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Comentarios sobre los trabajos de actualizaciones acerca de lo infantil

Adriana Sorrentini¹

Para poder actualizar un concepto, lo primero es definirlo, saber a qué nos referimos cuando decimos “lo infantil”, en psicoanálisis. Es evidente que no se trata de la niñez en el sentido cronológico temporal, sino que “infantil” califica a una estructura actual, es decir, atemporal y que carece de palabra. Infans-äntis, remite en latín a “privado de palabra”. Es decir, un sujeto que aún no ha tenido acceso al lenguaje y, al decir de Cesio, se encuentra en plena tragedia edípica su prehistoria personal, previa al ingreso en el complejo de Edipo historia personal. Freud habla de sexualidad infantil, de trauma infantil, con referencia a la estructuración psíquica; tempranísimas impresiones y vivencias en el cuerpo propio, cuando aún no hay lenguaje (infans). Estas vivencias cobran carácter traumático a consecuencia del exceso de exigencia, un carácter cuantitativo a lo que se agrega lo cualitativo como contenido sexual, agresivo, con mortificaciones narcisistas que caen bajo la amnesia infantil, siendo inasequibles al recuerdo. Al ser tan iniciales no pasaron por la conciencia y por lo tanto no están reprimidas ni sujetas al retorno de lo reprimido. Es un material actual inconsciente sepultado, que surge como manifestación de neurosis actual en la sesión, como angustia o letargo, y requiere una construcción del acto, que intenta darle palabra a aquello que jamás la tuvo y poder introducirlo en una escena, que será siempre trágica, de la prehistoria del sujeto. 

            Para hablar de “actualizaciones” releímos trabajos de Serge Leclaire,1976, “La inscripción inconsciente: otra memoria”; de Madeleine y Willy Baranger, y J. Mom, de APA: “El trauma psíquico infantil, de nosotros a Freud. Trauma puro, retroactividad y reconstrucción”. Además un trabajo de hoy en día de Clara Schejtman, “Derivas de lo infantil en las presentaciones clínicas en primera infancia. Inscripciones arcaicas y originarias y proceso primario”. 

            En el trabajo de Baranger-Mom, vemos una profunda reseña acerca del concepto de trauma psíquico en el pensamiento freudiano y a través de otros autores, acerca del trauma único, puntiforme, y la inundación energética desde el exterior, o la secuencia de traumas repetidos cuyo recuerdo exige represión, y dicen que lo que está en juego es una clase particular de trauma que afecta la sexualidad infantil, tal como es la seducción por un adulto, o un elemento fantasmático correspondiente a la realidad psíquica, no material. 

            Aquí pensamos que la mención de un recuerdo que exige represión aludirá a una situación traumática posterior, que pase por la conciencia y sea reprimida. Aquí hay palabra, aunque sea incipiente; estamos en el complejo de Edipo y es posible la represión, y por lo tanto el retorno de lo reprimido (psiconeurosis). El acceso a lo preconsciente-consciente, mediante la interpretación.

            Consideran el efecto a posteriori, “Nachträglich”, de manifestaciones patógenas a raíz de la maduración o nuevos acontecimientos patógenos que marcan lo traumático. Se trata de causación retroactiva desde el presente hacia lo pasado, Nachträglichkeit, modelo de abandono de causalidad mecánica y temporalidad lineal (pasado-presente) a favor del modelo en espiral de la temporalidad en donde pasado y futuro se condicionan y significan recíprocamente en la estructuración del presente, tal como lo muestra Freud en el Hombre de los Lobos. En esta exploración clínica, Freud trata de reconstruir la situación traumática del “infans” intentando diferenciar el estímulo traumático real de la fantasía primordial.

            En Análisis terminable e interminable (1937), Freud sostiene un mejor pronóstico en las neurosis traumáticas. En las conferencias 22 y 23 (1916-1917) habla de las series complementarias constituidas por las secuelas que dejaron las vivencias de nuestros antepasados, componente filogenético, y unas vivencias puramente contingentes de la infancia, capaces de dejar fijaciones de la libido. 

