impotencia que lo bloquea y desorganiza.
Se inicia un análisis donde el paciente oscila entre estar tendido y, por momentos, sentarse en el diván, evidenciando mucha necesidad de hacer contacto visual con su analista.
Presentaremos fragmentos de una sesión del tercer año de análisis (Acto 1) para ilustrar una situación muy vívida en la transferencia en que Orfeo se desorganiza y pierde su capacidad de pensar, de una manera que impacta en su analista y moviliza su interés por comprender lo sucedido.
A su vez, revisaremos la experiencia vivida por su analista poco tiempo después de ocurrida dicha sesión, en un contexto de supervisión entre colegas (Acto 2), e hipotetizaremos que la posibilidad de elaboración de esa experiencia en un grupo de estudio clínico contribuyó a favorecer la evolución del tratamiento. Esto, principalmente a partir de las manifestaciones de áreas pre-psíquicas que reverberaban en su analista, lo que será ilustrado con materiales clínicos de dos meses después (Acto 3) y de un año posterior (Acto 4).
Acto 1: El paciente Orfeo y su borrón mental. El anuncio de lo nebuloso
Al finalizar una sesión, retirándose ya hacia la antesala, Orfeo se detiene en el umbral de la puerta y se vuelve a hablarle a su analista. Le señala dos adornos móviles que cuelgan del techo en la antesala, le pregunta si “¿esos monitos han estado siempre ahí?” y agrega: “el sillón que está ahí sí lo había visto y ¡siempre me recuerda algo!, en la otra sesión te comento de eso” (indicando hacia otro adorno sobre un escritorio, una artesanía que representa un diván de psicoanalista).
Llega a la siguiente sesión de la misma semana y al rato exclama: “Ahora me acordé que te iba a contar algo… qué es lo que era…”. Dicho eso, se empieza a desesperar porque no logra recordar qué era, va diciendo palabras sueltas que recuerda de la sesión previa pero no consigue dar con la idea, describe su mente confusa como una “maraña de plato de tallarines, empezar a levantar a ver si te sale la otra punta del final” y dice tener una “sensación de que se me va a hacer un nudo ciego”.
El analista, sorprendido de que pese a recordar palabras relacionadas con la sesión no lograra asociar con eltema significativo, interviene señalándole: “Parece que recuerdas las puras palabras y no la imagen visual”. El paciente sigue esforzándose, dramatiza histriónico, riéndose de su fracaso, pero cada vez más impaciente, exclama: “¡Dame una ayuda!”, interpelando al analista, quien le describe la dificultad en que se encuentra, que la siente sin solución tal como le ha ocurrido en otras ocasiones en que se ofusca y no puede ver la panorámica. Hasta ese momento, la contratransferencia era de interés, curiosidad y expectación, como si algún fenómeno fuera a develarse, o como si estuvieran a punto de descubrir el misterio de los frecuentes olvidos de Orfeo; el analista observaba confiado de que Orfeo iba a descubrir lo que buscaba en su mente. Sin embargo, repentinamente, capta que la desorientación de Orfeo era mayor cuando este le dijo: “Puede ser…siento que estoy en fojas cero… no recuerdo lo que hablamos la semana pasada. Recuerdo el principio del sueño”. Orfeo estaba perdido en el tiempo. Ubicó la sesión previa más atrás en el tiempo, lo que impactó al analista. La sesión continúaasí:
Analista (A): Puede ser muy angustiante para ti en este momento quedar con un borrón en la mente.
Paciente (P): Estoy ansioso, quiero que me digas tú y rearmar el puzzle.
A: Como para salir de esta sensación catastrófica de que te vas a quedar borrado.
P: No es que no esté, porque está… pero quedo en negro, como el cielo de noche, que no se ve, pero está.
A: Cuando me dices “dame una ayuda”, es un llamado de auxilio que me haces, es un SOS más dramático que lo que aparentas con humor… es como que me dijeras “dame la mano en la oscuridad de la noche porque me desoriento”.
P: Sí… por ahí va… trato de recordar, ¿algo del techo? ¿O de la ventana?
A: Techo, ventana… un Orfeo dentro tuyo que te va dando pistas.
P: Se siente… ¡chucha de su madre!
A: Es como si tú me dijeras: “tengo todas las piezas y algo me impide juntarlas”.
.
