Aislamiento y soledad en un contexto pandémico¹

Casilda Casado Sastre2

Resumen

A partir de su práctica profesional no presencial, fundamentalmente con niños, adolescentes y sus familias, la autora describe las situaciones de soledad y de aislamiento provocadas por la pandemia debida al Covid-19.

            Observa dos instancias clínicas opuestas, contrastantes. Una, donde la retracción social e introspectiva, debido al temor a la muerte, a la infección o al semejante, favorecieron cambios profundos y de crecimiento; y otra donde prevalecieron modalidades perversas y destructivas, con sus consecuentes desenlaces.

            Postula que una primera elaboración prospectiva debería apoyarse en las condiciones de regresión emocional y mnémica, profundas y vitales, del ser humano, que se retrotraen al momento de nacer y a su psiquismo fetal, con sus particulares características. Todas ellas son recreadas y observadas durante los sueños de los períodos REM del dormir, y se las conecta con la posterior capacidad adquirida del niño de estar a solas en presencia de una “buena-madre” (u objeto sustituto/analista asistente) internalizada. 

            En cambio, en una segunda instancia se destaca la imposibilidad de elaborar lo ominoso intolerable o “lo real” que tienen los sujetos sin ley y los manipuladores, que consultan en estas particulares condiciones, fundamentalmente con el afán de deshacerse proyectivamente de su fantasma sádico-perverso. Estos individuos son abusadores que carecen de las mencionadas condiciones vitales.

            Se presentan dos viñetas clínicas que ejemplifican lo expuesto.

En este trabajo me referiré a las experiencias de soledad y de aislamiento, y a un número de consecuencias observadas durante el pasado año pandémico. Me enfocaré fundamentalmente en dos situaciones opuestas y relevantes, observadas en mi práctica profesional psicoanalítica. Ambas han sido altamente impactantes, debido a la significativa y profunda movilización emocional presente y a los resultados diametralmente opuestos alcanzados, en la díada compuesta por el consultante o paciente y su analista. 

            En el primer proceso observé que, a través del trabajo vital e introspectivo analítico, los pacientes, niños y/o jóvenes y en algunos casos también sus padres, pudieron elaborar las situaciones traumáticas de sus vidas, o las fijaciones más difíciles.

            En el polo opuesto, observé en algunas consultas una finalidad perversa en su acercamiento al analista, debido a que intentaban destruir o quebrar sus vitales habilidades para ayudar (Ahumada et al., 1997; Casado Sastre, 2019).3

            Hubo también una variedad de reacciones que no fueron extremas en los pacientes y en las consultas del pasado año, pero me referiré sobre todo a las mencionadas previamente, con el fin de desarrollar estas ideas, intentando comprenderlas. Hemos encontrado estas características en muchos de los tratamientos seguidos durante años en nuestra práctica profesional, pero creo oportuno resaltar estas observaciones debido a que dichas reacciones fueron muchas, intensas, y todas se dieron en un corto período. Las considero realmente inusuales, lo que amerita su observación y el poder pensar en ellas. 

            Cabe también mencionar que el encuadre analítico, debido al aislamiento por la pandemia SARS-coV-2, viró del encuentro personal al encuentro a través de sesiones telefónicas o de pantalla en la web, tanto para los adultos como para los adolescentes y los niños, con sus padres.

            En todo el mundo, la recomendación o la indicación fue la de permanecer aislados en casa lejos de los otros, para cuidarnos bien y para proteger a los demás. Podríamos pensar en la semejanza que esto tuvo con la vida en los períodos de guerra, debido a que afrontamos una amenaza viral mundial, el Covid; pero a diferencia de los escenarios de guerra, esta vez el enemigo fue siempre invisible, poderoso y posiblemente letal. No podíamos combatirlo debido a que no se había encontrado aún su antídoto (Freud, 1919, 1933).

            En tan particular contexto, encontré formas opuestas de encarar la soledad y el aislamiento, en el encuadre y en las sesiones analíticas, con diferentes resultados en cuanto a la posibilidad de obtener beneficios o de sufrir pérdidas, experimentadas por los pacientes o consultantes.

1. El aislamiento y la soledad como facilitadores del trabajo inconsciente de elaboración, de los más importantes conflictos subjetivos

Observé que los pacientes niños, con padres colaboradores, y los pacientes adolescentes comprometidos con sus tratamientos, todos ellos, encontraron en el proceso de aislamiento una oportunidad para elaborar problemas difíciles que no habían sido resueltos previamente. Estos procesos no fueron conscientes. Los cambios en los niños produjeron alivio y sirvieron para que otros miembros de la familia, de modo similar, encontraran su camino terapéutico. En consecuencia, se produjo un cambio que benefició a toda la familia.

