Notice: La función _load_textdomain_just_in_time ha sido llamada de forma incorrecta. La carga de la traducción para el dominio bridge se activó demasiado pronto. Esto suele ser un indicador de que algún código del plugin o tema se ejecuta demasiado pronto. Las traducciones deberían cargarse en la acción init o más tarde. Por favor, ve depuración en WordPress para más información. (Este mensaje fue añadido en la versión 6.7.0). in /home/c2471051/public_html/wp-includes/functions.php on line 6114 Warning: Cannot modify header information - headers already sent by (output started at /home/c2471051/public_html/wp-includes/functions.php:6114) in /home/c2471051/public_html/wp-content/plugins/qode-news/lib/helpers-functions.php on line 269 Revista Psicoanálisis | A cien años de psicología de las masas y análisis del Yo: Su valor clínico

A cien años de psicología de las masas y análisis del Yo: Su valor clínico

Maria Zulema Areu Crespo1

El análisis debe crear las condiciones psicológicas más favorables para las funciones del Yo; con ello quedaría tramitada su tarea”.

Freud, S., 1937c, p. 251.

Resumen

El trabajo se propone rescatar el valor clínico de Psicología de las masas y análisis del Yo (Freud, S., 1921 c.). Tomar en cuenta los aspectos arcaicos reprimidos  que toman en consideración la relación entre un sujeto y el entorno familiar, social o cultural. En tal sentido, aparece la tensión entre lo que Freud llama “fenómenos sociales”, vale decir, la relación entre un sujeto y su entorno familiar o institucional, y los “fenómenos narcisistas”, en virtud de los cuales el sujeto elige una satisfacción pulsional sin tomar en cuenta, o bien en contra de un reclamo familiar o social.

En apoyo de este enfoque, el autor se refiere a una nota al pie que figura en Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina (Freud, S., 1920a). 

De la conjunción de ambos textos surge la doble disposición del aparato psíquico, en cuanto aparato individual, en busca de satisfacción personal, y en cuanto inscripto en un orden social cuyo antecedente es la familia, que le limita la posibilidad de gratificación pulsional al contexto en que está inserto.

La relación del individuo con esquemas sociales está signada por el principio de obediencia (Green, A., 2001), lo cual lleva a la idealización del vínculo de autoridad, sea en la figura del conductor o de quien represente al objeto que, originalmente, queda atribuido al padre. Este objeto es sin duda idealizado.

Poner en tela de juicio la importancia del objeto lleva a transferir en el análisis el vínculo con el objeto primario. Al mismo tiempo, el sujeto, en busca de su satisfacción individual, busca en el analista el sostén para poder oponerse a ese objeto idealizado. Esta situación transferencial-contratransferencial amenaza con desestabilizar al análisis, por cuanto el objeto idealizado, y desestimado, pasa a ser proyectado en el propio analista.

El autor ilustra el tema con una viñeta.

Introducción

Mi interés en este trabajo es rescatar el enorme valor clínico de Psicología de las masas y análisis del Yo (Freud, 1921c).

En 1920, en Más allá del principio de placer, Freud había dejado en claro que la “compulsión de repetición […] nos aparece como más originaria, más elemental, más pulsional, que el principio de placer que ella destrona” (1920g, p. 23).

¿Qué se repite?

Habiendo transcurrido un siglo desde dicho trabajo, quiero traer a la atención del lector una nota al pie que publicara el año anterior, en 1920, nota que siempre despertó mi interés, ya que anuncia la enorme importancia clínica del trabajo que hoy honramos. 

Freud parece encaminarse a reafirmar los aspectos inconscientes del Yo y del Superyó, y anunciar, a través de la repetición, el valor fundante de los aspectos arcaicos, y cómo ellos se expresan en el ámbito familiar y en la vida de cada cual. Luego va a calificar de reservorio pulsional al Ello. Si hubiera quedado alguna duda, el descentramiento del sujeto humano obtenía su lugar de privilegio, al tiempo que los contenidos arcaicos, la misma filogenia, se erigían en centro de interés.

