ACERCA DEL TERAPEUTA SUFICIENTEMENTE MALO

NOTAS SOBRE ALCANCES, SENTIDOS Y LÍMITES DE LA CLÏNICA CONTEMPORÁNEA

Alejandro Klein1
Con todo mi cariño y aprecio a mis maestros: 
Rodolfo Urribarri, Marcos Bernard e Isidoro Berenstein

Resumen

Este trabajo intenta plantear interrogantes y desafíos de la clínica contemporánea, a partir de nuevas manifestaciones patológicas que se describen como de retracción picnoléptica-oniroide.Esta retracción picnoléptica (con grados que ciertamente van desde la distracción vital radical hasta lo culturalmente tolerado como la “adicción” a internet, las redes, y el móvil-celular), correlacionada con fenómenos de regresión masiva sin puntos de fijación, son situaciones que generan enormes complicaciones al decurso clínico, especialmente si este desea abordar estas situaciones nuevas de malestar y confusión desde encuadres y aproximaciones tradicionales, que responden a lógicas sociales y emocionales que se han vuelto anacrónicas o inencontrables.

Introducción

Este trabajo se enmarca en el esfuerzo por delimitar y clarificar mejor qué hacemos y qué podemos pensar hoy en la clínica contemporánea, entendiendo sus límites, pero también –punto fundamental– sus diferencias con la clínica tradicional.

Estas diferencias se hacen cada día más difíciles de ignorar. No pocos emergentes y datos indican que estamos frente a cambios a nivel mutacional en prácticamente todos los órdenes de la cultura y la subjetividad. En el orden de las relaciones, la familia, lo social, lo subjetivo, las cosas ya no son como antes (Bleichmar, 1999, 2009).

Lamentablemente, estos cambios no radican esencialmente, o solo, en la llamada “postmodernidad”, el “neoliberalismo”, “las nuevas agendas de derechos de las minorías”, el “impacto ecológico” u otros. Con el paso del tiempo estos términos, con su arrogante pretensión de explicarlo todo, ya no explican mucho. 

En efecto, todos sabemos que pasan muchas y demasiadas cosas, y que estas incrementan el desconcierto y el malestar, pero al mismo tiempo, se afirma que el mundo se ha vuelto incomprensible o que ya nadie comprende nada.

La clínica psicoanalítica parece, en ese punto, más sagaz y avanzada que las ciencias sociales. Aquí y allá, y desperdigados en diversos puntos, los analistas saben que este sujeto que los convoca no es el sujeto de otrora, que este malestar no es el síntoma de tiempos remotos, que esta palabra que habla presenta varias dificultades con lo que entendíamos como lenguaje (Bromberg, 1996; Wallerstein, 1988).

De esta manera, quizás uno de los puntos cruciales de la clínica contemporánea es cómo sostener un relato coherente, ensamblado, previsible, del malestar y el sufrimiento mental. Difícilmente mantenemos ya un marco teórico previsible que, por ende, vuelva previsible al dolor del sujeto contemporáneo. Y por ende, y aquí empieza otro punto de desafío: ya no es posible prever con la misma seguridad que antaño el devenir del paciente, la sesión, el encuadre y el proceso terapéutico (Poch y Ávila-Espada, 1998).

Freud ya había mencionado lo imposible en torno al psicoanálisis. Traído a estos tiempos, quizá se podría decir que la persistencia de la ética psicoanalítica radica tal vez, en la tenaz voluntad de seguir indagando y pensando este imposible, y a partir de allí, resolverlo, apaciguarlo, des-tanatizarlo.

El desasosiego del crecer

Se recordará que un punto esencial de la teoría kleiniana es su énfasis en la importancia de la posición depresiva y la significación de la culpa frente al objeto, como oportunidad de complejización mental. De esta manera, Klein desplaza la amenaza de pérdida de objeto, presente en sus primeros escritos, como hito fundamental en la constitución mental (Klein, 1926, 1952).

Sin embargo, del material que obtenemos de muchos pacientes surge una persistente amenaza de pérdida de objeto. O el objeto abandona, o las experiencias frustrantes objetales se multiplican por doquier o aparece, en última instancia, una enorme dificultad en lograr la constancia de objeto, sea por fallas en los procesos introyectivos, sea por fallas en experiencias primarias (Bleichmar, 1999b).

Estas experiencias primarias del objeto van acumulando marcas de abandono y situaciones confusionales, junto a otras exigencias de adaptación o hiperadaptación que parecen a todas luces prematuras. Una situación frecuente que aparece en el relato de los pacientes refiere a episodios de imposibilidad materna por dar de mamar, institucionalizaciones muy tempranas, a poco tiempo del nacimiento, abandonos varios y ausencias generalizadas de figuras adultas. 

De esta manera es posible reconstruir escenas varias de disputas conyugales con diversos grados de violencia, imposibilidad de ofrecer experiencias de apego seguro por parte de la familia, muchos cambios de domicilio, desapariciones súbitas del padre, la madre o ambos, con lo que el infante queda a cargo de abuelos, tíos o amigos (Seligman, 2007).

Asimismo, constatamos la reiteración sistemática de ansiedades que no fueron apaciguadas frente a diversos acontecimientos. Ansiedad frente a la escuela, el grupo de padres, la orina y defecación, el dormir, la adquisición del lenguaje, entre otros. De esta manera parece ser que esta ansiedad desparramada por doquier y por todos lados, se impone indefectiblemente sobre experiencias de calma y tranquilidad. La misma mente parece volverse en sí misma, una fuente de ansiedad. Tener una mente, se podría decir, se vuelve insoportablemente ansiógeno (Green, 1994).

Daría la impresión de que todos los dispositivos, estrategias y formas de apego hubieran sido “dinamitadas”, como si no hubiera forma de distinguir calma de ansiedad, y donde finalmente se vuelve irremediable que la ansiedad aflore aquí y allá y en todos los espacios. Situación que se replica en el vínculo con el analista. Un ejemplo: las decenas de mensajes de WhatsApp que se reciben durante el proceso terapéutico, revelando una especie de escritura ansiosa, concomitante a la ansiosa espera de respuesta (Sandler, 1993).

Así pues, la amenaza de pérdida de objeto aparece antes o después y en forma reiterada en estos pacientes. A partir de ella, surge en algunos estados regresivos importantes, en otros hay regulares ataques de pánico o de ansiedad, mientras que otros van revelando inclinación hacia la distracción y la lejanía. Situación de retracción picnoléptica, que al principio se confunde con situaciones de depresión, agotamiento o distracción, y que va mostrando con el paso del tiempo una recurrencia que revela cómo ante la amenaza de abandono del objeto, se ha pasado –como estrategia tranquilizadora– a “abandonar” a su vez episodios de vida y –durante el proceso terapéutico– a “ausentarse” regularmente de la sesión, que se asocian a su vez con patologías diversas del pensamiento (Braconnier, 1996).