El paciente fue relajándose y recuperando la libre asociación de ideas, sin pretender “encontrar” lo olvidado. Luego de divagaciones y asociaciones varias, hacia el final de la sesión Orfeo siente que recupera su capacidad para recordar lo que quería contar:
A: Acá estás asustado de ver y necesitas que yo te acompañe de la mano para ver.
P: Si tengo claro que ahí tienes esos monitos (señala la puerta-ventana que está entre la sala de consulta y la antesala, detrás de la cual cuelga el adorno que representa a una pareja de artistas).
¡¡¡Ahhh!!!!! ¡Esa cama! Eso era lo que te tenía que contar. Esa cama, sillón o cama, la veo cuando salgo y me recuerda algo que tenía mi abuela en su pieza. Encima de un mueble, así igual que tú; en una cómoda tenía un adorno que era una cama como de mármol, con un niñito sentado en una bacinica; ella me decía que en las noches el niñito se acostaba en la cama, que no se podía tocar… ¡eso que me decía, a mí me daba miedo! El tuyo es cálido, tiene una luz y un color medio amarillo, con unas hojas de árbol. El de mi abuela era frío, como mausoleo, era un cuarto bien oscuro el de ella.
A: Tu terror a la noche oscura, ¿si andaría un niñito fantasma, como un muerto penando?
P: ¿¡Por qué me diría eso!?… Tendría que preguntarle a mi mamá…
¡Mira lo que te dije! ¡Preguntarle a mi mamá! (Está muerta hace más de dos años).
A: Estás transportado a cuando eras niño, como si ahí no le hubieras preguntado a tu mamá […].
Quisiéramos poner el énfasis en que a nuestros ojos, el hecho clínico central de esta sesión es la vivencia de habitar un mundo confusional, más que recuperar un recuerdo, aunque cabe considerar que estarían simultáneamente presentes los dos niveles evolutivos en la sesión. Uno sería el nivel psíquico del recuerdo que es escindido en la mente del paciente, proyectando la función del recordar en el analista, y el otro sería el nivel pre-psíquico, que va irrumpiendo y desorganizando el campo asociativo de la sesión. El recuerdo y olvido de la cama de mármol ya está en un registro de simbolización verbal o secundaria, área posterior de su desarrollo, aunque escindido. A su vez, pensamos que este nivel simbólico del material quedó con un agregado de aquello previo no representado en la psiquis del paciente y que correspondería a experiencias confusionales no subjetivadas, las que habrían quedado adosadas al recuerdo traumático del niño fantasma que en las noches iba a la cama de mármol, recuerdo que pudiese estar a su vez encubriendo escenas traumáticas de índole sexual, más edípicas.
Siguiendo a Roussillon (1991), él postula que algunos traumas sexuales han ayudado al sujeto a construir aquello que denomina “escena-pantalla” sobre la cual podrían fijarse agonías primitivas, las que de otra forma hubiesen sido invasivas y desorganizadoras. De este modo, los traumas sexuales tardíos ‒paradójicamente‒podrían contribuir a cicatrizar traumatismos narcisistas anteriores.
Los traumas sexuales secundarios servirían entonces para dar cabida a las alucinaciones o huellas perceptivas de los traumas primarios desorganizativos y, gracias a esto, lograrían adosarse a un acto psíquico que los transporta y los vuelve potencialmente ligables.
Nos parece que en la sesión presentada, lo que pudiera ser un trauma secundario, con temática edípica, se estaba representando en las asociaciones de ideas y afectos del analista; sin embargo, ese nivel transferencial fue tensionándose con la irrupción impactante de un registro donde ha desaparecido la temporalidad: “[…] no recuerdo lo que hablamos la semana pasada […]” y “Le tendría que preguntar a mi mamá”, aseveraciones que ilustran tanto el carácter atemporal de la vivencia traumática, como la ausencia de representación en su subjetividad de una interacción con una madre que lo oriente.
Acto 2: El analista, una experiencia de desregulación psicosomática. De laregresión simbiótica a la regrediencia hacia lo pre-psíquico
Describiremos una experiencia del analista que ocurre fuera del marco de su consulta.