Objetivo de este trabajo

El propósito de este breve trabajo es destacar un aspecto de dificultad que encontramos en el análisis cuando intentamos acercarnos a los aspectos arcaicos. Lleva al análisis de un vínculo en el cual el paciente ha idealizado un objeto cuyas demandas debe satisfacer y del que una parte suya anhela liberarse. El paciente transfiere en el análisis un vínculo idealizado. Luego, transferencia mediante, idealiza al analista, lo que le permite hacer conscientes sus aspectos arcaicos: sin idealización del analista, no podría analizar los contenidos arcaicos, pero, al mismo tiempo, esa imprescindible idealización amenaza con dejar al analista atrapado. Ahora deberá analizar el vínculo en la transferencia, donde el paciente le ha atribuido el lugar del Ideal del Yo.

En este homenaje de los 100 años del texto referido, me interesa destacar que las ideas que aquí se desarrollan están basadas y se articulan con el trabajo que hoy honramos en Freud.

1 

Para ordenar las ideas que quiero exponer, me referiré en primer término a la nota 7, p. 152, en Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina (1920a). Allí desarrolla Freud un tema,hacerse a un lado”, como mecanismo de fijación libidinal.

Cuando Freud concibe el aparato psíquico, lo concibe individual, y privilegia los conflictos intrapsíquicos. Esta idea la sostiene a todo lo largo de su obra; en el 23 aun el vigoroso Ello será individual (a diferencia del pensamiento de otros autores, como Jung).

Pero volvamos a esta interesante nota al pie. Freud la escribe para referirse a un cambio en la investidura libidinal de la paciente: la joven “deviene” homosexual y erotiza un vínculo con una mujer mayor. Dice Freud:

[…] nuestra muchacha […] tras esa desilusión [el padre había dado otro hijo a la madre]]había arrojado de sí el deseo de tener un hijo, el amor por el varón y, en general, el papel femenino. […] Ella se trasmudó en varón y tomó a la madre en el lugar del padre como objeto de su amor […] logró con facilidad reanimar el amor temprano por la madre y, con su auxilio, sobrecompensar su hostilidad presente hacia ella. […] resultó la búsqueda de un sustituto del cual pudiera prendarse con apasionada ternura […] la madre apreciaba todavía ser cortejada y festejada por los hombres. Y entonces, convirtiéndose ella en homosexual, le dejó los hombres a la madre, se “hizo a un lado”, por así decir […] (1920a, pp. 151 y 152).

Al investir este objeto fácilmente se entiende que ese amor se apoya en la relación primera con la madre, la joven se identifica con un deseo del padre. A esto, se añade una ganancia de placer: el padre se enfurece ante la adoración por su hija de una mujer mayor sustituto de la madre y este enojo paterno es un plus de satisfacción, una venganza por el amor no correspondido según su deseo. Freud destaca cómo disfrutaba la joven la venganza respecto del padre, en un cumplimiento de la ley del talión: así como me engañaste, ahora te engaño a ti. Venganza que, sin duda, aumentaba el placer de la elección.

En la nota, Freud destaca que “hacerse a un lado” no había sido señalado entre las causas de la homosexualidad, ni tampoco en relación con un mecanismo de fijación libidinal

A continuación analiza tal fijación libidinal, siempre teniendo en cuenta las circunstancias del entorno del paciente. A primera vista, se podría pensar que son las circunstancias externas las que ponen en movimiento el rechazo de una identificación-madre y su reemplazo por la identificación-padre: ¿se trataría de circunstancias externas a la propia persona de que se trate?

Cuánto resuenan entonces las palabras sabias de Ortega: “yo soy yo y mi circunstancia”. Porque es a las circunstancias de la vida del paciente a lo que Freud se refiere.

Así, la libido previo a “autorizar” una investidura tomaría en consideración las personas que lo circundan, los lugares que ocupan, que podrían erigirse en obstáculo a su posibilidad de investidura según su deseo personal, y tendería a investir solamente aquello que le fuera “permitido” o asignado por la estructura. Lo cual llevaría a pensar en un modo de funcionamiento en que cada uno de nosotros toma en cuenta las elecciones de las personas cercanas para “poder”, a su vez, autorizar las elecciones pulsionales, que, como sabemos, son aspiraciones del Ello. Entonces, ¿el Ello individual se supedita a las aspiraciones de un Ello en parte ajeno, pero afectivamente cercano, para poder investir un objeto?