            Otro factor importante y sorprendente a destacar, fue cómo los niños de todas las edades dieron la bienvenida a sus sesiones por la web. A pesar de que la presencia del padre asistente, a cargo a veces de la cámara o de su preparación técnica para la sesión, resultaba un tanto perturbadora, tanto para la intimidad analítica como para la exogamia, ya que tanta cercanía producía excitaciones en escalada, aun así les permitió abordar o resolver los problemas previamente postergados (Winnicott, 1965, 1971).

            Aislados en sus casas, pero en presencia del analista, y rodeados por sus pertenencias y en sus propios espacios, observé que los niños se sentían libres y confiados, tanto o más que en el ámbito del consultorio, para denunciar aquello que los perturbaba en relación con sus padres o hermanos. Esto parecía permitirles enfocarse sin distracciones en lo que deseaban resolver. También pedían llamar al analista en su auxilio cuando alguna situación les resultaba intolerable. En varios casos, el ver cómo sus hijos defendían sus puntos de vista o sus derechos hizo reflexionar a los padres acerca de sus problemas de larga data. El confinamiento en las casas y la consecuente excitación que ello provocaba, además de ser conflictivo, fue agente de cambios individuales en niños en análisis y en sus familias.

            Algunos factores relevantes a señalar, que ayudan a comprender este fenómeno:   

A. Prevalecía la idea de que la muerte podía alcanzarlos en cualquier momento y que se encontraba a la vuelta de cualquier esquina. La amenaza de muerte disparaba los mecanismos de adaptación, similares a los que se activan en la criatura al nacer, produciendo su concomitante estrés.

B. El aislamiento de nuestro diario mundo exterior, tridimensional, puso en marcha los mismos mecanismos del momento del dormir y del período REM (rapid eye movements) de los sueños. Estando en vigilia, en pandemia, se ven activadas las experiencias traumáticas que parecieran ser abordadas de manera similar a las que utiliza el soñante en su intención elaborativa, pero a diferencia de lo que sucede en el estado onírico, el sujeto despierto puede resolver aquello que lo angustiósup>5 (Garma, 1970).

C. Este singular aislamiento también llevó a una imaginaria y mnémica regresión al vientre materno. Sus posibilidades vitales y características parecían estar activas inconscientemente, en principio beneficiándolos, como le sucede al embrión o al feto humano, hasta alcanzar su completo desarrollosup>6 (Rascovsky, 1960). 

D. Estas ideas me llevaron a la de Winnicott, en su referencia al posterior desarrollo del niño y su capacidad de estar a solas, en la presencia internalizada de la madre7 (Winnicott, 1965).

2. La soledad y el aislamiento, experimentados por quien consulta, como un mandato que lo obliga a enfrentarse con sus fantasmas y fantasías más ominosas

Haré referencia aquí a personas que no estaban aún siguiendo un tratamiento psicoanalítico, sino a un número de consultantes, durante sus variados inicios y en las circunstancias mencionadas. Hemos seguido las instrucciones impartidas mundialmente, referentes a mantenernos alejados de los otros, protegidos, interactuando fundamentalmente con la pantalla web y solo con los miembros que habitan el hogar.

            Además de la mencionada reclusión, la privación perceptual del mundo externo tridimensional nos limita a una pobre respuesta sensual de intercambio con los otros, con tendencia a frustrar la red de satisfacciones erógenas que las relaciones presenciales aportan a nuestras vidas. El vivir bajo estas reglas ha llevado a que las personas, fundamentalmente, las reprimieran o sublimaran. En cambio, no ha sido tolerado por los sujetos sin ley y manipuladores, que en su afán de deshacerse del incesantemente activo “real” y de lo intolerable ominoso de su interior, estructuralmente tiendan a escindir y a proyectar su mundo interno en los otros (Freud, 1915, 1919; Lacan, 1938, 1953-1954).

            Lo ominoso era sobre todo un fantasma sádico-perverso, actuado en la transferencia con el analista durante entrevistas telefónicas, o a través de la web. Estos consultantes dejaban al analista enojado, con la vivencia de que se le hacía imposible trabajar, ya que, por lo general, se presentaban demandando ayuda urgente, al parecer convencidos de necesitarla terapéuticamente, pero era solo una máscara. Por fin la máscara caía, lo que les permitía desplegar su destructividad.