            Freud sostiene entonces que el trauma remite a experiencias prehistóricas (parricidio y castración) más la experiencia accidental adulta que produce el trauma por retroactividad, por regresión de la libido. “La libido de los neuróticos está ligada a sus vivencias sexuales infantiles” (p. 330) y, aunque estas no tuvieron en su momento importancia, la cobraron regresivamente, al volver la libido expulsada de sus posiciones más tardías. Esta elucidación aparece en la conferencia 21 (p. 306), con respecto al complejo de Edipo, cuyo relato aparece siempre plagado de hechos fantaseados, la mezcla de lo vivenciado y lo fantaseado que contribuyeron a la formación de síntomas, con la cooperación de los mismos procesos inconscientes que intervienen en la formación de sueños, condensación y desplazamiento, ya que los síntomas figuran también un cumplimiento de deseo, proveniente de las vivencias infantiles.  

            Con el estudio de las neurosis de guerra se profundiza el enfoque económico y se conceptualiza la pulsión de muerte.

            Efectivamente, el estudio de las neurosis traumáticas, más las neurosis de guerra, lleva a la pulsión de muerte. La existencia de una compulsión a la repetición conduce al fundamento último del conflicto en el que luchan libido y pulsión de muerte.

            Las fantasías universales, Urphantasien, previas a la experiencia individual, provienen de acontecimientos traumáticos prehistóricos de la humanidad, mociones de afecto plasmadas por traumas filogenéticos. Así, los estados afectivos incorporados en la vida anímica son sedimentaciones de antiguas vivencias traumáticas, y pueden despertar símbolos mnémicos como el afecto de angustia y el trauma del nacimiento.

            En M. Klein hay un deslizamiento de trauma a situación de ansiedad; hace eje en la situación de angustia: posición esquizo paranoide y posición depresiva, que ubica en una perspectiva genética primer año de vida y oscilaciones situaciones universales y paradigmáticas.

            Balint, por su parte, plantea que el individuo, en su estado de inmadurez infantil, no encuentra ayuda de los adultos que lo rodean y recurre a algún medio propio o ajeno para salir del apuro; este medio se incorpora a la estructura de su Yo, perturba su desarrollo y constituye la “falta básica”, un punto de fijación a resolver.

            En 1926, con Inhibición, síntoma y angustia, y la exploración de la sexualidad infantil, llegamos a una serie de situaciones traumáticas, tales como la amenaza de castración, la diferencia sexual anatómica, el complejo de Edipo; al tiempo que el destete, la pérdida de las heces, los duelos, el nacimiento de hermanos, son situaciones traumáticas paradigmáticas. 

            El estado de desvalimiento configura una situación traumática en la secuencia angustia, peligro, desvalimiento (trauma). También las tensiones interestructurales miedo a perder el amor del Superyó conducen al desvalimiento. El Yo se deja morir si no es amado por el Superyó, de la misma manera que un recién nacido depende del amor y el cuidado maternos; para vivir tiene que hacerse amar. 

            Masud Khan formula la teoría del “traumatismo acumulativo”, ilustrando cierto tipo de evolución del concepto de trauma en el pensamiento psicoanalítico. Se apoya en ideas de D. Winnicott, como la idea del desmoronamiento o deficiencia materna en poder descifrar eso externo/interno. Pero lo más llamativo de Masud Khan es que traslada el concepto de barrera antiestímulo, originariamente un concepto económico, a un campo relacional, ubicándola fuera del organismo considerado. Leo Rangel sostiene que el concepto de trauma es complejo y hay que pensarlo como una secuencia: 1º) un acontecimiento traumático; 2º) un proceso traumático intrapsíquico; 3º) el afecto o resultado traumático, es decir, un estado de “desvalimiento” psíquico de suficiente magnitud, y 4º) el afecto penoso, displacentero angustia, que acompaña y sigue la secuencia traumática. Referir el trauma al objeto interno o externo amplía la comprensión del rol protagónico del trauma. Y Rangel insiste en la especificidad del concepto; igualmente, más allá de las vicisitudes de la relación objetal, mantendremos el concepto límite del trauma económico en su pureza.   