Al poco tiempo de la sesión señalada, el analista acude a la consulta de un colega como lo hacía por años, pues planeaba compartir el material clínico de esta sesión para reflexionar acerca del momento confusional del paciente. El analista llega al edificio, sube por la escalera al segundo piso, y le llama la atención un letrero que antes no había visto afuera de una de las oficinas, le quita importancia, toca el timbre como siempre en ese horario, en esa oficina, insiste, no sale nadie a abrir por muchos minutos. Piensa si se equivocó de piso y comprueba que no, es el segundo, está correcto. Escribe un WhatsApp avisando a su colega que está afuera, lee que él contesta que le abrirá. No ve que le abran, pero escucha la voz del colega desde atrás, por el pasillo. Que la voz proviniera desde un lugar diferente de donde esperaba ver al colega, le produce un cambio brusco y muy perturbador.Desconcertado, con una sensación de haber perdido las claves que le dan seguridad para moverse y ubicarse en el espacio, se asoma a la caja de la escalera que está frente a los ascensores para ver si el colega está ahí, se le pasa por la mente una sensación siniestra que lo frena al acercarse a mirar al piso inferior por la escalera, que ahora le parece extraña, pierde la sensación de familiaridad con ese espacio y con las imágenes visuales del entorno, trata de moverse muy poco como para no perderse, se siente en hiperalerta, con la respiración contenida, confundido, desorientado. Vuelve a tocar el timbre. Recibe una llamada del colega por teléfono, a quien le pregunta por el número de su oficina, buscando datos que lo saquen de la sensación de irrealidad. Constata que no corresponde el número de oficina, busca por los pasillos el que él le señala, caminando en H y llega al extremo contrario, ahí ve una puerta abierta, lo experimenta como si el colega se hubiera cambiado de la oficina acostumbrada, pero reconoce que es la misma decoración, tiene una sensación de peligro; con alivio ve la cara de su colega y en ese instante, se vuelve a orientar en el espacio, pero totalmente impactado por cómo se pudo desorientar tanto.
Cuando estaba relatando a su colega la desorientación que había experimentado y la sensación de extrañeza al escuchar su voz sin el correlato visual esperado, le dijo: “¿cómo me pude confundir tanto?”; en ese momento, al escucharse a sí mismo, pudo hacer la conexión entre su propio estado y el estado desorganizado del paciente en sesión, que era justamente lo que iba a supervisar, adquiriendo un valor de significado para su experiencia.
El impacto emocional de lo vivido por él y por el colega que lo vio con una palidez extrema en el rostro, duró más tiempo.
Resulta evidente la coincidencia que se advierte entre la experiencia de desorientación y desintegración sensorial vivida por el analista fuera de la sesión, por una parte, y la sesión de análisis del paciente percibido como desorientado y con un borrón mental, dentro de la sesión, por otra.
Surge la pregunta acerca de hasta dónde el concepto de Identificación Proyectiva (IP) es útil para comprender este fenómeno. Pensamos que la IP solo en un nivel logra dar cuenta de lo ocurrido: ahí donde podemos detectar fantasías de simbiosis,presiones sobre el analista para representar una función de memoria del paciente,fantaseo del analista de ir en un estado mental muy fusionado con el paciente camino a la supervisión en lo del colega, haberse quedado tomado por algo incomprensible del paciente en la sesión previa y, todo eso, significado con las teorías sexuales infantiles como modelo de comprensión de lo ocurrido en sesión (imágenes de la cama, la pareja, el acto de ver, la habitación de al lado, etc.). En este nivel detectamos una contratransferencia concordante, tanto analista como paciente parecen estar tomados por una curiosidad por explorar un espacio más allá de los límites habituales, en un estado de tensión por un contenido disociado de la conciencia en pugna por acceder al campo analítico. Cada uno busca a un otro para integrar este contenido en una comprensión verbal, el paciente busca al analista y este, a su colega. Podríamos estar de acuerdo en que opera una IP comunicativa, un nivel simbólico con escisiones y proyecciones, en una relación analítica que manifiesta una cierta regresión a un estado de identificación narcisística o simbiótica al servicio de la comunicación.
Pero sostenemos que, apuntalado o acoplado a los movimientos anteriormente descriptos, hay otro nivel que escapa de lo que podemos considerar del orden psíquico y de lo proyectable en una fantasía inconsciente, o de lo accesible por asociación de ideas. Este otro nivel corresponde a aquello que queda situado en el campo de lo psicosomático: en el analista aparece esa extrema palidez que percibió su colega, un estado de alerta propio de una reacción del sistema nervioso autónomo. El analista no lograba articular los estímulos sensoriales en una representación perceptual integrada, cuyo correlato somático es la desregulación autonómica, en vez de un correlato psíquico, como lo hubiera sido una fantasía.