            Es importante señalar que en situaciones difíciles, tales como el contexto pandémico, los profesionales de la salud estamos más sensibles y abiertos a las necesidades de los otros. Los consultantes mencionados lo perciben, y para beneficiarse de la capacidad de contención instrumentan estas condiciones, proyectando en ellos su intolerable mundo interno para luego huir. Son abusadores que intentan disponer del analista sometiéndolo a sus deseos, y, a través de mecanismos de desmentida, llegan a sentir algo de alivio de sus pesadas cargas, hasta que presentan un nuevo acting out (Casado Sastre, 2019). 

            Algunos puntos destacables para tener en cuenta respecto de estos personajes:

A. Durante el mencionado período de aislamiento, la pulsión de muerte que antes proyectaban constantemente en los demás, ahora se dispara contra ellos mismos. Esto es lo que prevalece (Freud, 1915, 1920). 

B. Se muestran totalmente incapaces de tolerar o de afrontar sus problemas     de auto destructividad; tampoco de transformarla, por lo que instrumentan nuevas formas de librarse de ella utilizando mecanismos de proyección y desmentida (Ahumada et al., 1997; Casado Sastre, 2019). 

C. Muestran una manipulación consciente del analista e intentan ejercer poder sobre él o ella. Podría decirse que, en este contexto, se sienten identificados con el virus poderoso (Ahumada et al., 1997; Casado Sastre, 2019). 

D. La imposibilidad de valerse de la regresión, mencionada en el apartado 1- C, con una finalidad vital que los beneficie, los hace pensar que carecen de la fuente vital que posee el analista. En consecuencia, buscan adueñarse de ella, intentando controlar o destruir su capacidad (Ahumada et al., 1997; Casado Sastre, 2019).

Dos viñetas clínicas que aclaran lo presentado en 1 y 2
1. Tinker -Bell, una niña de 4 años

Los padres consultaron porque, desde su punto de vista, Tinker-Bell se comportaba de manera disruptiva cuando se oponía a los deseos o indicaciones que ellos le daban, o cuando ella tenía planes diferentes de los propuestos por ellos. Gritaba fuerte o se arrojaba al suelo, pateando, pegando, insultando o escupiendo. Agotaba a su madre, que no sabía qué más hacer, luego de que ella intentaba calmar esta ansiedad. La veía como un pequeño monstruo piquetero. Su padre parecía más lúdico y tolerante frente a estos eventos. Él mostraba una secuela motriz, por la que había sido operado reiteradamente en su infancia y adultez.

            La niña necesitaba ponerse su pañal para defecar, porque les temía a sus heces; usaba también los pañales de noche, a pesar de que ya controlaba la micción de día. 

            Ambos padres eran profesionales y Tinker-Bell, su única hija. La vi dos veces, para diagnosticarla. Tinker era una niña muy menuda, vivaz, inteligente, que podía manifestar con claridad cuáles eran sus preocupaciones; no podía separarse aún de su madre, quien permanecía siempre con ella en el consultorio. En su juego todo se refería a llevar pesadas cargas, a pesar de la excesiva sobreexigencia que esto le demandaba. Se mostraba muy exigida, intentando demostrar habilidades de excelencia en todo, tanto al caminar como al saltar, trepar, correr, hablar, pintar, etc., hasta agotarse. También yo me sentía cansada al verla. Cuando le comenté, actuando lúdicamente, todo esto, fue muy interesante que ella encontrara un diminuto bebé con sus miembros rotos, para jugar con él. También comenzó a caminar o a deslizarse sobre sus rodillas mientras jugaba, y luego se miraba en el espejo grande del consultorio, como para corroborar que no estaba rota.

            Hablé con los padres acerca de las enormes responsabilidades que la niña creía tener, tales como la de poseer las habilidades motrices ideales de que el padre carecía, o la obsesiva perfección que su madre perseguía. Me preguntaba, y les pregunté, qué suciedades o cacas ellos no podían tolerar ver y debían quedar ocultas bajo los pañales. También acerca de la sensación poco realista de impotencia de la madre para contener a una niña tan linda y tan pequeña, viendo a su hija como a un monstruo. ¿Sería que estaba proyectando otra cosa en ella?  (Lacan, 1938, 1967). 

            Después de pensarlo, la madre pudo comentar información delicada respecto de su propio padre. Había sido un abusador sexual con sus hermanos mayores, no con ella. Cuando él llegaba a la casa, siempre encontraba imperfecciones de las cuales quejarse. Los niños permanecían tiesos y asustados frente a la mesa de la cena por ello, hasta que encontraba alguna excusa para llevarse a alguno de los hijos mayores al baño, donde les pegaba o los abusaba, mientras la madre conversaba con él haciendo la vista gorda, como si nada sucediera. 