Este pensamiento, esta posibilidad, parece reactivar un pensamiento arcaico, según el cual la primogenitura, por ejemplo, no puede ser cuestionada. Ni en cuanto a los privilegios ni en cuanto a las cargas que comporta. Parecería que una suerte de Superyó arcaico, en aras de la estabilidad familiar, llevase a no cuestionar los lugares que ya están ocupados.

Freud se explaya: “ceder el paso” llevaría a dejar todas las mujeres al hermano varón, en el caso de la homosexualidad masculina, o dejar todas las miradas masculinas a la madre, en el caso de la joven homosexual.

Es que, lo dice Freud en la nota citada, “en las épocas primordiales del género humano fue así: todas las mujeres pertenecían al padre y jefe de la horda primordial”.

O sea, el sustrato arcaico parecería indicar la aceptación de los lugares atribuidos en virtud de la organización de la sociedad, vale decir, del padre.

Si esta línea de pensamiento es válida, ¿cómo se compadece con la idea de un Ello individual? La elección libidinal de una persona cercana, de la familia, ¿tendrá el poder de inhibir una elección libidinal propia? ¿Quién se inhibe? Si las investiduras parten del Ello, sería congruente pensar que es el propio Ello el que se inhibe; sin embargo, el fenómeno de la inhibición parece estar más cerca de la conciencia.

Al pensar en este mecanismo de fijación libidinal, se nos presenta el opuesto. ¿Y cuando encontramos que, identificación mediante, es el hijo el que “elige” la profesión del padre? Cabría allí una apreciación simétrica, vale decir, que entonces es la rivalidad la que promueve la identificación, es el querer ser como el padre. También los relatos arcaicos muestran cómo, a veces, el hijo menor, o el hijo extramatrimonial, es el que rescata la honra de la familia, tarea que hubiera sido la del hijo mayor.

Pero todo esto me lleva a pensar que la concepción de las relaciones intrapsíquicas, un psiquismo individual, no es incompatible para Freud con la idea de una identificación plural, vale decir, un psiquismo colectivo que toma en cuenta al grupo.

Recordemos algunos conceptos de Psicología de las masas y análisis del Yo:

Tenemos que concebir que la psicología de la masa es la psicología más antigua del ser humano: lo que hemos aislado como psicología individual, dejando de lado todos los restos de masa, se perfiló más tarde, poco a poco, y por así decir, solo parcialmente a partir de la antigua psicología de la masa (Freud, S., 1921c, p. 117).

Al hablar de la Iglesia y del Ejército, como masas artificiales, rescata la importancia del líder, del jefe, y dice: “[…] esclarecer el principal fenómeno de la psicología de las masas: la falta de libertad del individuo dentro de ellas” (Freud, S. 1921c, p. 91). Hablar del líder, del jefe, es entender que un objeto ha sido colocado en el lugar del Ideal del Yo, lo que vuelve a encontrar en el enamoramiento y la hipnosis: “El objeto se ha puesto en el lugar del Ideal de Yo” (Freud, S., 1921c, p. 107).

2 

¿Es esto meramente una descripción sociológica o es, por el contrario, un concepto que la clínica ha de tomar en cuenta? La segunda postura parece afirmarse desde la Introducción:

La relación del individuo con sus padres y hermanos, con su objeto de amor, con su maestro y con su médico, vale decir, todos los vínculos que han sido hasta ahora indagados preferentemente por el psicoanálisis, tienen derecho a reclamar que se los considere fenómenos sociales. Así, entran en oposición con ciertos otros procesos, que hemos llamado narcisistas, en los cuales la satisfacción pulsional se sustrae del influjo de otras personas o renuncia a estas (Freud, S., 1921c, p. 68).

Vale decir, todo esto nos lleva a indagar acerca del destino de la libido: ¿cuál es el devenir de la satisfacción pulsional: renunciar a ella en virtud de “un fenómeno social” o privilegiar la satisfacción “narcisista” en desmedro del influjo de otras personas?

Porque ya estamos en el aquí y ahora, donde es función del aparato psíquico tramitar un posible conflicto, ya que nacemos en el seno de una familia, y así ver “[…] que la pulsión social acaso no sea originaria e irreductible y que los comienzos de su formación puedan hallarse en un círculo estrecho, como el de la familia” (ídem).

En este trabajo me inclino a pensar que ambos reclamos pulsionales inevitablemente han de entrar en conflicto, aun cuando tal conflicto permanezca oculto para el propio paciente.