La hipótesis que proponemos, en la línea de los planteamientos de Winnicott (1956), Roussillon (2010) y Botella (https://revistamentalización.com), es que elanalista, en ese estado de IP tolerada, sosteniendo la simbiosis en la identificación narcisista de la díada, quedó tomado por ciertas excitaciones somáticas y motoras que le quedaron reverberando en su soma, como negativo (del trauma) de lo que no fue representado en la sesión, o como agujeros de lo que sí fue representado. Estas excitaciones tomaron forma en su experiencia de falta de integración perceptual y de desregulación psicosomática, es decir, en su propio registro no subjetivado. Sería la paradoja de la destructividad a la que se refiere Roussillon (1991) siguiendo a Winnicott, cuando el analista es alcanzado por aquella pero logra sobrevivir como analista. Luego, en el encuentro con el colega, se produce la integración perceptual, y lo psicosomático adquiere significado al conectarse con la emoción de la angustia asociada con sentirse tan perdido, para luego ligarla a la imagen del paciente que estaba tan desorientado.
Tomando palabras de Roussillon, desde la matriz narcisística primaria una agonía primitiva del paciente accedió al encuentro intersubjetivo, mediatizado por el encuentro analista-colega, fue registrada en el analista como simbolización primaria para, posteriormente, entrar en una cadena de simbolizaciones secundarias, verbales. Usando los conceptos de Botella, en un marco de referencia compartido con Roussillon, la dupla paciente-analista habría entrado en un estado de regrediencia formal del pensamiento, posibilitando que excitaciones pre-psíquicas adquirieran una figurabilidad fundante del camino de la representación simbólica y de lo psíquico, en el momento en que el analista pudo inscribir su vivencia en una relación intersubjetiva y quedar en condiciones de capturar el acto mensajero de Orfeo.
En otras palabras, consideramos que el fenómeno descripto, en este caso, una experiencia de desorientación primitiva, es coherente con las conjeturas de Botella, sobre memorias sin recuerdo que pueden ser transformadas con la actividad regrediente hacia lo endoalucinatorio, propia del trabajo del sueño. Cabe señalar que C. y S. Botella afirman que esa actividad regrediente del sueño que da figurabilidad a zonas de vacío representacional, también puede funcionar en la pareja analítica cuando está en escucha regrediente. Nosotros conjeturamos que el analista podría estar en escucha regrediente fuera del espacio/tiempo de la sesión, como manifestación de la atemporalidad de lo pre-psíquico.
Pensamos que el material clínico estudiado nos permite acercarnos a un nivel de agonía primitiva, de la esfera traumática más temprana, previa a la constitución del psiquismo o de un desarrollo yoico subjetivado, y que esa esfera se asoma por añadidura a otra dinámica propia de un mayor desarrollo yoico, que es de más fácil acceso a través de las identificaciones proyectivas comunicativas. Roussillon(1991) explica un similar acople de dos vivencias traumáticas de niveles evolutivos diferentes, con el concepto de “acto pantalla”.
Acto 3: Orfeo ensoñando que patina en sesión. La experiencia ligada en el encuentro analítico
Presentaremos ahora un fragmento de una sesión ocurrida tres semanas después de la experiencia del analista, antes descripta.
En mitad de la sesión, Orfeo está sentado a los pies del diván, apoyando su espalda en la pared, relajado, como tratando de recordar unas escenas de la infancia y al analista le parece que se está quedando dormido, cuando él reacciona:
P: Se me hizo una nebulosa, como que patino, casi se me olvida lo que te estaba hablando, me siento como patinando, que trastabillo, se me va el foco. (Habla relajado, semi adormilado). Ah, volví y me acordé, era la imagen de un refugio. Se me nubla y se va el foco, se me empiezan a ir las ideas, a patinar (hace la mímica con los pies), que no puedo pararme, que no puedo aferrarme a las ideas.
A: Se te pierde el cable a tierra.
P: Sí y después vuelvo y me acuerdo.
A: Te cuesta ir hablando cuando entras en esa nebulosa.
P: Son como esos segundos cuando sientes que te vas a caer.
