Comentario al trabajo de Rotraut De Clerck
Beatriz Zelcer1
El trabajo de Rotraut es muy interesante pues trae a colación la falta de lugar de la sexualidad hoy en la formación de psicoanalistas, en sus praxis y en los informes de supervisión. Rescata algo de lo manifiesto y se lo replantea.
Desde el vamos creo que es importante el interrogante. También la autora trae el tema de la disforia, no sé muy bien a qué se refiere; si es a la disforia de género, pues no está explicitado, o a la disforia, en general. Según Wikipedia, la palabra “disforia” quiere decir “molestia, desazón, pena difícil de soportar” o “estado de ánimo de tristeza, ansiedad o irritabilidad”. Su opuesto es la euforia. ¿Es la disforia nuestro síntoma de época, la insatisfacción y la falta de estímulo nos invaden y por eso ya la sexualidad no aparece?
La autora aclara que el Zeitgeist (espíritu de la época) nos impregna; y es válido considerarlo. Sabemos que la sexualidad se viste de ropajes, y hasta, como bien se dice en el artículo, la intimidad se presenta sin tapujos. Las histerias existen, pero aparecen en los frecuentes “ataques de pánico”, en supuestas somatizaciones, en las dificultades de encontrarse con otro con quien hay que desplegar un deseo, aunque existe.
La autora dice, y coincido con ella:
Se puede cuestionar si la sexualidad realmente “desaparece” de las representaciones que los candidatos hacen de sus casos, o si existen nuevas formas con las que la sexualidad se disfraza. Pienso en el aumento de la bulimia, la anorexia, el cutting (cortes), la automutilación y las afectaciones de la piel en las niñas. Podemos agregar la ola de operaciones de cambio de sexo que pueden ser vistas como expresión de un conflicto histérico, donde las fantasías subyacentes quedan sin desenterrar debido a la carencia de conceptos psicoanalíticos adecuados o su rechazo total.
Lo mediático, inmerso en los conflictos de poder y sujeto a los vaivenes del mercado, erige en norma, en modelo, los sucesos y las interpretaciones que puedan “ser noticia”. Así instituye parámetros de normalidad-uniformidad.
Leemos: “Nosotros mismos, como psicoanalistas, estamos afectados por el derrumbe drástico actual en el área de la sexualidad de la misma manera que nuestros estudiantes y pacientes, aplastando nuestros conceptos y enfoques familiares sobre la sexualidad hasta ahora”.
¿Hay un derrumbe o no podemos pensar más allá de la clásica sexualidad a la que estábamos acostumbrados?
Son muy sugerentes las pinturas de Lucian Freud. Su pintura denuncia algo: la desconexión, diríamos la falta de contacto objetal, como bien dice Norberto Marucco (2010): “Para el psicoanálisis la sexualidad no se restringe a sus aspectos genitales y reproductivos, sino que tiene que ver fundamentalmente con el concepto de ligadura, de objetalización, como bien desarrolló Green en sus contribuciones al psicoanálisis contemporáneo”, y por supuesto el pintor denuncia la actualidad. Se muestra desnudo, en un estado ya de madurez tardía y genera justamente un rechazo de un cuerpo no mostrable, según la estética actual. Su obra tiene el valor artístico y de denuncia social.
Qué importante es el poner el acento sobre nuestra praxis; pues existe una sexualidad que, en su disfraz, no muestra su síntoma. No solo es necesario centrarnos en el Edipo, porque nos consultan aquellos que agonizan porque el deseo no se devela, sus narcisismos no están bien consolidados y solo aparece su insuficiencia. Para rescatar el papel de la sexualidad en nuestras vidas es necesario realizar “una apuesta libidinal”, como plantea Norberto Marucco, de “volátil” a visible, y fundamentalmente corpórea. Los analistas también estamos muchas veces ensimismados en nuestros propios narcisismos, sin receptividad a los murmullos de un cuerpo que no fue deseado ni deseante.
Relaciono con Bion y la función de revêrie, ya que esta no solo se refiere a aquellos estados psicológicos que reflejan claramente la receptividad activa del analista hacia el analizado, sino también a un conjunto de estados psicológicos del analista que conduce el tratamiento y que se reflejan en su ensimismamiento narcisista, la rumiación obsesiva, la ensoñación y otros.
La autora nos dice que “la sexualidad es una implicación que abarca a la persona en su totalidad. La sexualidad es un proyecto de por vida, que va desde la infancia hasta la vejez […]”. Ahí se desempeña nuestro papel, el intento de ligadura libidinal frente a la afanisis y el no reconocimiento libidinal, en especial en la vejez. La principal función de transmisión es esa.
Cuando se plantea “vivir en un mundo sobreexcitado nos hace insensibles al bombardeo de los medios con sexo y desnudez”, podemos preguntarnos: ¿Es cierto que el deseo está desapareciendo? Considero que no, pero hay que pescarlo, amasarlo y descubrirlo.
Si el psicoanálisis va modificándose no solo conceptual sino prácticamente, también es cierto que hay mucho camino por recorrer. Del binarismo a la implicación del analista en la dinámica transfero-contratransferencial y sus diferentes formas de conceptualizarla y llevarla a cabo. La persona del analista es un factor prínceps hoy, su historia, su formación y el lugar geográfico donde reside.
En síntesis, este trabajo debería de ser tomado como objeto de estudio para los institutos de psicoanálisis y para los ámbitos de ateneo de las sociedades psicoanalíticas.