Esta retracción picnoléptica parece revelar la ausencia de formaciones restitutivas, tanto como la imposibilidad de ofrecer explicaciones a repetidas experiencias de abandono, maltrato y/o negligencia. En forma más profunda, habría que señalar que remite, en definitiva, a la pérdida de la oportunidad de la constitución de la constancia del objeto, el que siempre fugaz, inencontrable y huidizo, ya no puede ser introyectado para ser catectizado en el espacio mental (De Cellis Sierra y Mendez Ruiz, 2019).

Este espacio mental parece caracterizarse así por dos rasgos: el vacío y el encriptamiento. 

El vacío de este mundo mental semeja por momentos un blanco total. Desde aquí los pacientes parecen sonámbulos en el mundo y en la sesión: erráticos, procrastinadores, impulsivos, destructivos y confusos. Revelan estados oniroides que se sitúan en el borde mismo del sueño y la vigilia, intentando configurar la vida como si fuese la extensión de un interminable sueño. En determinados momentos, parece ser que en estos sueños, ahora ya verdaderas pesadillas, aparecen allí y acá espectros que persiguen y aniquilan, que matan de hambre y ansiedad y a los cuales a su vez hay que destruir, matándolos de hambre o mirando para otro lado o pasando a soñar otro sueño (Taylor, 2006; Meltzer, 1983).

Se trata pues de un mundo mental y vincular muy devastado. Un mundo donde la fantasía y la realidad, la psicosis y lo psicótico, lo siniestro y lo persecutorio desorganizan permanentemente e impiden la capacidad de apaciguamiento y cordura (Aulagnier, 1994). Un mundo donde se siente que si se es “capturado”, sobrevendrá el ahogo, y que si se es “encontrado”, esto puede generar un aterrador aferramiento. Los pacientes difícilmente parecen poder generar pensamientos, asociaciones, articulaciones significantes o intentos de significado ante estas situaciones devastadoras. Más bien, parecen expresar vivencias y registros corporales, en relación con la necesidad de expulsión inmediata de lo que angustia, intentando vomitarlo o la necesidad de detener como sea el derrame, cerrando la boca esfinteriana-anal (Berenstein, 1981, 1987, 1990; Fairbairn, 1952).

¿Estamos frente, pues a patologías de vacío? Sí y no. Sí, si es que esperamos encontrar un aparato psíquico, con constelación edípica, la “roca” del inconsciente y constitución de teorías sexuales infantiles. No, si es que pretendemos que este blanco sea la ausencia absoluta. Por el contrario, insistimos en que la imposibilidad de constancia objetal revela el exceso de lo pesadillesco, en forma no solo de objetos persecutorios, sino especialmente abandónicos y maltratantes (Green, 1997, 1993; Missenard, 1989).

La conocida observación de García Badaracco acerca del objeto enloquecedor parece ser aquí más que pertinente, pues creemos observar situaciones en las cuales la necesidad de una demanda infantil sana fue frustrada o desconocida por “carencias”, “sadismo” o “indiferencia” de las figuras supuestamente cuidadoras (García Badaracco, 1985). 

Agreguemos que en el límite, parece no haber habido situaciones de cuidado ni de resguardo y si las hubo, no aparece registro psíquico de ellas. Creemos constatar que la exposición prolongada y sistemática al objeto enloquecedor y a situaciones enloquecedoras no se limita solo a generar situaciones de desamparo, sino que, más ampliamente, incide en la destrucción de la posibilidad psíquica de constituir al propio objeto, que parece pasar a tener modalidad pre-objetal (Aulagnier, 1975).

Los datos clínicos parecen indicar que la falta de un objeto real organizador primario impide sostener la capacidad de que lo frustrante sea tolerado y que la operatoria regresiva mantenga un límite, lo que termina por comprometer al grueso del aparato psíquico en su capacidad de constitución y continuidad, por lo que el modelo del mundo interno “habitado” por objetos y fantasmas parece sustituirse por otro donde predomina especialmente una categoría que podríamos denominar como “huella mnémica”, revelando una catectización escasa y frágil (Laplanche, 1987b).

Es dable indicar que en estas condiciones es imposible generar la categoría de objeto, y menos aún, la de objeto total, con lo que la posibilidad de reparación se vuelve inviable, pasando a predominar el acting (que habría que revisar si es el mismo “acting” en el sentido psicoanalítico tradicional), actitudes sado-masoquistas, exposición a situaciones que redoblan continuamente la vulnerabilidad, imposibilidad de pensar, y proclividad a estados de distracción y “retracción”, de carácter oniroide (Klein, 1930, Bion, 1962).

Parece ser que las carencias originarias de las figuras supuestamente protectoras amplifican la capacidad de daño, la envidia, el sadismo, la rivalidad con enorme dificultad para encontrar apaciguamiento y calma. Simultáneamente, creemos que se inhibe cada vez más la posibilidad de introyectar objetos y de fantasmatizar objetos psíquicos. De esta manera queremos indicar que el sadismo y/o la incompetencia y/o la indiferencia del objeto real genera no solo desorganizaciones y confusión mental, sino que inhibe las posibilidades fantasmáticas que llevan a la construcción sostenidad del psiquismo (Laplanche, 1987).

Recordemos en este sentido una reflexión en la que Melanie Klein señala que con el logro del pecho interno bueno, el bebé pasa: “ahora tiene a su madre en el interior suyo” (Klein, 1957, p. 3). Efectivamente, estos pacientes se nos presentan y van por el mundo aparentemente sin tener padres, o mejor dicho: sin el logro de padres internalizados.

Lo anterior no resalta solo la importancia irrenunciable de la presencia y efectos del objeto real2, sino además: lo que este hace o no hace o cómo hace lo que hace y lo que no hace. Estas observaciones ciertamente se podrían complementar con lo que parecen ser fallas sustanciales en la disponibilidad regresiva materna (y paterna) (Winnicott, 1981), la incapacidad de investir al portavoz (Aulagnier, 1975), pero fundamentalmente con la observación de Meltzer, en relación con fallas en la estructura estética de la madre hacia el bebé (Meltzer, 1988). 

Meltzer insiste en que es vital que en el encuentro con su bebé la madre se enamore incondicionalmente de él, mirándolo (catectizándolo) como único, hermoso, placentero. Efectivamente, así como no encontramos padres internos en el paciente, tenemos enormes dificultades para reconstruir ese “idilio” originario que instaura particularidades de un narcisismo gratificante. Por el contrario, los pacientes transmiten una desilusión narcisista atroz, que desborda situaciones de desapego y que instaura en el sujeto una actitud persecutoria y de odio contra sí mismo, instaurando una desilusión originaria catastrófica (Meltzer, 1988).