3  

Pero ¿qué está repitiendo la joven homosexual? ¿Podemos verdaderamente pensar que este movimiento libidinal debe toda su fuerza a las circunstancias del desaire del padre? ¿O nos convence la idea de una vieja, arcaica fijación para todos olvidada de la niña a su madre, en esos momentos de su infancia, en que, como dice Freud, “en el curso de esa fase el padre no es para la niña mucho más que un rival fastidioso”? (Freud, S., 1931b, p. 228).

Si esto es así, ¿no sería esta escena la que se repite cuando la joven demuestra su amor por una mujer? Y aparece la rivalidad por el objeto -del cual la madre es el objeto que presta su importancia al objeto actual.

Aquí entra en juego lo que aprendimos en Mas allá del principio de placer, la repetición indomable, que ha de encontrar, merced a una construcción del analista, el sentido de un acto, de una elección, de una manifestación psíquica. Recordando el consejo freudiano, de que lo verosímil no necesariamente es verdadero, podemos “construir” la prehistoria de este “ceder el paso”. Y casi podríamos conjeturar: quien cede el paso en la prehistoria de la joven homosexual es el padre, que al nacimiento de la niña cede el paso a la madre para que la seducción de la niña sea eficaz. Y luego, la niña, identificada con el padre, también repite el mecanismo, para facilitar la expectativa de seducción de la madre respecto del padre y de los otros hombres.

4  

Se me preguntará qué tiene que ver todo esto con Psicología de las masas y análisis del Yo. Quisiera, antes de contestar esta pregunta, introducir una viñeta clínica.

Una viñeta clínica

El paciente es un hombre adulto, inteligente, esforzado. La sesión comienza con un tono desesperado.

“Mi hermana quiere que vaya con ella el fin de semana a Pilar, y ya le dije mil veces que no, que no estoy para eso, le dije que no”

(la analista guarda silencio).

“No pude… no puedo… me pasé toda la noche sin dormir, angustiado, agitado, me levanté con un ataque de alergia espantoso, tomé una pastilla, otra, pero aún tengo las manos hinchadas… mire, son manos inútiles… hasta que al final, serían las 4, y yo tenía tantas ganas, tanta necesidad de dormir, dije, bueno, ya está, le digo que tengo que trabajar, y entonces no me va a poder decir nada… y con esa idea pude al menos dormir un par de horas… pero ahora se lo tengo que decir… y sé lo que me va a decir…”.

Es muy difícil decir que no a su hermana…

“¡Imposible!”

¿Imposible?

(No contesta, suspira).

La próxima sesión, apenas comenzada, me dice:

“Y le dije que tenía que trabajar, y seguía insistiendo, y le dije, ¡basta! Tengo que trabajar”.

¿Qué trama oculta hace de este hecho trivial una situación traumática para el paciente?

Quizás un episodio de su adolescencia arroje algo de luz sobre el tema. Estaba en tercer año del colegio, lo había dejado su novia de la infancia, y el director llama al padre para decirle que tiene unas notas malísimas, que algo le pasa, que siempre ha sido cumplidor.

La respuesta del padre no se hace esperar: “¿Sos vago? No vas más al colegio, venís a trabajar conmigo”. Y así empieza a trabajar a los 15 años e interrumpe su educación. Situación sorprendente, ya que su padre era un hombre culto.

Pero esta escena no puede ser sino una versión adolescente de otras varias escenas previas.

Su hermana, cinco años menor, tampoco es una alumna destacada, pero los padres la hacen estudiar, todos los días la llevan a aprender inglés, va llorando, pero igual va.

¿El paciente “elige” ese lugar? ¿Ese lugar se le ha constituido en una fijación libidinal?

Lo cierto es que, una y otra vez, en una repetición demoníaca, sufre desaires amorosos, socios que se aprovechan de él, un esfuerzo denodado para rendimientos no acordes con su valor en la profesión que ha elegido, todo le cuesta el triple, el resultado es siempre económicamente adverso.

Su hermana es hoy profesional, tiene educación universitaria y las diferencias son grandes entre ellos.

Nunca fue un secreto que era ella la preferida de los padres; ahora, los padres han muerto pero su prestigio aún se ha incrementado.

Hoy la hermana es “el objeto que ha sido puesto en lugar del Ideal del Yo” y, como tal, requiere sometimiento. Sus deseos son órdenes.