            Luego de descubrir quién era el monstruo, durante el primer año de su tratamiento, de una sesión semanal, Tinker-Bell se sintió más aliviada y cesaron sus pataletas, a pesar de que aún no podía separarse de su madre. La madre también se mostraba aliviada, al experimentar que ella demostraba ser una madre mejor que la suya. Todavía la inquietaban mucho sus propios temas, y al padre de la niña, la sobreprotección ejercida por sus propios padres debido a su discapacidad y sufrimientos pasados. La niña era aún la única de la familia en tratamiento analítico.

            Hubo dos momentos muy significativos en su tratamiento, previos al año pandémico. El primero fue cuando estaba trabajando el tema de sus heces, mientras pintaba con acuarelas y modelaba una plastilina. Tinker-Bell cesó súbitamente su actividad y, acercándose al sillón apartado donde se sentaba la madre, y sentándose ella en el suelo, le preguntó: “Mami, ¿vos querés que yo sea Tinker, Tinker-Bell de verdad?” Su madre comprendió de inmediato su pregunta y su preocupación.

            El segundo fue cuando la niña llevaba con mucho entusiasmo un tren que conducía a “un lugar muy lindo” que había armado, colocando a todos sus seres queridos dentro de los vagones mientras los iba nombrando: “Mami, papi, abuela, perrito, primos, tías, Casilda…”. Alguien faltaba, entonces le pregunté:

“¿Y qué pasó con el abuelo?”

“¡Ah! Al abuelo, lo tiramos al río”.

“¿Y sabe nadar el abuelo?”

“¡No!”, me respondió contenta, divertida, y siguió jugando.

            Esos dos momentos revelaron de un modo verbal y elocuente su deseo de tener permiso para ser ella misma, y el deseo de liberarse de la pesada carga, de la ominosa historia familiar referente al abuelo.

            Durante el pasado año pandémico, me sorprendió poder seguir trabajando con los niños en forma remota, a través de una pantalla. Sus colaborativos padres ayudaban con la cámara, cuando era necesario. En aislamiento, en sus casas, los jóvenes pacientes, y la familia comprometida con sus tratamientos, se enfocaron en resolver problemas irresueltos previamente.

            En el encuadre mencionado, Tinker-Bell dejó de usar pañales de noche, y se mostraba orgullosa de ser ya una nena independiente, de cinco años, capaz de levantarse para ir al baño de noche sin temor. En su casa, también ensayó todas las posibles identificaciones femeninas a su alcance, disfrazándose de cocinera, patinadora, bailarina, mamá, maestra, “Mujer Maravilla”, etc., y una variedad de personajes de los dibujos animados de su preferencia. Ella lo desplegaba, cuidadosamente para que yo me percatara bien de cada personaje y de sus preocupaciones, frente a la pantalla durante sus sesiones. Fue mostrándose cariñosa y cercana al padre. También comenzó a investigar con entusiasmo su propio cuerpo y sexualidad. 

            Los cambios en la niña llevaron a que los padres se sintieran más seguros de sus condiciones como padres, y esto fue un modelo de apoyo para que se animaran a cambiar lo propio. La madre decidió retomar su análisis personal, para resolver los traumas mencionados, y el padre resolvió que también necesitaba pedir ayuda a la analista que lo había ayudado cuando era adolescente.

            La madre de Tinker-Bell no se mostraba muy interesada en separarse de la niña cuando los colegios abrieron sus puertas nuevamente, en especial por haber podido crear un vínculo placentero con ella, dentro de la casa. Suponía, como era habitual en ella, que su hija preferiría quedarse en casa junto a ella, debido a que empezaría la escuela primaria y todo sería nuevo para Tinker. Sin embargo, esto es brevemente lo que sucedió en la primera sesión presencial, después de un año de aislamiento.

            La niña llegó escondiéndose detrás de la madre. Interpreté que mostraba cómo sentía que era su mundo fuera de casa. Luego decidió aparecer desde su escondite para saludar al gato, que en ocasiones había representado un objeto transicional para lidiar con la separación. Después entramos al consultorio junto con su madre.

            Corrió inmediatamente a sujetar fuerte su perrito de peluche preferido y zambullirse con él en un gran almohadón puf, donde quedaron sumergidos como los bebés en el vientre materno. Le dije que esto era lo que había experimentado en casa y que quería preservar. Desde allí, se miró de cerca al espejo, sonriendo y mostrando todos sus flamantes nuevos dientes. Se le habían caído tempranamente todos sus dientes de leche superiores e inferiores, y los definitivos le habían crecido en los últimos meses.