A: Pero parece que hoy no te angustiara tanto observar esa sensación de nebulosa. Sentir que te vas a caer podría ser bien angustiante pero aquí pareces estar viviendo esa sensación más empollado, como si al dejarte caer aquí, no te va a pasar nada.
P: Es como si se me fuera la concentración, se me va el foco de la cámara, no se ve nada y empiezo a regular hasta que aparezca la imagen, como el telescopio.
A: Después de harto tiempo, cuando faltas acá, cuánto te toma volver a instalarte.
P. Antes trataba de hacerlo lineal, hace unos meses ya no. Hoy me acordé de que no había venido, primero me acordaba del lunes, después me acordé, ahora se me fue.
A. Empiezas a dejarte patinar confiado en que vas a volver.
P. Sí, porque eso más lineal casi me vuelve loco, me hace quedarme pegado.
La imagen que el analista transmite de su paciente es de relajamiento y satisfacción, lo ve con la cara rosada evocándole la escena de un bebé después de ser amamantado; el grupo de estudio, por su parte, asocia el acto de mover las piernas ‒como patinando, al decir del paciente‒ con un bebé pataleando placenteramente mientras observa un juguete móvil. La atmósfera de la sesión es amorosa y lúdica.
Esta escena, descripta como Acto 3, sugiere que el paciente está formando imágenes cercanas a lo onírico, en ese sentido simbólicas, de la experiencia de perderse o desorientarse, donde la representación es tolerada cuando el vínculoanalítico se siente firme. Se aprecia que Orfeo y su analista se mantienen estrechamente vinculados y tolerando placenteramente la oscilación entre pérdida y recuperación de la atención. Orfeo hace referencia al foco del telescopio, en clara complicidad con su analista, con quien ha hablado muchas veces de una experiencia con un telescopio. Vínculo y placer compartido son dos componentes resaltados por Roussillon en la creación de un momento simbólico.
El paciente parece llegar a un estado de no integración que le es placentero. Desde ahí se integra para auto observarse, dando cuenta de la incorporación de una mirada subjetivante. Deja atrás una defensa adhesiva ante agonías primitivas: “Sí,porque eso más lineal casi me vuelve loco, me hace quedarme pegado”. Pareciera que se ha identificado con una mirada sostenedora y estructurante que le permite fantasear con la experiencia de perderse y encontrarse, alejarse y acercarse, enfocar y desenfocar, sin caer en la agonía primitiva.
No parece mera coincidencia lo que sucede con la mirada en esta sesión (simbolizada con el telescopio y actuada en la mirada concreta entre analista y paciente) y la experiencia descripta en Acto 2, donde al analista se le articuló la percepción ante un encuentro de mirada con el colega. Hipotéticamente, sería coherente con la mirada de la madre (analista) tercerizada por el padre (colega, grupo de supervisión) que lo mira con tranquilidad.
En conclusión, nos parece que el Acto 3 ilustra un momento del proceso en que la subjetividad está instalada y operando en un doble introyectado: “Yo me observo a mí mismo mientras me pierdo y vuelvo, con placer”. Orfeo ha incorporado a un Self otro que lo sostiene con la mirada y de un modo gozoso.
Acto 4: Orfeo desde la alergia, al acto y a la palabra,“es como que la muerte me viene a buscar”. El acto mensajero en la sesión
Orfeo llega a esta sesión entregando un formulario del seguro, diciendo: “¿Te puedo dejar esto ahora?, se lo llevé al médico pero no era necesario”. Al analista le llama la atención ese acto porque aún no es la última sesión del mes, que es cuando suele pasárselo. Mientras él se tiende en silencio por largo rato, su analista se queda pensando por qué necesitó decirle que se lo había llevado al médico.
P. Estoy tratando de acordarme de qué había hablado, era importante.
(Vuelve al silencio. Se ve notoriamente inquieto en el diván, se mueve mucho, se rasca el brazo). Me cuesta pensar porque ando incómodo, con una picazón, me dio una alergia en el brazo.