Y ahí comienza la paradoja del análisis: el objeto atemorizante es transferido en la relación con la analista, quien lo insta a que se una a sus posibilidades narcisistas de cambiar la historia… ¿ahora obedeciendo a la analista?

Una verdadera paradoja. Pero necesita el sostén de la analista para poder decir que no a su hermana.

En esta viñeta cotidiana vemos, desde un après coup, la arqueología de una estructura arcaica y de las vicisitudes de la repetición y las defensas contra una estructura el padre de la época primordial, lugar que hoy ocupa la hermana profesional  que ha ocupado décadas de la vida del paciente. Es que, ”[…] entre las funciones de los objetos primarios, es preciso contar una fundamental: la autoridad” (Green, p. 47).

Por eso recurre el paciente a la analista: en busca de otra autoridad que le permita desafiar al “antiguo régimen”. Si no fuera por la transferencia del ideal sobre el analista, en este caso, no podría ayudarlo.

Solo quiero subrayar que lo mismo que lo mantiene sometido la autoridad del objeto primario requiere del permiso de la analista para poder afirmar su deseo de no ir. ¿Y acaso salimos de este círculo? A veces me lo cuestiono.

Dice A. Green (2001):

“La obediencia es el lugar de un dilema: ¿obedecer a las pulsiones o al objeto?” (p. 48). Y más adelante: “Lo arcaico, nunca fenecido, asoma bajo la madurez, y es justamente por este abordaje indirecto como mejor lo apreciamos. Su presión, como la de la pulsión, permanece constante. Solo difieren las soluciones a que da curso. ¿Por qué esta permanencia? La respuesta se tiene que buscar por el lado de la esencia de la pulsión: la compulsión de repetición que descubrimos tras toda resistencia al cambio” (p. 52).

5. El objeto o el Yo: cuando el objeto reclama obediencia  

Estamos hablando del vínculo interno con un objeto que demanda obediencia.

Pero se dirá con razón: todos hemos sido educados en un sistema de obediencia. Es parte de la socialización.

Volvamos a la viñeta. Si dice Freud que se trata de un “mecanismo de fijación libidinal”, es que involucra la vida toda del sujeto. No solo sus vínculos cercanos se van a estructurar con la idealización del objeto en desmedro de un narcisismo que proteja al Yo. También el objeto idealizado va a ser transferido en el análisis en la persona del analista.

Este es el punto conflictivo: hacer consciente la transferencia, sin dejar caer una cierta cuota de idealización sin la cual el análisis no se sostendría. “El objeto es el revelador de la pulsión” (Green, A. 2002, p. 45).

Cuando el paciente no puede dormir porque el conflicto lo lleva a oscilar entre su deseo de acceder al deseo de su hermana, y el deseo de no ir, en realidad está revelando dos deseos: el que condice con su configuración arcaica, social, y el deseo yoico que busca su satisfacción pulsional. Pero ambos deseos son pulsionales. Y ambos buscan una satisfacción pulsional.

La demanda del objeto obliga a un trabajo psíquico que termina con una transacción: se enferma (alergia), se angustia y no puede dormir, y finalmente, tiene que inventar una excusa. Pero esta transacción casi risible es testimonio de un enorme trabajo psíquico que el paciente está haciendo. Y que opera también en la transferencia.

Porque aunque sea una transacción, luego podrá sumar otra, y así se podrá desnivelar la balanza. Deseamos que el desnivel sea a favor del deseo del paciente (y también nos preguntamos: ¿pero, cuál deseo?) Si esto no fuera así, si no hubiera posibilidad de cambio, no serviría el análisis. Pero si el paciente lo va logrando, se va construyendo un “trabajo de elaboración” que permitiría eventualmente, disminuir su angustia y la necesidad de enfermar.

Mi interés en rescatar el “mecanismo de fijación libidinal” de la nota referida, tiene por objetivo poner el foco en el lugar que Freud le diera al objeto “real”. En tal sentido, difiero de Green (2002) cuando dice:

[…] hay en Freud una tendencia a describir las cosas de manera solipsista como si el desarrollo del niño se hiciera a partir de los objetos que él mismo crea, y no con la relación a la influencia que esos objetos ejercen en él (p. 45).