Si esta observación es correcta, creemos entonces percibir que se instauran (incrustan) elementos superyoicos persecutorios, diseminados, confusos y siempre en estado de desorganización. En nuestra observación, este tipo de configuración superyoica no surge primariamente a partir de la introyección de objetos persecutorios e idealizados, como indica la teoría kleiniana3, sino a partir de una situación narcisista que, aunque vital como núcleo organizador –como señalamos más arriba– se ve impedida, obturada o saboteada, bloqueando la capacidad apaciguadora libidinal e incentivando el “anegamiento” emocional en estados confusionales y desbordantes (Klein, 1928, 1948, 1957).

De esta manera la experiencia de satisfacción primaria se ve seriamente fracturada. La capacidad de goce narcisista, llámese lo especular, lo sincrético o narcisismo primario, o ilusión originaria, se pierde. Desde allí lo sabido no pensado (Bollas, 1991) se debe imperativamente que entender de alguna manera, con lo que el Yo se ve obligado a pensar lo que es en ese momento, imposible de pensar. Esto genera un clivaje prematuro del Yo, con la irrupción “salvaje” de procesos secundarios con una carga de realidad y de hiperadaptación, imposible de sostener subjetivamente (Green, 1984).

Tal carga prematura de pensamiento creemos que agota la posibilidad posterior de pensar. Es decir, que la presencia de comprender, antes del tiempo lógico y emocional para su correcto procesamiento, agota prematuramente al proceso secundario. En forma correlariva, este “despertar” radical, violento e impuesto, como sacudida fatal que agujerea la ilusión narcisística originaria, hará que posteriormente el sujeto no pueda sino recurrir a estados oniroides y de distracción.

De esta manera, creemos que es adecuado retomar la concepción kleiniana de una configuración sádica primaria (que Klein desecha con la introducción de la posición esquizo-paranoide), con componentes de odio arcaico, y de sadismo extremo y autodestructivo, que creemos revelan la incapacidad de los objetos reales-figuras del entorno, para garantizar condiciones narcisistas que estructuren, organicen y generen basamentos ineludibles de autoestima, cuidado, apego seguro y amor a sí mismo.  En otras palabras: parece ser que estamos ante situaciones donde los objetos reales no hacen sino multiplicar, innovar e incentivar los miedos, confusiones e impulsos destructivos que Klein describe a partir de lo esquizoparanoide (Klein, 1928).

Lo anterior parece indicar, asimismo, que esta configuración sádica primaria es absolutamente ajena a factores constitucionales-cuantitativos en relación con el instinto de muerte. Todo lo contrario. Estos objetos, experiencias, situaciones que se incorporan4 con rasgos de extrema destructividad, descuido y/o indiferencia, no pueden dejar de ser registrados como huellas mnémicas, pero simultáneamente, frente a ellos no se pueden implementar procesos de elaboración psíquica, integración y síntesis. Son registrados, pero sin disponibilidad psíquica (Laplanche, 1987c).

Quedan pues, “encriptados”, empobreciendo tanto como impidiendo la capacidad mental de generar psiquismo. Por lo que parece necesario –para poder diferenciarlos nítidamente del objeto fantasmático o del objeto introyectado, a partir de los cuales sí se generan las oscilaciones y vaivenes entre la posición esquizoparanoide y la depresiva–, considerarlos más bien como “pre-objetos”, registrados como huellas mnémicas pero inutilizables como posibilidad de complejización mental, por su carga de extrema destructividad, sadismo y confusión (Tisseron, 1997; Kaës; 1996). Entendemos que este “pre-objeto” elude pues la exigencia de actividad psíquica, fracasando en la posibilidad de generar condiciones para lograr figuras estables, sensaciones de calma y constancia de objeto (Green, 1990).

Indicamos especialmente la imposibilidad, a partir de este encriptamiento excesivo, de formar símbolos, ecuaciones simbólicas y, en definitiva, capacidad de pensamiento (Klein, 1930), frente a lo cual se instala en nuestros pacientes, tal como ya señalamos, una enorme dificultad de pensar, razonar y estar pendientes de sí mismos y de su entorno.  Parece existir una línea conductora entre la ausencia de un objeto que no puede ya contener situaciones de sadismo y abandono, sino que por el contrario las estimula, y la dificultad de pensar que se manifiesta en rumiaciones, actitudes picnolépticas de retracción y distracción, cuando no, en un franco vacío.5 

Esta situación mental, con déficits extremos en la capacidad de síntesis e integración y con predominio de lo extremadamente fragmentado, revela un Yo que aparece fragilizado y siempre exhausto y a punto de desfallecer. La disminución del espesor psíquico es correlativa asimismo a un mundo mental que se vivencia como fuertemente corporalizado, con prevalencia de material de tipo oral y anal (Bleichmar, 1984).

En definitiva, parece ser que la opción que queda como tentativa de preservar lo mental, es tomar como modelo de este, lo oniroide, revelando asimismo de esta manera el ansia del retorno al espacio intrauterino, con pleno convencimiento de que es la única opción de calma y seguridad a la que se puede recurrir. Como se desarrollará más adelante, la convicción del refugio imperativo y apaciguador que se cree encontrar en lo intrauterino, se presenta en estos pacientes como destino inamovible, tanto como único rasgo de supervivencia y origen del peculiar vaivén transferencial-contratransferencial que despliegan en el proceso terapéutico (Laplanche, 1987a).

Situacion de esta clinica contemporánea

De esta manera, colocarse en la posición de terapeuta suficientemente bueno probablemente deba ser revisado, pues requiere una constancia de objeto que ya no se constata (Winnicott, 1981). Por ende, lo “bueno” del terapeuta ya no remitirá como lo entendía Winnicott a su capacidad de supervivencia o de continuidad, sino que por el contrario, pasará ahora a insertarse desde la gama de emociones propias de lo esquizoparanoide, es decir, este bueno será lo contrario de lo malo, tanto como lo idealizado permanecerá como lo contrario de lo persecutorio. De esta manera, observamos que si el terapeuta se empeña en ser suficientemente bueno, no hará sino fomentar situaciones de idealización, con ribetes de dependencia y fantasías intrauterinas (protofantasías), cargadas a su vez de aspectos persecutorios (Kaës, 1977; Chasseguet Smirgel,1975).

Estos terapeutas extremadamente idealizados son los que reciben, por ejemplo, centenares de mwnsajes de WhatsApp mensuales, frente a los cuales se siente la coacción de ser invadidos en su vida privada, además de la coacción de responder. Se advierte pues, que la diferencia sesión-no sesión se desvanece, mientras se incrementa –simultáneamente–la idealización de un terapeuta siempre disponible, siempre pendiente, con lo que aumenta también lo persecutorio de un terapeuta que no puede, a su vez, sentirse sino perseguido (Ferenczi, 1997).