            Hablamos de su temor a desestabilizarse debido a los múltiples cambios que estaba atravesando, incluyendo la nueva escuela y sus futuros compañeros. (Winnicott, 1965, 1971).

            Salió del almohadón para inspeccionar el estante donde estaban los muñecos de felpa y notó que había varios nuevos. Tomó uno por uno y riendo, buscando complicidad, hizo que cada uno, dramatizándolo por turnos, expidiera un gas. Entonces le mencioné que, a pesar de que estando aislada en casa ella se había sentido tan protegida como un bebé con su mamá y papá, también se había sentido incómoda, apretada, con excesivas presiones y excitaciones, también en su cuerpo. Por eso me decía que el encuentro con nuevos compañeros, en la nueva escuela, iba a ser un alivio, no solamente para ella, sino para todos los chicos. Le dije que estaba contenta con ese proyecto. Aceptó mis interpretaciones y fue a buscar un osito para dárselo a su mamá. Convinimos en que estaba preocupada por dejar a su mamá sola en casa sin ella, por eso le daba el osito para reconfortarla, ahora que ella ya no lo requería.

            Ambas, madre e hija, comprendieron, la situación cambió y Tinker-Bell entró contenta a su primer grado de la escuela primaria. 

1) Cruella. Una mujer de 50 años

Llamó al teléfono del Centro Psicológico Asistencial por Covid de APA8, diciéndole a la psiquiatra a cargo de atender las llamadas y derivarlas, que necesitaba saber cómo ayudar a su hijo. Él vivía lejos de su madre, en otra provincia. La llamé esa media tarde, porque me informaron que no deseaba hablar antes, ya que dormía la siesta. 

            Cruella parecía calma y competitiva. Esto se hizo bien evidente cuando, con un tono académico al hablar, relató que había sido una experimentada maestra. En este contexto, comentó su preocupación por su hijo, al que ansiaba visitar porque creía que sufría una depresión profunda. Le pregunté todo lo que consideré relevante respecto de sus temores, y si había alguien acompañándolo, si podía organizar una consulta médica urgente para él en su domicilio o institución, previa a su llegada. Le recomendé enfáticamente seguir estas sugerencias. Se comprometió a preguntarle, y yo la llamaría al día siguiente, después de que se hubiera comunicado con él, para ver juntas cómo resolver el tema. Cuando la llamé, Cruella dijo: “Es muy tarde, ¡mi hijo ya se suicidó!”

            Después de comunicar esta espantosa noticia, continuó culpándome por no haberla llamado en la mañana; insistía en que una llamada mía temprano, con instrucciones precisas, hubiera evitado el suicidio de su hijo. Traté de ayudarla, conteniéndola desde toda situación terapéutica posible con ese encuadre, consistente en una larga entrevista telefónica. Más tarde, cuando se anotició de lo penosa que había sido la información para todos, manifestó que había mentido acerca del suicidio de su hijo. Él estaba vivo y ella había inventado esta siniestra historia, dijo, debido al enojo que tenía porque yo no la había llamado inmediatamente a la mañana, después de nuestra primera entrevista telefónica. Mantuvo su discurso hostil y su personalidad manipuladora a lo largo de toda la llamada, ya que además me urgía a derivarla a otros reconocidos centros asistenciales gratuitos, lo cual me abstuve de hacer.  

            Luego de preguntarle acerca de su historia asistencial, Cruella agregó que había sido rechazada previamente por varios otros servicios de salud. Le recomendé que le pidiera asistencia psiquiátrica a su seguro médico.

            En el contexto de un mundo pandémico, nos enfrentamos a procesos de duelo y a vivencias traumáticas, abarcándolos en nuestra práctica. Como analistas, somos conscientes de que intentamos elaborar estas ansiedades en lo que podrían ser las mejores condiciones de salud mental de nuestros pacientes, o en aquellas en donde priman las más complejas. Todo esto depende de la estructura psíquica del paciente, tanto como de la del analista. Con referencia a esto, cabe mencionar el magnífico trabajo de Freud, que produjo durante la persecución nazi, en la Segunda Guerra Mundial. La amenaza de muerte era diaria. Tal vez él podía pensar, escribir y trabajar, en parte debido a su soledad y aislamiento del mundo externo traumático, unido a sus deseos vitales y al amor por su práctica profesional (Freud, 1915, 1933; Peskin, 2020). 