            O. Rank, en 1923, describe el trauma del nacimiento, idea controversial en su momento, que explicaba la existencia de un trauma fundamental como consecuencia del nacimiento, en el que se basaban los demás. Idea que consideramos complementaria a la desarrollada por A. Rascovsky, según la cual, al configurarse después del nacimiento un Yo posnatal, lo no nacido, las infinitas potencialidades no realizadas en ese Yo permanecen inconscientes como Yo fetal ideal.

            Sin embargo, más allá de la perentoriedad del peligro de muerte, la vivencia de desvalimiento inicial por la castración fálica que representa el nacimiento, el corte del cordón umbilical que interrumpe todo suministro vital y obliga por primera vez al feto, devenido recién nacido, a “hacer para vivir” inscribe la angustia en la carne, el apremio metabólico de la falta de oxígeno lo obliga a respirar con sus pulmones; es la mayor vivencia de desamparo y desvalimiento que se inscribe como trauma fundamental castración, muerte. 

            Son las vivencias de muerte que se activan y encontramos en las crisis de angustia de nuestros pacientes, los llamados “ataques de pánico”. La angustia es la piedra de toque que permite diferenciar lo traumático de una mera situación patógena.

            Freud diferencia angustia automática y angustia señal. M. Klein habla de angustia paranoide y angustia depresiva, más angustias confusionales y angustia de desintegración. Si bien pensamos la angustia como una vicisitud de la relación de objeto, la existencia de una angustia sin nombre va más allá del objeto.

            Quizá la mayor evidencia de los conceptos de masoquismo primario y pulsión de muerte es la reacción terapéutica negativa, que apunta al fracaso del tratamiento analítico, sea por sentimiento de culpa inconsciente o por un remanente de la pulsión de muerte que no puede ser deflexionada al exterior ni integrada al Superyó, y tampoco ligada por libido, y queda por lo tanto “muda” en el individuo. 

            A partir de Más allá del principio de placer (Freud, 1920), se articula el concepto de trauma con la pulsión de muerte. Se instalan fenómenos repetitivos; la repetición en sí no es pulsión de muerte sino el primer intento de dominarla. 

            Manifestaciones como los accidentes y la traumatofilia son procesos subjetivos e inconscientes, que entre nosotros han sido ampliamente estudiados y conceptualizados por J. Granel. Se da un estado de tensión interna que no puede elaborarse en forma de representación. El drama interno es reemplazado por uno real, el accidente, que es una manera, un intento, de dar forma a “eso” que no la tiene. La propensión a accidentarse es un intento de ligar la pulsión de muerte. Procesos subjetivos e inconscientes que anteceden, acompañan y siguen al accidente.

            Por su parte, Serge Leclaire presenta “La inscripción inconsciente: otra memoria”, donde sostiene que en la práctica analítica debemos reconocer que todos los recuerdos grabados en lo que comúnmente se denomina memoria son siempre una representación fragmentaria, un límite o una pantalla, más allá de la cual se abre el escenario de otra memoria, la inconsciente, cuyos engramas escapan a la instrumentación representativa y a la organización lógico-discursiva del sistema consciente. Freud solo reconocía una memoria inconsciente, y hasta negaba al consciente la posibilidad de memorización: “el consciente y la memoria se excluyen mutuamente”. 

            Comúnmente se emplea “memoria” tanto para la inscripción de huellas como para la capacidad de evocarlas. Leclaire trae el ejemplo de un recuerdo encubridor de un paciente, a partir del cual se evidencia que las huellas del recuerdo son tan solo una parte de una escena más rica y vasta, siempre presente en él, que se repetirá a lo largo del análisis, y sugiere evitar la articulación de inscripciones fragmentarias, arcaicas, en una escena, como un recuerdo verdadero, como Freud con el Hombre de los Lobos, reconstruyendo la escena primaria. 

            El inconsciente como tal es irreductible y su naturaleza no puede ser captada conscientemente. Leclaire relata el caso Cyril, como ejemplo de un recuerdo encubridor. 