Se observa pues la confusión entre sesión y no sesión, entre terapeuta y cavidad intrauterina, entre lo público y lo privado, entre la palabra y el WhatsApp. Toda esta confusión se corresponde a que bien podríamos caracterizar a estos pacientes contemporáneos como “sonámbulos”, “zombies” que deambulan por el mundo sin apenas comprender el mundo y con enormes dificultades además para comprender sus vidas y conflictos (Baranger, 1962).

Lógicamente, el terapeuta usa palabras, palabras amables, de consuelo, de reflexión (Ortiz Chinchilla, 2003). Pero inmersos en esta situación de retracción,estos paciente están en el borde entre el sueño y la vigilia, entre la conciencia y un estado radical de retracción, revelando una tendencia a la picnolepsia que es manifestación, sin duda, de situaciones de desapuntalamiento radical, pero que indica también una peculiar forma de dar “vueltas” por el mundo, dar “vueltas” por la mente, dar “vueltas” por la sesión. Flotando, girando, pero siempre en actitud nómade sin poder catectizar, en definitiva, al encuadre ni a la sesión, ni al terapeuta. ¿Hay pues, en estas situaciones clínicas, encuadre, sesión, terapeuta? (Rycroft, 1958).

Por ende, verdad de Perogrullo, a estos pacientes hay que despertarlos. Pero ¿cómo? A través de lo que se propone denominar como terapeuta suficientemente malo. Uno que pueda decir: “no me mande WhatsApp”. Uno que pueda decir: “su actitud es dañiña y siento miedo por usted”, “Usted me fastidia y me contraría”. Se dirá que no estamos lejos del concepto winnicottiano del uso terapéutico de la contratransferencia negativa, pero respetando el concepto, suponemos que estamos aquí muy lejos de manifestaciones contratransferenciales (Heimann, 1949). Suponemos que la situación clínica revela estados mentales que son previos a la transferencia-contratransferencia, y que esta no puede organizar.

Así pues, hay que “despertar” a estos durmientes siempre confusos, siempre perdidos, siempre flotando. Los estados de retracción, insistimos, son radicales. Y rápidamente entendemos que ya no es suficiente hablar de estados borderline o de falsos Self o de as if. Es otra cosa (Winnicott, 1981).

Profundicemos: estamos ante subjetividades de borde (subjetividades crisálida) en estado de precariedad, que desapuntalan al aparato psíquico como intento de supervivencia. Creemos observar que son cuasi-organizaciones siempre a punto de desorganizarse. Pasan de la exigencia superyoica severa y exigente a la decepción absoluta, total. En efecto, basta que pase un leve conflicto, como suave brisa de los Pirineos (o los Andes o los Alpes) para que todo se desmorone, se desajuste y prime el desconcierto y la retracción (Vollingy  Notaro, 1998).

Así pues, la discontinuidad prima sobre la continuidad y en estas condiciones sucumbe la noción de un proceso terapéutico como un proceso de continuidad, que se complejiza cada vez más (en espiral, diría tal vez Pichon-Rivière, 1981). Más bien es una yuxtaposición de sesiones únicas: siempre es volver a empezar, siempre es volver a retomar, siempre es partir desde el mismo comienzo… Tal vez: una y otra vez entrar y salir de los sueños, para ver si es posible despertar.

Es obvio que estos conceptos se relacionan con la patologización de los espacios transicionales (todo está encima de uno, todo es inalcanzable para uno), las patologías de vacío y las patologías de déficit, que hacen imposible sostener una clínica desde el conflicto, el síntoma y lo neurótico (Freud, 1912, 1913, 1914). Como se dijo, estas subjetividades parecen tener dificultad en mantener fenómenos transicionales, los cuales implican, a través de un investimiento de la ausencia, la posibilidad de transformar cosas y experiencias ausentes o distantes en objetos psíquicos, operativa que se relacionaría a su vez con un sentido de esperanza, espera y tolerancia a la frustración (Winnicott, 1981). 

De esta manera se podría suponer que aquello que no se ve, “desaparece”, es decir que no hay forma de investir la distancia con trabajo psíquico. Esta imposibilidad de investir la ausencia incide en que los vínculos se patentizan desde lo concreto y se anulan con la lejanía (Klein, 2013).

Se consolidan de esta manera diversos desgarros que hacen fracasar la constitución de una distancia óptima, por lo que todo está ausente o está presente, todo está fusionado o hiperdiscriminado, sin que se pueda pensar desde lo ausente. La falta de situaciones intermediarias o negociadoras hace que estos pacientes, a los que se podría denominar como de: “sueños-pacientes-en-deriva”, estén saturados de cosas y a su vez –paradojalmente– sin nada.

De esta manera, desde la patologización de los espacios transicionales, la cotidianidad y la clínica se nutren de la sobreausencia vacía que desampara o la sobrepresencia llena que protege (Klein, 2006). Para estos pacientes, muchas veces la sesión debe ser la garantía de un “lleno” pleno que garantice la seguridad y la continuidad espacio-temporal de sus vidas, lo que a su vez los aterroriza por las fantasías tóxicas de derrumbamiento (Maldavsky, 1992).

Debido a la patologización de los espacios transicionales, hay un cambio radical en las modalidades de “presencia” y “ausencia” de los pacientes. Parece cada vez más difícil sostener el concepto de “alta”, de “finalización” del proceso, predominando el “abandono” del espacio clínico. O mejor dicho, los pacientes “desaparecen”. Ya no están. Ya no responden. El tradicional concepto de elaborar el duelo de la separación y el fin del tratamiento se vuelve de esta manera extraño y anacrónico (Ladame, 1992).

¿Hablamos pues de pacientes graves? Probablemente, pero añadiendo que esto implica a su vez terapeutas graves, sesiones graves, encuadre grave. Todo es grave, todo es urgente, todo es desconcertante. El desconcierto puede, las más de las veces, <falta algo>a la reflexión analítica. Y al igual que los padres y los docentes, el psicoanalista hace lo que puede, que es practicar la política del tanteo y el ensayo y el error (Freud, 1937a, 1937b; 1938).

Quizá lo más adecuado es indicar que la cura pasa por transitar diferentes senderos y modalidades de subjetividad, conservando la voluntad de hacer despertar a estos durmientes, de hacer “tronar los dedos” antes sus distracciones picnolépticas. Más que una palabra interpretante, lo que se necesita es crear un vínculo para generar condiciones de grosor del aparato psíquico, donde el objeto es construido, simbolizado y tiene algún tipo de elaboración y donde el “afuera” ya no esté tan teñido de cualidades persecutorias amenazantes y el “adentro” no esté tan agotado y precario (Roussillon, 1987).

La sesión permite un sostén desde el cual sostenerse y agarrarse fuertemente para prepararse a indagar el mundo interno y construir el mundo externo. Es un proceso terapéutico que se hace desde microrupturas y microdiscontinuidades permanentes y recurrentes (Bailly, 1997).