A. ¿Eso tiene que ver con que me dijeras que habías llevado el formulario al médico?
P. Ah, sí, pedí hora hoy, fui en la mañana, me pusieron una crema y este como plástico encima.
(Continúa explicando cómo fue notando día a día la picazón, que primero le quitó importancia, que empezó a atribuirla a cosas pasajeras, hasta que en la noche se decidió a ir al médico porque le apareció un líquido amarillo en la piel. En ese momento, el analista asocia con una noticia del fin de semana sobre una mujer que acababa de morir después de que un simple rasguño accidental se le complicara progresivamente. El analista pensó si acaso él también tuvo miedo de morir).
A. ¿Y qué pensaste cuando viste las gotas salir de tu piel?
P. ¿Que qué pensé? (Se sienta y mira al analista). Ahí está, pensé en la muerte. ¡Eso era lo que estaba hablando en la sesión pasada!… Justo habían dicho en la TV de una mujer que se murió, entonces me asusté […].
Hacia el final de la sesión, el paciente cuenta que salió a pasear a pie con sus hijos por el espacio parquizado central de una avenida ancha, y que uno de ellos en un momento esquivó un poste corriendo, por lo que pasó muy cerca de la orilla de la calle y él se aterró de verlo tan al borde. El analista le dice que está hablándole de experiencias en que el borde entre la vida y la muerte es tan poco claro. Orfeo asocia con que justo por estos días ha pensado en la muerte; que su otro hijo sacó de la biblioteca un libro de cuentos y que a él no le gusta que quiera leer eso, que un vivo hable con un personaje que represente a la muerte. Muestra la botella plástica de agua que está sobre una mesa y dice “es como si esa botella me empezara a hablar, yo no sería como en las películas que le responden ‘hola y tú quién eres; yo saldría arrancando’… Esas cosas las siento como si la muerte me vinieraa buscar”. Y al decirlo, hace un gesto con sus dos brazos cruzados, rascándose, como si estuviera frente a un hecho espeluznante. Ahí exclama sorprendido: “Ohhh, ¿te fijaste? ¡Es el mismo gesto de la alergia que hice!”
Con fragmentos de esta sesión, ocurrida un año después de la señalada en el Acto 3, pretendemos ilustrar cómo el paciente transforma un síntoma psicosomático en una imagen simbólica, pasando de un nivel cercano al acto a otro verbal.
Sostenemos que el acto mensajero se va desplegando durante esta sesión. Se viene esbozando en la entrega que hace el paciente del formulario que iba destinado al médico y llegó al psicoanalista, acto que generó curiosidad en este por la expectativa de un potencial mensaje. El paciente también tiene la sensación de estar buscando un mensaje, enfatiza que “era algo importante”. Va apareciendo un acto puramente somático: inquietud, picazón, rascadura. Analista y paciente asocian simultáneamente con un terror a una amenaza de muerte. Empiezan a aparecer asociaciones de ideas que juntan a la vida y la muerte de un modo confuso hasta que se produce la integración psicosomática del acto-rascadura con la experiencia emocional relacional: “la muerte me viene a buscar”, que el paciente mismo formula en lenguaje verbal.
Es notable observar el hiperrealismo que muestra Orfeo cuando exclama: “hola y tú quién eres; yo saldría arrancando”. Parece tener una imagen más cercana al polo endoalucinatorio que al simbólico cuando reproduce el supuesto diálogo de la botella plástica con él. Suponemos que, así como Winnicott (1974) afirmó que la catástrofe temida en el futuro ya había ocurrido en el pasado, así también, Orfeo ya había hecho un movimiento en el pasado donde arrancó de agonías primitivas y que podríamos discutir si corresponde al clivaje del Self propuesto por Roussillon. Esta experiencia habría quedado en un registro ajeno a la subjetividad y fuera de la temporalidad, actualizándose en esta sesión donde es incorporada al registro subjetivo y simbólico. Podemos hacer conjeturas imaginativas tales como: “la madre no lo vio y no lo vino a buscar cuando estaba con terror de muerte psíquica”, él arrancó de su agonía que apareció primero como alergia y luego como alucinación: “la muerte me viene a buscar”, pero con un analista que ahora lo ve: “¡Oh! ¿Te fijaste?”, le preguntó Orfeo, mirándolo impactado.