En la nota citada, y si se la relaciona con otros escritos curiosamente llamados sociológicos, aparece claro el lugar que da Freud a los objetos y a la influencia que ellos ejercen sobre el sujeto.

Y ciertamente acuerdo con Green (2002) cuando dice: “la construcción del objeto lleva retroactivamente a la construcción de la pulsión que construye al objeto. La construcción del objeto no se concibe sino a partir de que es investido por la pulsión” (p. 52).

El objeto es a la vez amado y odiado, pero tiene una característica: impone obediencia. Y se ama al objeto por esa cualidad. Cualidad que muy bien destaca Freud en sus escritos acerca del masoquismo.

Una última reflexión me lleva a pensar que, sea como fuere la “elección” del paciente, es tarea del psicoanalista indagar profundamente en los vínculos y posibles inhibiciones e identificaciones que derivan de ellos, así como también lo que la “obediencia” al objeto idealizado demanda, en cuanto postergación de los aspectos yoicos narcisistas.

6. Psicología de las masas y análisis del Yo. Identificaciones y duelo

Volvamos al artículo de Freud que hoy queremos honrar, teniendo en cuenta lo antedicho.

Si, tal como allí se dice, la primera psicología ha sido la psicología del grupo, si solo el individuo se reconocía como parte de ese grupo, y unimos este concepto con la nota de Freud donde habla de “fijación libidinal”, ¿qué sucede en el individuo cuando se le niega la posibilidad de ejercer un deseo autónomo, y ha quedado fijado al deseo del grupo? Es que el lugar de niño importa una fijación libidinal, en cuanto estructura un vínculo particular con los padres, y con los otros niños. Supongamos que mueren los progenitores o uno de ellos, ¿cómo tolerar el desconcierto libidinal porque ya no se puede erotizar un vínculo que ha de ser duelado?

De tal modo, el lugar que ocupa una persona en la familia, una fijación libidinal, se encuentra sujeto a los avatares del duelo, y en este sentido se trata de un modo de satisfacción de la libido, que con frecuencia tiene que ser resignada, aunque puede suceder que el sujeto se niegue a ello aunque la realidad le indique lo contrario: por ejemplo, el nacimiento de un hermano menor.

De tal manera, hay una relación estrecha entre el duelo y los “lugares” que se van ocupando a lo largo de la vida, y que requiere, contacto con la realidad mediante, de una percepción y de un sentimiento de ser privado o renunciar a algo para poder acceder a otra cosa. Por ejemplo, un sujeto se ve privado de su lugar libidinal como hijo y tiene, ante la enfermedad del padre, que acceder a ocupar el lugar del adulto respecto de quien tuviera, en otro momento, el privilegio del hijo. O un hijo debe soportar el nacimiento de un hermano, y “cambiar” el duelo de hijo único por la posibilidad de tener un hermano, y de ser un hermano.

De tal modo los lugares que para la familia, las organizaciones, las circunstancias personales, tales como problemas de salud o situaciones etarias, han sido fuente de satisfacción, implican, frente a cualquier alteración de las circunstancias, la necesidad de un duelo. O bien la investidura de importancia pasa a desplazarse sobre otro miembro de la familia, tal como se ve en la viñeta referida.

Otra cuestión: Freud dice “mecanismo de fijación libidinal”. ¿Qué hace que un hermano acepte mansamente ese lugar, o lo cuestione o desafíe y lo reclame para sí? Depende de un narcisismo adecuado, de un aval consciente o Icc. de los progenitores que lo avalan, o aun de un cierto estado maníaco que se resiste a resignar un lugar que quiere para sí?

¿Depende solo del sujeto o depende de este y del entorno, vale decir, de esa cierta organización que llamamos psicología grupal? Esto es más claro en las familias, por las cargas libidinales que se juegan. En las instituciones, sea por decisión del líder o por las supuestas decisiones “democráticas”, se darían devenires distintos.

Pero en todo caso, no cabe duda de que, junto con el ocupar un lugar en la familia o en la organización, se juegan lugares de privilegio o de postergación, y eso parecería llevarnos claramente a situaciones infantiles. Si bien todos podrían acceder al mismo lugar o privilegio, el solo hecho de ser distinto el primogénito de los hijos que nacen después, establece una diferencia. Además, esto está avalado por tradiciones que otorgaban ciertos privilegios según el lugar de cada uno dentro de la familia.