Repensar a Melanie Klein

No parece haber, pues, organización que organice. No se percibe psiquismo que sostenga y tramite. Tampoco padres que puedan sostener el drama edípico. No hay ya, tal vez, Edipo. Limitaciones, reorganizaciones y encrucijadas que nos hacen pensar si no se debería repensar, en nuestros días, un “retorno” a Melanie Klein. 

La razón es sencilla y reveladora: Melanie Klein provee una teoría eficaz del desarrollo mental que no requiere y que ignora al Edipo (al menos, no el Edipo freudiano). Y que además provee una excelente teoría del objeto, aun cuando este no alcance estatus de objeto. 

La teoría kleiniana establece como eje central las tareas de cómo soportar el dolor mental, cómo soportar el odio, cómo soportar el abandono y el ataque a sí mismo y a los otros (Klein, 1940, 1946, 1957). ¿No son estos acaso los temas que nos convocan hoy en la clínica desde los pacientes descriptos? 

Se argumentará que el talón de Aquiles kleiniano es su indiferencia con el narcisismo. (Rosenfeld, 1988, 1964). Pero ¿acaso no es posible entender la teoría kleiniana como aquello que sucede en el mundo mental cuando no se admite la posibilidad narcisista? ¿No es posible entonces suponer que cuando el narcisismo se torna inviable, se suscita un mundo mental terrorífico, pleno de “dentelladas”, donde objetos desorganizados y desorganizantes se destruyen una y otra vez en forma tanática y desenfrenada? ¿No es aquí  pues donde podemos situar el sentido y el comienzo de la intuición brillante de Klein en torno a objetos, mundos y des-organizaciones confusionales?

Abdicar

Como un rasgo de esto confusional imperante, indiquemos cómo son el tiempo y la era de las abdicaciones. Los padres abdican, las familias abdican, los profesores abdican, los gobiernos abdican y todo entra en el marasmo de lo confuso y la inseguridad. Abdicar, este término tan winnicottiano (Winnicott, 1972), marca a nuestro entender el límite a partir del cual es necesario retomar y repensar el desafío del psicoanálisis.

Sabemos que todo lo que es versión estrecha y simplificante remite al desinvestimiento progresivo, a la simplificación, al retorno a los prototipos fisiológicos (Jeammet, 2001, 1996), a lo arcaico (Green, 1993, 1986, 1984). Las circunstancias actuales nos empujan, a veces amablemente, a veces con golpes violentos, a lo simplificante de lo ya simplificado. Es el tiempo de los proyectos mínimos: la familia se vuelve un enigma para sí misma, la pareja, el lugar de lo frustrante, los hijos, un calvario, el trabajo, la amenaza de perderlo en cualquier momento, el desapego predominando radicalmente sobre el apego (Fonagy, 2000, 1999; Fonagy & Target, 1996). Un tiempo de adolescentes sin adolescencia, de adultos sin adultez, de niños sin infancia, de hombres sin masculinidad, de mujeres sin feminidad, de subjetividad sin aparato psíquico (Klein, 2013).

Lacan indica que la ética del psicoanalista es no ceder a su deseo, o al deseo (Lacan, 1983, 2005). Deseamos introducir otra posibilidad, la posibilidad de que la ética del psicoanalista implique no abdicar aquello que refiere al intento, siempre fracasado pero aun así, de poner palabras al sufrimiento, de evitar complicidades siniestras, de aclarar y si es posible denunciar las trampas, de acallar al Yo Ideal en sus pretensiones exigentes y megalomaníacas, de callar a los voraces objetos superyoicos (Bleichmar, 1981).

Claro que debemos negociar con la necesidad de adaptación que exige este mundo, pero sin abdicar. ¿Que entre soluciones malas y menos peores, no pocas veces deberemos atender las menos peores? Sí, pero sin abdicar. Se entenderá que en estas condiciones, la ética del psicoanalista se resume quizás en este punto esencial: no abdicar. Todos abdican, el analista no. Y desde la obstinación de su no abdicación,-que implica además el desafío de comenzar a pensarse como un terapeuta suficientemente malo– intentar poner límites a la idealización intrauterina y a la “distracción” onírica.

La tarea pues es imposible, pero no por eso imposible de intentar. Eso ya lo señaló atinadamente Freud (1930, 1927). Pero agreguemos: si es posible sostener este imposible que es no abdicar, es porque alrededor de él generamos pensamiento y nos angustiamos, es decir: sostener lo imposible es estar despierto. Y muy despierto. 

Quizás esté aquí el punto esencial de la clínica con estos pacientes picnolépticos: antes que la escucha, la empatía y la interpretación, el poder mantenernos despiertos. Y el término señala la capacidad de vigilia, pero también de discriminación. Al mantenernos despiertos, mantenemos la discriminación entre el sueño y la vigilia, con lo cual el estado oniroide comienza a resignificarse con palabras comprensibles y contextuales y la picnolepsia va cediendo lugar a una atención atenta y empática.

Conclusiones

Este trabajo intenta plantear interrogantes y desafíos de la clínica contemporánea, a partir de nuevas manifestaciones patológicas que se describen como de retracción picnoléptica-oniroide. Esta retracción picnoléptica (con grados que ciertamente van desde la distracción vital radical hasta lo culturalmente tolerado como la “adicción” a internet, las redes y el móvil-celular), correlacionada con fenómenos de regresión masiva sin puntos de fijación, son situaciones que generan enormes complicaciones al decurso clínico, especialmente si este desea abordar estas situaciones nuevas de malestar y confusión desde encuadres y aproximaciones tradicionales, que responden a lógicas sociales y emocionales que se han vuelto anacrónicas o inencontrables.

En mayor o menor medida, estos pacientes parecen informar del predominio de importantes situaciones vitales y emocionales de indiscriminación que sin ser psicóticas pueden psicotizar, que parecen señalar lo que denominamos configuración subjetiva de “pre-sujeto” (o de subjetividad de borde-crisálida), con rasgos que giran alrededor de una marcada presentación oniroide (lo que ciertamente recuerda a discusiones de la escuela psicosomática de París), y decursos vitales de “simulacro” e “impostura”, revelando una extrema necesidad en estos pacientes de una especie de resguardo fetal intrauterino amniotizado, que permita seguir “onironeando”, sin alimentarse, moverse, pensar, decidir, discriminar.

¿Podemos hablar entonces de situaciones mentales de pre-aparato psíquico? ¿Tal vez una mente desorganizadamente organizada a partir de una yuxtaposición de huellas mnémicas que no pueden abandonar, sin embargo, este estatus de huella mnémica? 

Frente a lo anterior, señalamos que la caracterización tradicional del terapeuta suficientemente bueno (good enough therapist) se vuelve problemática, pues el concepto winnicottiano se arma desde la constancia objetal, subjetividad correlativa a un aparato psíquico, e indica el logro de la posición depresiva, lo que a su vez avala la diferencia transferencia-contratransferencia (Ortiz Chinchilla, 2002).