Epílogo
El mito de Orfeo y las peripecias de los autores en la elaboración de este escrito
El mito cuenta que a Orfeo, hijo de Apolo y Calíope, se le concede la posibilidad de descender al inframundo en busca de su amada Eurídice para volver con ella a condición de que, tras contactarla, mientras transite por el Hades nunca mire hacia atrás donde ella lo sigue, ya que si así lo hiciese la perdería para siempre. Orfeo sorteó muchos peligros mientras transitaba por el inframundo, resistiendo en todo momento la tentación de mirar a su amada. Al llegar finalmente a la superficie, ya en la entrada al mundo y creyendo haber logrado la meta, se dio vuelta y la miró, desapareciendo Eurídice de su vista para siempre; Orfeo no se había percatado de que ella aún no había traspasado completamente el límite del inframundo (Bugard, 1934).
En un primer momento este desenlace del mito, con el desvanecimiento de Eurídice, nos deja perplejos. Sin embargo ‒desde una lectura psicoanalítica‒- se podría conjeturar que Orfeo se encuentra justo en el umbral que separa el mundo del inframundo o, dicho de otro modo, en el umbral que separa lo psíquico de lo pre-psíquico. Al encontrarse en ese límite, podemos pensar que por una parte queda cooptado por la ilusión narcisista primaria que borra la percepción de la diferencia de posición de Eurídice, mientras que en la otra cara de este umbral, se encuentra encaminado en el proceso de transformación evolutiva conducente hacia la objetivación y subjetivación de sí y del otro: vale decir, encauzado hacia la tan necesaria deconstrucción de ese narcisismo primario.
El mito de Orfeo nos proporciona, entonces, una imagen de la vivencia de una agonía primitiva, en toda la travesía del héroe hacia el inframundo; pero al mismo tiempo, con el regreso de Orfeo al mundo, nos ofrece otra imagen de la salida de esa agonía para entrar a una experiencia de duelo, de simbolización y de conflicto.
A partir de lo anterior, surge la pregunta acerca de qué es aquello nuevo que ocurre en el umbral entre el inframundo y el mundo, donde Orfeo al mirar hacia atrás en búsqueda de su amada Eurídice, la pierde para siempre. ¿Tendrá que ver con la idea de Winnicott y Roussillon del momento transicional en el cual se superponen la alucinación con la percepción y el objeto se crea-encuentra, destruye-encuentra?¿Sería ese el momento en que se puede “destruir” el objeto en la mente que sobrevive fuera de la esfera narcisista, para luego integrarlo simbólicamente? ¿Será que de este modo, justamente en el umbral donde ocurre la separación, se posibilita la creación de un espacio que contiene la ausencia de la presencia? De ser así, el encuentro ya se podría encauzar en vías de una representación simbólica en la mente y en consecuencia se estaría posibilitando la tarea de hacer el duelo por su objeto. Y de este modo acceder a una temporalidad con pasado, presente y futuro.
Louise Glück nos amplía la perspectiva y la comprensión desde su sensibilidad poética. En el poema El Iris salvaje (1993) nos comunica:
Al final del sufrimiento
me esperaba una puerta.
Escúchame bien; lo que llamas muerte
lo recuerdo.
Allá arriba, ruidos, ramas de un pino vacilante.
Y luego, nada. El débil sol
temblando sobre la seca superficie.
Terrible sobrevivir
como conciencia,
sepultada en tierra oscura.
Luego todo se acaba: aquello que temías,
ser un alma y no poder hablar,
termina abruptamente. La tierra rígida
se inclina un poco, y lo que tomé por aves
se hunde como flechas en bajos arbustos.
Trabajar con el nivel de las agonías primitivas implica entrar en nebulosas vivenciales desde donde será el nivel perceptual-alucinatorio el que aporte una oportunidad de salida. Louise Glück evoca esas agonías en esos primeros versos, “….terrible sobrevivir como conciencia….”. Y en los versos siguientes de este poema, conduce a la salida hacia “el fresco manantial” cuando lo que vuelve de ese otro mundo, lo hace “para encontrar una voz”:
Tú que no recuerdas
el paso de otro mundo, te digo
podría volver a hablar:
lo que vuelve
del olvido vuelve
para encontrar una voz:
del centro de mi vida brotó
un fresco manantial, sombras azules
y profundas en celestes aguamarina.
La noción de acto mensajero parece ser captada por los versos de L. Glück “…lo que vuelve del olvido vuelve para encontrar una voz”. Pensamos que el concepto de regrediencia es técnicamente útil para estos efectos, y no tanto así el de revêrie, puesto que este último se encuentra en el área de lo psíquico, de lo soñable. En la regredencia al polo endo-alucinatorio el paciente y/o el analista son tomados como por asalto desde un nivel perceptual-alucinatorio, ajenos a cualquier intencionalidad, lo cual deja una estela de misterio en la comprensión del abordaje psicoanalítico.