            Enfocándonos en los aspectos complicados o poco saludables preponderantes hoy día, referentes al aislamiento, mencionaré algunas ideas del Dr. Massimo Recalcati (Italia), basadas en Freud y en Lacan (Recalcati, 2020; Freud, 1915; Lacan, 1938, 1963-1964).

            Él señala que el aislamiento protector actual podría compararse con el de estar viviendo dentro de un claustro (Freud, 1920). Presenta la idea de una pulsión enclaustrada, tendiente al cierre y a la fobia social, opuesta a la pulsión que tiende a la apertura y al movimiento. Se trataría de una nueva melancolía, tendiente a la distancia social y al aislamiento, cuya pulsión dominante sería la de sentirse a salvo. Esta sería una pulsión anti-pulsional que, en pro de obtener los benéficos límites precisos, la inmunidad y la seguridad, estaría propiciando fundamentalmente una pulsión mortífera, dominada por la obediencia gozosa a mandatos superyoicos. Tendería al nirvana, internamente funcionando, como sucede con el principio de placer, en la ingesta de drogas.

            Propone que, en estas melancólicas circunstancias, el análisis debiera enfocarse de manera fundamental en la transferencia y en la contra-transferencia, como testigos o vigías del “plus de vida o de vitalidad”, capaces de sobrevivir a la ansiedad del encuentro con el otro. 

            El inducido y prolongado aislamiento de los amigos, de la familia, de la pareja, del ámbito laboral y de las posibles iniciativas de sustento, en consecuencia, deriva también en sentimientos de pérdida, soledad, tristeza, depresión o melancolía, o reacciones psicóticas o perversas. 

            En la vida, atravesamos por numerosas pérdidas, tales como la del vientre o el pecho maternos, mientras vamos constituyéndonos como sujetos. En consecuencia, es necesario nombrar y/o representar al objeto perdido; darle presencia a lo inexistente, lo que nos lleva a comprender el concepto de castración simbólica. Hacen falta muchas huellas mnémicas para representar ese borde. Si sucediera lo contrario y no hubiera bordes construidos, prevalecerían el vacío y la falta en estas estructuras psíquicas, y como analistas, nos encontraríamos en el terreno del narcisismo, carente de represión (Peskin, 2020). En este terreno hay varias escalas psicopatológicas posibles, que varían de la tristeza neurótica o de la depresión a la melancolía, o a estados y reacciones maníacas o psicóticas.

1 Trabajo presentado en inglés en un Pequeño Grupo de Discusión (SDG) en el 52.o Congreso Internacional de la API.

2 casildacasadosastre@yahoo.com.ar. Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina.

3 En un trabajo previo escribí (Casado Sastre, C., 2019):  “Existe un primitivo par compuesto por un lado por quien se supone está efectivamente ‘a disposición del otro’ y, por otro lado, por quien demanda o exige al otro estar ‘a su disposición’” […]. “[…] desde esta fijación en la carencia estructurada, es más comprensible ver la dinámica entre el abusador y el abusado. El niño o adolescente, frágil por variados motivos, busca de forma repetida este objeto a su disposición. […] El abusador no está instalado en ese lugar. Como sabe del deseo del otro, porque ha padecido privación grave, puede parecer que está dispuesto de este modo frente al niño. Lo confunde. De forma secundaria, se observa que a veces el abusador, también confundido y escindido, desmiente. Por un lado, manipula al niño preparando a veces con mucha antelación el terreno propicio para servirse de él, ganando su confianza. Es pura presencia monstruosa, la ha visto y padecido también; por otro lado, es un niño inocente o una buena madre cuidándolo celosamente, por lo que cualquier interpretación de mala intención por su exceso la considera inadecuada o injusta”.

4 Son múltiples y vertiginosos los cambios adaptativos que sufre el neonato humano. Denominados de diversas formas como estrés o “sindrome general de adaptación del recién nacido” son funciones fundamentalmente respiratorias, circulatorias y neurológicas, o “crisis genital del recién nacido” por evidenciar tumescencia genital y/o sangrado vaginal. Todo ello aunado en el concepto de “trauma del nacimiento” (Rank, O., Freud, S.).

5 Ángel Garma considera que: “Los sueños son alucinaciones durante el dormir, en las que están dramatizadas de un modo regresivo, arcaico, contenidos psíquicos anteriormente reprimidos, y que el Yo dormido no los puede rechazar, ni controlar, lo que lleva a considerarlos como si ocurrieran en el mundo exterior y a los que el Yo procura enmascarar e incluso darles ficticiamente aspectos placenteros antes de permitir su paso a la conciencia”. Entonces lo esencial de los sueños no sería la satisfacción de deseos. El Yo dormido juzga erróneamente como real y externo aquello que proviene de su interior, considera que los mecanismos de defensa operan más eficazmente frente al mundo interno, y que no pueden ejercer verdaderas defensas respecto de lo invasivo-traumático externo. Diferente también del juicio de realidad planteado por Freud.