Por el contrario, sugerimos el concepto de terapeuta suficientemente malo (bad enough therapist), para indicar situaciones donde más que “hablarle” al paciente, hay que “despertarlo” de una ensoñación oniroide que lo expone a situaciones de alta vulnerabilidad, peligro y tanatismo extremo. 

Este terapeuta suficientemente malo permitiría pues indicar la imposibilidad de lo oniroide, el grave peligro de la distracción crónica, la confusión que implica el vaciado de la vida y lo emocional. Hemos señalado ya algún tipo de intervenciones en este sentido. Estas son contundentes, pero esta contundencia no debe ser entendida como expresiones de violencia (Aulagnier, 1975), sino como una forma de agresividad al servicio del crecimiento, en este caso y en forma parafraseada: “al servicio del despertar”.

1 alejandroklein@hotmail.com , Doctor en trabajo social, Universidad Federal de Río de Janeiro
2 Se observará que estamos lejos de suponer que el objeto sea intercambiable como en la trieb freudiana, sino que es imprescindible, sea real o fantasmático o en ambas modalidades.
3 Hay que indicar que Melanie Klein, en no pocos de sus escritos, sugiere la existencia de objetos superyoicos pero sin organización superyoica, dando a entender una dimensión superyoica destructora-perseguidora-idealizada que rebasa hasta al mismo Superyó como instancia (Klein, 1928, 1946).
4 No se introyectan pues.
5 Por otro lado, tal vez no sería errado suponer que la parálisis del pensamiento se corresponde también al miedo al propio mundo interno (en términos kleinianos: ¿miedo a las heces destructorea?, ¿a las imagos destructoras?)

Descriptores: CLÍNICA / PSICOANÁLISIS /  PACIENTE  / PÉRDIDA DEL OBJETO / OBJETO ENLOQUECEDOR / MALESTAR / PSICOANALISTA / IDEALIZACIÓN / CONTRATRANSFERENCIA / ESPACIO TRANSICIONAL /  KLEIN, MELANIE /  ÉTICA


Abstract

About the bad enough therapist. Notes on the scope, meaning and limits of contemporary clinical work

This paper attempts to raise some questions and challenges of contemporary clinical work from new pathological manifestations described as “pycnoleptic-oniroid retraction”. This pycnoleptic retraction (with degrees that range from radical vital distraction to what is culturally tolerated, such as the “addiction” to Internet, networks and cell phones), related to phenomena of massive regression without fixation points, shows situations that generate enormous complications to the clinical course, especially if one wishes to approach these new situations of discomfort and confusion with traditional frames and approaches, which respond to social and emotional logics that have become anachronistic or non-existent.


Resumo

SOBRE O TERAPEUTA SUFICIENTEMENTE RUIM. NOTAS SOBRE ABRANGÊNCIAS, SENTIDOS E LIMITES DA CLÍNICA CONTEMPORÂNEA

Este trabalho tenta estabelecer questionamentos e desafios da clínica contemporânea a partir de novas manifestações patológicas que são descritas como de retração picnoléptica-oniroide. Esta retração picnoléptica (com graus que certamente vão desde a distração vital radical até o culturalmente tolerado como a “adição” à internet , às redes, e ao celular), correlacionada aos fenômenos de regressão massiva sem pontos de fixação, são situações que criam enormes complicações ao decurso clínico, especialmente se este deseja abordar estas novas situações de mal-estar e confusão desde enquadramentos e aproximações tradicionais, que respondem a lógicas sociais e emocionais que se tornaram anacrônicas ou inencontráveis.