            Modelo de esta memoria inconsciente es la inscripción de una huella en un material que asegura la conservación de la marca y permite recurrir a él para hacer nuevamente presente lo inscripto o grabado. La inscripción mnémica mantiene un vínculo muy selectivo con el acontecimiento vivido del que las huellas son reflejos fragmentarios de la experiencia, tal como en una caricatura se retienen algunos rasgos elegidos, destacados.

            Sabemos que para Freud la verdadera memoria es la del inconsciente, y que nuestro sistema consciente se esfuerza en tener al día un registro cuyo relato constituye la “historia oficial”, falsa. 

            Insiste Leclaire en que el término inscripción (Niederschrift) se distingue apenas de la representación de la huella (Spur), huella mnémica (Erinnerrungspur). Freud utiliza Vorstellung representación o Repräsentant representante para representar lo que queda escrito de modo indeleble en el inconsciente; representante inconsciente de la pulsión.

            El inconsciente aparece, en el análisis, como otro sistema, sin causalidad ni contradicción, diferente de nuestro pensamiento consciente, y también como otro escenario, no regido por tiempo ni espacio, nos resulta unheimlich, extraño e inquietante. En este otro lugar, al que el análisis nos devuelve, se representa la vida del deseo, y solo ella. 

            El análisis es siempre el análisis de la sexualidad infantil, primigenio, original de nuestra constitución psíquica, con todo lo que involucra, sin darle dimensión temporal ni evolutiva, recordémoslo, solo fundante. 

            El tercer trabajo trae la noción de “lo infantil” a partir de intersecciones entre la constitución psíquica desde el psicoanálisis y la reconstrucción de “lo temprano” après coup, y los aportes de autores que producen teorías a partir de interacciones tempranas, con perspectiva intersubjetiva. Abordaje que estudia la superposición entre procesos intersubjetivos y de subjetivación en los infantes. Abordajes que remarcan la diferencia adulto-niño, postulando la antecedencia del psiquismo del adulto a la constitución psíquica del infante. Teoría de la seducción (J. Laplance y S. Bleichmar), la intersubjetividad (D. Stern y B. Golse y otros). 

            Recurren a la investigación de la interacción mediante filmaciones y entrevistas con los padres. Relatan estrategias de intervención en la construcción de recursos psíquicos y simbólicos a partir de una clínica específica en primera infancia, y sesiones vinculares. La idea es apuntar a lo intrapsíquico de los padres y el infante en constitución. 

            Hay un enfoque evolutivo por lo tanto, del niño, la niñez (Fonagy y Target, 2003), en el que destacan la discrepancia entre una parte del psiquismo que evoluciona con el crecimiento y funciona en un nivel maduro, y una parte del psiquismo que permanece con modos primitivos de funcionamiento y de comprensión. (Aquello que pensamos como “lo infantil”, que permanece siempre actual en el inconsciente). Es un aporte original a la salud mental del enfoque evolutivo en psicoanálisis. 

            Sugieren “poner a trabajar” la noción de lo infantil a partir de las intersecciones entre las bases psicoanalíticas de la constitución psíquica que reconstruyeron lo temprano y los aportes de autores que producen teorías a partir del estudio de interacciones tempranas con perspectiva intersubjetiva.

            “Lo infantil”, para el psicoanálisis, no remite al niño pequeño como un sistema evolutivo, un niño que interactúa con sus progenitores. El sentido remite a las inscripciones iniciales de huellas mnémicas, a tempranísimas impresiones que cobran carácter de vivencia (Erlebniss) traumática, como el aflujo de gran cantidad de excitación, que produce una situación de desvalimiento vivenciada en cortísimo tiempo y con una intensidad tal que impide su tramitación por los medios de que dispone un aparato psíquico incipiente, incapaz de mantener su homeostasis, según el principio de constancia. Entonces, esas tempranísimas impresiones padecidas por el infans exteriorizan en algún momento efectos de carácter compulsivo. Impresiones y vivencias imposibles de recordar por carecer de representación, son las que se presentan en “lo actual” de la sesión como neurosis actual, angustia, aburrimiento, letargo, odio. No son pasibles de interpretación sino que reclaman una construcción del “acto” que les dará figuración, como una “real” y efectiva historia vivencial que, hic et nunc, en la escena vivencial-actual de la sesión, dará ligadura sentido a eso que, fijado, insiste compulsivamente desde la atemporalidad de lo inconsciente. 