6 Arnaldo Rascovsky, basado en los estudios de la vida fetal, en el soñar del feto y en las protofantasías heredadas que postuló Freud, plantea la existencia de un arcaico Yo fetal en unión indiscriminada con el Ello, depósito de las experiencias transgeneracionales, base de la evolución y de las identificaciones del ser humano, reeditadas en imágenes bidimensionales a través de una pantalla. La automática reproducción que realiza el Yo prenatal de las imágenes del Ello condiciona el denominado fenómeno del doble y la intensa metamorfosis embrionario-fetal. Las regresiones a lo fetal estarían motivadas por el impacto de una realidad destructiva y por el soñar.

7 Donald Winnicott plantea: “La capacidad del individuo para estar solo depende de su habilidad para manejar los sentimientos que se despiertan por la escena primaria. En ella, hay una relación excitada entre los padres, que es percibida o imaginada, y aceptada por el niño que está sano y que es capaz de dominar su odio y de ponerlo al servicio de la masturbación […]. En ella toda responsabilidad por la fantasía consciente o inconsciente es aceptada por el niño individual, que es la tercera persona en esa relación triangular o tricorporal. El poder estar solo en esas circunstancias implica una madurez en el desarrollo erótico, una potencia genital o la aceptación femenina correspondiente […]”.

8 En el año 2020, durante el inicio de la pandemia por el Sars-co-V2, la Asociación Psicoanalítica Argentina, a través de los profesionales de la casa que se proponían, ofreció una importante ayuda asistencial telefónica a quienes la solicitaran en la comunidad. Este fue un servicio creado por la Dra. Claudia L. Borensztejn, quien desempeñaba el cargo de presidente de la institución en ese momento. Actualmente sigue activo y ha demostrado ser de mucha utilidad para resolver urgencias o posteriores derivaciones a psicoterapia psicoanalítica.

Descriptores: AISLAMIENTO / ANÁLISIS A DISTANCIA / PSICOANÁLISIS DE NIÑOS / CASO CLÍNICO / LO SINIESTRO / PULSIÓN DE MUERTE

 

Candidato a descriptor: COVID-19

Abstract

Isolation and loneliness in a pandemic context

Based on her non face-to-face professional practice, mainly with children, adolescents and their families, the author describes the situations of loneliness and isolation caused by the Covid-19 pandemic.

            She observes two contrasting, opposing clinical instances. One where social and introspective withdrawal, due to the fear of death, infection or the other, favored profound changes and growth; and the other where perverse and destructive modalities prevailed, with foreseeable outcomes.

            She postulates that a first prospective elaboration should be based on the conditions of the deep, vital emotional regression of human beings’ memory, which go back to their birth and to their fetal psyche, with its particular characteristics. All these conditions are recreated and observed during the dreams of the REM periods of sleep, and are connected with the later acquired capacity of the child to be alone in the presence of an internalized “good-mother” (or surrogate object/assistant analyst). 

            On the other hand, in a second instance, it is highlighted that for lawless subjects and manipulators who consult fundamentally with the eagerness to projectively get rid of their sadistic-perverse phantasm, it is impossible to elaborate what is for them intolerably uncanny or “the real”. These individuals are abusers who lack the aforementioned vital conditions.

            Two clinical vignettes exemplifying the above are presented.

Keywords: ISOLATION / DISTANCE ANALYSIS / CHILD PSYCHOANALYSIS / CLINICAL CASE / THE UNCANNY / DEATH DRIVE

 

Keyword candidate: COVID-19

Resumo

Isolamento e solidão em um contexto pandêmico

Neste trabalho a autora explora na sua prática profissional não presencial, especialmente com crianças, adolescentes e suas famílias, as situações de solidão e de isolamento causadas pelo impacto da pandemia devido ao Covid-19.

            Observa duas instâncias clínicas opostas, contrastantes. Uma, onde a retração social e introspectiva, por causa do temor à morte, à infecção ou ao semelhante, foi facilitadores de mudanças profundas e de crescimento, e outra onde prevaleciam modalidades perversas e destrutivas, com seus consequentes desenlaces.