BIBLIOGRAFA

Aulagnier, P. (1994). Los destinos del placer: alienación, amor, pasión. Buenos Aires, Argentina: Paidós.
Aulagnier, P. (1975). La violencia de la interpretación. Del pictograma al enunciado. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Baranger, W. (1962). El muerto vivo: estructura de los objetos en el duelo y en los estados depresivos. Rev.Uruguaya de Psicoanálisis, 4: (s.n).
Baudrillard, J. (2008). Cultura y simulacro. Madrid, España: Kairós.
Bailly, D. (1997). Angustia de separación. Barcelona, España: Masson, S.A.
Berenstein, I. (1990). Psicoanalizar una familia. Buenos Aires, Argentina: Paidós.
Berenstein, I. (1981). Psicoanálisis de la Estructura Familiar – Del destino a la significación. Buenos Aires, Argentina: Paidós.
Berenstein, I. (1987). Psicoanálisis de la Estructura Familiar. Buenos Aires, Argentina: Paidós.
Bion, W. (1962).  Learning from experience. Londres, Reino Unido: Tavistock.
Bleichmar, H. (2001). El cambio terapéutico a la luz de los conocimientos actuales
sobre la memoria y los múltiples procesamientos inconscientes. 
Recuperado dehttp://www.aperturas.org/articulo.php?articulo=178
Bleichmar, H. (1999). Del apego al deseo de intimidad: Las angustias del desencuentro. Recuperado dewww.aperturas.org/2bleichmar.html 
Bleichmar, H. (1999b). El tratamiento de las crisis de pánico y el enfoque “modular- transformacional”. Recuperado dewww.aperturas.org/3bleichmar.html.
Bleichmar, H. (1997). Avances en psicoterapia psicoanalítica. Hacia una técnica de
intervenciones específicas. Buenos Aires, Argentina: Paidós.
Bleichmar, H. (1981). El narcisismo. Estudio sobre la enunciación y la gramática
inconsciente. Buenos Aires, Argentina: Nueva Visión.
Bleichmar, N. & Leiberman de Bleichmar, C. (1997). El psicoanálisis después de Freud. Teoría y clínica. Ciudad de México, México: Paidós.
Bleichmar, S. (2009). El desmantelamiento de la subjetividad. Buenos Aires, Argentina: Topia.
Bleichmar, S. (1984). En los orígenes del sujeto psíquico: del mito a la historia. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Bollas, C. (1991). La sombra del objeto. Psicoanálisis de lo sabido no pensado. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Bowlby, J. (1969). Attachment and loss: vol 1. Attachment. Nueva York, Estados Unidos: Basic Books.
Bowlby, J. (1973). Attachment and loss, vol. 2. Separation, anxiety and anger. Nueva York, Estados Unidos: Basic Books. 
Braconnier, A. (1996). La depresión en la adolescencia, un avatar de la transformación del objeto del amor. Revista de Psicoanálisis de Niños y Adolescentes, 9, 55-67.
Bromberg, P. M. (1996). Standing in the spaces: The multiplicity of self and the psychoanalytic relationship. Contemporary Psychoanalysis, 32, 509-536.
Chasseguet Smirgel, J. (1975). El Ideal del Yo. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
De Cellis Sierra, M. & Mendez Ruiz, J. A. (2019). La eficacia de la psicoterapia 
psicoanalítica: rumores, certezas y controversias una década después de Shedler
Recuperado dehttp://www.aperturas.org/imagenes/archivos/ap2020%7dn063a5.pdf
Erikson, E. (2000). El ciclo vital completado. Madrid, España: Paidós Ibérica.
Fairbairn, R. (1952). Psychoanalytic studies of the personality. Londres, Reino Unido: Tavistock.
Ferenczi, S. (1997). Sin simpatía no hay curación. El diario clínico de 1932. Buenos Aires,
Argentina: Amorrortu.
Fonagy, P. (1999). Persistencias transgeneracionales del apego: una nueva teoría. Recuperado dehttp://www.aperturas.org/3fonagy.html
Fonagy, P. (2000). Apegos patológicos y acción terapéutica.
Recuperado dehttp://www.aperturas.org/4fonagy.html
Fonagy, P. & Target, M. (1996). Playing with reality: I. Theory of mind and the normal development of psychic reality. Int. J. Psycho-Anal, 77, 217-233.
Frankel, J. (2002). Explorando el concepto de Ferenczi de identificación con el agresor. Su rol en el trauma, la vida cotidiana y la relación terapéutica.
Recuperado dewww.aperturas.org/11frankel.html.
Freud, S. (1912) 1980. Sobre la dinámica de la transferencia. En J. L. Etcheverry (Trad.), Obras completas (Vol. 13, pp. 93-106). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Freud, S. (1913) 1980. Tótem y Tabú. En J. L. Etcheverry (Trad.), Obras completas (Vol. 13, pp. 1-164). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Freud, S. (1914) 1980. Recordar, repetir y reelaborar. En J. L. Etcheverry (Trad.), Obras completas (Vol. 12, pp. 145-154). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Freud, S. (1915) 1980. Puntualizaciones sobre el amor de transferencia. (Nuevos consejos
sobre la técnica del psicoanálisis, III. En J. L. Etcheverry (Trad.), Obras completas (Vol. 12, pp. 159-174). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Freud, S. (1923) 1980. El Yo y el Ello. En J. L. Etcheverry (Trad.), Obras completas (Vol. 19, 
pp. 1-64). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Freud, S. (1924) 1980. El Yo y el Ello. En J. L. Etcheverry (Trad.), Obras completas (Vol. 19, 
pp. 1-64). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Freud, S. (1924) 1980. El problema económico del masoquismo. En J. L. Etcheverry (Trad.), Obras completas (Vol. 19, pp. 161-174). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Freud, S. (1924b) 1980. El desactivamiento del complejo de Edipo. En J. L. Etcheverry (Trad.), Obras completas (Vol. 19, pp. 177-188). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Freud, S. (1926) 1980.  Inhibición, síntoma y angustia. En J. L. Etcheverry (Trad.), Obras completas (Vol. 20, pp. 73-164). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Freud, S. (1927) 1980. El porvenir de una ilusión. En J. L. Etcheverry (Trad.), Obras completas (Vol. 21, pp. 1-56). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Freud, S. (1930) 1980. El malestar en la cultura. En J. L. Etcheverry (Trad.), Obras completas (Vol. 21, pp. 57-140). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Freud, S. (1937a) 1980. Análisis terminable e interminable. En J. L. Etcheverry (Trad.), Obras completas (Vol. 23, pp. 211-254). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Freud, S. (1937b) 1980. Construcciones en el análisis. En J. L. Etcheverry (Trad.), Obras completas (Vol. 23, pp. 255-270). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Freud, S. (1938) 1980. Esquema del psicoanálisis. En J. L. Etcheverry (Trad.), Obras completas (Vol. 23, pp. 25-112). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
García Badaracco, J. (1985). Identificación y sus vicisitudes en las psicosis. La importancia del ‘objeto enloquecedor. Revista de Psicoanálisis, 42 (3).
Green, A. (1984). El lenguaje en el psicoanálisis. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Green, A. (1986). Narcisismo de vida, narcisismo de muerte. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Green, A. (1990). La nueva clínica psicoanalítica y la teoría de Freud. Aspectos 
fundamentales de la locura privada. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Green, A.  (1994). De locuras privadas. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Green, A. (1993). El trabajo de lo negativo. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Green, A. (1997). Las cadenas de Eros – Actualidad de lo sexual. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Heimann, P. (1992). Contratransferencia. Revista Uruguaya de Psicoanálisis,4 (1), 137-176.
Hornstein, L. (2000). Narcisismo, autoestima, identidad, alteridad. Buenos Aires, Argentina: Paidós. 
Janin, B. (1989). Aportes para repensar la psicopatología de la infancia y la adolescencia. Revista Argentina de Psicología, 40, 103-124.
Hornstein, L. (2013). Las encrucijadas actuales del psicoanálisis. Subjetividad y vida cotidiana. Buenos Aires, Argentina: Fondo de Cultura Económica.