            La vivencia (Erlebniss) remite a algo que meramente es vivido, diferente de la experiencia, que tiene lugar con un objeto de la realidad.

            Como antecedentes a abordajes en primera infancia cita autores como R. Spitz quien, basándose en Freud (1905, Tres ensayos) propuso la noción de objeto como recíproca entre madre e hijo, priorizando la función materna como sostenedora del desvalimiento, la separación y la autonomía. 

            Spitz (1945) habló del sufrimiento psíquico de bebés y la potencialidad de depresiones graves en la infancia, con un alto impacto, produciendo un pasaje desde el abordaje intrapsíquico hasta el vincular, seguido con Bob Emde por la articulación de psicoanálisis y teorías del desarrollo centrada en el enfoque de “dos personas”, para el estudio del funcionamiento mental inconsciente. Base para ligar el vínculo primario con la psicopatología. Creemos que aún no hay “dos personas”, sino una persona y el infans.

            Se desarrolla la observación de bebés (Ester Bick, Anna Freud, John Bowlby). Apunta a poner de manifiesto que las envolturas psíquicas tienen raíces en el cuerpo, en lo cutáneo, como segunda piel; en el vínculo con la madre construye una intensa vivencia que le permite sentir su piel como continente limitante que, desde el holding adulto, construye su envoltorio psíquico, equilibrio entre el cuerpo y el otro (Miller y otros, 1989).

            Winnicott valora la observación y diferencia “lo temprano” aportado por la observación de “lo profundo”, que implica la interpretación psicoanalítica de un material históricamente lejano de la experiencia actual de un paciente inaccesible al Yo que puede estar atravesado por la represión o mecanismos más tempranos inscriptos en lo profundo de la psique (escisión y desintegración). Claro desfasaje entre lo psicoanalítico y lo registrado por un observador.

            Freud conceptualizó “lo Infantil” a partir del análisis de pacientes adultos, bajo el concepto de un tiempo regrediente, après coup, “ahora, esto es un material infantil”. La temporalidad del psicoanálisis no es lineal, se basa en los tiempos lógicos atemporales del inconsciente, en la proclividad al trauma y la producción de síntomas. 

            Recordemos que el trauma infantil es siempre tributario del sepultamiento, ya que al no haber palabra no pasa por la conciencia, no es reprimido, y no tiene retorno hacia lo preconsciente-consciente mediante lo verbal; por lo tanto, la descarga de esto “actual” sepultado será en lo somático como “acto”, angustia y letargo, enfermedad somática o accidente.

            Tal es como se muestra esta vivencia (Erlebniss) en lo real actual de la sesión, acompañado de manifestaciones neurovegetativas-celulohumorales, afectivas, correspondientes a una transferencia “actual” (F. Cesio, 2010) en la persona del analista, quien ahora “es” el objeto original, tabú, y no su mera representación. En este momento el analizado deja de recordar y comienza a “actuar” Agieren, repitiendo en transferencia y puestas en acto, pulsiones, fantasmas y deseos con este objeto original. Se produce el cese de asociaciones, no hay pensamiento ni palabra, solo la irrupción de “lo actual” como silencio, angustia, letargo, manifestaciones de la tragedia edípica que puede conducir a la actuación y a la reacción terapéutica negativa. 

            En este nivel no cabe la interpretación sino la construcción de procesos inconscientes incapaces de conciencia. Desde lo “actual in potentia’’ a la descarga “in actus” de un material arcaico no ligado por el Yo, por lo tanto carente de representación. La transferencia es actual, sobre la persona del analista, actante de la escena trágica que tiene lugar en lo “real” de la sesión y que “el enfermo vivencia como algo real-objetivo y actual” (Freud, 1914); no se trata de un episodio histórico ya que no hay historia, sino como un poder actual que, a partir de esta elaboración, adquirirá temporalidad e historización.