De tal modo, hacer conscientes estas identificaciones y estos lugares que alguien ocupa en la familia ayuda a la elaboración de un duelo y a la posibilidad de acceder, rivalidad mediante, a encontrar el propio deseo. Pero para eso es necesario tolerar la envidia y ponerla al servicio de los intereses personales, propios.

Conclusiones

1. La teoría de Freud es una teoría libidinal.

Ello nos lleva a indagar acerca de la manera en que en el paciente se distribuye su libido, y cómo el conflicto puede aflorar.

Si bien el objeto es revelador de la pulsión, al decir de Green, ciertas investiduras pulsionales quedan más claras que otras. La teoría freudiana nos permite “descubrir” fijaciones arcaicas, que aparecen por lo general enmascaradas, lo que lo lleva a

[…] esclarecer el principal fenómeno de la psicología de las masas: la falta de libertad del individuo dentro de ellas. Si todo individuo está sujeto a una ligazón afectiva tan amplia en dos direcciones, no nos resultará difícil derivar de ese nexo la alteración y la restricción observadas en su personalidad (Psicología de las masas…, p. 91).

La esencia de la masa no puede concebirse descuidando al conductor (p.113), pero tampoco la estructura familiar y la tarea de la crianza pueden concebirse sin la atribución de lugares de decisión y obediencia. Y, por supuesto, no estoy hablando de la familia patriarcal arcaica, sino de cualquier tipo de organización.

Y el enigma del influjo sugestivo aumenta para nosotros si concedemos que no solo puede ejercerlo el conductor, sino cualquier individuo sobre otro, y nos reprochamos haber destacado de manera unilateral el vínculo con el conductor, omitiendo indebidamente el otro factor, el de la sugestión recíproca (p. 112).

Y dice Green (2001):

La obediencia es el lugar de un dilema: ¿obedecer a las pulsiones o al objeto? Y la cuestión se complica a causa de la proyección, que atribuye al objeto las características de las pulsiones y que anima o antagoniza las pulsiones haciéndoles revestir las galas del objeto (p. 48).

2. Siguiendo esta línea, es tarea del análisis ahondar en el paciente, los objetos que han sido investidos de autoridad, y la relación con el propio paciente, que da cuenta de la posición relativa, que se sustenta, a su vez, en un esquema arcaico, del cual somos todos partícipes.

Cuando una situación pulsional es susceptible de diversos desenlaces (como es habitual que ocurra) no ha de sorprendernos que se produzca aquel con el cual se asocia la posibilidad de una cierta satisfacción, al tiempo que se pospone otro, que sería más natural en sí mismo, porque las circunstancias reales le deniegan el logro de esa meta (p. 114)

3. el componente hipnótico, aun en su más familiar poder de sugestión, se encuentra en el centro de todas estas situaciones. La esencia de la masa no puede concebirse descuidando al conductor (p. 113), pero tampoco la estructura familiar y la tarea de la crianza puede concebirse sin la atribución de lugares de decisión y obediencia. Y, por supuesto, no estoy hablando de la familia patriarcal arcaica, sino de cualquier organización de índole familiar.

4. Dos temas a tomar particularmente en cuenta es que la necesidad de duelar es un telón de fondo donde se juegan todos estos conflictos. Identificaciones y duelos han de ser objeto de revisión constante, y su aceptación por el paciente no es tarea fácil, ya que el Ello no quiere renunciar a sus investiduras.

5. Por último, el analista se encuentra en la difícil situación de ser quien recibe la investidura de los objetos grandiosos y, al mismo tiempo, a quien acude el paciente para poder investir con un deseo propio y obtener la consiguiente satisfacción pulsional, sustrayéndose del influjo de otras personas o aun en oposición a esos mismos objetos grandiosos.

___

1 areucrespomarizu@gmail.com, Miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina.

Descriptores: INVESTIDURA / CASO CLÍNICO / FREUD, SIGMUND / HOMOSEXUALIDAD / MASA / TRANSFERENCIA / LO ARCAICO / OBJETO / FIJACIÓN / LIBIDO / DUELO


Abstract

One hundred years after Group psychology and the analysis of the Ego: its clinical value

This paper aims to rescue the clinical value of Freud’s Group psychology and the analysis of the Ego taking into account the archaic (repressed) aspects linked to the relationship between a subject and his/her family, social and cultural environment. In this sense, there is a tension between what Freud calls “social phenomena” —that is, the relationship between a subject and his/her family or institutional environment— and the “narcissistic phenomena” by virtue of which the subject chooses a drive satisfaction without taking into account the family or social claim, or against it.