Por último quisiéramos señalar que este escrito y el aprendizaje contenido en él es resultado de un trabajo colectivo donde el interjuego de nuestras intersubjetividades se constituyó en un espacio-tiempo tercerizado que nos ayudó a sostener la incertidumbre y la permanencia en el trabajo. Se fue configurando algo así como un medio maleable para explorar y trabajar.
1 arayasanhueza@gmail.com. Miembro de la Asociación Psicoanalítica Chilena, APCH.
2 Miembro de la Asociación Psicoanalítica de Santiago, APSAN.
3 Miembro de la Asociación Psicoanalítica Chilena, APCH.
4 Para efectos de este trabajo, cuando abordemos las manifestaciones clínicas del área pre-psíquica, nos referiremos a ella como “lo nebuloso”.
5 Con la finalidad de proteger la confidencialidad del paciente, nos referiremos tanto a él como al analista en términos masculinos, lo cual no necesariamente se ajusta con la realidad. Los datos personales de identificación del paciente han sido disfrazados.
6 Lo “nebuloso” nos parece un término más descriptivo y cercano a lo sensorial de la vivencia de esas áreas pre-psíquicas en la experiencia analítica. A su vez es coherente con la atmósfera del inframundo en el mito de Orfeo, mito que usaremos como modelo para comprender el tránsito desde lo pre-psíquico a lo psíquico, y nos conduce a una idea de algo infinito conformado por partículas dispersas no organizadas ni acotadas por el cruce con el encuentro humano.
Descriptores: PSIQUISMO / SIMBOLIZACIÓN / SUBJETIVIDAD / BEBÉ / SITUACIÓN ANALÍTICA / CASO CLÍNICO / VIÑETA CLÍNICA / RECUERDO / TRAUMA / IDENTIFICACIÓN PROYECTIVA
Abstract
When the pre-psychic emerges in the analytical situation
Based on an experience of perceptual disintegration experienced by the analyst, theauthors explore the hypothesis that this occurred due to the resonance, in thepsychosomatic register of the analyst, of experiences that were not symbolized bythe patient and that were not integrated in the association of ideas during thesession. The question arises as to how to work clinically with these areas of thepre-psychic.
R. Roussillon’s theoretical concepts on pre-psychic phenomena, subjectivation, primary symbolization and the deconstruction of narcissism are reviewed. Likewise, the “messenger acts” described by Roussillon are explored as a way ofaccess to this enigmatic world. The technical concept of “regredience”, developedby C. Botella, is also revisited in order to understand the transitions from the pre-psychic to the psychism. The myth of Orpheus –—as a journey to the underworldand a return to the world–— is used as a metaphor of regredience towards theendohallucinatory pole, as a possibility to transform evolutionary pre-psychicaspects into psychic ones. The hypothesis is explored in the analytical process byselecting four “clinical acts”.
Resumo
Quando o pré-psíquico emerge na situação analítica
A partir de uma vivência de desintegração perceptual sentida pelo analista, os autores exploram a hipótese de que esta ocorreu como ressonância no registro psicossomático do analista, de vivências não simbolizadas pelo seu paciente e que não puderam ser integradas na dimensão ideo associativa da sessão. A partir do qual surge a pergunta sobre como trabalhar clinicamente com estas áreas do pré-psíquico.
São revisados conceitos teóricos de R. Roussillon sobre fenômenos pré-psíquicos, subjetivação, simbolização primária, desconstrução do narcisismo. Além disso, são explorados os “atos mensageiros” descritos por R. Roussillon como via de acesso a esse mundo enigmático. Também se revisa o conceito técnico de regrediência, desenvolvido por C. Botella, com o objetivo de compreender as transições desde o pré-psíquico até o psiquismo. O mito de Orfeu –como viagem ao submundo e volta ao mundo– é utilizado como metáfora da regrediência ao pólo endoalucinatório, como possibilidade de transformar evolutivamente aspectos pré-psíquicos em psíquicos. A hipótese é explorada no processo analítico, selecionando quatro “atos clínicos”.
BIBLIOGRAFÍA