            Propõe que a primeira possibilidade elaborativa prospectiva se apoiaria nas condições de regressão emocional e mnêmica, profundas e vitais do ser humano, que se retrotrai no momento de nascer e ao seu psiquismo fetal com suas características particulares. Todas elas recriadas e observadas durante o sono, durante os períodos REM do sonhar e unidas também à capacidade posterior adquirida pela criança de estar sozinha na presença de uma “boa-mãe” (ou objeto substituto/analista assistente) internalizada. 

            Por outro lado, a segunda instância destaca a impossibilidade de elaborar o intolerável ominoso ou “o real” pelos sujeitos sem lei e manipuladores, que procuram o analista nestas condições particulares, com o afã fundamental de se desfazer projetivamente do seu fantasma sádico-perverso. Seriam abusadores que carecem das mencionadas condições vitais.

            São apresentadas duas vinhetas clínicas que exemplificam sua visão a respeito disso.

Palavras-chaves: ISOLAMENTO / ANÁLISE A DISTÂNCIA / PSICANÁLISE DE CRIANÇAS / CASO CLÍNICO / O SINISTRO / PULSÃO DE MORTE

 

Candidato a descritor: COVID–19

Bibliografía

Ahumada, J. L., Olagaray, J., Kramer Richards, A. & Richards, A. D. (1997). The perverse transference & other matters. Londres, Reino Unido: Jason Aronson Inc.

Casado Sastre, C. M. (2019). Los sonidos del silencio. Abuso sexual infantil. La escucha psicoanalítica desde una posición femenina. / The sound of silence. Child sexual abuse and feminine analytical listening. Lo femenino, 51º Congreso de la API, Londres, 2019. Revista de Psicoanálisis, APA, ed. N.º I, 2019, 83-97. Presentado en idioma inglés en el Congreso.

Freud, S. (1915). Mourning and melancholia. S. E. The complete psychological works of  S. Freud (Vol. 14, pp. 250-307).

Freud, S. (1919). The uncanny. S. E. The complete psychological works of S. Freud  (Vol. 17, pp. 220-252).

Freud, S. (1920). Beyond the pleasure principle. S. E. The complete psychological works of S. Freud (Vol. 18, caps. IV, V. Fort-Da).

Freud, S. (1933). Why war? S. E.The complete psychological works of S. Freud. (Vol.  22, pp. 48-228).

Garma, Á. (1970).  Nuevas aportaciones al psicoanñalisis de los sueños. (Caps. I, II, III, IV y V, pp. 15-99). Buenos Aires, Argentina: Paidós.  

Kramer Richards, A. Perverse transference and psychoanalytic technique; an introduction to the work of Horacio Etchegoyen (parte I). Essay Nº 1, 5-15.

Lacan, J. (1938). Otros Escritos. Los complejos familiares en la formación del individuo. (Cap. II, pp. 33-96). Buenos Aires, Argentina: Paidós.   

Lacan, J. (1953-1954). Seminario I. Escritos técnicos de Freud. Buenos Aires, Argentina: Paidós.   

Lacan, J. (1963-1964). Seminario XI. Los cuatro conceptos fundamentales en psicoanálisis. Buenos Aires, Argentina: Paidós.   

Lacan, J. (1967). Otros Escritos. Notas sobre el niño. El acto psicoanalítico. (Cap. VI, pp. 393-403). Buenos Aires, Argentina: Paidós.   

Peskin, L. Duelo y melancolía. CEP-APA. Seminario Central. Presentación en video conferencia de YouTube para la Aociación Psicoanalítica Argentina. 4 de junio 2020. Mesa compartida con la Dra. Alicia Killner y el Dr. Diego López de Gomara.  

Quinodoz, J.-M. Separation anxiety and solitude (parte IV, Essay Nº 24, 375-380).

Rank, O. (1923). El trauma del nacimiento. Buenos Aires, Argentina: Paidós.   

Rascovsky, A. (1960). El psiquismo fetal. (Prefacio, cap. I y segunda parte, pp. 13-27,  51-78). Buenos Aires, Argentina: Paidós.   

Recalcati, M. (2020). La nueva melancolía. – La seguridad como un nuevo objeto pulsional. Presentación en video conferencia de YouTube para la Asociación Psicoanalítica Argentina. 10 de junio 2020.

Winnicott, D. W. (1965). El proceso de maduración en el niño. – La capacidad de estar a solas (cap. II, pp. 31-40). Buenos Aires, Argentina: Ed. Laia SA. 

Winnicott, D. W. (1971). Realidad y juego (caps. I, II, III, IV, V y IX, pp. 17-93; 147-157). Barcelona, España: Gedisa.