Jeammet, Ph. (2001). Enjeux actuels des thérapies à l´adolescence. L’autre, 4 (2), 29-51.
Jeammet, Ph. & Birot, E. (1996). Estudio clínico-estadístico de la psicopatología de las 
tentativas de suicidio en el adolescente y el adulto joven. Revista de Psicoanálisis 
de Niños y Adolescentes,9, 164-190.
Kächele, H. & Thomä, H. (1989).Teoría y práctica del psicoanálisis. Barcelona, España: Herder.
Kaës, R. (1996). (Ed.), Transmisión de la vida psíquica entre generaciones. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Kaës, R. (1977). El aparato psíquico grupal. Construcciones de grupo.
Barcelona, España, Granica.
Klein, M. (1926). Principios psicológicos del análisis infantil. Obras completas (Vol. 2, pp. 140-151). Buenos Aires, Argentina: Paidós.
Klein, M. (1928). Estadios tempranos del complejo edípico Contribuciones al psicoanálisis (pp. 193-204). Buenos Aires, Argentina: Hormé.
Klein, M. (1930). La importancia de la formación de símbolos en la formación del Yo.Obras completas (Vol. 2, pp. 219-232). Buenos Aires, Argentina: Paidós.
Klein, M. (1932). Psicoanálisis del niño. Obras completas (Vol. 2, pp. 23-39). Buenos Aires, Argentina: Paidós.
Klein, M. (1940). El duelo y su relación con los estados maníaco-depresivos. Obras completas (Vol. 1, pp. 346-371). Barcelona, España: Paidós.
Klein, M. (1946). Notas sobre algunos mecanismos esquizoides. Obras Completas (Vol. 3, pp. 10-33). Buenos Aires, Argentina: Paidós.
Klein, M. (1948). The early development of consciousness in the child. En Contributions to Psycho-Analysis (pp. 267-278), Londres, Reino Unido: Hogarth.
Klein, M. (1952). Some theoretical conclusions regarding the emotional life of the infant. En The writings of Melanie Klein (Vol. 8, pp. 61-94). Londres, Reino Unido: Hogarth.
Klein, M. (1957). Envy and gratitude Londres, Reino Unido: Hogarth and the Institute of Psycho-Analysis.
Klein, A. (2021). Tanatopolítica, neoliberalismo y coronavirus, un recorrido por los excesos. Intersticios Sociales, 11, 99-124.
Klein, A. (2013). Subjetividad, familias y lazo social. Procesos psicosociales emergentes. Buenos Aires, Argentina: Ediciones Manantial.
Klein, A. (2006). Adolescentes sin adolescencia: Reflexiones en torno a la construcción de 
subjetividad adolescente bajo el contexto neoliberal. Montevideo, Uruguay: Psicolibro-Universitario.
Kohut, H. (1982). Introspection, empathy and the semi-circle of mental health. International Journal of Psychoanalysis, 63, 101-170.
Kohut, H (1977). The restoration of the self. Nueva York, Estados Unidos: International Universities Press.
Lacan, J. (2005). La dirección de la cura y los principios de su poder. Escritos 2. Ciudad de
México, México: Siglo XXI.
Lacan, J. (1992). El Seminario, Libro 17. El reverso del psicoanálisis. Madrid, España: Paidós Ibérica.
Lacan, J. (1984). Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Barcelona, España: Paidós.
Lacan, J. (1983). El Seminario, Libro 2, EL Yo en la teoría de Freud y en la técnica
psicoanalítica (1954- 55). Buenos Aires, Argentina: Paidós.
Lacan, J. (1981). El Seminario, Libro 1, Los escritos técnicos de Freud (1953-54), Buenos Aires, Argentina: Paidós.
Lacan, J. (1979). Las formaciones del inconsciente. Buenos Aires, Argentina: Nueva Visión.
Lacan, J. (1975). Escritos 2. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI.
Ladame, F. (1992). Courtes remarques sur l’analyse des adolescents. Revue Française de 
Psychanalyse,56 (3), 827-835.
Laplanche, J. (1987a). Cubeta, la trascendencia de latransferencia. Problemáticas V. Buenos Aires, Argentina:Amorrortu.
Laplanche, J. (1987b). El inconsciente y el Ello. Problemáticas IV. Buenos Aires, Argentina:Amorrortu.
Laplanche, J. (1987c). La sublimación. Problemáticas III. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Laplanche, J. (1987). Nuevos fundamentos para el psicoanálisis. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Lichtenberg, J. & Shapard, B. (2001). El odio rencoroso y vengativo y sus recompensas: una visión desde la teoría de los sistemas motivacionales. Recuperado dehttp://www.aperturas.org/articulo.php?articulo=0000157
Lyons Ruth, K. (2004). La disociación y el diálogo infanto-parental: una perspectiva longitudinal a partir de la investigación sobre apego. Recuperado dehttp://www.aperturas.org/17lyons.html.
Maldavsky, D. (1992). Teoría y clínica de los procesos tóxicos. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Marrone, M. (1998). Attachment and interaction. Londres, Reino Unido: Jessica Kingsley Publishers.
Meltzer, D. (1983). Vida onírica. Madrid, España: Tecnipublicaciones, S. A. 
Meltzer, D. & Harris Williams, M. (1988). La aprehensión de le belleza. Buenos Aires, Argentina. Editorial Spatia. 
Missenard, A. (Ed.) (1989). Lo negativo, figuras y modalidades, Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Ortiz Chinchilla, E. (2002). Las palabras para decirlo. Un enfoque intersubjetivo de la comunicación en psicoterapia. Recuperado dehttp://www.aperturas.org/12ortiz.html
Ortiz Chinchilla, E. (2003). El diálogo colaborativo y el cambio psíquico. Recuperado dehttp://www.aperturas.org/articulo.php?articulo=0000269
Pichon-Rivière, E. (1981). Del psicoanálisis a la psicología social. Buenos Aires, Argentina: Nueva Visión.
Poch, J. & Ávila-Espada, A. (1998). Investigación en psicoterapia. La contribución
psicoanalítica. Barcelona, España: Paidós. 
Rosenfeld, H. (2008). On the psychopathology of narcissism: A clinical approach En Rosenfeld in retrospect: Essays on his clinical influence (pp. 106-115) Nueva York, Estados Unidos: Routledge/Taylor & Francis Group.
Rosenfeld, H. (1988). On the treatment of psychotic states by psychoanalysis: An historical approach. En Essential papers on psychosis (pp. 147-176). Nueva York, Estados Unidos: New York University Press.
Roussillon, R. (1987). Espacios y prácticas institucionales. La liberación y el 
intersticio. En Kaës, R. La institución y las instituciones. Estudios psicoanalíticos.
(pp. 188-212). Buenos Aires, Argentina, Paidós.
Rycroft, C. (1958). Investigación acerca de la función de las palabras en la situación psicoanalítica. Revista Uruguaya de Psicoanálisis, 4 (2), 333-349.
Sandler, J. (1993). On communication from the patient to the analyst: not everything is projective identification. International Journal of Psychoanalysis, 74 (6), 1.097-1.107. Seligman, S. (2007). Mentalización y metáfora, reconocimiento y dolor: formas de
transformación en el espacio reflexivo. Recuperado dehttps://aperturas.org/articulo.php?articulo=0000609ya=Mentalizacion-y-metafora-reconocimiento-y-dolor-formas-de-transformacion-en-el-espacio-reflexivo..
Shaw, D. (2003). On the therapeutic action of analytic love. Contemporary
Psychoanalysis, 39 (2), 251-278.
Suttie, I. D. (1988[1935]). The origins of love and hate. Londres, Reino Unido: Free Association Books. 
Taylor, Ch. (2006). Fuentes del yo, la construcción de la identidad moderna. Barcelona, España: Paidós. 
Tisseron, S. (Ed.) (1997). El psiquismo ante la prueba de las generaciones – Clínica del fantasma. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Urribarri, R. (1990). Sobre adolescencia, duelo y a posteriori. Revista Psicoanalítica de Buenos Aires, 42 (4), 179-218.
Volling, B. L. & Notaro, P. C. (1998). Adult attachment styles: relations with emotional well-being, marriage, and parenting. Family Relations, 47 (4), 355-367.
Wallerstein, R. (1988). One psychoanalysis or many? International Journal of Psychoanalysis, 69 (1), 5-21. 
Winnicott, D. (1981). El proceso de maduración en el niño. Madrid, España: Laia.
Winnicott, D. (1979). Escritos de pediatría y psicoanálisis. Madrid, España: Laia.Winnicott, D. W. (1971). Playing and reality. Londres, Reino Unido: Tavistock.