            Pensamos que la mayor diferencia se da en la propuesta del tercer trabajo, que claramente se refiere al tratamiento de niños, de los sufrimientos provocados por las distorsiones vinculares y de la percepción a veces sesgada que hacen los progenitores de la necesidad de su hijo, de sus propios ideales, ambivalencia y frustraciones, las etapas que inevitablemente atraviesa la constitución de su Yo sometido al triple vasallaje, las inevitables frustraciones y heridas narcisistas, la formación del carácter a partir de esas situaciones traumáticas y de las investiduras de objeto relevadas por identificaciones que contribuyen a la formación del Yo y de su carácter. 

            La vivencia de desamparo y la herida narcisista causada por el abandono desencadenan el odio, que condiciona la compulsión a destruir el objeto causante del dolor, y cuanto más deseado y necesario se lo reconoce, genera más odio y necesidad de destruirlo, ya sea mediante la destrucción física o simbólica, fuertemente presente en los ataques transferenciales. El peligro extremo es el suicidio, como única forma de destruir al perseguidor con el que se está inconscientemente identificado.   

            Los propuestos en este trabajo son enfoques que privilegian la bidireccionalidad, la perspectiva de intersubjetividad y la regulación afectiva diádica, la autorregulación y la desrregulación. Investigaciones basadas en interacciones video filmadas de díadas y entrevistas en profundidad a las madres.

            Se busca construir estrategias de intervención, en la construcción de recursos psíquicos y simbólicos a partir de una clínica específica en primera infancia, con encuadre flexible que superpone sesiones vinculares donde se trabaja la intersubjetividad, y otras en las que se trabajan la historia y la fantasmática parental, apuntando a lo intrapsíquico en los padres y el infante en constitución. 

            Destacamos expresiones como “construir estrategias”, “construcción de recursos”, que nos dan la pauta de dónde se sitúa esta valiosa propuesta de trabajo en la clínica de niños, diferente de la concepción de “construcción del acto” en la sesión ante una manifestación trágica “actual”. En otra oportunidad (Sorrentini, 1998), recordaba que una de las acepciones de “construereconstruir en las antiguas escuelas de gramática, es “traducir del latín o del griego al castellano”; desde una lengua muerta, arcaica, al idioma compartido y actual, de un texto prehistórico, trágico, muerto y sepultado, que se propone al analista desde la vivencia que irrumpe en la sesión interrumpiendo la asociación libre-atención flotante, con exteriorizaciones activas de transferencia en la persona del analista y la invasión de un material trágico, actual, que se descarga en un “acto” a construir. No se trata de un material reprimido sino de uno arcaico correspondiente a antiguas impresiones y vivencias en el cuerpo, no ligadas por el Yo aún incipiente, por lo tanto carentes de representación. 

            Esto es lo que se presenta como “lo actual” en determinado momento de la sesión atacando el encuadre abstinente y perturbando a ambos actantes con sensaciones corporales, afectos y ocurrencias intensas e intrusivas que pueden mover a la actuación, al rechazo y desestima, si no son asumidas contratransferencialmente como un material sepultado, pasible de una construcción que procure alguna representación provisoria a estos restos surgidos como un conglomerado de afecto, angustia, vivencia, soma, muerte, que debe ser deconstruido y ordenado en una construcción provisoria que, ofrecida al analizado, procure representación a lo no representado, ayude a transformar la tragedia en drama, a aportar la metáfora faltante, para pasar desde la prehistoria inefable a la historia apalabrada del sujeto. 

 adriana.sorrentini@gmail.com, Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina.

Descriptores: INFANCIA / TRAUMA / PULSIÓN DE MUERTE

 

Keywords: CHILDHOOD / TRAUMA / DEATH DRIVE

 

Palavras-chave: INFÂNCIA / TRAUMA / PULSÃO DE MORTE

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