In support of this approach, the autor refers to a footnote in Freud’s work On the psychogenesis of a case of female homosexuality. From both texts emerges the double disposition of the psychic apparatus, as an individual entity in search of personal satisfaction, and as inscribed in a social order whose antecedent is the family, which limits its possibilities of drive gratification to the context in which it is inserted. 

The relationship of the individual with social schemes is marked by the principle of obedience (A. Green), which leads to the idealization of the bond with an authority, whether in the figure of a leader or of whoever represents the object originally attributed to the father. This object is undoubtedly idealized.

When the importance of the object is questioned in the analysis, the link with the primary object is transferred. At the same time, the subject, in search of individual satisfaction, looks to the analyst for support in order to be able to oppose this idealized object. This transferential-countertransferential situation threatens to destabilize the analysis, since the first idealized and then dismissed object is projected onto the analyst himself/herself.


Resumo

Após cem anos de Psicanálise das massas e análise do Eu: seu valor clínico

O trabalho se propõe esgatar o valor clínico da Psicanálise das massas e análise do Eu (Freud, S., 1921c).

Ter em conta os aspectos arcaicos —reprimidos— que levam em consideração a relação entre um sujeito e o entorno familiar, social ou cultural. Neste sentido, aparece a tensão entre o que Freud chama “fenômenos sociais”, isto é, a relação entre um sujeito e o seu entorno familiar ou institucional, e os “fenômenos narcisistas” em virtude dos quais o sujeito escolhe uma satisfaçao pulsional sem ter em conta, ou melhor em contra de uma reclamaçao familiar ou social.

Em apoio a este enfoque, o autor se refere a uma nota ao pé da página que aparece em Sobre a psicogênese de um caso de homosessualidade feminina (Freud, S., 1920a). 

Da conjunção de ambos os textos surge a dupla disposição do aparato psíquico, em quanto aparato individual, em busca de satisfaçao pessoal, e em quanto inscrito em uma orden social cujo antecedente é a família, que lhe limita a possibilidade de gratificação pulsional no contexto em que está inserido. 

A relação do individuo com esquemas sociais está marcada pelo princípio de obediência (Green, A., 2001), o que leva à idealização do vínculo de autoridade, quer seja na figura do condutor ou de quem represente o objeto que, originalmente, é atribuído ao pai. Este objeto é sem duvida idealizado.

Duvidar da importância do objeto leva a transferir na análise o vínculo como objeto primário. Ao mesmo tempo, o sujeito, em busca da sua satisfaçao individual, busca no analista o apoio para poder se opor a esse objeto idealizado. Esta situação transferencial-contratransferencial ameaça desestabilizar a análise, en quanto o objeto idealizado e desestimado passa a ser projetado no próprio analista.


BIBLIOGRAFÍA

Freud, S. (1920a) 1985. Sobre la psicogénesis de un caso de homosexualidad femenina. En J. L. Etcheverry (Trad.), Obras Completas. (Vol. 18, p. 139). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Freud, S. (1920g) 1985. Más allá del principio de placer. En J. L. Etcheverry (Trad.), Obras Completas. (Vol. 13, p. 3). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu. 
Freud, S. (1921c) 1985. Psicología de las masas y análisis del Yo. En J. L. Etcheverry (Trad.), Obras Completas. (Vol. 18, p. 65). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Freud, S. (1931b) 1985. Sobre la sexualidad femenina. En J. L. Etcheverry (Trad.), Obras Completas. (Vol. 21, p. 225). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Freud, S. (1937c) 1985. Análisis terminable e interminable. En J. L. Etcheverry (Trad.), Obras Completas. (Vol. 23, p. 213). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Freud, S. (1937d) 1985. Construcciones en el análisis. En J. L. Etcheverry (Trad.), Obras Completas. (Vol. 23, p. 213). Buenos Aires, Argentina: Amorrortu. (Vol. 23, p. 255).
Green, A. (2001). La nueva clínica psicoanalítica y la teoría de Freud. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.
Green, A. (2002) 2010. El pensamiento clínico. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu.